Fotos del propio cuerpo
El escritor Eduardo Mendicutti participa con ‘Fotos del propio cuerpo’, un sincero repaso a su propio álbum, en la serie TEXTOSterona que ‘El Asombrario’ está ofreciendo durante este mes de agosto. Es la séptima entrega de esta recopilación de textos e imágenes sobre el desnudo masculino que ha sido coordinada por el fotógrafo Alexis W.
Por EDUARDO MENDICUTTI
La memoria es siempre un ejercicio fotográfico. Y los espejos son un álbum de fotos cuyas imágenes se van borrando segundo a segundo.
A partir de cierta edad, recuperar viejas fotografías para recordar el propio cuerpo es siempre un acto de deslealtad contra los prodigios de la memoria, y mirarse al espejo comienza a ser el principio de una película de terror.
Uno puede rescatar fotografías en las que aparece, radiante, en sucinto bañador amarillo en la playa californiana de Malibú, o hecho un tarzán delante de un eucalipto y contra un atardecer barroco sobre la playa sanluqueña de La Jara con Doñana al fondo, o en calzoncillos pudorosos y floreados y con la pierna izquierda escayolada hasta casi el esternón y apoyado en una motocicleta de cilindrada mayúscula, y al instante trata de recordarse en movimiento, y la imagen fotográfica se desmorona siempre para dar paso a la invención dañada de lo que fuimos. Por otra parte, a partir de cierta edad, mirarse al espejo es siempre un ejercicio de contorsionismo para engañar a la cruda realidad gracias a una postura supuestamente favorecedora.
Si uno, para colmo, recuerda viejas fotografías publicadas en una revista erótica editada en Los Ángeles a mediados de los 80 del siglo pasado, fotos en las que aparece desnudo y en plena ebullición, sentado al borde de una mesa y con todo sobresaliente, uno recuerda también que los originales y los contactos de aquella fotografías los rompió hace algunos años en un ataque de pudor en el que contaba, más que lo que fue, lo que ya era. En un momento así, al cabo de los años, cualquiera tiene la obligación no sólo estética, sino también moral, de prohibirse plantarse desnudo en un espejo, y no digamos desnudos y en esforzada y no tan sobresaliente ebullición.
Cualquier álbum de fotografías de cualquier hombre –y doy por hecho que también de cualquier mujer– conserva imágenes de desnudos o semidesnudos propios y ajenos: en la playa, en el campo, en un sofá, en la cama, frente a un espejo. En general, a los ojos de cualquiera, a partir de cierta edad, aquellos cuerpos pretéritos son siempre admirables, pero cuesta tanto identificarse con ellos que terminan pareciendo cuerpos sólo ajenos. Es un efecto más desconcertante que doloroso, como si dejarse fotografiar en la juventud el propio cuerpo desnudo o semidesnudo fuera más plantar un semillero de dudas sobre uno mismo y su propio físico que poner una navaja en manos de la propia memoria, que también.
Por eso, estos desnudos masculinos seleccionados y expuestos por Alexis W son, a la postre, tan consoladores. Porque ayudan a imaginarse a uno mismo en el esplendor que tuvo o que no tuvo la propia desnudez, pero que la memoria ilumina siempre favorablemente, con tal de que uno no cometa la tropelía contra sí mismo de asomarse a un espejo, por vestido que vaya, y deje que la emoción primordial al contemplar estos cuerpos sea la del orgullo y no la de la melancolía.
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Eduardo Mendicutti, nacido en Sanlúcar de Barrameda, es otro de los grandes nombres de nuestra literatura. Autor de libros de enorme éxito como ‘El palomo cojo’, ‘Los novios búlgaros’, ‘El ángel descuidado’ y ‘Ganas de hablar’. Columnista habitual de prensa, está considerado uno de los autores más importantes de la literatura homosexual en España.
La revista TEXTOSterona, coordinada por Alexis W. , se puede adquirir en la galería Mad is Mad y la librería Berkana en Madrid, y en BIBLI en Santa Cruz de Tenerife.
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