Fuller, ese genio que hace 60 años ya planteó nuestros problemas actuales
Hay mentes brillantes que destacan en su época y parece que nacieron antes de tiempo. Personas visionarias que piensan más allá de su propia existencia y dejan un legado que abarca múltiples campos. Filósofo, pensador, maestro, diseñador, arquitecto, creador, sociólogo, ecologista y optimista tecnológico. Richard Buckminster Fuller protagoniza la nueva exposición de Espacio Fundación Telefónica, ‘Curiosidad radical’, que se puede visitar en Madrid hasta el 14 de marzo. Nosotros la recorremos en colaboración con la Fundación Ecolec.
El mejor pensador viviente de su época en EE UU, Fuller (1895-1983) fue un curioso incansable, que no dejó de pensar de forma multidisciplinar, combinando las matemáticas con la filosofía, la física con el arte o el diseño con la educación. La exposición Curiosidad radical nos adentra en la mente y personalidad de Fuller.
En 1927, perdió a su primera hija y en el ámbito laboral las cosas tampoco le iban bien. Con 32 años, su vida se derrumbaba y decidió suicidarse. Sin embargo, a orillas del lago donde pretendía poner fin a su vida dijo escuchar una voz que le decía que su vida no le pertenecía, que era del Universo, y le quitó la idea del suicidio. Desde entonces, Fuller decidió aportar todo lo que pudiera a la Humanidad.
Bucky, como lo llamaban sus amigos, era una función activa del Universo, mientras que otras personas son sólo pasivas, como él decía. Tuvo la capacidad de generar ideas sorprendentes y cuestionar los principios de la arquitectura y el diseño industrial. Su mente no dejó de trabajar para proponer ver el mundo de forma diferente y aportar desde distintos campos.
En los años 60 del siglo XX ya hablaba en sus conferencias sobre los recursos del planeta y la sostenibilidad, la contaminación del agua, la ingente cantidad de residuos que generamos, temas de los que nadie se preocupaba entonces. “La contaminación no es otra cosa que recursos que estamos desperdiciando, permitimos que se dispersen porque ignoramos su valor, y así es cómo la humanidad ha desarrollado la tecnología correcta por las razones equivocadas. No luches contra las fuerzas, úsalas”, decía en una de sus intervenciones.
“Tenemos que ser todos o no seremos ninguno”
Fuller tenía una visión global del mundo, decía que la Tierra es una nave que pilotamos entre todos: “La Tierra es una nave espacial que se nos entregó para ser pilotada sin manual de instrucciones, pero no vamos a ser capaces de pilotarla durante mucho tiempo más, a no ser que entendamos que es una única nave y que nuestro destino es único, tenemos que ser todos o no seremos ninguno”.
“Somos tripulantes de la nave espacial llamada Tierra, no somos meros viajeros, decía Fuller, y de ahí la responsabilidad de todos y cada uno en el pilotaje del planeta”, comenta Rosa Pera, comisaria de la exposición, durante una visita con periodistas a la muestra.
Sus ideas arquitectónicas e ingenieras eran lo que ahora llamamos “soluciones basadas en la naturaleza”. Creía en la tecnología para cambiar el mundo, promovió una revolución desde el diseño científico. Buscó siempre la máxima eficacia de los recursos del planeta.
Entre las propuestas revolucionarias, Fuller diseñó un coche de tres ruedas para llevar a 11 pasajeros, casas ligeras que se podían transportar en un helicóptero y una piragua de dos cascos. “Si algo no te cuadra, no intentes cambiar un sistema. Construye uno nuevo, que haga que el anterior se vuelva obsoleto. Cada vez que el hombre realiza un experimento, aprende más, es imposible que aprenda menos”, afirmaba Fuller.
En el campo de la educación, Fuller se mostró opuesto a la clase maestra en la que los alumnos sólo escuchan al profesor y reproducen en el examen lo que aquel ha explicado. Le expulsaron dos veces de Harvard por su método revolucionario de enseñar. Quería hacer pensar a los alumnos, no dárselo todo hecho. Propuso cerrar las universidades durante una década para repensar cómo tendrían que enseñar y, mientras, hacer el inventario de los recursos del mundo, y a partir de esa información saber cómo podíamos anticiparnos a los problemas.
Aprender haciendo
“Nacemos científicos, los niños son científicos, se preguntan cómo funciona el mundo y para contestar esa pregunta, experimentan y exploran, y aprenden haciendo”, nos explica Rosa Pera. Pero en la educación en la escuela se tiende a la memorización de datos y a la especialización en ámbitos concretos. Fuller defendió el conocimiento interdisciplinar con artistas y profesores. Para él, los niños son científicos en potencia, con una curiosidad insaciable; la prueba y error es la base de toda investigación y diseño. Los niños experimentan continuamente. Fuller proponía la transmisión de un conocimiento de élite a todos los niños a través de dispositivos tecnológicos, lo que hoy podría ser el acceso al conocimiento a través de Internet.
Education room era una propuesta de Fuller de crear espacios individuales con materiales audiovisuales para fomentar el conocimiento de los niños, sin distracciones. “Einstein, cuando quería estudiar, no se sentaba en medio de un aula de la escuela”, decía. Con esta propuesta, Fuller quería convertir el aprendizaje desde un proceso de recibir y escuchar hacia una educación experimental.
Además, planteó una “two way TV”, es decir, una televisión bidireccional en la que se pudieran seleccionar contenidos creados por especialistas a partir de trabajos de investigación científicos; lo que hoy es Internet. Fuller se adelantó a la demanda de contenidos y al ciclo de retroalimentaión con recomendación de contenidos.
Diseños sin dañar el Planeta
Fuller abogó por el concepto de ‘diseño-revolución’ para hacer funcionar el mundo al 100%, sin desigualdades y sin generar daños al planeta. Se definió como científico diseñador con capacidad para anticiparse a los problemas y proponer soluciones. Las cúpulas geodésicas es una de sus grandes aportaciones a la Arquitectura, y hoy hay miles por todo el planeta.
Rosa Pera nos cuenta que Fuller “avanzó muchas de las situaciones que estamos viviendo ahora, y vio posibles soluciones, como la emergencia climática, la sostenibilidad ambiental, la pandemia, y la necesidad de cambiar problemas que presenta la humanidad como es la vivienda, la movilidad y la educación”.
Fuller fue como un abono de ideas, un diseñador científico y que se ocupaba del conocimiento holístico y global del mundo. “Habló de hacer las cosas de otra manera hace muchos años, y ahora son totalmente vigentes como, por ejemplo, la economía circular o hacer viviendas ligeras que respondan a emergencias, o que la movilidad no se limitara a un coche / una persona, sino que fuera más compartido”, explica Rosa Pera.
Fuller también habló en sus conferencias de la posibilidad de otra forma de trabajar mediante el trabajo colaborativo y multidisciplinar en equipos que congreguen a ingenieros, filósofos, diseñadores, físicos y artistas. “Se adelantó a muchas cosas que en su época no se vieron y que ahora nos son útiles para pensar estas emergencias que tenemos”, añade Pera.
Otro de los aspectos que Fuller promovió es el valor de la información y la comunicación como medios de cambio; apuntó la importancia de los cables submarinos para poder realizar una comunicación global, que es por donde hoy precisamente van los cables de Internet. “Fue capaz de llevar conocimientos muy complejos, por ejemplo de matemáticas, a la cotidianeidad”, señala Pera.
Una conferencia de 42 horas
Fuller dio conferencias en 500 universidades de todo el mundo; también fue el primer conferenciante inspiracional de la Historia. En 1975 impartió una charla de 42 horas titulada Everything I know en la que durante varios días dialogó con varios estudiantes sobre su trabajo e ideas, y la evolución de la tecnología y el progreso durante el siglo XX.
Fuller fue, en fin, un abono para nuevos métodos de pensamiento y acción. Una persona que aportó a la humanidad pensando de forma global y ambiental. Tras recorrer la exposición en la Fundación Telefónica, solo queda preguntarse a una misma: ¿qué estoy haciendo yo por la humanidad y por el Planeta?
‘Curiosidad radical. En la órbita de Buckminster Fuller’. En Espacio Fundación Telefónica, Madrid. Hasta el 14 de marzo de 2021.
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