Las huelgas de mujeres: aprender del pasado para continuar la lucha
Hoy, 1 de Mayo, traemos a ‘El Asombrario’ a la periodista Josefina L. Martínez, que ha recuperado la tradición de la reivindicación obrera protagonizada por mujeres a lo largo de la historia. Un libro financiado mediante ‘crowdfunding’ en el que han participado decenas de personas muestra al público cómo la organización y el apoyo mutuo siempre fueron, y son, uno de los pilares fundamentales en el feminismo. ‘¡No somos esclavas! Huelgas de mujeres trabajadoras, ayer y hoy’ (Libros&Rosas, 2021) vuelve a recordarnos que los derechos se conquistan en el debate y en las urnas, que las demandas se defienden en la calle y que las injusticias y opresión del sistema capitalista se desplazan de unos lugares a otros sin el menor problema.
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Ellas siempre lo tuvieron mucho más complicado ante los ataques del capital. Allá donde se producía cualquier abuso empresarial, para las mujeres se sumaba la obligación de lidiar con el mantenimiento del hogar y el cuidado de la descendencia. Un hilo rojo y morado recorre la historia de la lucha feminista obrera, un hilo que tiene remaches en todos los continentes del planeta, en todos los barrios humildes de las grandes urbes, pero también en las zonas más empobrecidas: misma lucha, diferentes latitudes.
“Todo surge después del proceso de huelgas de mujeres el 8M, donde muchas empezamos a fijarnos en el pasado, en ese hilo rojo y morado, para poder recuperar experiencias, triunfos, derrotas y formas de organización para enfrentar las luchas que aún tenemos por delante”, comenta la autora.
La monografía inicia su andadura con el relato de las huelgas de inquilinas que aconteció en Buenos Aires en 1907. Tras la capital argentina, Glasgow, pero también ciudades del Estado español como Barakaldo, Barcelona y Tenerife. “La cuestión de la vivienda ha estado de forma genealógica atravesada por el género, las migraciones y la clase. De igual modo, las mujeres trabajadoras y migrantes se encuentran hoy al frente de la resistencia contra la usura de los bancos y contra los desahucios”, relata el libro, que cuenta con ilustraciones de Emma Gascó.
Esa lucha feminizada pero no meramente feminista es resultado del propio capitalismo al relegarlas a ellas al espacio privado, el hogar, y a los hombres al espacio público, el trabajo asalariado: “La sociedad capitalista y patriarcal bebe de muchas tareas relacionadas con la reproducción de la vida y de la fuerza laboral futura, porque nosotras criamos a los trabajadores del mañana, los alimentamos, y todas esas tareas recaen sobre las mujeres. La cuestión de la vivienda, la comida, la sanidad y el transporte público están muy ligados a las luchas de las mujeres en los barrios y hogares”, desarrolla Martínez.
La reciente publicación aborda experiencias de Estados Unidos, pasadas y presentes: “Aunque se refleja poco en los medios de comunicación, en este país se está dando una emergencia de luchas sociales lideradas por mujeres trabajadoras y por las personas migrantes”, explica. Y del país norteamericano, a Rusia y la huelga de mujeres contra el aumento de los precios de los alimentos que encendió la chispa de la revolución que marcaría la historia mundial del siglo XX. Según la periodista, “las mujeres no solo estuvieron al frente de esa huelga, sino también del proceso revolucionario entre febrero y octubre de 1917, lo que se notará después en las medidas que va a tomar el nuevo Estado con ellas: legalización del aborto, creación de guarderías y comedores públicos para facilitar la emancipación de la mujer, aunque todo ello se vio trastocado con la llegada de Stalin al poder”.
Algo más cercano en el tiempo y en la distancia es la huelga de las trabajadoras de Induyco, de El Corte Inglés. En plena transición, años 1976 y 1977, unas 7.000 trabajadoras textiles de Madrid mantuvieron un parón muy duro para exigir la reincorporación de tres compañeras y un trabajador despedidos en un conflicto previo. “Las condiciones laborales eran pésimas, los ritmos de trabajo intensos y las jornadas laborales agotadoras. Las planchadoras estaban de pie desde las 8:15 de la mañana hasta las 16:30 de la tarde y no tenían siquiera espacio para comer y sentarse media hora”, relata el libro.
Y una vez más, las mujeres lidiando contra el patrón, el marido, y muchas veces contra sus padres. “Sus reclamos también estaban orientados para evitar el acoso laboral de los jefes, algo que solo les afectaba a ellas, de igual manera que se enfrentaban a sus compañeros y familiares que no entendían que después de trabajar participaran en los piquetes y manifestaciones en lugar de cuidar de sus hijos”, apunta Martínez. Ella misma retrotrae la cuestión al presente: “Todas estas grandes firmas, como El Corte Inglés, tratan de ocultar con sus campañas de publicidad que el secreto de sus ganancias está en la explotación. Ocurría en los 70 pero ahora también con firmas como Inditex; lo único que la explotación actual se da en el Sudeste asiático”.
La segunda parte de la monografía aborda el presente desde una perspectiva tan inclusiva como es el feminismo actual. Trabajadoras de Myanmar, temporeras de Huelva, defensa de la naturaleza en América Latina y las trabajadoras internas son las protagonistas de un relato que también se entrecruza con la realidad pandémica. “Las mujeres de Myanmar, trabajadoras en fábricas maquilas, tuvieron que salir a la calle con un cartel diciendo que no eran esclavas, y de ahí el título de la obra. Ni siquiera les dejaban organizarse en sindicatos”, explica la periodista en referencia a las condiciones en las que miles de personas ensamblan las piezas de los móviles que utilizamos.
El feminismo de mujeres blancas, de clase media-alta y europeas, no tiene cabida en la historia del movimiento obrero, tal y como refleja Martínez en su publicación, donde se recoge que “a lo largo de toda su historia, el capitalismo ha promovido y utilizado a su favor el racismo y el machismo como formas de diferenciar sectores ultraprecarios y con peores salarios al interior de la clase obrera”. Y es en ese interior en el que se ubican las temporeras de Huelva, en su mayoría procedentes de Marruecos: “Sus huelgas son muy importantes porque lo que les sucede no es algo excepcional, sino un modelo de explotación que utiliza el racismo institucional para aprovecharse de mujeres en una situación de vulnerabilidad extrema”, agrega la autora.
En realidad, “la organización ha sido clave en la lucha de las mujeres porque ellas han tenido que hacer frente a estructuras que siempre han estado masculinizadas, incluyendo en muchas ocasiones los sindicatos. Esto no muestra su lugar de víctimas sino el espacio avanzado que tienen en la lucha, en la primera fila de los trabajos precarios pero también de la organización contra el sistema capitalista y patriarcal”, explica Martínez. Y finaliza: “Lo que ha cambiado respecto al pasado es que las mujeres trabajadoras y la clase obrera en su conjunto es mucho más amplia, masiva y diversa que a principios del siglo XX, pero hay que conseguir que esa fuerza se convierta en organización, porque la lucha persiste”.
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