El Estado Español sienta por fin las bases de su proceso de paz
A partir de ahora, el 31 de octubre será el día en el que el Estado Español recuerde a todas las víctimas del golpe militar, la Guerra y la Dictadura. Además, el 1 de noviembre seguirá siendo el día en el que la Associaciò Memória de Mallorca homenajee en el Mur de la Memòria del cementerio de Palma a las 1.600 víctimas de la represión fascista relacionadas con Mallorca. Este año, además, honrarán especialmente a Aurora Picornell y a sus compañeras, “las rojas del Molinar”, porque sus restos han sido identificados en una fosa del cementerio de Son Coletes (Manacor) unos días antes de que entrara en vigor la ley de Memoria Democrática y 85 años después de su asesinato.
Esta discordancia temporal resume simbólicamente la distancia que ha existido entre las instituciones del Estado y la ciudadanía a la hora de abordar la reparación de las heridas generadas por la guerra, la dictadura franquista y la violencia de Estado. Las víctimas han reclamado durante casi 50 años un proceso de paz que permitiera la construcción de una democracia saludable y justa, y lo único que han encontrado son las resistencias de los diferentes gobiernos democráticos.
Cualquiera que se asome a los procesos de paz iniciados en El Salvador, Guatemala, Colombia, Irlanda del Norte, Angola, Sudáfrica, Tayikistán, Sierra Leona, el sur del Sudán, Burundi, Nepal o Indonesia (Aceh)… comprobará que para que la paz sea posible es necesario que las partes implicadas en el proceso se reconozcan mutuamente con el mismo derecho de ser escuchadas, que puedan exponer sus malestares, limitaciones y exigencias sin ponerse en riesgo, y que la reparación sea consensuada y asumida por ambas partes. De este modo, el perdón será el último escalón de estos procesos, pues la paz no nace del olvido, sino de todo lo contrario: del ejercicio de una memoria honesta y justa.
Este mes de octubre de 2022 ha entrado en vigor una nueva ley vinculada con la Memoria histórica, se trata de la Ley de Memoria Democrática, por la que todas las instituciones del Estado Español reconocen la necesidad de “la recuperación, salvaguarda y difusión de la memoria democrática, entendida como el conocimiento de la reivindicación y defensa de los valores democráticos y los derechos y libertades fundamentales a lo largo de la historia contemporánea de España, así como el reconocimiento de quienes padecieron persecución o violencia, por razones políticas, ideológicas, de pensamiento u opinión, de conciencia o creencia religiosa, de orientación e identidad sexual, durante el período comprendido entre el golpe de Estado de 18 de julio de 1936, la Guerra de España y la Dictadura franquista hasta la entrada en vigor de la Constitución Española de 1978”. Esto incluye “su reparación moral y recuperación de su memoria personal, familiar y colectiva”. Además, condena de forma expresa el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y la posterior dictadura franquista, declarando ilegal el régimen surgido de la contienda militar iniciada con dicho golpe militar.
Este reconocimiento reconforta aunque no sea más que el comienzo de una reparación que llega con décadas de retraso. Es el momento de asumir que si nuestra democracia ha crecido de espaldas a un proceso de paz de este tipo, podría entenderse que se impuso de una manera violenta. Un país que no esté en guerra no significa que no sea violento. La violencia estructural y simbólica no necesita que el ejército salga a la calle y asesine. Cuando en nombre del miedo la parte más privilegiada del conflicto impone el perdón de forma unilateral, ¿no es una forma incruenta y perversa de violencia?
¿Quiénes deberían haber iniciado hace 46 años ese proceso de forma no solo técnicamente democrática, sino esencialmente pacífica? Hay un lado fácil de identificar, las víctimas de la guerra y la violencia de Estado. Pero, en el otro lado de la mesa, ¿qué parte debería haberse sentado? Es cierto que quienes se lucran con la violencia estructural y simbólica son personas concretas, con nombres y apellidos, y que el resultado de ese lucro y sus privilegios pasa a sus sucesores, pero esto sólo es posible si las instituciones del Estado les amparan. Por tanto, la parte que debería haberse dispuesto a dialogar no eran tanto las personas como las propias estructuras del Estado, que con sus leyes y medios generaron ese dolor colectivo. Por eso en la mayoría de los procesos de paz es necesaria una mediación, para que el nuevo reparto del poder no sea tóxico.
Todo el mundo sabe que una herida mal cerrada se infecta y esto puede poner en riesgo el cuerpo entero, condenándole a una supervivencia frágil o a una muerte que puede ser recibida como un alivio. Pues bien, nuestra democracia ha crecido con una herida abierta cuya cura ha estado en manos sólo de una de las partes implicadas: los familiares de las víctimas, sus supervivientes, asociaciones civiles nacionales e internacionales capaces de reconocer la importancia de esta reparación con el apoyo de algunas autoridades locales que han facilitado el levantamiento de fosas. El único objetivo al que podían aspirar era buscar restos que confirmaran la muerte de los cuerpos para poder enterrarles y, a partir de ahí, darles definitivamente vida.
Los restos de Aurora Picornell se encontraron en una fosa inesperada gracias a que antes fueran hallados los huesos de su hermano, Ignasi Picornell, identificado en las fosas de Porreres en el año 2016. La comparación de los perfiles genéticos ha permitido identificar también a Gabriel Ignasi Picornell Serra, padre de Aurora e Ignasi. Es así como un muerto resucita a otro muerto no sólo en la memoria colectiva, y el resultado no se convierte en venganza, sino en alivio, orgullo, reconocimiento y, fundamentalmente, paz. Entre los huesos de Aurora se encontró su pluma, un elemento que en aquella época era excepcional y que representa precisamente la victoria de la palabra sobre las armas.
Es cierto que unos heredaron el poder y otros el dolor, esta es la enfermedad. Cuidado, el tiempo no cura las heridas y, si estas se infectan, debilitan el cuerpo democrático e incluso pueden llegar a colapsarlo. Quienes heredaron el poder necesitan entender que reconocer que reconocer que en 1936 vivió una mujer como Aurora Picornell lejos de minar nuestro sistema democrático, lo fortalece porque nos recuerda que la participación de las mujeres en la vida política había sido nula hasta la llegada de la Segunda República en 1931 y que fue en esas fechas cuando el feminismo empezó a participar en política en este país. En 1931, las mujeres no sólo alcanzamos el derecho al voto, sino que nos incorporamos a la vida política de forma transgresora.
Picornell y sus cinco compañeras costureras son un caso emblemático. Con sólo 18 años, Aurora tomó la voz en mítines, escribió en prensa, se puso al frente del sindicato de sastrería, organizó el primer 8 de marzo en Mallorca (en 1934), militó en el Partido Comunista, se significó a favor del laicismo, el sindicalismo y el feminismo y generó con sus cinco compañeras una potente actividad comprometida con los derechos fundamentales. Ella y sus compañeras se convirtieron en un modelo de referencia para sus partidarios y en el centro de atención de sus detractores. Lo que sus huesos recuerdan no sólo es su trágica muerte (las asesinaron en la noche de Reyes de 1937, Aurora estaba embarazada, fueron torturadas y violadas, según reconoció uno de sus victimarios en aquellos días) sino su legado; eso es lo que ha permitido que su presencia icónica se fuera reforzando con los años hasta convertirse en un referente.
Reconocer los tortuosos caminos que han recorrido nuestros derechos hasta ser legitimados es emocionante, inteligente, reparador, arraiga la paz y fortalece el sistema democrático. La ley de la Memoria Democrática es un punto de partida. Toca poner en marcha lo acordado. Toca reconstruir lo destruido, lo inmaterial y también lo material. Quizás debiéramos considerar que, con casi 50 años de retraso, el Estado Español podría estar iniciando ahora su reconstrucción posbélica, su verdadero y necesario proceso de paz.
Comentarios
Por Fernanda, el 04 noviembre 2022
Qué articulo tan necesario! La gran Aurora PIcornell fue una mujer pionera en el movimiento feminista , gracias por recordarnos lo que el sistema nos hace constantemente esconder de la dictadura fascista, nosotras no olvidamos, no perdonamos y queremos justicia.