Ilusiones y trampantojos de museo para tiempos difíciles

Kenneth Davies. ‘La librería’, 1951. (The Bookcase). Hartford, Wadsworth Atheneum Museum of Art. The Schnakenberg Fund.

Hay situaciones en las que merece la pena ser engañados. Un recorrido lento y atento por 105 lienzos nos ofrece esa posibilidad en la nueva exposición del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, que podrá visitarse hasta el 22 de mayo. ‘Hiperreal. El arte del trampantojo’ abarca desde el siglo XV hasta el XXI, pero las obras se presentan ordenadas por materias y escenarios, independientemente de su fecha de ejecución, para poder así resaltar la continuidad del género, que se prolonga hasta nuestros días al saltar el trampantojo al arte urbano.

En estos 105 lienzos hay naturalezas muertas, pájaros, uvas, flores, membrillos pintados con una gran hiperrealidad como el cuadro de Isabel Quintanilla Bodegón del membrillo (1989), puertas que no van a ninguna parte y figuras que intentan escaparse de los marcos. Se pueden contemplar revoluciones ópticas y gran manejo de la perspectiva. Como dice el director del Thyssen y comisario, Guillermo Solana, es una exposición para dejarse llevar y suspender voluntariamente nuestra incredulidad. También hacernos recordar aquello de Lo fingido verdadero de Lope de Vega.

Según Mar Borobia, comisaria también de la exposición y la que ha llevado el mayor peso para poder realizarla, en palabras de Solana: “Pintar imágenes que no puedan diferenciarse de la realidad ha supuesto un desafío para artistas de todos los tiempos. La habilidad para engañar al espectador haciendo pasar lo pintado por real a través de las leyes de la óptica y de la perspectiva es todo un juego cuyos primeros ejemplos se conocieron a través de textos literarios griegos. Desde entonces, el trampantojo ha tenido en las artes una larga presencia, con periodos de notorio florecimiento, como el Renacimiento o el Barroco, para decaer tras el Romanticismo, pero sin llegar a desaparecer nunca del temario artístico”.

El diccionario de autoridades de 1737 define trampantojo como “un enredo o artificio para engañar, o perjudicar a otro a ojos vistas”. Pero podemos decir también que el término trampantojo procede del francés trompe l´oeil.

Juan Fernández  ‘El Labrador’. ‘Bodegón con cuatro racimos de uvas’, 1636. Madrid, Museo Nacional del Prado.

Johann Rudolf Bys. ‘Bodegón con flores: Vista de un puerto con marco de guirnaldas’. Basilea, Kunstmuseum. Donación de la Fundación Prof. J. J. Bachofen-Burckhardt, 2015.

Conocida es la anécdota de Plinio y que el especialista Benito Navarrete recoge y cuenta. En ella Plinio narra en su Naturalis Historiae la sensación de ingenua vergüenza que embargó a Zeuxis cuando se sintió engañado al intentar quitar la tela que cubría el presunto cuadro que Parrasio había realizado en competición con este pintor. “Pero para que ese engaño se produzca, se necesita algo más que capacidad imitativa o virtuosismo”, explica Navarrete.

En esta exposición podemos ser conscientes del engaño y disfrutar de él. Dice Mar Borobia: “Los primeros trampantojos nos remiten a Grecia y Roma. Las naturalezas muertas tal vez sean lo que permite jugar más con el ilusionismo. La frontera que define a un cuadro es el marco, pero hay artistas que subvirtieron el concepto. Dentro-fuera, salir al encuentro del espectador tal vez sea lo más apreciado del trampantojo, siempre dentro de una hiperrealidad que nos hace creer este hecho ilusorio”.

¿Todo lo que engaña seduce?

Vivimos tiempos en los que tal vez debemos repensar el concepto de Platón, que decía que todo lo que engaña, seduce. Por suerte aquí hablamos de arte. Para comprobar este posible efecto platónico el Thyssen lo despliega en sus salas, organizando la exposición en distintos apartados.

El titulado Puesta en escena está dedicado al bodegón, pero comienza con un mosaico romano. Bellos son el cuadro de Antonio Leonelli Bodegón con uvas y un pájaro (1500-1510) o Bodegón con libros (1630-1640), de un autor anónimo español.

En Figuras, encuadres y límites se nos muestra uno de los recursos más empleados para el engaño a través del marco pintado. Aquí podemos apreciar dos ejemplos de cómo el pintor juega con el marco: Autorretrato en trampantojo (1868), de Jean-Marie Faverjon, y el que posiblemente mucha gente tenga en mente, Huyendo de la crítica (1874), de Pere Borrel del Caso, en el que se representa a un muchacho escapando del propio lienzo y que pertenece a la colección del Banco de España. Superar los límites del cuadro fue un recurso muy utilizado en el Renacimiento. La Holanda del siglo XVI está considerada la edad de oro del trampantojo, introduciendo un recurso que tuvo mucho éxito como “la cortina ilusionista”, todo un juego visual para el espectador.

En Huecos para curiosos, Mundos fingidos y en Desorden perfecto, el rincón del artista todo un mundo cotidiano y los intereses del pintor se despliegan en estanterías, armarios o alacenas repletas de libros y objetos diversos. El papel, en sus múltiples formatos -documentos, cartas, dibujos, grabados, mapas, partituras-, hará las delicias de los que buscan el detalle. Las texturas y los numerosos objetos que inundan las tablas pintadas muchas veces están ahí sin aparente relación, pero son testimonio de una época. Así que encontramos representaciones de hornacinas, vanos o armarios con objetos que despiertan el deseo de observarlos.

Llamada a los sentidos reúne composiciones cuyo tema principal son las esculturas y las flores, pero nos encontramos con una técnica llamada la grisalla que fue utilizada para la imitación en pintura de esculturas y relieves, y como ejemplo, el famoso Díptico de la Anunciación (1433-1435) de la colección Thyssen, pintado por Jan Van Eyck.

Salvador Dalí. ‘Máxima velocidad de la Madonna de Rafael’. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Antonio López. ‘Ventana por la tarde’. Madrid, colección ACS.

Los juegos de apariencias de la actualidad

La exposición llega hasta nuestros días, así que podemos apreciar la renovación de este arte o género en Estados Unidos y su influencia. La escuela americana abrirá a la modernidad este juego de apariencias. El Trampantojo moderno nos muestra piezas que destacan por mostrar la habilidad y la imaginación de sus autores para sorprender, con especial atención a los pintores de los siglos XX y XXI. Aquí hay protagonistas como Dalí y su Máxima velocidad de la Madonna de Rafael (1954), perteneciente a su etapa místico nuclear en la que fusiona ciencia y religión, o un cuadro de Antonio López titulado Ventana por la tarde (1974-1982), con un juego entre lo interior y lo exterior.

La muestra termina con una obra del escultor Isidro Blasco, encargada ex profeso para cerrar el recorrido. Titulada Tren elevado en Brooklyn (2022), es un collage que combina fotografía, escultura y arquitectura.

La perspectiva fue fundamental para generar ilusiones tanto en la pintura de caballete como en los muros de una ciudad que utilizan algunos elementos ya existentes para generarla como puertas, ventanas o escaleras y crear la ilusión. “Pintar imágenes que no puedan diferenciarse de la realidad ha supuesto un desafío para artistas de todos los tiempos; solo cambian en el arte urbano las técnicas empleadas, como el esténcil y el aerosol que utiliza Bansky”, cuenta Javier Navarro de Zuvillaga.

“A lo largo de los siglos, todos han utilizado múltiples juegos de apariencias: espejos y reflejos, anamorfosis, sombras, duplicados y simulacros, cuadros dentro del cuadro y otros marcos anidados… Los participantes se acercarán a unos juegos de persuasión, ingenio y artificio que permiten abordar diferentes modelos de visión y de relación con el mundo a partir de las imágenes y a través de la historia, dejándonos hacer trampa al ojo”, explica Borobia.

Cornelis Brisé. ‘Documentos de la tesorería del Ayuntamiento de Ámsterdam’, 1656.

Yurii Annenkov. ‘La catedral de Amiens’. Madrid, Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.

Las ilusiones y los efectos ópticos siempre tienen sus adeptos

Esta exposición, para hacerse realidad, ha tenido que superar las limitaciones de un tiempo en pandemia y superar las complicaciones de los préstamos –unos 80 cuadros–. “Eso sí, ninguno es de instituciones rusas”, comentó Solana.

“La exposición comenzó a perfilarse en 2018, pero no ha sido posible hasta cuatro años después. Ha habido dos años extraños, ya que la fluidez con las instituciones no ha sido la habitual”, contó Borobia. Para Solana, “el trampantojo es el género más filosófico, porque es metapictórico y todo lo que vemos es apariencia”. “Una muestra para seducir y atraer visitantes en tiempos difíciles: las ilusiones y los efectos ópticos siempre tienen sus adeptos”.

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Comentarios

  • Mamen

    Por Mamen, el 20 marzo 2022

    Hola! Me gustaría saber si esta exposición de trampantojos va a venir a Barcelona.
    Muchas gracias

  • Elisa C Dávila

    Por Elisa C Dávila, el 22 marzo 2022

    Soy estudiante de Historia del Arte y me interesatía recibir sus artículos.
    Gracias

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