Guerra y paz en la exposición de las mejores imágenes del World Press Photo
Las mejores fotos periodísticas del último año han llegado a Madrid, hasta el 3 de noviembre: 140 imágenes de 43 fotógrafos premiadas en una nueva edición del prestigioso certamen World Press Photo, elegidas entre las casi 80.000 presentadas a concurso por 4.738 fotógrafos y fotógrafas de 129 países. Entre tanto impacto visual, en ‘El Asombrario’ nos centramos en Catalina Martin-Chico, la española residente en Francia ganadora de un segundo premio en reportajes gráficos con la historia ‘Colombia, (Re) Birth’, sobre la maternidad en las ex guerrilleras de las FARC.
Catalina Martin-Chico sabe mirar, sabe muy bien cómo contar historias a través de una cámara, pero es que después también sabe transmitirlas, con energía y pasión, a los periodistas. Así habla de Colombia, (Re) Birth. “Yo quería trabajar sobre el Acuerdo de Paz alcanzado entre el Gobierno de Colombia y el movimiento rebelde de las FARC, un esperanzador punto de inflexión sobre un conflicto que parecía que nunca acababa. Pero, claro, ¿cómo fotografiar un post-conflicto? Es duro decirlo, pero la paz no es tan visual como la guerra. En una nota de El País sobre el baby boom de las ex guerilleras, leí que el 40% de los guerrilleros eran mujeres, que muchas se habían quedado embarazadas, que estando en la guerrilla tenían que abortar o, como mucho para algunas privilegiadas, tener al bebé y luego abandonarlo en algún pueblo cercano. Pero con la llegada del acuerdo, esas mujeres por fin podían ser madres. Eso era lo que yo quería contar. Cómo algo que nosotros tenemos tan normalizado como es la maternidad, para ellas es algo totalmente extraordinario y les hace volver a la realidad de la vida cotidiana de la mayoría de la gente. Es el caso de Yorladis, embarazada por sexta vez, y que, por fin, por primera vez va a poder tener a su hijo”.
Una manera distinta de contar la realidad. Teñida tanto de dureza como de ternura, de historia cruel pero de perspectivas de futuro, de esperanza. Colombia, (Re) Birth habla de la violencia en la recámara y de la vida a través de la cámara de Catalina. “Fotos dulces de historias duras”, resume Catalina. Sin duda, una perspectiva, una sensibilidad, mucho más cercana para una mujer fotoperiodista.
La mirada con la que estamos construyendo el collage de la actualidad del mundo sigue estando muy dirigida por ojos masculinos y blancos y occidentales. Según las cuentas de la organización, la cantidad de imágenes presentadas al World Press Photo 2019 por reporteras gráficas aún no llega al 20% (aunque va aumentando año tras año, y el porcentaje de mujeres ganadoras de esta edición ya representa un tercio: han sido 14 de 43). Por otro lado, desde Latinoamérica solo llegaron un 6% de las fotografías y desde África el 2%; en la organización insisten en su interés en reflejar cada vez más puntos de vista diferentes sobre la realidad y el entorno que marca nuestras vidas.
Catalina reconoce lo arduo de este trabajo y lo poco rentable que resulta económicamente –aunque las satisfacciones vitales compensan–, pues la prensa cada vez trabaja más en lo precario, lo urgente y lo llamativo, y apuesta menos por historias a largo plazo, que requieren una producción cara y de mucho tiempo. Por eso, sus proyectos más ambiciosos y queridos son personales, no encargos (“es que te pueden mandar a hacer un reportaje a Yemen y quieren que lo soluciones en tres días, eso es imposible”). Proyectos personales en los que ella arriesga –dinero, tiempo e integridad física– para sacarlos adelante, como el de Yemen, adonde estuvo yendo cada año desde 2007 a 2017 y comprobando cómo el país se iba hundiendo en el caos y la violencia, o sus incursiones en las primaveras árabes en Egipto y Túnez, o los tres mese siguiendo a los últimos nómadas en Irán.
En Colombia lleva dos años trabajando, ha llegado a un punto de complicidad e incluso amistad con algunos de esos ex guerilleros y ex guerrilleras, sobre todo con ellas, y piensa seguir dándole continuidad al proyecto, para contar también lo difícil que lo tienen, lo difícil de montar una familia y un hogar, superar el pasado, encontrar un trabajo, integrarse en la sociedad… Ese deseo de normalidad, de introducir un ambiente doméstico y dulce en su vida, se refleja en la decoración de sus casas, “con un punto Disney aunque sus vidas no tienen absolutamente nada de Disney”, apunta Catalina. El deseo de buscar algo de rosa y seda en su rugosa trayectoria vital. Su trabajo aún no lo ha conseguido publicar en España. “Me dicen que ya es algo pasado, que el tema de las FARC está muy trillado… ¿Te das cuenta de lo difícil que es apostar por el post-conflicto y por temas a largo plazo?”. En Francia sí se ha publicado en las revistas Marie Claire y 6Mois.
Haciendo un recorrido por la exposición, que trae Tucutucu Producciones por décimo año consecutivo a Madrid, al COAM, nos impresiona, claro, la foto ganadora, la Foto del Año 2018, del estadounidense John Moore: “La pequeña Yanela Sánchez llora mientras ella y su madre son detenidas por la policía de la frontera estadounidenses en McAllen, Texas, tras haber viajado durante un mes por Centroamérica y México antes de alcanzar EE UU para solicitar asilo”. La imagen dio la vuelta al mundo y se convirtió en símbolo de la inhumanidad de la política de “Tolerancia Cero” que ese energúmeno millonario convertido en presidente, Donald Trump, había anunciado ese verano y que contemplaba la detención inmediata de inmigrantes ilegales y la separación de sus hijos menores.
Los conflictos fronterizos y los muros se han convertido en esta edición de World Press Photo, la 62, en uno de los temas más presentes, a través sobre todo de la tensión entre EEUU y México. Además, no podían dejar de aparecer las eternas guerras en Siria (trabajo del sirio Mohammed Badra para European PressPhoto Agency) y en Yemen (reportaje del italiano Lorenzo Tugnoli para The Washington Post); en este pobre país, 22 millones de personas, un 75% de la población, precisa ayuda humanitaria. También asistimos al fanatismo del terrorismo en Afganistán (una ambulancia cargada con explosivos mató a 103 personas e hirió a otras 234 en un mercado de Kabul, fotografías del australiano Andrew Quilty, de la agencia VU) y la salvaje ofensiva antidroga emprendida en Filipinas por el presidente Rodrigo Duterte (en poco más de dos años se ha cobrado más de 12.000 víctimas, según datos de Human Rights Watch; fotografías del filipino Ezra Acayan).
Tampoco podían faltar las difíciles situaciones que se viven en Venezuela (fotos de Alejandro Cegarra) y México (trabajo La casa que sangra, de Yael Martínez): “En México, más de 37.400 personas están desaparecidas, según fuentes oficiales [permitidme un inciso: si esto dicen las estadísticas oficiales, imaginad la realidad]. Se cree que la mayoría de ellas han muerto, víctimas de la creciente violencia que se ha cobrado más de 250.000 vidas desde 2006 [57 muertes violentas al día]. Esas desapariciones son el origen del trauma psicológico persistente en las familias que sobreviven. La violencia tiene sus raíces en la guerra entre los poderosos cárteles de la droga de México, instigada por el presidente Felipe Calderón durante su mandato de 2006 a 20012, y continuada por su sucesor, Enrique Peña Nieto”.
Sí, el mundo está lleno de atrocidades. También de discriminaciones y acoso a personas a las que los convencionalismos sociales han decidido considerar diferentes; ahí tenemos las delicadas imágenes de mujeres transgénero de avanzada edad en EE UU, retratadas por Jessica Dimmock “en los lugares en los que ocultaron sus identidades femeninas durante décadas”. Ese es el objetivo que le gusta subrayar a la fundación holandesa World Press Photo: “Conectar el mundo con las historias que importan”. Por eso también quiere reflejar otras caras más positivas, que nos digan que la vida siempre se abre paso y la Humanidad camina más o menos hacia delante.
Y por eso nos resulta un descanso y alegría para la vista, y el alma, esos retratos de falleras realizados por la brasileña Luisa Dörr. O la instantánea de Finbarr O’Reilly sobre la Semana de la Moda de Dakar. O los torneos turcos de lucha en aceite, captados por Elif Ozturk, que se celebran cada julio cerca de la ciudad de Edirne desde hace 660 años y que son ya un clásico de la iconografía del morbo masculino. Los luchadores llevan solo unos pantalones de cuero hasta la rodilla y compiten sobre la hierba tras haber sido untados con aceite. Quizá sea solo una mancha de aceite y sudor entre tanta sangre, maltrato y calamidad, pero se agradece.
‘World Press Photo 2019. Edición Madrid’. Sala Mercadal del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, COAM (Hortaleza, 63). Hasta el 3 de noviembre. Precios entre 3€ y 5,5€.
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