‘Estaré sola y sin fiesta’: deseo e intriga
Escoger para tu primera novela un escenario abisal es un ejercicio de riesgo extremo. Por eso, ‘Estaré sola y sin fiesta’ provoca en el lector lo que provoca, por eso zarandea la conciencia del lector como la zarandea. Deseo e intriga. En primera instancia, cuando se comienza a leer, la lectura resulta hermosa, calmada, luminosa, pero a medida que se avanza en la historia, el lector se convierte en un objeto que va a la deriva, preso de la inteligencia emocional y narrativa de la joven y ya experta Sara Barquinero (Zarazoza, 1994).
Un hecho en apariencia banal desata una bacanal literaria, geográfica y sentimental, que no sentimentaloide, que embarca a quien la contempla en un viaje en el que Calypso salta a tierra y se convierte en una joven deslumbrada por la historia que cuenta un diario abandonado en la basura, para encontrar a un hombre de dos cabezas y dos corazones. El lector la acompañará en un periplo incierto, engañoso, cruel, a ratos lascivo y a veces tan árido como el resplandor que encuentra la pupila de un viajero perdido en el desierto.
Barquinero aboga por el ritmo lento, por la recreación sustanciosa de un infierno construido por la protagonista de manera espontánea. Aboga por la contra-heroína, por el amor empañado y empeñado en fracasar. Aboga por el deseo en todas sus facetas, las dañinas y las subyugantes.
Barquinero hace de su protagonista una detective torpe, indecisa, pero al mismo tiempo real, al liberarla de las zonas comunes de los estereotipos. Su fragilidad choca contra la carne del lector hasta llenarla de sabiduría. Es uno de esos peces que no puede confiar en la luz para llegar a su destino y debe pelear duro por confraternizar con la orografía que le envuelve:
“La muerte permite reelaborar elementos de una vida sin consultar al interesado”.
Barquinero ofrece en su forma de narrar una perseverancia hipnótica, una perseverancia muy alejada de los estándares generacionales. Se pliega a lo que le ofrece el paisaje y al mismo tiempo lo transforma, tiene ecos de Highsmith, pese a que su escenografía está muy alejada de la que ha hecho inmortal a la narradora estadounidense. Sin embargo, comparten esa forma de abigarrar la cabeza del lector para atraparle; ambas comparten esa forma de tejer sus telas argumentales; son dos arañas multidisciplinares que saben como agasajar a sus presas:
“Hoy se queda un rato así, totalmente relajada, recreándose en ese amor tan violento, en como Yna se esforzaba en brillar para una persona, solo para una persona ausente”.
Barquinero facilita al lector la entrada a un laberinto del que desde el principio conoce la salida. Esta novela no es un juego de estrategia ni un juego de superioridad por parte de la autora. Es tan solo un juego de vida, una prueba de que la vida está en demasiadas ocasiones en manos de la casualidad.
Estaré sola y sin fiesta es la historia de una obsesión necesaria, la trampilla que a veces el azar acciona para sacarnos de la vorágine centrípeta a la que nos aboca el amor, la familia y nuestro propio ego. Es la historia de una transfiguración que está más cerca de la maniobras del demonio que de Dios.
Barquinero es una Sherezade interprovincial que mantendrá despierto horas y horas a quien se sumerja dentro de esta intrigante y al mismo tiempo sencilla historia.
Una novela que también remite al mejor Marsé.
No dejéis de leerla, porque jamás una tela de araña fue tejida con un ansia tan liberadora.
Caminad sobre sus pequeños detalles y os sentiréis como poderosos acróbatas.
‘Estaré sola y sin fiesta’. Sara Barquinero. Lumen. 293 páginas.
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