El Festival Temporada Alta de Girona bajo el influjo del 155
El Festival Temporada Alta de Girona, uno de los más importantes certámenes de artes escénicas de España, afronta su recta final en una edición marcada por la suspensión de la autonomía de Cataluña por parte del Gobierno. Periodistas y programadores pudieron ver ayer los últimos espectáculos de Romeo Castellucci y Roger Bernat.
No sé por qué extraño mecanismo en mi cabeza que un nutrido grupo de periodistas de Cultura (especialistas en teatro) nos hayamos desplazado durante un fin de semana a la ciudad de Girona para asistir a varios espectáculos del Festival Temporada Alta me ha recordado, de inmediato, a esa novelita que Truman Capote tituló The Muses Are Heard (Las musas son escuchadas) y que publicó, en dos entregas, por encargo de la revista The New Yorker en 1956.
En ella, el autor de A sangre fría y El arpa de hierba narró las vicisitudes que vivió la compañía Everyman Opera, formada íntegramente por actores y actrices de color, durante una gira que realizó por la antigua URSS representando Porgy and Bess, de George Gershwin, en lo que significó una de las primeras iniciativas culturales estadounidenses enfocadas a participar en la caída del Telón de Acero.
Pues bien, esta expedición de periodistas culturales embarcados en un tren de alta velocidad hacia uno de los epicentros del independentismo en una comunidad autónoma intervenida por el Gobierno Central en virtud del artículo 155 de la Constitución Española tuvo este potente poder evocador. Y es que, inevitablemente, en estas circunstancias, un festival como el Temporada Alta tenía todas las papeletas para mostrar su cara más política y reivindicativa.
En varias de las salas en las que se programan espectáculos, el público es recibido con carteles en los que se pide “libertad para los presos políticos”. Es más, en al menos dos espectáculos la organización ha reservado, en un lugar preeminente, 10 butacas para estos políticos encarcelados y en el respaldo han colocado un cartel bien visible con el nombre de cada uno de ellos. “Nos observan 10 presos políticos”, se escucha en una improvisación de una de las actrices en el espectáculo No se registran conversaciones de interés, de Roger Bernat.
Se trata este último de un experimento de teatro documental en el que se mezclan escuchas telefónicas reales de la policía realizadas a sujetos islámicos radicalizados y vídeos de propaganda del Estado Islámico con las analogías y el simbolismo de otras obras como Las tres hermanas de Chéjov y la película La batalla de Argel, del director Gillio Pontecorvo. Durante la obra, tres actrices en escena componen simultáneamente, en una premeditada ceremonia del caos, tres relatos diferentes que pueden ser seguidos por medio de unos auriculares que permiten saltar de una historia a otra dependiendo de cuál de los tres canales se elija. Según sus creadores, “el espectáculo nos acerca a diferentes maneras de explicar lo mismo y de interpretar los estragos que provoca una guerra”. Las instrucciones de uso del show son proyectadas en el escenario al principio de la representación y rubricadas con una frase en la que se lee: “Llibertat, amnistía i estatut d’autonomia (o República)”.
Uno de los objetivos del Festival Temporada Alta supone crear un espacio de encuentro entre artistas, productores y programadores nacionales e internacionales. Por eso, durante este fin de semana se han dado cita en la ciudad no solo este nutrido grupo de periodista, sino también un buen número de programadores de salas que visitan el certamen a la pesca de buenos espectáculos que llevar a sus respectivas salas. Por eso, solo durante este fin de semana, los espectáculos en lenguas extranjeras son subtitulados al castellano y al inglés. Durante el resto del festival lo son al catalán y al francés.
Una de las propuestas que más expectación ha levantado el fin de semana ha sido la nueva entrega de uno de los grandes de la escena italiana: el creador y dramaturgo Romeo Castellucci. Presenta la obra titulada Ethica. Natura e origine della mente basada “muy libremente” en el segundo libro de la Ética de Spinoza del mismo título. Se trata de una performance de unos 30 minutos de duración en la que consigue una imagen onírica potentísima agrandada, en este caso, por la imponente altura de la nave de arcos ojivales del Centro Cultural La Mercé de Girona donde se representa.
El espectador accede a la sala por una abertura en forma de silueta femenina practicada en una falsa pared. Una clara alusión al nacimiento o la llegada al mundo. Un universo blanco habitado tan solo por una mujer vestida de azul que cuelga de un cable de acero suspendida únicamente por su dedo índice y que mantiene un diálogo con un enorme perro negro terranova –en este caso, una perra que en la realidad se llama Trufa- que no sólo tiene la increíble capacidad de hablar, sino que en lugar de ladrar maúlla como un gato. Todo muy en la onda de Alicia en el País de las Maravillas o, mejor aun, a través del Espejo.
En una entrevista concedida al diario La Vanguardia, el propio Castellucci explicaba así las cosas: “Construyo imágenes alegóricas que dan cuerpo a los textos de Spinoza. Esto también hace que la obra sea autosuficiente, y no hay necesidad de conocer ni estudiar a Spinoza para ver el espectáculo. A sugerencia mía, mi hermana Claudia, que tiene el don de la escritura, ha escrito un diálogo entre los dos. (La mujer, que es la luz; y el perro, al que llama Videocámara y que es el caos). Y hay una tercera alegoría, la de la Mente, representada por figuras femeninas que aparecen dentro de la silueta tras la entrada de los espectadores en la sala. Son muchas y luchan entre sí. Muchas personas dentro de una persona, enredadas en una maraña de cuerpos. Porque la mente en cierto sentido contiene la Videocámara y la luz a la vez, y tiene que seguir una larga trayectoria para liberarse”.
Finaliza el espectáculo con una sombra viva que ha ocupado el centro del escenario entrando a través de la misma silueta de mujer por la que ha accedido el público. Una sombra que, si se quiere mirar un poco más allá, puede recordar perfectamente a una mujer cubierta con un burka.
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