Esperanza Aguirre y los #ParaísosArtificiales
Esperanza Aguirre, candidata del PP a la alcaldía de Madrid, aseguró en una entrevista que los medios de comunicación públicos que gestiona su partido son plurales. El autor argumenta que esta afirmación de Aguirre (entre otras muchas cosas) demuestra que habita en un paraíso artificial.
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Hablamos de los paraísos artificiales con un embeleso casi romántico. Dejamos atrás la decadencia que pudiese derivarse de las palabras de Baudelaire y nos adentramos, como la dama en camisón hipnotizada por los ojos del vampiro, en el edén de la creación. Damos validez al paraíso artificial sin cuestionar sus consecuencias. Partimos de la base de que la simple creación de un universo propio es un rasgo de autenticidad positivo, de desprendimiento voluntario de la masa, y dotamos de dignidad a quien construye su paraíso como si su sola inquietud fuese sinónimo de honorabilidad. Y puede que no sea así. Piensen en Esperanza Aguirre.
A estas alturas del naufragio es indiscutible que Esperanza Aguirre habita un paraíso artificial. Ignoro sus cimientos y la estructura sobre la que ha levantado su universo de ficción pero, en ocasiones, pienso que ella está más cerca del opio al que se entregaba el poeta que de una creación respetable de sí misma y su entorno. Aguirre podría recuperar la famosa sentencia que escribió Baudelaire declamando en un mitin: “¿Qué sentido tiene trabajar, labrar el suelo, escribir un libro, crear y dar forma a lo que fuere, si es posible acceder de inmediato al paraíso?” El autor de Las flores del mal se refería a los arrebatadores efectos del hachís; Esperanza podría aludir a la autoridad que le otorga su partido político. En ambos casos, los dos paraísos distancian de la realidad.
Escuchar a Esperanza Aguirre es como entrar en el parque temático de los Estudios Universal: un divertimento continuo. De hecho, creo que la candidata a la alcaldía de Madrid por el PP es a la política lo que Belén Esteban a Mediaset. Aguirre es rentable porque es espectáculo. El espectáculo en televisión se llama entretenimiento. En política, populismo. La diferencia radica en que las opiniones y decisiones de ‘la Esteban’ están enmarcadas en un código que no tiene mayor relevancia mientras que las de ‘la Aguirre’ se producen en el ámbito de la política, actividad a la que debemos devolver el prestigio perdido y donde las decisiones de aquellos que triunfan en las urnas acaban por afectarnos directamente.
Aguirre dijo, hace unos días, en una entrevista radiofónica, que los medios de comunicación públicos que gestiona el PP son plurales. Un razonamiento así de contundente solo puede constatar una objetividad: Esperanza Aguirre habita un paraíso artificial; un entorno onírico y psicotrópico en el que, sometida a fluorescentes alucinaciones propias de un fantástico recorrido por la fórmula química del LSD, ha transformado en real algo que solo ella percibe. Como quien se engaña a sí mismo, Aguirre defenderá con su honestidad, y un polígrafo si hace falta, su percepción de la realidad porque para ella, en su paraíso artificial, ese espejismo es verdad. Si no fuese así estaríamos ante tal ejercicio de cinismo que no sería de extrañar que todos los coches de España acabasen estampándose contra la sede de la calle Génova, en Madrid, victimas de vaya a saber usted qué sustancia alucinógena.
Respeto el paraíso artificial de Esperanza Aguirre. De hecho, que rule. Pero mientras esperamos su bajón –todo lo que sube, baja- voy a comentarles algo. Ella cita como ejemplo de independencia a TVE y Telemadrid. Ahí ya nos damos cuenta de que la sustancia que consume es buena y puede que el viaje dure décadas. Lo malo es que nosotros no tenemos tanto tiempo que perder. Poner como ejemplo de gestión eficaz, más allá de las consignas ideológicas, a Telemadrid es un despropósito de dimensiones estratosféricas. Cualquiera puede encontrar los datos de la gestión del PP de Esperanza Aguirre en la televisión autonómica y salir de dudas. Es una información objetiva al alcance de todos. También es verdad que conocer esos datos no les asegura nada. No olviden que quien niega esos datos lleva años ‘viajando’, habitando un universo utópico del que no quiere salir, lógicamente. El código de Aguirre es distinto al que tiene el resto de la población, a excepción de aquellos votantes con los que comparte paraíso.
RTVE ha sido, durante décadas, cortijo de los Gobiernos de turno. Lo sabemos todos. Ha habido épocas francamente oscuras para la libertad –la de María Antonia Iglesias o la de Urdaci, por ejemplo- pero con la primera victoria de José Luis Rodríguez Zapatero, en 2006, la radio y la televisión públicas vivieron un esplendor gracias a una reforma histórica que les devolvió el prestigio y la relevancia social que todo medio de comunicación público merece. Con esa reforma, el presidente del ente ya no sería designado por el Gobierno sino por el Parlamento y su mandato abarcaría seis años para no coincidir con los cambios de legislatura. Se respetó la independencia y en las redacciones se vivió, por primera vez en 50 años, la libertad que permitía al periodista anteponer su profesionalidad y su ética a las consignas políticas. Eso no suponía que Rubalcaba no llamase por teléfono intentando controlar la información o quejarse de la manera en la que se había enfocado una noticia que a él y a su partido les incomodaba. La auténtica revolución radicaba en que el director de informativos estaba avalado por sus superiores para poder plantar cara a Rubalcaba y comunicarle que la noticia que se emitiría en el Telediario, o en el boletín informativo, sería la que los redactores elaborasen en nombre del rigor, la profesionalidad y la independencia. Y eso fue así. Le gustase a la señora Cospedal o no. Luego ya vendría la cagada de la retirada de la publicidad pero ese ya es otro artículo.
Con la victoria del PP, en 2011, se reforma por decreto la ley de RTVE para que el presidente vuelva a ser elegido por mayoría absoluta –casualmente la que el PP tiene en el Congreso- y, de esa manera, controlar los cargos que se situarán en los máximos puestos de control y responsabilidad, primando las afinidades ideológicas –basta echarle un vistazo a los curriculums de los últimos cargos- frente a la independencia profesional. Aquellos tiempos, que fueron reales, se recuerdan hoy en la corporación como un paraíso artificial al que echar de menos. Hoy es Soraya Sáenz de Santamaría la que llama, impone contenidos y decide qué periodista debe trabajar y qué periodista no. Hay quien me cuenta que el Partido Popular la lleva bajo palio ya que ha sido la única que ha logrado controlar también a la televisión privada sometiéndoles al chantaje del regreso de la publicidad a TVE. Si no quieres que vuelvan los anuncios a la pública vas a hacerme este favor… Muy House of cards todo.
Volviendo a Esperanza Aguirre, en su propia declaración está la aceptación de su culpa: “Los medios públicos que gestiona el Partido Popular yo creo que son plurales”. Salvando su capacidad de creer en lo inverosímil, que un medio de comunicación esté gestionado por un partido político no solo es malo para la libertad de expresión y de prensa sino que contradice el propio argumento. Un solo partido no puede gestionar algo en nombre de la pluralidad. Eso sucedía antes, cuando el presidente de RTVE era elegido por el Parlamento.
Pero esta impotencia se transforma en tristeza al comprobar cómo los trabajadores de los medios de comunicación públicos no han logrado el apoyo, la empatía de la sociedad. Y esa ayuda hace falta. Mareas multitudinarias, movilizaciones sociales, han ocupado las calles de toda España para defender y apoyar la Sanidad y la Educación públicas pero nadie parece estar interesado en proteger un medio de comunicación público independiente, de calidad y al servicio de la ciudadanía. Los periodistas de los medios de comunicación públicos necesitan saber que no están solos. Necesitan el apoyo de la sociedad, saber que a ustedes les preocupa lo que está sucediendo. No cometan el error de creer que dejando de ver TVE, o de escuchar RNE, están castigando la manipulación y al gestor político. Ellos mañana estarán tomando decisiones sentados en otro sillón. Ustedes, como ciudadanos, están castigando a los trabajadores del ente que cada vez ven más clara la estrategia de un partido que pretende, dinamitando desde el interior, demostrar que una televisión y radio públicas que no interesan a nadie son un gasto enorme que habría que eliminar. Y quien dice eliminar, dice privatizar.
No sean injustos atacando a un periodista de un medio de comunicación público acusándole de manipulación. Sean responsables y salgan a la calle reclamando una televisión pública de calidad, digna y alejada de los comisarios políticos. Un medio de comunicación público del que ustedes se sientan orgullosos. Defiéndanlo como defienden su sanidad o su educación. Porque la información no es un paraíso artificial, como ese en el que habita Esperanza Aguirre; la información es conocimiento y el conocimiento, poder. No los dejen solos.
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