FSC España: 20 años al rescate de los bosques ibéricos
Durante el año 2002, en el que desapareció de la vida de los españoles la peseta, nacía aquí una organización que ya caminaba por otros países del mundo tratando de frenar la deforestación global aplicando criterios de gestión forestal. Hablamos de FSC (Forest Stewardship Council), que desde entonces ha logrado certificar más de medio millón de hectáreas en España y ha plasmado su logo en miles de productos en los que la madera tiene algún protagonismo. “Hemos conseguido retos importantes, como implicar a los pequeños propietarios en la gestión forestal, pero nos quedan otros pendientes, como es lograr transmitir a la sociedad la importancia de lo que hacemos”, señala Gonzalo Anguita, director ejecutivo de FSC España.
Para entender el origen de FSC hay que viajar hasta California. Allí, recién estrenada la década de los 90, un grupo de jóvenes activistas ambientales se reunió con empresas consumidoras y distribuidoras de madera que estaban tan preocupadas como ellos por el origen que tenía una materia prima con la que los humanos hemos hecho cosas desde hace al menos dos millones de años. De aquel encuentro surgió la necesidad de crear un sello que garantizara que la madera usada no provenía de la tala indiscriminada, fundamentalmente de bosques tropicales o primarios. Aquel sello se llamaría FSC, el mismo que hoy identificamos por su árbol y la frase: “Bosques. Para todos. Para siempre”. Aún pasaron unos años hasta que se reunió su primera asamblea general en Toronto (Canadá) y alguno más para que abriera, en 1994, su primera oficina en México, que después se desplazaría a Alemania.
Fue la ONG de conservación ambiental WWF quien se ofreció a liderar el desarrollo de la organización en España, allá por el año 1998, si bien no sería hasta 2001 que FSC España se registró oficialmente y echó a andar. Su primer gran acuerdo lo firmó poco después con el Cabildo de Gran Canaria, que certificó con los criterios que marca este sello internacional más de 17.000 hectáreas.
Para 2004, FSC ya había logrado implicar a más de 40 empresas nacionales y las cifras de bosques o fincas con certificados no dejaba de crecer; es decir, de superficie en la que se aplica una gestión sostenible y responsable según los estándares que aprueba para cada país la organización a nivel internacional. Hoy, trabajan con un total de 1.480 empresas relacionadas con toda la cadena de custodia de la madera, es decir, desde el árbol al objeto final, sea un cuaderno, una mesa o un juguete.
Justo en el año en el que el fuego ha arrasado más de 300.000 hectáreas forestales en España, si algo se ha repetido una y otra vez es la necesidad de que nuestros montes estén cuidados. La realidad, sin embargo, es que apenas el 20% de nuestros 26 millones de hectáreas forestales –de las que 15 millones son arboladas– tienen algún instrumento de ordenación y planificación, un paso previo fundamental para poder participar en certificaciones de sostenibilidad como la de FSC. Además, el 44% de la superficie que sí tiene un plan es superficie pública, frente al 11% que supone la superficie que está en manos privadas.
“Para nosotros, uno de los grandes éxitos de FSC en estos 20 años es que hemos logrado trabajar con muchos pequeños propietarios, a través de asociaciones, sobre todo de Galicia y la zona cantábrica. Gracias a ello se ha profesionalizado la gestión forestal de plantaciones que eran muy pequeñas, que así consiguen una renta y, a la vez, disminuyen los impactos ambientales. Eso sí, partiendo de que FSC prohíbe totalmente las conversiones de zonas naturales a monocultivos de árboles. Además, tener zonas forestales sin gestionar supone un grave riesgo en países mediterráneos como el nuestro, que pueden llegar a un punto de no retorno en la recuperación de sus bosques si se destruye más del 20%. Y ya vemos lo que pasa con incendios cada vez mayores”, señala Anguita, que lleva 10 años al frente de la organización.
Ante quienes defienden que los bosques deben preservarse per se, sin considerarlos en términos económicos, desde FSC se defiende que precisamente “mercantilizarlos puede ser su salvación”. Sobre todo, como explica Anguita, “si se trata de poner en valor lo que los bosques hacen por la sociedad, no sólo por su aprovechamiento de materias primas y otros recursos, sino por la biodiversidad que aportan y el riesgo de pandemias que evitan, sin olvidar que son los más eficaces sumideros del carbono que nos sobra en la atmósfera”.
Dado que cada lugar boscoso del mundo tiene sus características, los criterios o estándares de gestión forestal de FSC son diferentes en cada lugar. Para España tuvieron que definirse por un comité de expertos nacional, antes de ser aprobados a nivel FSC internacional. La primera versión se obtuvo en 2003 y la última en 2020, pues también cambian con el tiempo. Entre los productos que se comercializan de las superficies certificadas no sólo está la madera, sino también corcho, resina, piñones, castañas, miel, caza… e incluso la ganadería en extensivo: la leche puede llevar el mismo sello FSC que un libro.
Uno de los que mejor conocen cómo funciona el proceso es Manuel Beiro, del grupo gallego Gestión Forestal, que trabaja con FSC y con muchos pequeños propietarios de montes en un territorio donde el minifundio es el predominante. Nos explica: “Fue en 2012 cuando certificamos con FSC a un primer grupo de minifundistas que tenían eucaliptos. Nos decían que eran muy estrictos con sus criterios, pero se logró certificar. Aparte de que tengan un plan de gestión, se tienen en cuenta los suelos de protección agropecuaria, si afecta al patrimonio natural, si son eucaliptos antiguos, pues desde hace años hay una moratoria y no se pueden plantar en más extensión… Ya hay 17.000 familias y 80.000 hectáreas con certificados. Y están encantados, porque son conscientes de que la madera FSC tiene más valor a la hora de venderla en el mercado. Las fábricas y aserraderos saben que muchos de sus clientes les van a reclamar madera FSC y en Galicia tenemos el 60% de la madera que se vende en todo el país”.
Una vez conseguido el sello, es importante estar vigilantes para que se cumpla con lo acordado, así que FSC ejerce de vigilante para que cada bosque se gestione como se debe. “Les hacen auditorias que se pueden aprobar con notas diferentes, según se hayan aterrizado las normas a tierra; en esa parte FSC es muy estricto con los temas ambientales, porque sabe que luego hay grandes empresas de distribución que lo exigen. En Portugal, por ejemplo, se detectó a dos propietarios que hacían trampas vendiendo como madera FSC la que no lo era. Es fundamental que este sello mantenga su credibilidad”, asegura el consultor.
Y es que en estos 20 años se ha logrado que en muchas zonas rurales se comprenda el valor de preservar unos bosques cuya conservación es fundamental para los ciclos hidrológicos, la calidad del aire, la conservación de los suelos, el almacenamiento de CO2, la polinización de las plantas… y tantos otros servicios de los llamados “ecosistémicos” que no sería igual si no hubiera bosques, montes, dehesas y hasta pastos, que también los certifican.
“Aquí tenemos demasiados montes a su libre albedrío. Mucho más que en Europa, pero vamos aumentando terreno”, comenta Gonzalo Anguita-. “Si en un lado están los propietarios, al otro están las empresas y en una década hemos aumentado mucho las alianzas con algunas muy grandes. No es fácil crear una organización que aúne ambientalistas con ingenieros forestales y empresas, así que al principio hubo mucha confrontación, pero se superó y hoy tenemos un mercado en alza y cada año entre un 10% y un 15% más de terreno certificado, así que el resultado es positivo”.
Ahora bien, si mirando hacia el pasado se le despliega la gran infografía de todo lo conseguido en cifras y fechas, al adelantar la vista hacia el camino por hacer también vislumbra retos pendientes: “Uno de ello es lograr transmitir a la sociedad las ventajas que tiene el manejo de los bosques con unos criterios determinados que se basan más en el proceso que en el resultado económico, que buscan preservar los bosques. De hecho, para nosotros un criterio fundamental es que el 10% de la superficie se deje libre a su regeneración con especies silvestres. Y también es un reto aumentar en el futuro ese porcentaje para conservar conectando unas parcelas con otras, mejorando las riberas de los ríos o preservando especies raras“, añade Anguita.
En el mismo listado de tareas pendientes pone el aumento de la superficie con una gestión certificada en zonas de Extremadura con dehesas de pequeño tamaño o grandes fincas privadas de Andalucía, en las que aún no se practica la corta selectiva o la pirámide de edades de los árboles que, entre otras medidas, promueve FSC. “Tenemos mucho por hacer y somos conscientes de que llevará años poner en valor los bosques”, concluye Anguita, “pero hay que trabajar en ello, porque, si no se gestionan, pueden acabar destruidos como la Sierra de la Culebra el pasado verano. Y no podemos permitírnoslo”.
Recordemos su lema: Bosques. Para todos. Para siempre.
No hay comentarios