Festival de Mérida: ‘Las Nubes’, el imperio de la charlatanería
Paco Mir estrena en el Festival de Teatro Clásico de Mérida ‘Las Nubes’ , una comedia de Aristófanes escrita en el año 423 antes de Cristo y que nos habla sobre el poder de la retórica y la charlatanería, que llega a envolvernos en la sinrazón. Un relato que a día de hoy sigue muy vigente.
Nos encontramos en el año 423 antes de Cristo. Sobre el recién estrenado teatro romano de Emerita Augusta, Aristófanes presenta una de sus nuevas comedias, Las Nubes. Una obra que sirve como inauguración de este templo escénico que, en su planteamiento inicial, iba a albergar a mil personas, pero que acaba teniendo capacidad para unas 6.000. Días previos al estreno, el gerente del teatro intenta convencer a la empresaria del mismo de las ventajas que supone haber puesto mayor aforo. Ella, no muy convencida de la resistencia de la piedra, teme que pueda ocurrir una desgracia que la llevaría a la ruina.
Hoy, 21 siglos después, sobre las ruinas de aquel imperioso y eterno teatro, Paco Mir nos cuenta, en un ejercicio metateatral y en clave de comedia, los entresijos de cómo surgió la creación del teatro emeritense, y nos acerca a nuestros días una adaptación libre sobre Las Nubes. Una forma de cerrar un círculo metateatral que nos lleva a ironizar sobre una profesión que parece llevar en crisis más de 2.000 años. Precisamente, en crisis y ahogado por las deudas se encuentra el viejo Estrepsiades –interpretado por Pepe Viyuela, un veterano de este festival–, el protagonista de Las Nubes.
En la obra, la excesiva afición enfermiza por los caballos de su hijo –encarnado por Samuel Viyuela, el propio hijo de Pepe Viyuela– ha llevado a Estrepsiades a la ruina. Así que, desesperado y condenado a la pobreza, decide acudir a un lugar, el Pensadero, donde unos “seres extraños” llamados sofistas, liderados por un tal Sócrates, le enseñarán clases de retórica, un arte con el que pretende convencer a sus acreedores de que, en realidad, no hay ninguna deuda que tenga que saldar.
Aristófanes, el autor original de la obra, era un ciudadano ateniense conservador que percibía la sofística como una amenaza, ya que creía que corrompía a la juventud. Por lo tanto, colocó a Sócrates entre los sofistas, considerándolo como uno de sus representantes y amalgamando en él todas las artes sofísticas, como la retórica. Esta representación de Sócrates, caricaturesca y distorsionada, nos muestra al filósofo como un sofista común, al estilo de Protágoras, en contraste con la imagen de Sócrates de anciano justo y sabio que se presenta en la Apología de Platón.
La realidad es que Sócrates defendía que, para practicar el bien, hay que conocer la verdad. Por tanto, el necio e ignorante siempre será malo. Un método de enseñanza muy particular conocido como mayéutica que, en su época, tuvo detractores como Aristófanes. Sin embargo, más allá de la ferviente crítica hacia la figura de Sócrates, nunca sabremos si realmente se trataba de algo personal, o si únicamente Aristófanes decidiese elegir a Sócrates ya que era el representante más popular de la cultura ateniense de su época. Sin duda, caricaturizar a Sócrates provocaría la risa del público, aunque las licencias argumentales de la obra no correspondiesen con las enseñanzas del genio.
Sea como fuere, la obra llega hasta nuestros días rebosante de crítica mordaz a la sociedad y al pensamiento disruptivo, ese que cuestiona la religión y a sus dioses y antepone la lógica científica que se nos presenta en forma de Nubes: los personajes femeninos encabezados por un desternillante Mariano Peña que cantan, bailan y “ponen cordura” a las enseñanzas sofísticas de los que creen llevar siempre la razón, aunque lo que digan atiende a la sinrazón.
De esta forma, Mir rescata un relato que, a pesar de los siglos, sigue vigente: esta historia de necios y charlatanes persistirá a lo largo de los tiempos. Hoy y siempre las sociedades han estado divididas en pensamientos divergentes. Ideas contrapuestas que plantean eternos duelos dialécticos abocados al sinsentido. “En la actualidad, la mentira, la manipulación y la charlatanería están muy presentes en publicidad y política, y de eso nos habla la obra», apuntó Pepe Viyuela en la rueda de prensa posterior al estreno.
En la misma línea, Paco Mir explicó: “Las Nubes es una crítica contra la tiranía de los hijos y contra todos aquellos pedantes que quieren hacernos comulgar con ruedas de molino que, en esta obra, están representados por Sócrates y Querefonte, dos enemigos íntimos del propio Aristófanes”. Y es que, con lógica aplastante, la obra nos muestra cómo los discursos racionales, cuando se adornan de elevada retórica y pedantería, pierden todo su valor y aprobación. Así es como la sabiduría charlatanesca, que siempre sentencia y nunca plantea dudas a quienes la practican, carece de valor. Los sabios no son sabios por sus conocimientos, sino por cómo los transmiten.
Además, con esta adaptación al presente, Mir también nos plantea nuestra propia capacidad de poseer un juicio crítico, de caer atravesados por la dictadura de la razón que siempre acecha a la sociedad menos pensante. Y lo hace apoyándose en unas interpretaciones magistrales, donde la comedia ágil y el golpe de efecto conquistan al público de Mérida, quienes se funden en aplausos y carcajadas. Un público –el actual– que también es víctima de una clase política que sustenta sus idearios en pura retórica, donde la mentira no tiene precio. Lo importante es cómo transmitirla.
‘Las Nubes’ se representa en el Teatro Clásico de Mérida hasta este domingo, 30 de julio.
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