Gus van Sant, reconocimiento total: desde sus acuarelas a su compromiso gay
Tras grandes creadores como Kubrick, Antonioni y Scorsese, la Cinemateca francesa presenta por primera vez la obra plástica y cinematográfica de Gus Van Sant en una retrospectiva sin precedentes, que abarca, con todas sus consecuencias, desde su habilidad con las acuarelas a su compromiso con las reivindicaciones e inquietudes de la comunidad homosexual. Podrá verse hasta agosto.
“Aprendí cine viendo películas hechas por pintores”, afirmaba recientemente Gus Van Sant en una entrevista. Una reflexión que sin duda le debe a un par de profesores del instituto que, por entonces, gozaron del estatus de gurú entre los alumnos. A través de sus clases, un Gus Van Sant todavía adolescente descubrió en paralelo el mundo de la pintura y el cine, llegando a participar en un viaje de estudios a Roma que le permitiría conocer al mismísimo Pasolini en plena post-producción de Salò.
La precoz obsesión de Van Sant por el séptimo arte no tardó en llevarle a cambiar el pincel por la cámara sin dejar atrás su formación plástica. Aprovechando la influencia de la nouvelle vague en el cine estadounidense, comenzó rodando varios cortometrajes experimentales hasta que en 1985 debutó con Mala Noche, una adaptación de la novela autobiográfica del poeta Walt Curtis en la que la homosexualidad y el amor no correspondido se entremezcla con la inmigración ilegal mexicana.
En su segundo largometraje, Drugstore Cowboy (1989), Van Sant llevó a la gran pantalla un exitoso cóctel de drogas y adolescencia -fórmula que, años después, Larry Clark repetiría en su celebrada ópera prima KIDS (1995)-. La elección de Matt Dillon como actor principal y su lucha con los productores para incluir el inolvidable cameo de William Burroughs en el montaje final de la película evidenció su habilidad para conectar con un público juvenil sin renegar por ello del legado dejado por los padres de la generación beat del que se sentía heredero. En este sentido, además de dirigir al citado Burroughs, la exposición también incluye el cortometraje Ballad of the skeletons, protagonizado por el poeta Allen Ginsberg –otro de los fundadores del movimiento contracultural-, a quien Van Sant dedicó el personaje interpretado por Robin Williams en El indomable Will Hunting.
Otra de las salas de la exposición se encarga de desvelar las más de 300 polaroids realizadas entre 1983 y 1999 a modo de screen test como parte del proceso de casting, acompañadas de varios collage, cut-up hechos a partir de fotografías superpuestas e incluso videoclips de grupos como Red Hot Chili Peppers, Hanson o David Bowie, en los que Van Sant exprime todas las posibilidades artísticas de la imagen. Ahora bien, el clímax fotográfico de la muestra lo protagoniza el icónico portfolio de Bruce Weber publicado en 1991 en la revista Interview coincidiendo con el estreno de My Own Private Idaho, la película que dio paso a una nueva generación teen en la que Van Sant se rodeó de dos jóvenes promesas: Keanu Reeves y el malogrado River Phoenix.
“Las escenas largas permiten al público reflexionar y pensar por sí mismos”, afirmaba el director en alusión a su manera de dirigir. Una cadencia marca de la casa igualmente omnipresente en las tres películas que integran lo que podríamos denominar la trilogía de la muerte de su filmografía: en Gerry (2002) la fatalidad llega a manos de un amigo, en Elephant (2003) –inspirada en la matanza de Columbine-, de un desconocido, y en Last Days (2005) –en la que Van Sant recrea los tres últimos días de Kurt Cobain antes de suicidarse- de la mano del propio protagonista.
Hubo que esperar al estreno de Milk (2008) para que la tragedia adquiriera tintes políticos, dejando entrever la faceta militante de Van Sant en pro de la causa homosexual. Una faceta que el director volverá a poner de manifiesto en When We Rise, una mini serie post-Stonewall rodada en San Francisco que en breve será difundida por la conservadora cadena ABC en la que se dará a conocer la labor de tres activistas queer desde 1972 hasta nuestros días.
Por si esto fuera poco, la exposición también recupera la serie de acuarelas en gran formato exhibidas en la galería Gagosian de Los Ángeles en 2011. Una oportunidad que la también galerista y diseñadora Agnès b. no ha querido perderse, produciendo para la ocasión una camiseta en edición limitada con una de las pinturas del director. Y es que puede que Gus Van Sant no sea David Hockney, pero si algo merece ya a estas alturas, es ser considerado como un artista.
La retrospectiva sobre Gus Van Sant en la Cinemateca francesa durará hasta el 31 de julio; las proyecciones son semanales y abarcarán toda la filmografía del director.
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