Holapueblo y otros proyectos para atraer gente al mundo rural
“Cuando unos niños que jugaban en el pueblo rompieron un cristal con un balón no sabía si salir a echarles la bronca o a darles un abrazo”. Es comprensible esta reacción de José Ramón Freire, alcalde de El Frago (Zaragoza). Hace cuatro años el pueblo iba camino de la despoblación y ahora han vuelto a abrir la escuela tras 32 años cerrada. Es un ejemplo de los efectos derivados de proyectos de repoblación rural que ponen en contacto a ayuntamientos necesitados de atraer población con familias en busca de nuevas oportunidades, casi siempre procedentes de zonas urbanas. Holapueblo, Arraigo y Nuevos Senderos son algunos de estos proyectos, pero también sigue habiendo personas que, por cuenta propia, dan el paso de la ciudad al pueblo.
“Fue un amor a primera vista. Llegamos un sábado de invierno por la mañana. Nos esperaban con la estufa encendida y con el desayuno preparado. Una experiencia conmovedora. No nos conocían y los vecinos nos esperaban. Sentíamos que nos estaban tendiendo una mano”. Esto es lo mejor que se podían encontrar Mercedes Molinas –es quien relata el recibimiento– y Esteban Valdez, junto a sus dos hijos de 6 y 8 años, tras dejar en 2021 la ciudad de Santa Fe, en Argentina, con medio millón de habitantes, y llegar a Tragacete, un pueblo de Cuenca con 250 habitantes.
La plataforma de lucha contra la despoblación Holapueblo, impulsada por Redeia, AlmaNatura e IKEA ha conseguido que, desde 2021, 133 personas pertenecientes a 51 familias como la de Mercedes y Esteban se instalen en 34 municipios que sufren despoblación en España, y que pongan en funcionamiento 30 negocios. Es uno de los principales logros de unos proyectos que ponen en contacto a los municipios con los futuros pobladores a partir de un proceso de selección, tutoría y acogida que hace que a las familias insertas en cualquier iniciativa repobladora no tengan ni una visión idealizada y bucólica con la que en muchas ocasiones se mira desde la ciudad a los pueblos, ni paternalista, también de cariz urbanita, ligada a un sentimiento de salvamento de unos pobres pueblos desiertos o abandonados.
“No estamos salvando nada, somos unos más”
“Claro, no nos mueve nada esa idea de que estamos salvando algo, sino participando en un proyecto en el que somos unos más; por eso el trabajo previo con el ayuntamiento es fundamental”, relata Mercedes Molinas. Antes, para informarse, había participado en Facebook en foros sobre repoblación rural “en los que la queja principal es que no responden desde los ayuntamientos”. “Pero a mí me respondieron de un día para otro. Fue una de las primeras sorpresas gratas que nos dio Tragacete”.
Presentó el proyecto que previamente había expuesto a AlmaNatura y a Holapueblo, una escuela de tiro con arco para revitalizar el ocio y el turismo en la zona. “Por su parte, el Ayuntamiento, gracias a la rehabilitación del cuartel de la guardia civil nos ofrecieron lo que a cualquier familia dentro de Holapueblo: casa con un alquiler gratis por seis meses y espacio para nuestro proyecto de oficio”, añade Mercedes.
Que el proceso es complicado y el asentamiento duro lo relatan todas las familias, y más si coincide con la pandemia por covid-19, como ha ocurrido en muchos casos. En Holapueblo van por la cuarta edición de su programa. Hasta la tercera han atendido a 148 municipios con problemas de despoblación y a 114 familias que deseaban hacer un cambio de vida instalándose y emprendiendo un negocio. La diferencia entre los pueblos y familias atendidos y los que han conseguido acoger y asentarse, respectivamente, depende de muchos factores.
Elena García, coordinadora de Holapueblo desde AlmaNatura, explica: “El destino tiene que cubrir las necesidades que buscan las familias y a estas puede que a veces, en medio del proceso, les cambien los planes de vida, pero siempre dejamos las puertas abiertas por si vuelven a cambiar las cosas”. La vivienda es otro factor limitante importante. “Los municipios han de tener vivienda identificada, pero alguna no reúne las condiciones idóneas (frío, calor, muy pequeña, no apta para personas dependientes…). La falta de diversidad en la vivienda es un reto muy importante ahora mismo, y trabajamos con los municipios para mejorar esto de cara al futuro”, asegura la coordinadora de Holapueblo. El objetivo es elaborar una hoja de ruta que ayude a los ayuntamientos a crear o fortalecer bolsas de viviendas en sus municipios.
“Donde antes había oscuridad ahora hay luz”
La escolarización es otro factor importante a la hora de atraer a familias con menores. “Fue llegar nosotros y conseguir un grupo para poder abrir la escuela, después de 32 años cerrada”. Habla Glenda Sarango, que junto a su esposo Juan Gabriel Díaz dieron el salto de Madrid a El Frago, un pueblo de la comarca de las Cinco Villas de Zaragoza que estaba en serio riesgo de despoblación en 2019 y entró en otro proyecto, Arraigo. “Teníamos 27 habitantes, y ahora estamos en 80”, afirma José Ramón Reyes, el alcalde. “Pero lo mejor es que ahora hay alguien en las calles casi constantemente, sobre todo niños; donde antes había oscuridad ahora hay luz, multiculturalidad, y nos entendemos”.
Glenda y su marido venían del negocio de la hostelería en la ciudad de Madrid y decidieron emprender un camino similar en El Frago. “Aquí ya no había bar, pero dimos un paso más, porque cuando estaba abierto no se daban comidas, y nosotros ofrecemos menú, tapas y raciones, una carta que poquito a poco hemos ido incrementando”, asegura esta ecuatoriana con amplias raíces echadas en España tras más de 20 años en nuestro país. También relata el cariño con el que fueron acogidos, que ahora sienten que devuelven al pueblo al abrir de nuevo el bar y ofrecer un servicio e incluso una labor social que se había perdido.
Arraigo echó a andar en 2019. Desde entonces tienen en cartera en torno a 15.000 familias demandantes y 800 arraigadas. El proyecto establece alianzas con empresas (patrocinadoras y colaboradoras), administraciones públicas y asociaciones y entidades sociales para consolidar el trabajo con los ayuntamientos y las familias asentadas. Actualmente cuentan con 40 técnicos repobladores repartidos principalmente por Castilla-La Mancha, Castilla y León, Granada y Zaragoza.
Nuevos Senderos
Enrique Martínez, presidente de Arraigo, afirma: “Nos hemos internacionalizado y contamos con oficina en La Habana, donde tres compañeros seleccionan a las familias que estamos trayendo, todas descendientes de españoles que, gracias a la ley de Memoria Histórica, tienen el pasaporte español”.
De familias fuera de nuestras fronteras saben mucho en otro proyecto, Nuevos Senderos, aún más antiguo, ya que comenzaron su andadura en 2002 con el programa Integración sociolaboral de familias inmigrantes en zonas rurales despobladas, impulsado por el Consorcio de Entidades para la Acción Integral con Inmigrantes (Cepaim) y financiado por el Ministerio de Trabajo y Economía Social y el Fondo Social Europeo.
En 2002, Cepaim se planteó “experimentar modelos de acompañamiento de familias inmigrantes desde grandes ciudades al medio rural en despoblamiento”. En un repaso a esta andadura en el último número de su revista, La Artesa, Sali Guntín, patrona de la Fundación Cepaim, recuerda: “El objetivo de esta intervención/piloto fue alcanzado con éxito en el periodo 2002-2004: diez familias se trasladaron al medio rural con empleo y vivienda, produciéndose además un efecto a veces trascendental para los pueblos, puesto que pasaron a realizar labores vitales para la sociedad rural que las acogía y todo ello con un grato nivel de convivencia”. En este primer caso, las familias se asentaron en pueblos de la provincia de Teruel.
Momentos de flaqueza
El asentamiento conlleva también momentos duros, incluso de flaqueza, no solo por dejar atrás familias y relaciones sociales afianzadas durante años, sino también por el cambio de la ciudad, con multitud de servicios a mano, al pueblo. “Al principio tuvimos que trabajar mucho y duro. Y sí, hay momentos especialmente de mucho estrés en los que paras y te preguntas: ¿lo hemos hecho bien? Nos sobrepasó el trabajo en pleno verano de 2022 en el bar, cuando llegamos, pero luego llega el invierno y todo es más tranquilo. Salimos adelante con mucho esfuerzo y nuestro balance es positivo”. Así relata Glenda ese hacerse a una nueva vida en un lugar completamente distinto a Madrid como es El Frago.
“Nosotros huíamos sobre todo de la inseguridad con la que vivíamos en Santa Fe, donde nuestros hijos no podían jugar en la calle; buscábamos tranquilidad y trabajar a un ritmo más saludable, pero también establecer vínculos con más gente rápidamente, como lo que teníamos en Santa Fe”. Esto lo encontraron Mercedes, Esteban y sus hijos en Tragacete, a pesar de que la escuela de tiro con arco no se consolidó y que derivaron el negocio hacia el calzado artesanal y la gestión de alojamientos rurales en la zona. Aunque no se arrepienten del paso dado, también les llegan sus momentos de flaqueza, sobre todo en situaciones de alegría, como cumpleaños, o tristeza, fallecimiento de familiares.
Escolarización y conexión digital rápida, dos retos
“Nuestro hijo ha cumplido 12 años y tiene que ir a Cuenca al instituto y residir allí. Fue un momento muy complicado. Hay mucha gente en los pueblos que es entonces cuando se va de lo rural a la ciudad. Lo tienen incluso previsto, no soportan que su hijo emprenda solo esta marcha. Es una gran contradicción que tiene la repoblación. Logras mantener la escuela abierta para que luego se nos vayan sí o sí a los 12 años. Cada año se nos van dos o tres niños, con lo que tienes que tener un ritmo muy alto de entrada de nuevos niños en la escuela”. Pero Mercedes es luchadora y se rebela contra esta contradicción; advierte que “la ley permite seguir estudiando online hasta los 14 años”. Se ha puesto en contacto con la Fundación Los Maestros, que trabaja desde Tragacete para intentar revertir esta y otras dinámicas que afectan a la escolarización en zonas rurales.
Y luego está la falta de una conexión a internet estable y rápida, algo que es esencial para que el hijo de Mercedes y otros escolares puedan acogerse a este estudio online. Es algo que relacionan con los momentos duros Alejandra Nieto y Luis Miguel Barragán Arroyo, que desde Madrid y Estocolmo (Suecia), respectivamente, se juntaron tras 25 años desconectados y decidieron emprender una nueva vida en el pueblo de sus ascendientes, Montemayor del Río, al sur de Salamanca. Luis Miguel opina que contar con un internet potente es fundamental para que mucha más gente se asiente y pueda teletrabajar”.
Compartir experiencias
Posiblemente esto no les hubiera pasado a Alejandra y Luis Miguel si hubieran estado insertos en algunos de los proyectos mencionados, donde se tienen muy en cuenta una buena conexión a internet, la oferta de vivienda o la existencia de consultorio médico y centros educativos. Esta pareja de Montemayor del Río se suma a muchas personas que formando o no familias vuelven al pueblo en el que nacieron o en el que veranearon tras salir a la ciudad en busca de más y mejores oportunidades. Algunas de esas personas las encontraron, pero a costa de “un alto nivel de estrés, dentro de una locura de trabajo”, apunta Alejandra en referencia a su experiencia laboral en Madrid.
“En Montemayor del Río comenzaba una nueva vida”, prosigue Alejandra. “Luis Miguel vino con trabajo, dentro de la exportación del sector cárnico de Guijuelo. ¿Pero yo qué hacía? Desde mi infancia me había gustado pintar, y también la cerámica. Comencé a formarme, y de ahí pasé a montar un taller en la planta baja y una tienda en la alta de una casa. Creé el Obrador de Momo. Empecé a hacer obras únicas, personalizadas, por ejemplo para restaurantes, con dos meses de lista de espera para las entregas. Ahora son de seis a siete meses”.
Para esta entrevista doy también con Alejandra en Cáceres, donde imparte una ponencia junto a 11 emprendedores más en el medio rural: “Demostramos con nuestras experiencias que sí se puede hacer, que no es fácil, que es duro, que te lo tienes que currar mucho, pero que hay salidas, sobre todo si manejas muy bien las nuevas tecnologías, internet y las redes sociales”. Desde Tragacete, Mercedes añade algo más: “Somos conscientes que contar nuestra experiencia puede animar a más gente a afrontar la suya en pueblos maravillosos, pero de una manera consciente y reflexiva, para que no se vacíen”.
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