Eva Lootz invoca a madrinas y guardianas para fluir con los ríos
Desde hace años, el 8 de Marzo ha convertido el último tramo del mes de febrero en su antesala. El Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en el que se reivindica el papel de la mujer en la sociedad y la igualdad completa de derechos, marca el paso de la agenda cultural y logra que ciertas propuestas amplíen sus plazos para bien del público más rezagado. Este ha sido el caso de ‘Andar con el río’, una exposición de Eva Lootz que la Fundació Suñol, Barcelona, había previsto concluir el pasado 17 de febrero y que permanecerá abierta hasta este sábado, 2 de marzo. La exposición recuerda que existe una forma de habitar el mundo, poética, casi chamánica, vinculada con el ritmo y la atmósfera que genera caminar con el fluir de los ríos. Es nuestra ‘noticia que abraza’ de febrero.
En este invierno seco, en el que algunas administraciones llegan a proponer la estridente idea de talar los árboles en las cabeceras de los ríos para que llegue más agua a los embalses, sin plantearse políticas que fuercen el imprescindible cambio radical de nuestros hábitos, merece la pena rebañar esta exposición y recordar que existe otra forma de transitar los caminos: con el paso libre de cualquier propósito o intención y, al mismo tiempo, consciente y disciplinado.
De la mano de Eva Lootz el arte se ofrece como una posibilidad para este cambio, una forma de regenerar la vida que pasa también por el cuerpo. Nada es casual en esta exposición. Si arranca con una serie de 26 dibujos de grandes dimensiones con el nombre de pila de 26 creadoras pertenecientes a los siglos XIX al XXI es porque la artista considera que para poder “caminar el río” es importante invocar a “las madrinas, las guardianas, las testigos”, personas que durante siglos fueron consideradas “el fondo indiferenciado de la conciencia”, una afirmación atribuida al filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel, con la que ella bautiza esta sala. De este modo Lootz vuelve a recordar que antes de lanzarse al camino es necesario honrar a las personas que “nos aportan intensidad y luz” y que nos recuerdan “la roca de prejuicios contra la que se estrellaron durante siglos”, y más concretamente, las mujeres.
En la sala principal se ofrece una instalación audiovisual de una veintena de metros de largo con el título Homenaje a Matsuo Basho, sobre la que los visitantes pueden caminar, acompañados del rumor del agua. En este río de luz encontrarán formas ameboides, la palabra Basho, hojas, tazas, relojes, espirales, semillas, aves…, dibujos trazados de manera automática, “donde lo importante no es el qué, sino el cómo”. Más allá del objeto o del ser que representen los dibujos, la clave está en “ser completamente libre y dejar correr la mano” con un ritmo que remite a la meditación. Se trata de facilitar un hacer que no busca resultados, sino que participa de los procesos, forma parte de ellos, una forma de entender la vida que puede resultar inspiradora.
Esta propuesta es fruto de la estancia de la autora en Japón en 2019. En la maleta llevaba un libro de Matsuo Basho, Sendero interior, el diario parcialmente ficticio en el que el poeta japonés (conocido como “el poeta caminante” y uno de los máximos exponentes del haiku) formula los parámetros básicos de lo que se podía llamar “la estética del caminar”: reconocer los lugares, conocer la naturaleza tal como se le presenta y conocerse a sí mismo.
Lootz encontró en este libro afirmaciones como: “Para el que tiene espíritu, todo lo que ve se vuelve flor, / y todo lo que se imagina se vuelve luna“. A raíz de este encuentro, cuenta la autora, “empecé a dejar la mano libre siguiendo la manera de proceder de Matisse, sirviéndome del simple trazo y dejando que la línea creara luz sobre el papel. Así llené gran cantidad de papeles y tiras de un rollo de papel de arroz que conservaba desde hacía tiempo. El tema era no quedar encarcelada en ninguna intención ni propósito”.
Este ejercicio de libertad es un desencadenante que lleva a otras dimensiones. Muchos de sus dibujos se refieren a la idea de lo cíclico y a la figura simbólica del nudo borromeo, tres aros enlazados de tal forma que, al separar uno, se liberan los otros dos. Este símbolo “arcaico y universal”, según Lootz, es un corpus que contiene “cuerpo, memoria y lenguaje”, representados en esos tres aros.
En línea con este propósito y para señalar la importancia del lugar desde el que Eva Lootz ha llevado a cabo su proceso creativo (con el ánimo de alentarnos a cambiar nuestro paso en este planeta), la fundación Suñol invitó hace unos días al maestro caligráfico Mitsuru Nagata a enlazar la exposición con los poemas de Matsuo Basho a través de técnicas ancestrales japonesas. Nagata ha desarrollado su propio estilo fusionando el sumi-e (pintura japonesa) con la técnica caligráfica del shodou. Ambas prácticas artísticas proponen “vivir” la escritura y la pintura, de modo que lo que importe no sólo sea su contenido, sino la personalidad, el espíritu, de quien las ejecuta, expresada a través de sus trazos, únicos e irrepetibles.
Las personas que asistieron a la cita pudieron experimentar aquella tarde cómo los poemas de Basho (entre los que destaca el preferido por Lootz (“Qué admirable, // un relámpago y nadie // comprende nada”) resonaban en la sala. En el encuentro se puso en valor, según cuenta en su diario el poeta, «el espíritu poético, el espíritu que le lleva a uno a seguir los caminos del universo y a hacerse amigo de las estaciones».
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