Fernando Maselli, imágenes de Lo Sublime que nos hace insignificantes
Hay muchas maneras de comprometerse con la defensa de la naturaleza. Desde gestos como el reciclaje de residuos y el ahorro de agua en casa hasta algo más radical y que nos conmueve por dentro. El fotógrafo Fernando Maselli ha apostado por esta última vía, a través de su serie ‘Lo Sublime’, en la más pura visión del paisaje del Romanticismo. Montañas y nubes nos cambian las cosas de sitio y nos hacen sentir insignificantes en este trajín de hormiguero que nos traemos. Escapémonos por un momento. Turner y C.D. Friedrich nos acompañan.
Fernando Maselli es un hombre de ciudad; nació en Buenos Aires y lleva 14 años viviendo en Madrid. Pero ya su talante calmado hacía presentir que no es carne de prisas ni ansiedades. Y sus gustos: eso de que el artista que más le toque sea Turner.
En su proceso vital, además, se han ido encadenando una serie de nombres que lo han ligado con la visión más romántica (romántica en el sentido del pintor paisajista alemán Caspar David Friedrich) de la naturaleza y nuestra presencia temporal en este planeta.
Primero vinieron sus Hierofanías, que las explica así: «El término hierofanía fue acuñado por el filósofo Mircea Eliade en su obra Tratado de Historia de las Religiones para referirse a una toma de consciencia de la existencia de lo sagrado cuando este se manifiesta a través de diversos objetos de nuestro cosmos habitual: una montaña, un bosque, un río… Se trata siempre del mismo acto misterioso: la manifestación de algo…». Hierofanías que se transformaron en lugares sagrados de la naturaleza, sobre los que escribí en El Asombrario hace dos años, cuando esta revista era un bebé.
Y de ahí surgió su statement, su declaración de principios en su web: «En mis últimos trabajos me interesa especialmente la relación del ser humano con la naturaleza virgen y el papel que ésta juega en la concepción de ideas como la religiosidad o el conocimiento. El eje principal de mi investigación gira en torno al concepto de Lo Sublime, el temor contenido ante la belleza de los paisajes abruptos y la majestuosidad ligada a la divinidad. Realizo mis fotografías tras largas expediciones en la naturaleza y paso varios días hasta que encuentro el momento justo de la toma». «Afronto mi trabajo como un viaje en solitario hacia la inmensidad, con continuas referencias a la pintura clásica, a la literatura, la filosofía y la estética. Mi intención última es la de poner al espectador frente a un espectáculo sublime y sobrecogedor que le haga cuestionarse sobre la conciencia, el universo, las creencias y nuestro propio origen».
Tras ese contacto fundamental con la naturaleza -fundamental, qué gran término, y cómo se ha deteriorado con su uso indiscriminado-, sintió Maselli la necesidad de acercarse a la montaña, en soledad, en silencio, con un profundo respeto y admiración. A la vez que preparaba sus viajes a Pirineos, Alpes, Picos de Europa y Patagonia, que cuidaba la adquisición de la mochila y de las botas, empezó a indagar en la historia y en la filosofía. Hasta que encontró en el británico Edmund Burke el sentido, el concepto, de lo que andaba persiguiendo. En 1756, Burke escribió Indagación filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello (A Philosophical Enquiry into the Origin of our Ideas of the Sublime and Beautiful), donde esbozó unas teorías filosófico-estéticas que incidieron en el pensamiento de uno de los filósofos más influyentes de la historia, Kant.
Pero antes, en la Grecia clásica, había sido Longino quien ya había acuñado el término de lo sublime, aunque adscrito al lenguaje y la oratoria. Según el concepto original de Longino, lo sublime es una elevación y excelencia en el lenguaje de que se sirvieron prosistas y poetas que han alcanzado la inmortalidad. Decía Longino que lo sublime, usado en el momento oportuno, pulveriza como el rayo todas las cosas y muestra en un abrir y cerrar de ojos y en su totalidad los poderes del orador.
A partir de ahí, lo sublime se asimiló con una grandeza o belleza extrema, capaz de llevar al espectador a un éxtasis más allá de su racionalidad, o incluso de provocar dolor por ser imposible de asimilar. Este concepto fue rescatado en todo su esplendor con los artistas del Romanticismo, a finales del siglo XVIII.
Burke describió lo sublime como un temor controlado que atrae al alma, presente en cualidades como la inmensidad, el infinito, el vacío, la soledad, el silencio… Y Kant en 1764 publicó Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime, que desarrolló más tarde en su Crítica del Juicio (1790), una de sus obras cumbre junto a Crítica de la Razón Pura y Crítica de la Razón Práctica. Kant investigó el concepto de lo sublime, definiéndolo como “lo que es absolutamente grande” o sólo comparable a sí mismo, y puede darse únicamente en la naturaleza, ante la contemplación de algo cuya mesura sobrepasa nuestras capacidades.
Algo que te hace sentir pequeño y cuestionarte tu ubicación en el mundo. Llegado a este punto trascendental es donde Fernando Maselli materializa su concepto de lo sublime kantiano a través de sus imágenes de gran formato de montañas -Infinito Artificial, donde el autor subraya mediante trabajos de fragmentación, repetición, multiplicación y superposición de volúmenes la magnificencia en sí de las cordilleras- y de nubes -Anunciación, donde Maselli indaga en la réplica de esos cielos desgarrados y plenos de luz de famosos lienzos de Anunciaciones, pintados por maestros como Murillo, Alonso Cano y El Greco-.
«Yo en la montaña, solo, con los estruendos de una gran tormenta acercándose, he llegado a sentir miedo, esa sensación física e inmediata, distinta a la incertidumbre o la ansiedad, que hemos desterrado de nuestra confortable vida en las grandes ciudades».
La artista Luisa Pastor lo ha explicado así: «Para crear esa atmósfera mística y desgarradora, Maselli reinventa nuevos escenarios y reproduce cimas imaginarias que nunca existieron en los Alpes Italianos, donde la niebla –en un juego entre lo visible y lo invisible– contribuye a crear un paisaje que arrastra al sujeto a la interioridad de sí mismo, donde descubre el gozo y el silencio. Al fin y al cabo, como decía el alpinista italiano Alexandro Gogna, “el camino hacia la cima, en solitario, es como un viaje hacia uno mismo”.
No puedo dejar pasar una pregunta.
¿La montaña que más pequeño le ha hecho sentirse a Fernando Maselli, que más le ha hecho dirigirse hacia sí mismo? «Sin duda, los precipicios gigantescos de Las Dolomitas (Alpes italianos), y, sobre todo, el Macizo de Brenta».
Y el miedo es un peldaño irrenunciable en la experiencia de Lo Sublime, de acuerdo con Burke y Kant. Esa belleza que te puede hacer sufrir e incluso matar se transforma en las imágenes de Maselli en altares donde trascender de nuestra ajetreada vida cotidiana, repleta de nimiedades. Un bofetón de grandeza que nos espabila de tantas tonterías y mezquindades, una experiencia mística a la que también podemos acceder con las fotografías de Axel Hütte (https://elasombrario.publico.es/axel-hutte-la-naturaleza-produce-suenos). Algo similar a ese sentimiento de insignificancia que sientes cuando contemplas dos obras que a mí siempre me han impresionado: Monje en la orilla del mar, de Friedrich, y Crepúsculo con nubes oscuras, de Turner.
Os dejo con tres vídeos, con impresionantes músicas, que repasan la obra de Maselli, de Friedrich y de Turner.
Fernando Masselli expondrá sus imágenes de ‘Infinito Artificial’ y ‘Anunciación’ dentro de la serie ‘Indagaciones acerca de Lo Sublime’ en la galería Luis Adelantado en México DF, a partir del 18 de junio.
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Comentarios
Por Paloma Ctrl, el 12 mayo 2015
😉
Por Pedrolasa-lagun45, el 12 mayo 2015
Rafa hijo, te quedó orgásmico total…