Fermín Bocos viaja a las puertas del infierno (y las encuentra)
El periodista Fermín Bocos, que en más de 30 años de oficio ha pasado por las principales cadenas de radio y televisión, vuelve a mostrar su cultura viajera y de los clásicos literarios en su nuevo libro de tentador título, ‘Viaje a las Puertas del Infierno’, un recorrido por España, Grecia, Francia, Italia, Irak, Japón, China, India, Egipto en busca del Mal.
Tras escribir las 290 páginas de Viaje a las Puertas del Infierno (editorial Ariel), este cántabro de Valderredible, grande y afable, leído, viajado y hablador, está convencido de que el Mal existe.
En la página 11, escribes: «Llevaría razón Cornelius Castoriadis al proclamar que la sociedad moderna es la primera sociedad no religiosa en la Historia del hombre. Obvio es decir que el pensador nacido en Constantinopla y fallecido en París en 1997 se refería al mundo occidental. Puede que sea la gran novedad o puede que estemos ante una simple transformación conceptual, porque, pese a los convincentes testimonios de la ausencia de preocupación por el Infierno en la mente de las gentes de nuestros días, hay una verdad que resulta irrefutable: el mal existe». Permíteme que insista, Fermín: ¿has comprobado que realmente existe, en puridad, que no es sólo resultado de miedos, frustraciones, supervivencia, autodefensa?
Por primera vez en nuestro mundo occidental europeo ha desaparecido el temor al Infierno, cuando estuvo gravitando como eje de las vidas y fue el núcleo de la política durante 20 siglos. Éste es un libro de historia y un relato de viajes a lugares donde históricamente nuestros antepasados estaba convencidos de que había una puerta al Infierno, y a lugares de oráculos, donde los hombres hablaban con los dioses. Y cuando, como tú, me preguntáis si creo que el diablo existe, yo respondo: si sustituimos el término diablo o infierno por la palabra Mal, ¿alguien duda de que el Mal existe? Digamos que para ilustrar esta afirmación, inmediatamente acuden a nosotros las atrocidades que está cometiendo el Estado terrorista Islámico. ¿A quién se le puede pasar por la cabeza que no es obra del Mal degollar al cuidador de las ruinas de Palmira, un arqueólogo al que le habían ofrecido abandonar y retirarse a Damasco, y que contestó: yo no temo nada, estoy aquí al servicio de algo que es Patrimonio de la Humanidad? Han buscado el lugar exacto para aterrorizarnos a todos, matando no sólo a un hombre sino atacando los conceptos esenciales que tenemos de lo que es cultura, historia, memoria.
Y no tenemos más que mirar a Irak, y recordar algo que recoges en el libro: «Olvidaron a Shakespeare. Olvidaron que, una vez desatados, los perros de la guerra todo lo devoran».
Que la guerra siga ahí, en lo que entendemos que es territorio de la cuna de la civilización, es otra prueba palpable de que el Mal existe. En ese panorama no debemos olvidar las barbaries previas, como los excesos de la invasión norteamericana en Irak, que contribuyó a que los cuadros militares de Sadam Husein sean ahora parte del Estado Islámico. Efectivamente, una vez sueltos los perros de la guerra que todo lo devoran, ¿quién los vuelve de nuevo a encadenar? Estamos ante algo que es una guerra de religión, la pugna entre chiítas y sunitas para hacerse con la hegemonía no sólo en el plano religioso, sino también por el poder en esa zona. Hasta dónde vuelve atrás en el tiempo y se hace presente en pleno siglo XXI la guerra de religión que sostienen las dos ramas principales del islamismo…
Y, si miramos a Grecia, país al que dedicas una buena porción de tu libro, tres de los 17 capítulos, ¿qué ves?
Yo con Grecia no puedo ser objetivo; la amo, porque la conozco mucho; he escrito cuatro o cinco libros sobre Grecia, los dos libros anteriores a éste están traducidos al griego. Sobre Grecia pienso que, víctima de los errores de su casta política, ha sido sacrificada para establecer la dimensión del poder en Europa. Toda la generosidad que ha desplegado Alemania con los refugiados, realmente encomiable, frente a, por ejemplo, la posición miserable del Gobierno de Hungría, es un intento de mejorar su imagen por la actitud mantenida con Grecia, que ha sido elegida como víctima propicia, con un Gobierno de izquierdas que no había sido responsable en absoluto del pufo que le dejaron en herencia Nueva Democracia, la derecha griega, y el PASOC, el partido socialista, organizaciones absolutamente extractivas. Se ha elegido a Grecia como aviso de navegantes para toda Europa. Es verdad que luego Syriza y el primer ministro Tsipras son responsables de su propios errores, pero no del origen del problema, como que los principales navieros griegos o la Iglesia ortodoxa griega, la principal propietaria de bienes del país, estén exentos del pago de impuestos.
¿En algún lugar, Fermín, has sentido que realmente te asomabas al Infierno?
El lugar donde realmente he sentido repulsión física es Éfira, en Grecia, el antro por el que Ulises descendió al Hades para hablar con los muertos; puedo decir que sí, que he descendido al Infierno por las escaleras por las que descendió Ulises. El lugar ha sido preservado gracias a que acogió en torno de él un cementerio y una iglesia bizantina, hasta 1958, cuando el arqueólogo Sotiris Dakaris comenzó las excavaciones. El lugar es tétrico, lúgubre; un sitio muy húmedo, donde la gente iba a consultar a los muertos, donde los mortales creían que entraban en contacto con el Más Allá. No olvidemos que durante las excavaciones arqueológicas, aquí evacuaron hasta cinco metros de tierra con sangre colmatada, el resultado de tantos siglos del sacrificio de animales; así que se ha creado una atmósfera viciada, repulsiva, en torno a un escenario que no era sino una impostura, una superchería de hábiles sacerdotes para engañar a la gente que allí iba a comunicarse con sus muertos.
¿Y en algún sitio atisbaste el Cielo?
También en Grecia. En el Monte Athos, sólo habitado por monjes; ahí he tenido una sensación plena de serenidad. Recuerda que el objetivo de la vida contemplativa es la ataraxia, la imperturbabilidad, dominar las pasiones y estar por encima de los impulsos de nuestra naturaleza animal.
En el capítulo dedicado al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, al que rodean secretos de corte esotérico desde Felipe II, escribes sobre el exorcista de la archidiócesis de Madrid. ¿Te impresionó el padre Fortea?
Mira, me pareció una persona muy cabal, muy ponderado, muy serio. Uno va con muchos prejuicios y unas imágenes muy determinadas heredadas de la famosa película, pero te encuentras con un señor así, normal, joven, de Barbastro, que no ha elegido esa ocupación, sino que se la han asignado, y que tampoco le da mayor importancia. Él me contó que cuando se ha tenido que enfrentar a casos en los que creía que los pacientes lo que sufrían era un ataque de histeria, aconsejaba a sus parientes que le llevaran al médico, y cuando él creía que sí estaba ante una persona poseída, les aplicaba el ritual, que es algo que está muy tasado, unas fórmulas canónicas que se vienen repitiendo desde hace siglos. Mi curiosidad me llevaba a preguntarle: ¿qué se siente? Y él me contestaba que nada, que una vez pronunciadas esas palabras, ese ritual, la persona que está como poseída, como sufriendo un ataque de epilepsia, cede y su comportamiento pasa a ser normal. Y ya.
De todos los personajes históricos que te han acompañado en este periplo con olor a azufre, ¿el que más te ha impactado e influido?
Para mí, la historia de la Literatura siempre vuelve a la Odisea, y para mí el personaje clave que explica el salto entre el mundo de las sombras y las supersticiones y el mundo de la racionalidad y en el que la libertad es realmente el patrimonio de la condición humana, es Ulises. Cuando la ninfa Calipso le ofrece la inmortalidad, Ulises la rechaza, prefiere sentir, sufrir, ser el dueño de sí mismo, pues la libertad es lo que restaura la condición humana. Sin dudar, Ulises. Y también Alejandro, Alejandro de Macedonia, Alejandro Magno, el hombre que soñó con conquistar el mundo, pero no para manifestar su poder, sino para ser como Aquiles, cumplir el sueño del Aquiles de la Ilíada. Curiosamente, Ulises rechaza la inmortalidad y, sin embargo, hay gente que cree que va a ser inmortal, que no se va a morir nunca y quiere acapararlo todo. El Mal existe, no te quepa la menor duda, Rafa, pero nace de la propia condición humana: esos jefes tóxicos en una Redacción o una empresa; los dictadores, a otra escala; gente que se cree que va a vivir permanentemente… Ese es un impulso que procede del Mal. Pero he de decirte que nada se crea ni se destruye, sólo se transforma. Y de la misma forma que existe el Mal, existe el Bien.
¿Eres un hombre distinto tras este viaje al Mal?
Un poco más viejo, ¿no? Nada más.
Termino con una receta contra el Mal que recojo de las primeras páginas del libro de Fermín Bocos:
«Epicuro enseñó a vivir en contacto con la Naturaleza, rodeado de amigos, sin los miedos y temores que produce la ignorancia. También Octavio Paz creía que la construcción de la comunidad ideal implicaba un regreso a la poesía».
Sea pues; es el tipo de recetas Asombrario de autoayuda: Naturaleza y Poesía para escapar del Infierno que nos acecha día a día, de los jefes tóxicos, la gente envidiosa, los codazos y pisotones: Naturaleza, Poesía y Libertad.
Comentarios
Por Maria del Mar, el 17 octubre 2015
En la imagen Bocos se encuentra en Petra, Jordania, sin embargo, en la cita de paises recorridos en este libro (el cual desconozco) no se menciona este ultimo.
Para evitar estereotipos orientalistas sobre la homogeneidad de ‘lo oriental’, seria apropiado senyalar el lugar de la fotografia a pie de la misma.
Una lectora, especialista en Oriente Medio, agradecida por su consideracion.