Fugas radiactivas y trashumancia en Documenta
VENTANA VERDE
Un documental sobre el lugar más contaminado del planeta, Metamorphosen, se alza con el segundo premio del Documenta Madrid 2013. Los pastores trashumantes suizos completan dos emotivas películas sobre ecología proyectadas en uno de los festivales imprescindibles de España.
RAFA RUIZ
Va dando pasos firmes de prestigio. Y en su última edición, la décima, celebrada la semana pasada, podemos decir que se ha consolidado. El Documenta, Festival Internacional de Documentales de Madrid, ha contado este año con grandes películas que nos han abierto los ojos y nos han contado cómo es el mundo de verdad, más allá de la visión machacona de los poderes establecidos. Hemos encontrado valiosas perspectivas distintas en cintas como The Gatekeepers, con los testimonios de seis exdirectores de la agencia de seguridad interior de Israel, que concluyen que sus presidentes lo han ido convirtiendo en un Estado cruel; Google y el cerebro mundial, que alerta sobre los peligros del monopolio del conocimiento; Mea máxima culpa, sobre los abusos sexuales de sacerdotes en EE UU; y The Act of Killing, una pesadilla-fantasía sobre las matanzas perpetradas en Indonesia por los escuadrones de la muerte, y que se ha alzado con el primer premio del festival.
Documenta ha acogido también dos conmovedoras películas ecológicas: Hiver Nomade (‘Nómadas de Invierno’) y Metamorphosen, que ha conseguido el segundo premio. Bienvenidas sean. Falta hacen más cintas de este tipo, pues a menudo vivimos en la inopia sobre nuestras esquizofrénicas relaciones con el planeta, y festivales de la importancia de Sundance ya les hacen un hueco prioritario.
Ambas cintas nos ofrecen miradas melancólicas y muy artísticas. La suiza Hiver Nomade, dirigida por Manuel von Stürler, fue valorada como el mejor documental en los Premios del Cine Europeo 2012. Muestra a dos pastores trashumantes, Pascal y Carole, que durante cuatro meses desplazan a 800 ovejas en un recorrido de 600 kilómetros, en muy duras condiciones, la mayor parte del tiempo con nieve y ventiscas. Los cuatro perros, y sobre todo el cachorro, Leon, y las miradas de ovejas y borricos se llevan el protagonismo por encima de las personas. Tal vez la película se ensimisma demasiado en lo bucólico y en los paisajes blancos, y se echan de menos más datos. Solo dos apuntes sobre la importancia de la trashumancia, trasladándola a España: Aquí, el naturalista Jesús Garzón y el pastor Cesáreo Rey pusieron en marcha en el cambio de milenios un extraordinario proyecto para recuperar los rebaños trashumantes, que le dan sentido a una de las redes de corredores ecológicos más importantes del mundo: los más de 100.000 kilómetros de nuestras cañadas. La anécdota del paso del rebaño por el centro de Madrid, Puerta de Alcalá incluida, es lo que más ha trascendido de este loable empeño.
El otro documental, Metamorphosen, dirigido por el alemán Sebastian Mez, ya ha pasado con cierta gloria por la Berlinale y por el festival Bafici de Buenos Aires. Narra la historia de la gente que vive en una de las zonas de mayor contaminación radiactiva del mundo, la región rusa de los Urales donde se sitúan las instalaciones nucleares de Mayak, que han sufrido varios accidentes y fugas en las últimas décadas, desde los años cincuenta, hasta registrar niveles de polución similares a los de Chernóbil. El jurado, compuesto por Agneta Mogren, Elena Fortes y Javier Martín Domínguez, decidió el domingo premiar a Metamorphosen, «por considerarla una proeza en cuanto a tecnología y valor, aprovechando con maestría unos recursos financieros humanos muy escasos para ofrecernos un relato cinematográfico muy bello sobre las consecuencias de una catástrofe nuclear». La cinta, en blanco y negro y con un profuso y acertado uso del filtro ‘drama’, quizá también peca de excesivamente artística, como Hiver Nomade; y se echan en falta más datos sobre víctimas, sobre el impacto en la salud y la esperanza media de vida; pero esas lagunas son asumibles teniendo en cuenta el secretismo con que siempre han llevado este asunto las autoridades soviéticas primero, las rusas después. En cualquier caso, hay que subrayar el mérito y arrojo de acudir a rodar esta cinta a una zona en la que el contador geiger de las dosis de radiactividad se dispara en cuanto se le acerca al suelo.
Visiones verdes y arty, en fin, que en El Asombrario hemos disfrutado enormemente.
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