¡Hay que buscar y recuperar las sirenas (queer)!
Tanto hablar, tanto hablar de la Inteligencia Artificial… Giro de 180 grados. Llega ahora la Inteligencia Líquida. La Fundacion TBA21 (Thyssen-Bornemisza Art Contemporary) y el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza han traído a Madrid ‘Inteligencia líquida’, una exposición colectiva sobre la crítica situación de la vida en los océanos que sumerge al visitante en sus múltiples ecosistemas y le propone expandirse, dejarse fluir, romper barreras y formatos, buscar fantasías y sirenas, que, si no, la vida es torpe, estrecha, aburrida, repetitiva, cansina.
En la presentación, Chus Martínez, comisaria de la muestra junto con Soledad Gutiérrez y María Montero Sierra, se sumergió hasta el fondo en el espíritu oceánico: “Una de las grandes dicotomías incorporadas a nuestra cultura es una forma de pensar que prioriza la materia sólida y considera secundarios los fluidos y la vida líquida”. Llega esta muestra para –dijo– recuperar los cuentos, las fantasías… Y las sirenas… “La inteligencia líquida es la que permite abrir puertas, traspasar umbrales, romper fronteras, hacerse otros mundos a nuestra medida, como los que elaboran las nuevas generaciones en las pantallas y en las redes”. “Espacios de fantasías, pero también de cuidados, de afectos, de querencias”. Una exposición que nos invita, como muchas otras que en los últimos años ha organizado TBA21 en el Thyssen, a fluir. Por eso en Inteligencia Líquida, destacó la comisaria, hay muchas sirenas y figuras mutantes, que nos hablan de “la expansión y transformación de los físicos”. Que no todo sea monolítico, acordado, clasificado e inmutable. Vivimos tiempos líquidos, como ya hace años instauró el sociólogo y filósofo polaco-británico Zygmunt Bauman, y cada vez más no solo en el devenir de las sociedades sino también en nuestros propios cuerpos. Expandámoslos, transmutémoslos. Juguemos con ellos. La exposición tiene también mucho de juego.
Y por algo, como toda una declaración de principios (aunque quizá en la fluidez no haya que fijarse mucho en los principios, sino en los recorridos y evoluciones), la muestra se abre con una proyección de la artista surcoreana Anne Duk Hee Jordan. Muy poética, líquida y gelatinosa, “la vida queer del océano”, la definió Chus Martínez. En esta obra, “la artista reflexiona sobre la ‘estupidez artificial’ –que es la que predomina en nuestra especie– y sobre la inteligencia líquida, conductiva y orgánica del océano. Lúdica y empática, se conecta con la larguísima tradición asiática de entender la inteligencia natural desde la vida de larvas, virus, bacterias, insectos y animales, normalmente denostados en las pirámides evolutivas creadas en Occidente, primero por la religión y reforzadas más tarde por las teorías de Charles Darwin”.
A partir de ahí, nos encontramos los tubos-anélidos de Jumana Manna; formatos clásicos como las obras de Ana Mendieta y los cuadros sobre el Amazonas de Lucas Arruda; los Cuerpos de Agua de Saelia Aparicio, que fantasea con la posibilidad de seres híbridos; las mareas y corrientes de Inês Zenha, que crea “un lenguaje afirmativo de la importancia de ser agua, de entender los afectos dese la inteligencia oceánica que todo lo envuelve, creando un nuevo imaginario expresivo y una pedagogía de la coexistencia (como los poetas simbolistas, la obra de Zenha tiene total confianza en la imaginación y la fantasía); más los trabajos fílmicos de Beatriz Santiago Muñoz, centrándose en el Caribe, y de Sonia Levy, que estudia Venecia y su laguna.
Por encima (y debajo) de todo (hasta el fondo), uniendo la obra de ocho artistas internacionales, lo que importa, según resaltó la comisaria, es que esta exposición “contribuye a crear un campo de conectividad entre sistemas”. Reivindiquemos las sirenas.
Además, Inteligencia Líquida (cuyo subtítulo es Cómo la inteligencia perdió su cuerpo humano para volverse plural y capaz de incorporar los valores del océano) proyecta la dedicación de TBA21 al desarrollo de proyectos de investigación liderados por artistas que trabajan en el ámbito de la ecología. Estos proyectos exploran la interacción entre el arte y la ciencia y responden a la creencia en el arte y la cultura como “vehículos de transformación social y medioambiental”, la base desde la que se llevan a cabo todas las actividades de TBA21.
Desde la fundación subrayan, más allá de lo poético de la muestra –algo que también destacó Guillermo Solana, director artístico del museo, en la presentación– el eco-mensaje que quieren enviar: “La salud de los océanos, indispensable para la subsistencia y el bienestar de todas las criaturas del planeta, es un factor crucial en la crisis climática. La explotación indiscriminada de sus recursos, la contaminación acústica y química, además de las amenazas presentes y las que se dibujan en el horizonte –como la extracción masiva de materiales de los fondos marinos–, lo deterioran de manera irreparable y tienen implicaciones inimaginables en el futuro de todas las especies. Inteligencia líquida despliega múltiples propuestas artísticas y recurre a diversos lenguajes que nos acercan al océano y a los ecosistemas acuáticos generando experiencias inmersivas” (por cierto, últimamente parece que nada pinta en el arte si no se le añade la coletilla de que la propuesta es “inmersiva”).
Termina así la nota de prensa de TBA21: “La exposición se convertirá en un espacio en el que artistas, comisarios, científicos y pensadores del ámbito internacional propondrán sus enfoques sobre la vida acuática en forma de performances, encuentros y conversaciones. Un lugar en el que todas las formas de vida y sus inteligencias convivan sin recurrir a las jerarquías, la violencia o la destrucción”.
Fluye y busca sirenas. Si en el bullicioso Madrid es cada vez más difícil encontrarlas (aunque cantos de sirenas haya muchos), al menos el Thyssen hace un esfuerzo por sugerírtelas.
‘Inteligencia Líquida’, organizada por la Fundación TBA21 y el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, con el patrocinio de la empresa multinacional Urbaser, estará abierta hasta el 28 de enero.
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