Este agricultor conserva ya 1.050 variedades de tomates
Profesionalmente es agente forestal, pero su vocación es la conservación del medio ambiente y el patrimonio natural, por eso desde hace 17 años se dedica a recuperar variedades de hortalizas y frutales, y el tomate se ha convertido en su pasión. Hoy dedicamos nuestro espacio mensual a la gente de campo que revitaliza la España vaciada a Eduardo Perote, un agricultor al que le mueve la conservación.
Eduardo vive en Piñel de Abajo, un pueblo de Valladolid de 150 habitantes, cerca de Peñafiel, en tierras de viñedos. En el catastro del Marqués de la Ensenada, Piñel de Abajo figura como el pueblo de los 1.000 cerezos, 1.000 almendros y 1.000 ciruelos. “Con la concentración parcelaria, todo ese vergel desapareció y especialmente la cereza, que tenía muchas variedades tradicionales, como el corazón de pichón, blanca de rabo corto, monzón, la guinda garrafal. Eran árboles muy longevos y se llegaban a recoger 50.000 kilos por temporada”, nos explica Eduardo Perote.
Los viñedos antiguos de la zona con muchas variedades para vino y uva de mesa también desaparecieron. Y lo siguiente que se perdió fueron los pastores y las ovejas. La agricultura se intensificó y se eliminaron linderos, ribazos, veredas.
Ahora, poco a poco él y sus vecinos han ido recuperando el paisaje que durante más de 500 años había pervivido en la zona y volvieron a plantar frutales. Desde hace cuatro años, organizan a principios de julio la Feria de la Cereza con árboles recuperados de antiguas variedades.
Los frutales necesitan mucho espacio y tiempo para dar frutos, así que Eduardo pensó que para poder mostrar las variedades autóctonas y la biodiversidad de cultivos con que cuenta la zona, la mejor opción era el tomate. “El tomate tiene mucho tirón, es un fruto de mucho valor, existen muchas variedades en cada pueblo, y cada hortelano tenía tomates para ensalada, conserva, asar o freír”, nos apunta.
La red de las ferias y festivales del tomate
Eduardo empezó a recuperar tomates, y cada vez que visitaba los pueblos en su trabajo como agente forestal, recogía semillas de variedades de tomates autóctonos y las plantaba; así, en su pueblo comenzaron a organizar ferias anuales para darlos a conocer. La Feria Ibérica del Tomate de Piñel de Abajo lleva ya 17 ediciones; la última se ha celebrado recientemente, el fin de semana del 23 y 24 de septiembre.
“Cuando tienes una colección grande de tomates, ya no hace falta que vayas a buscar más, ya vienen los tomates a ti, porque llegan coleccionistas e intercambian semillas con el Festival del Tomate de Cantabria, la Feria de Tomates de Tudela o la Red de Semillas de Portugal”, cuenta Eduardo.
En total, su colección alcanza nada menos que 1.050 variedades de tomate y tiene dos plantas por variedad. “Tratamos a todas las variedades por igual, porque lo que pretendemos es la conservación”. Además, están recuperando variedades locales de lechugas, ajos, habas, pimientos y berenjenas.
Al final, 2.100 plantas dan muchos tomates y los venden en ferias, exposiciones, catas, y también a restaurantes de alta cocina y tiendas gourmet, a los que ofrecen cajas variadas de colores y texturas, con tomates blancos, amarillos, azules, rayados y verdes.
Además, en la Asociación El Prao de Luyas, constituida hace 15 años y que cuenta con 140 socios, habitantes del pueblo y allegados promueven la reforestación; cada año plantan 5.000 árboles y rehabilitan viviendas para nuevos pobladores. Dan datos para el orgullo y la esperanza: tres casas en rehabilitación y 45.000 árboles plantados.
COMPROMETIDA CON EL MEDIO AMBIENTE, HACE SOSTENIBLE ‘EL ASOMBRARIO’.
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