Freud, nadie ha pintado así la carne, las sábanas, los genitales
Recientemente tuvimos oportunidad de saber algo más sobre uno de los más grandes y enigmáticos retratistas del último siglo, Lucian Freud, de la mano de alguien que lo conoció de manera muy directa: David Dawson, que fue ayudante, amigo y modelo de Freud desde 1991 hasta su muerte, en 2011. Dawson pasó por Madrid para presentar en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza los dos extraordinarios volúmenes que acaba de editar Phaidon sobre el gran pintor expresionista de la carne y la piel, de rotundos cuerpos desnudos sobre sábanas y colchones.
En la presentación del libro ante la prensa, Guillermo Solana, director artístico del Thyssen, presentó a David Dawson como la persona que mejor conoce la obra de Lucian Freud y adelantó que el museo Thyssen ya está trabajando con él para preparar una gran exposición sobre Freud muy probablemente para 2020.
Lucian pintó a David en 8 lienzos y precisamente un retrato de este hombre con un perro fue su último cuadro, y la oreja del perro la última pincelada que dio.
Tras Solana, habló David, y esto es lo más sustancioso de la conversación que mantuvo con los periodistas:
“Aparte del valor fetiche que pueda tener, este libro [616 páginas, 486 ilustraciones en color, precio: 475 €, tirada de 3.500 ejemplares] es el estudio más extenso y profundo que se ha hecho hasta la fecha sobre Freud. Está dividido por décadas, y sus dos volúmenes permiten ver claramente su evolución a lo largo de casi siete décadas, desde lo naif de sus pinturas de adolescente a sus pinceladas mucho más espesas de la última etapa. Muestra el ritmo de sus pinturas y dibujos; ha sido uno de los pocos pintores que realizaba los dibujos a partir de las pinturas, no al revés”.
“Vida y obra estuvieron siempre muy entrelazadas para Freud. Tanto la mayoría de las personas a las que retrataba como los lugares donde los situaba formaban parte de su entorno cercano, parte de su vida. Elegía a sus modelos por impulso e intuición, pero sobre todo, y más en las primeras décadas, elegía a gente próxima, ya que exigía mucho del modelo, muchísimas sesiones de posado. Fíjense en los numerosos retratos que tiene de su madre. La pintura fue siempre su prioridad, la colocaba por encima de todo. Y nunca pintó por encargo, solo hizo lo que realmente le apetecía”.
Dawson se refirió a la admiración que profesaba por Bacon, una amistad entre dos genios complicados en la que no faltó nada, tampoco las tensiones. “Cuando tenía 30 años conoció a Francis Bacon, y fue él quien le mostró la forma de convertirse en el gran artista en que se convirtió. Ya antes pintaba con mucha pasión, pero la influencia de Bacon fue decisiva para encauzar su trayectoria; le mostró la dirección para que su pintura adquiriera más volumen”. El mercado ha absorbido esa relación: Los tres estudios de Lucian Freud, el tríptico que Francis Bacon dedicó a su amigo en 1969, alcanzó la astronómica cifra de 105 millones de euros en subasta en la casa Christie´s en 2013.
Seguimos con Davis Dawson:
“En los años 60 llegó la explosión del pop-art y mucha gente pensó que su tiempo había pasado, pero él siguió pintando como quería, fuera de las reglas del mercado, y a finales de los 80 y en los 90 se le volvió a recuperar en todo su valor, se le redescubre y se convierte en un artista de gran renombre y proyección internacional, hasta hoy mismo. Fue en los años 90 cuando yo le conocí y desde entonces asistí a cómo pintó todos y cada uno de sus cuadros”. Otro dato económico para comprobar hasta dónde ha llegado el prestigio del nieto del padre del psicoanálisis: En 2008, en otra subasta en Christie’s en Nueva York, un desnudo de Sue Tilley, una corpulenta mujer de 51 años, batió el récord de venta para un artista vivo: 21 millones de euros.
“Pintaba de día y de noche. Dos retratos al mismo tiempo. Uno en sesión de día, más o menos de ocho de la mañana a 12.30 o 1 del mediodía; por la tarde descansaba; y otro en sesión de noche, de seis de la tarde a doce de la noche. Siempre así, uno de día y otro de noche, para captar luces y sombras distintas. Podía estar con uno de esos retratos hasta 12 meses; le gustaba ver al retratado pasando por diversos sentimientos. Y no siempre había seguridad de que aprobara su propio trabajo; podía incluso destruir el retrato; de hecho, hasta pasados 8 o 9 meses de trabajo no había seguridad de que todo acabara bien, el cuadro llegara a buen puerto”.
Sobre la vida privada del hombre que en 2002 pintó a la icónica modelo de los 90 Kate Moss (cuyo retrato se vendió por casi 6 millones de euros, aunque a Freud no termino de gustarle), el hombre que tuvo infinidad de amantes, que tuvo 14 hijos con seis mujeres, David Dawson fue discreto, pero dio algunas pinceladas, más suaves que las del maestro: “Era un gran, gran amigo. Muy inteligente y con gran sentido del humor. Pero, como ya he dicho, la pintura estaba absolutamente por encima de cualquier otra cosa”.
“Su pasión por el desnudo le venía porque pensaba que de esa manera expresaba mejor la individualidad de cada retratado, reflejaba mejor quién era cada persona. Lo que le interesaba era la individualidad de cada persona, de cada cuerpo. Nos veía a todos como animales; le gustaba mucho pintar la piel humana, pero también la textura del pelo de los perros. En realidad, a todos nos veía como animales. Pero es verdad que con el paso del tiempo matizó algunas de sus preferencias, se relajó mucho en las relaciones sociales, dejaron de interesarle, y en su última etapa le llegó a obsesionar captar su jardín. Tengan en cuenta que pintaba todos los días, siempre en estudio, y eso le hizo una persona con una vida muy privada, reservada”.
“Personalmente, no le supuso un drama el paso del tiempo, porque afortunadamente pudo estar pintando hasta dos semanas antes de fallecer y, como he repetido, la pintura era su prioridad. Para que se hagan bien idea de esto que estoy diciendo, voy a contar una anécdota. Las Meninas de Velázquez era su cuadro favorito. Un día de 2010, un año antes de fallecer, quiso venir a verlo a Madrid; vinimos en un avión por la mañana, fuimos a verlo al Prado, y por la tarde tomamos otro avión para regresar a Londres, para no perder su sesión nocturna de pintura”.
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