‘Idomeneo’: refugiados y la guerra de Siria para un manifiesto pacifista
El Teatro Real estrena hoy una nueva producción de la ópera Idomeneo, rey de Creta de Wolfgang Amadeus Mozart con puesta en escena del canadiense Robert Carsen y dirección musical de Ivor Bolton. La crisis de los refugiados, el drama del Mediterráneo y la contienda siria son elementos actuales que le sirven al dramaturgo para anclar en el presente una fábula que resulta ser, al fin y al cabo, todo un manifiesto pacifista.
Se levanta al telón y nos encontramos en un campo de refugiados en una isla del Mediterráneo. Tras un conflicto bélico que se ha prolongado más allá de una década, una valla metálica separa a los vencedores de los vencidos. Detrás de la cerca, los militares; y más allá, el mar como una obstinada presencia. Como un recordatorio. En el otro margen, los desplazados. No es casualidad que el público haya quedado con ellos de este lado de la barrera: una necesaria advertencia de que nadie está a salvo del horror.
Así arranca la nueva producción de Idomeneo que se estrena hoy en el Teatro Real con dirección escénica del canadiense Robert Carsen que descifra la fábula descrita en el libreto original de Giovanni Batista Varesco, incorporándole ingredientes reconocibles por el público de hoy en una acertada combinación de leyenda, pesadilla y realidad. Un viaje onírico a través de una conmovedora historia en la que se mezclan amor, cobardía, poder y redención.
“Siempre que me enfrento a un nuevo trabajo trato de hacerme dos preguntas: De qué trata la obra y qué quiere decirnos hoy. Y esta ópera trata sobre la ideología, la agresión y la paz. Trata de explicarnos qué ocurre después de la crueldad extrema de una guerra. ¿Cómo se sigue adelante?”, explicó el director de escena durante la presentación de la obra.
Tras diez años de devastación, fuego y furia, los troyanos han sido vencidos e Idomeneo, rey de Creta, regresa vencedor a casa. Una enorme tormenta le sorprende y el monarca promete al dios Neptuno que si le salva la vida sacrificará al primer ser vivo que se encuentre. Después del naufragio, cuando despierta con vida en la playa, el destino decide que sea Idamante, su hijo y heredero, la primera persona que vaya a socorrerlo. El drama está servido.
Por si fuera poco, Idamante se ha enamorado de Ilia, hija de Príamo, rey de los vencidos troyanos, enemigos acérrimos. Electra, hija del griego Agamenón, rey de Micenas y aliado de Idomeneo, se ha refugiado, huérfana y sola, en Creta, donde ha caído también rendidamente enamorada de Idamante, que gobierna la isla durante la ausencia de su padre.
“Nos encontramos ante la lucha de dos ideologías. Por un lado tenemos a Idomeneo y Electra, que son partidarios de la venganza y el rencor, proclives al conflicto y la guerra. Y, por otro, a Idamante e Ilia, que abogan por el perdón y la paz”, explica Carsen, que acaba de dirigir también en el Real El oro del Rin de Wagner con dirección musical de Pablo Heras-Casado. Además, la ansiedad y la culpa del monarca por la promesa hecha a los dioses de sacrificar a su propio hijo no le ayudará a encontrar una salida al círculo vicioso de la destrucción.
Carsen decide utilizar el elemento humano como uno de los ingredientes principales de su escenografía. Se mete él mismo en problemas subiendo hasta 160 personas al escenario (100 actores y 60 cantantes del coro), lo que le obliga a agudizar el ingenio para realizar una adecuada gestión de masas. Pero este gentío le sirve para humanizar al máximo su propuesta y para que el contraste entre plano general y primer plano cause el mayor impacto en el público.
Las decisiones de unos pocos acarrean enormes efectos sobre muchas personas. Las de los políticos para todos los ciudadanos. La guerra o la paz. Pero también sobre las más cercanas. La promesa de Idomeneo pone en peligro no solo a su pueblo, también la vida de su propio hijo y supondrá el sufrimiento tanto de Ilia como de Electra.
El director de escena no cae en la tentación de utilizar en demasía tal cantidad de personas. Están cuando deben estar y consiguen su función. Sin embargo, durante el resto de la representación, Carsen hace zoom sobre los conflictos de los cuatro personajes principales y el espacio se pone a su merced y al de la maravillosa partitura de Mozart. También son el vacío y la desolación las mejores aliadas de esta producción melancólica y emocionante.
El resto es un pedregal gris y una gigantesca pantalla al fondo del escenario en la que, durante el primer y el segundo acto, se proyecta el cielo y el mar en blanco y negro. Un ecosistema que evoluciona con los acontecimientos y que sirve de eco inevitable de aquellos seres humanos que llegaron huyendo de una muerte segura en su tierra. No es Carsen el primer regista que alerta de esta crisis humanitaria del Mediterráneo en una de sus propuestas. Romeo Castellucci también la utiliza para llevar a escena el oratorio La balsa de la Medusa de Hans Werner Henze. Pero mientras que el italiano lo hace de una forma casi documental, Carsen se decanta por unas proyecciones casi oníricas que ayudan a recordarnos que la historia de Idomeneo no es otra cosa que parte de una epopeya. De una fábula.
Durante el tercer acto, sin embargo, Carsen echa mano de una durísima imagen tomada en la localidad siria de Deir Ezzor tomada por el fotógrafo Khalil Ashawi de la agencia Reuters y que se publicó en periódicos de medio mundo. Se trata de la perspectiva de una calle absolutamente arrasada por los efectos de la guerra. Los edificios a ambos lados de la imagen están devastados, calcinados, y al fondo se observan los restos agujereados de una edificación tan deteriorada que es imposible adivinar a qué se dedicó antes del apocalipsis. No hay aceras ni asfalto. En su lugar, escombros, amasijos de hierro y desperdicios completan algo que se acerca, sin duda, a la instantánea de una terrible pesadilla.
Mozart modificó a lo largo de su vida varias veces esta ópera. Se estrenó en Múnich el 29 de enero de 1781, aunque la versión que se representa estos días en el Teatro Real es la revisada por el propio compositor para el estreno en el palacio de Auersperg de Viena el 10 de marzo de 1786. Propuestas que cambian sustancialmente de una a otra. Fundamentalmente porque Mozart varía el papel de Idamante, que había sido escrito originalmente para ser cantado por un castrato, por una tesitura de tenor. Además suprime dos arias del personaje de Arbace, el consejero del rey Idomeneo, y un ballet compuesto para la versión de Múnich.
Musicalmente, la propuesta de Ivor Bolton es enérgica, vibrante, con nervio y delicadeza a partes iguales. Impecable el trabajo del coro, que no solo canta como si lo hiciera la ciudadanía entera, además sirve a los intereses de Carsen convirtiéndose en una parte fundamental de la escenografía.
Se ofrecerán 9 funciones entre el 19 de febrero y el 1 de marzo. La obra es una coproducción con la Canadian Opera Company de Toronto y el Teatro dell’Opera di Roma. Dos repartos darán vida a los personajes de ‘Idomeneo’. Eric Cutler y Jeremy Ovenden (Idomeneo), David Portillo y Anicio Zorzi Giustiniani (Idamante), Anett Fritsch y Sabina Puértolas (Ilia), y Eleonora Buratto y Hulkar Sabirova (Electra).
Más información en la web del Teatro Real.
Nota: Este artículo se editó a las 19.09 del 19/2 para ajustar la información sobre el nombre del reportero y la agencia de la fotografía de Siria que se proyecta en el tercer acto. La localidad, la calle fotografiadas y la perspectiva elegida son las mismas, sin embargo, el nombre del fotógrafo no es Ahmad Aboud de AFP como se decía en un principio.
Puedes escuchar aquí el programa de La hora azul de Radio Clásica con Jon Bandrés y Manuel Cuéllar charlando sobre esta producción de ‘Idomeneo’ en el Real.
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