Guadarrama, un nuevo parque nacional de poetas y bandoleros
VENTANA VERDE
Tenemos nuevo parque nacional, el decimoquinto, en la sierra que une y separa Madrid y Castilla y León. Recorremos sus mil historias, desde sus bandoleros, como ‘Chorra al Aire’, hasta sus poetas e intelectuales, pues fue símbolo para la España avanzada con que soñó la Institución Libre de Enseñanza. Y hacemos el viaje de la mano del profesor de historia y divulgador ambiental Julio Vías, uno de los hombres que mejor conocen estos paisajes, autor del libro ‘Memorias del Guadarrama’.
RAFA RUIZ / FOTOGRAFÍA: JAVIER SÁNCHEZ
Pocos paisajes tan intelectuales como el Guadarrama, al que se ha llamado «la sierra culta», porque ha sido motivo de inspiración para escritores y pensadores, poetas y pintores, desde Antonio Machado y Azorín, a Velázquez y Ortega y Gasset, quien escribió: «La sierra es una escultura luminosa ante nosotros. No anula la llanura; antes bien, la subraya naciendo de ella, conviviendo con ella en perenne diálogo plástico». Fue icono para la Generación del 98 y para la Institución Libre de Enseñanza, con Francisco Giner de los Ríos a la cabeza, que era un apasionado de llevar a sus alumnos a la sierra para iniciarles en los secretos y la armonía de la naturaleza.
Paisaje tan querido y depurador para la capital comenzó a defenderse ya en los años 20 del siglo XX. Se pedía su protección para que no cayera entre las dentelladas de urbanizadores sedientos de expandirse a toda costa (y toda montaña). Esa necesaria conservación ha llegado. Casi un siglo después, Guadarrama ha sido por fin declarado parque nacional. Es verdad que todos los expertos y amantes de la sierra señalan que es un parque nacional que nace empequeñecido, ruin; que el PP, el partido en el poder en el Gobierno central y en los dos gobiernos autónomos por donde se extienden sus límites, no ha tenido altitud de miras, sino otro tipo de altitud: y ha reservado la mayor protección, por presiones de alcaldes y agentes inmobiliarios, solo al territorio que queda por encima de la cota de los 1.600 metros. Pero también es verdad que, después de tantas luchas, demoras y mareos, la mayoría dan la bienvenida a este parque de casi 34.000 hectáreas (dos terceras partes en Madrid y un tercio en Castilla y León), el 15º de la red nacional y el 5º en extensión, y confían en que será completada su identidad y coherencia con posteriores ampliaciones. Entre esos que saludan el nuevo parque está el geógrafo, montañero y escritor Eduardo Martínez de Pisón, al que se puede considerar uno de los padres de este nuevo parque nacional, pues él redactó al comenzar el milenio el borrador del Plan de Ordenación de los Recursos Naturales (PORN), primer paso legal para proteger un área. Esto dice Martínez de Pisón: «Mire, aunque no es el parque nacional que a mí me habría gustado, porque nos ha salido un niño muy escuálido, bienvenido sea». Y entre esos que saludan el nuevo parque figuran el fotógrafo Javier Sánchez, autor de las imágenes que acompañan este reportaje, y gran conocedor y defensor de la sierra, y, otro nombre fundamental, Julio Vías, que lleva más de 30 años dedicado al periodismo ambiental y la divulgación histórica y cultural; él es el autor de Memorias del Guadarrama, publicado por La Librería, que va ya por su tercera edición y que es la recomendación, aparte evidentemente de invitar a pasear por la sierra, que hoy queremos traer a El Asombrario.
Julio Vías, que se crió en Miraflores y es el portavoz de las asociaciones conservacionistas en la Junta rectora del Parque Natural Sierra Norte de Guadarrama, señala: «Hay un abismo entre la propuesta elaborada por el equipo de Martínez de Pisón en 2004 y lo finalmente aprobado, diez años después. El Gobierno ha optado por un parque de mínimos. A pesar de las promesas del ministro Arias Cañete, las zonas con mayor valor de biodiversidad, con las parejas de águila imperial y buitre negro, se han quedado fuera de los límites del parque nacional. Es una paradoja que tenga más valor la zona periférica que el núcleo del nuevo parque. Pero, en fin, tenemos un punto de partida, y esperemos que crezca. Ha sido el parque nacional más difícil de la historia en salir adelante, porque ya estuvo a punto de serlo en 1923, tras la declaración de los de Covadonga y Ordesa. Pero no pudo ser entonces. Y no ha podido ser durante casi 100 años. Lo único que se consiguió entonces fue declarar monumentos naturales de interés nacional, que son fórmulas de conservación inoperantes. Ahora era el momento, el momento de aprovechar este pinchazo inmobiliario para sacarlo adelante; había que aprovechar esta última oportunidad».
Memorias del Guadarrama. Historia del descubrimiento de unas montañas arranca en el año 711, cuando el caudillo beréber Tariq ibn Ziyad invadió la península Ibérica en nombre del califa de Damasco al-Walid, y las montañas de Gredos y Guadarrama fueron durante largo tiempo escenario de sangrientas luchas. Durante tres siglos, las cumbres orientales de Gredos y las de Guadarrama, Somosierra y Ayllón formaron la llamada «frontera próxima» entre tierras cristianas y musulmanas.
Y prosigue el libro por cien historias apasionantes. Por ejemplo, en su discurrir paralelo a la Corona. Cuenta Vías que entre el siglo XII y el XVI, cruzar la sierra se convirtió en una aventura realmente peligrosa, por el bandidaje. «En alguna crónica medieval, por ejemplo, se habla de un tal Barrasa, un siniestro personaje que robaba, asesinaba y desfiguraba el rostro de sus víctimas en los solitarios pinares de Valsaín y la Fuenfría, y que acabaría consiguiendo el favor del rey Enrique IV, quien le nombró caballerizo como pago a sus servicios como guía durante sus cacerías de osos por la sierra».
Habla de las luchas entre pastores y lobos, que fueron siempre abundantísimos en las sierras de Madrid y Segovia, hasta la segunda década del siglo XX: «Desde tiempos muy antiguos los monjes cartujos de El Paular, que poseían una importantísima cabaña de ovejas merinas, organizaban batidas en las que empujaban a voces a los lobos desde las alturas del Reventón hasta una calleja de piedra que desembocaba en el patio trasero del monasterio llamado «de Matalobos», donde se los mataba a garrotazos». «A decir de los pastores, los lobos tenían sus aulladores en ciertos pasos característicos de las cumbres de la sierra. Desde allí hacían su llamada a la caza, en la que al primer aullido se iban sumando otros a más larga distancia, formándose así el lejano estrépito que en medio de la noche producía escalofríos a los habitantes de las majadas».
El libro está lleno de curiosidades, que nos ayudan a amar la sierra, porque conocer algo es tomarle cariño, y de ahí hay medio paso a velar por su protección. Historias curiosas; por ejemplo, de la nevería; «la actividad que durante siglos abasteció de nieve a Madrid, a Segovia y a los Reales Sitios, tuvo su época de esplendor a partir de finales del siglo XVI, cuando Felipe II mandó excavar en las inmediaciones del puerto de San Juan de Malagón varios pozos de nieve para abastecer al Real Monasterio de San Lorenzo de este producto de primera necesidad, utilizado desde la más remota antigüedad para conservar alimentos, enfriar bebidas y para variados usos terapéuticos». Y sigue relatando Vías en su libro: «En Madrid, el inicio del comercio de la nieve a gran escala se debió a la iniciativa de un interesante personajes llamado Pablo Xarquíes, un catalán afincado en la Corte a principios del siglo XVII que consiguió en 1608 un privilegio del rey Felipe III para transportar y vender la nieve de las sierras vecinas. Con este monopolio se le concedía la administración de la denominada Casa Arbitrio de la Nieve y Hielos, con la que llegó a hacer una gran fortuna y que seguirían regentando sus herederos hasta 1683, año en el que los derechos pasaron a manos de la hacienda real». El negocio se puso de moda en el Madrid de Felipe III: «Todos los engolados caballeros y las pretenciosas damas que caracterizaban la sociedad madrileña de la época, siempre haciendo alarde de hidalguía pero a menudo sin una blanca que llevarse a la bolsa, presumían de «beber frío de nieve», lo que fue también reflejado por el mismo Quevedo en La culta latinparla al satirizar las rebuscadas metáforas puestas de moda por Luis de Góngora y por otros poetas y escritores de la época, y que en este caso se empleaban para referirse a esta nueva costumbre adquirida por las gentes de Madrid, como ‘… bebo con armiño del frío, con requesones de agua, con vidrieras de diciembre, con algodón llovido».
Historias de lobos y neveros, y de bandoleros. Por esos montes y montañas hacía de las suyas la peligrosa banda de Manuel Rodríguez, conocido popularmente como el Rey de los Hombres, que, junto a su segundo, Juan de Nieva o Cabeza Gorda, robó y asesinó por la zona del Puerto de Navacerrada. Y Antonio Sánchez, apodado vulgarmente Chorra al Aire, que tan pronto asaltaba la diligencia de Burgos entre Buitrago y La Cabrera, como al poco tiempo desvalijaba a las gentes por los términos de Colmenar, Miraflores o Bustarviejo. Y Pablo Santos y Paco el Sastre, que se refugiaban en La Pedriza de Manzanares; el segundo de ellos acabó ejecutado en 1840 en un patíbulo levantado a las afueras de la Puerta de Toledo, en la capital. El último bandolero fue el Tuerto de Pirón, que fue condenado a cadena perpetua en 1888 y murió en 1914 en una prisión valenciana.
Y de los bandoleros a aquellos pioneros de una España distinta, más europea y civilizada; y cuya trayectoria truncada determinó tantos males de este país: «En las excursiones de la Institución Libre de Enseñanza interesaba todo: las características naturales del terreno, la flora y la fauna, los aspectos históricos y artísticos de los pueblos y aldeas, e incluso las costumbres, la psicología y la higiene de las gentes de la sierra. La rígida aunque apasionada personalidad de Giner les daba un carácter místico y trascendental, con el que pretendía iniciar a sus discípulos en los secretos y la armonía de la naturaleza. La disciplina era casi espartana, pues las jornadas se iniciaban al amanecer y se hacían recorridos de 30 kilómetros o más por los entonces difíciles caminos de la sierra. El mismo maestro, movido por su higienismo más o menos radical, llegaba a bañarse en pleno invierno en las heladas aguas del Lozoya». «Giner viajaba siempre con un cuaderno de notas donde describía el paisaje de cada lugar y anotaba la configuración de las montañas, sus ramificaciones, las divisorias de aguas, el caudal de los ríos y un sinfín de detalles más que le eran sugeridos por su carácter meticuloso». Su segundo, Cossío, llegó a escribir: «No había monte, puerto y arroyo que no conociera por su nombre y no lo tuviera anotado y dibujado de diversas maneras en sus cuadernos».
Reflejo en fin de las grandezas y las mezquindades de España, sierra culta que muestra lo mejor -Machado, Giner, Ortega y Gasset- pero también lo más negro de la península: «La guerra civil», podemos leer en el libro de Julio Vías, «además de convertir a la sierra de Guadarrama en uno de los míticos y más sangrientos escenarios del enfrentamiento entre las dos Españas, significó para estas montañas el fin de una dilatada época de esplendor cultural y científico, y el inicio de otra que traería largos años de menosprecios y ultrajes que acabarían por convertirla en uno de los espacios naturales más amenazados de Europa». Ahora, por fin, con el nuevo parque nacional, al menos se asegura cierta protección estricta en símbolos como Peñalara.
Comentarios
Por Pelayo Molinero Gete, el 11 junio 2013
Lo que no podían soñar esos poetas y bandoleros es que este parque iba a quedar «dividido» entre Madrid y Castilla y León. Ni que al paso de una «comunidad» a otra le iban a dar la bienvenida como si cruzar una frontera, como se puede leer al límite de Madrid con Segovia en la Nacional I. Machado, Ortega, Giner, por no ir al Marqués de Santillana o al Arcipreste de Hita, a Cervantes o a Quevedo, se quedarían helados con estos inventos «comunitarios».
Por Juan Ruiz., el 23 julio 2014
He aqui un ejemplo de para lo que sirven los gobiernos autonómicos,ademas de para crear puestos para politicos mediocres.