Gabriele Münter: la gran pintora expresionista que rompió moldes

Gabriele Münter. ‘Calle de pueblo en invierno, 1911’. Städtische Galerie im Lenbachhaus und Kunstbau München, Múnich, donación de Gabriele Münter, 1957

‘Gabriele Münter. La gran pintora expresionista’ acaba de presentarse en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. La exposición, abierta hasta febrero, no se limita a descubrir, para muchos, el trabajo injustamente ignorado de Gabriele Münter, una mujer adelantada a su tiempo, que injustamente ha pasado a la historia del arte como la pintora expresionista que amó a Vasili Kandisnki y trabajó a su sombra. Si su obra es admirable, su vida no se queda atrás. Basta con recorrer esta muestra para entender por qué Münter es una de las figuras sobresalientes del expresionismo alemán de comienzos del siglo XX.

La colaboración entre el Thyssen-Bornemisza y The Gabriele Münter and Johannes Eichner Foundation y la Städtische Galerie am Lenbachhaus und Kunstbau de Múnich ha dado sus frutos; junto al apoyo de la Comunidad de Madrid y de la Art Foundation Mentor Lucerne. Cuando las obras, 145 entre pinturas, dibujos, grabados y fotografías, abandonen Madrid, su destino será el Musée d’Art Moderne de París.

Costumbres femeninas muy mal vistas en la sociedad europea de principios del siglo XX: Montar en bicicleta. Pretender vivir del arte (y conseguirlo). Enamorarse de su profesor de pintura. Vivir con ese profesor, sin matrimonio mediante. Que el citado maestro esté, a su vez,  casado con otra mujer. Comprarse una casa y que su firma sea la única que figure en la escritura. Fumar. Todas y cada una de estas prácticas propias de la mala vida, en caso de ser mujer, encajan a la perfección en la biografía de la artista Gabriele Münter (1877-1962), una de las fundadoras de El Jinete Azul (Der Blaue Reiter). Este célebre grupo de expresionistas surge en la ciudad de Múnich en 1911, para mayor gloria de sus miembros masculinos, como Vasili Kandinski o Franz Marc, y escaso foco en Münter, una sobresaliente expresionista que merece pasar a la historia por sus 50 años de notable actividad pictórica, con o sin Kandisnki al lado.

Con el maestro del expresionismo compartió décadas de amor y arte sin ver cumplida la falsa promesa de convertirse oficialmente en su esposa. “A los ojos de muchos, yo solo era un acompañamiento innecesario para Kandinski. Es muy fácil olvidar que una mujer puede ser una artista creativa con un talento real y original propio, escribía la propia Gabriele en su diario.

“En el Thyssen nos gusta mucho mostrar el arte creado por artistas femeninas del siglo XX”, declaraba Guillermo Solana, director artístico del museo en la presentación a la prensa, añadiendo que Gabriele Münter, La gran pintora expresionista es la primera retrospectiva de este nivel que se organiza en España y “la única artista expresionista que tenemos en la colección, ¿cómo es posible que hasta hoy se haya mantenido semejante desconocimiento?” comentaba Solana, antes de pasarle la palabra a Marta Ruiz del Árbol, conservadora de arte moderno del museo y comisaria de esta muestra junto a Isabelle Llansen, directora de The Gabriele Münter and Johannes Eichner Foundation.

Gabriele MünterFuturo (Mujer en Estocolmo), 1917 The Cleveland Museum of Art, Cleveland, donación de Mr. and Mrs. Frank E. Taplin, Jr

Gabriele Münter. Futuro (Mujer en Estocolmo), 1917
The Cleveland Museum of Art, Cleveland, donación de Mr. and Mrs. Frank E. Taplin, Jr

Gabriele MünterEl lago azul, 1954. (The Blue Lake) Óleo sobre lienzo. 50 × 65 cm Lentos Kunstmuseum Linz.

Gabriele Münter. El lago azul, 1954. (The Blue Lake) Óleo sobre lienzo. 50 × 65 cm Lentos Kunstmuseum Linz.

“Reivindicamos a Münter, ante todo como figura central del expresionismo alemán”, explicó Ruiz del Árbol, “pero sin quedarnos solo ahí. Su carrera se extiende desde inicios del siglo XX hasta los años 50. Por eso subtitulamos La gran pintora expresionista alemana, que, en realidad, ni era solo expresionista, ni era solo pintora, ni era solo alemana. Nos interesaba profundizar mucho más en ella”. Como guiada por un sentido exquisito de la urbanidad, la exposición, dividida en 10 apartados,  comienza con una serie de autorretratos y fotografías a modo de presentación y bienvenida, destacando la relación de la artista con la técnica de la instantánea.

Huérfana a los 20 años, Münter viajó a Estados Unidos y tuvo el privilegio de utilizar una de las primeras cámaras Kodak del mercado. Una actividad que influyó en casi toda su obra, provista tantas veces de ese encuadre fotográfico original y pionero. “Es una técnica que me permite destacar lo más expresivo de la realidad. Sin florituras ni rodeos”, explicaba la artista. Paseo en barca (1910) es un claro y bellísimo  ejemplo.

Reflejos y sombras es la primera sección. Le siguen Comienzos en blanco y negro y Aire libre, a su regreso a Alemania, donde se inscribe en la escuela de arte en la que da clases Kandinski. Maestro y discípula se enamoran y durante los primeros cuatro años de noviazgo, 1910-1914, recorren juntos Europa y el norte de África. Sección cuatro: El descubrimiento de Murnau, un pueblo bávaro en las estribaciones de los Alpes, donde junto a Marianne von Werefkin y Alexej von Jawlensky, dos amigos también pintores, la pareja vive una de sus mejores épocas creativas. Trabajar y debatir sobre arte le proporcionaron momentos de intensa felicidad, dentro de esa vida simple en la que Gabriele abandona progresivamente lo anecdótico para entregarse al color.

Quinto apartado: Personas. “Pintar retratos es la tarea más audaz y difícil, la más espiritual, la más extrema para una artista”, aseguraba Münter. En Murnau nacen algunas de sus más celebres creaciones: Retrato de Marianne von Werefkin (1909), La casa amarilla (1908) o Von Werefkin y Von Jawlensky (1908). Al apartado Interiores y objetos pertenece Naturaleza muerta en gris. Formas simplificadas y colores expresivos con los característicos contornos gruesos y oscuros. Llega La amazona azul, Exilio en Escandinavia, Vida nómada y, por último, la sección 10, Regreso a Murnau. Ya hemos disfrutado de cuadros tan logrados como Lucha contra el dragón, Futuro (Mujer en Estocolmo), Mujer escribiendo en un sillón o Naturaleza muerta delante de la casa amarilla.

“Son 150 obras, donde hay dibujos, hay fotografías, hay pinturas, evidentemente, pero también otros objetos que nos van a ayudar a entenderla mejor, como algunos carteles, prueba de que no fue una pintora olvidada de la crítica. No pensemos que la estamos redescubriendo. Aunque en España no sea tan conocida, en Europa fue una celebridad”, explica Marta Ruiz del Árbol.

Münter se exilia en Escandinavia durante la Primera Guerra Mundial y, a su regreso, en 1920, teniendo que partir de cero, se adapta con soltura y sin traumas a los caminos de expresión que encuentra en Alemania. De mucho le sirvió ser una mujer curiosa dispuesta siempre al experimento, aceptando sin prejuicios novedades y diferencias. Tras los cinco años de destierro, su círculo de amistades se ha disuelto, muchos artistas y amigos han fallecido en la  guerra y Kandinski ya no está. Luego sabrá que no ha muerto, sino que vive con otra mujer a la que sí ha convertido en su esposa. Y eso le causa dolor. Mucho. Ante los ojos de la gran maestra del color, parece que, por un momento, todo se oscurece. De poco le ha servido, a nivel personal, el riesgo que corrió al esconder las pinturas de su amante lejos de las garras de los nazis, que seguramente las habrían confiscado o, quién sabe, si destruido.

Gabriele Münter. Retrato de Marianne von Werefkin, 1909 (Portrait of Marianne von Werefkin)

Gabriele Münter. Retrato de Marianne von Werefkin, 1909 (Portrait of Marianne von Werefkin). Städtische Galerie im Lenbachhaus und Kunstbau München, Múnich, donación de Gabriele Münter.

En 1957, las dona a la ciudad de Múnich. Sin residencia fija, se dedica a dibujar. Hoy en Murnau. Mañana en Múnich, pasado en Berlín. “Siempre fue una gran dibujante. Aquí vemos la esencia de la artista. He tenido la suerte de ver los más de 130 cuadernos que se conservan en la Fundación de Gabriel Münter, desde que era casi una niña hasta el final de su vida. Hay que imaginarla siempre con el cuaderno en la mano, dibujando todo lo que veía. Fue su segunda pareja, Johannes Eichner, quien le anima a seguir trabajando y le aconseja que domestique su pincelada y cambie un poco sus temas”, explica Ruiz de Árbol.

El estilo tardío de Gabriele Münter se vuelve más austero, más sobrio. “Y ella, con esa naturalidad que le permitía experimentarlo todo, adopta a una nueva mujer de profesión más liberal, bien vestida y con el pelo a lo garçon”, describe la comisaria. Hasta que decide volver al que, con intermitencias, ha sido su hogar, Murnau. El entorno perfecto para la vida sin complicaciones. Allí morirá en 1962.

“En la Guerra Mundial”, concluye Marta Ruíz del Arbol, “el papel que se le da es el de una persona a la sombra de un genio, testigo de excepción y complemento a la figura del artista. Haremos todo lo posible para cambiar el relato”.

‘Gabriele Münter. La gran pintora expresionista’. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Hasta el 9 de febrero de 2025.

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