El indio pies negros que escribe exitosas novelas de terror ‘gore’
Mi corazón es una motosierra (La Biblioteca de Cárfax, 2023) es una novela de terror que tiene todo lo que esperarías de una buena novela de género: asesinos en serie, una localización marcada por la tragedia, secretos ocultos y toneladas de sangre. El caso es que también tiene todo lo que no esperarías: multimillonarios en busca de terreno que explotar, una protagonista mestiza india, fanática del cine ‘slasher’ y marginada dentro de su comunidad, antítesis de lo que se conoce como “chica final” y que, sin embargo, deberá reunir el valor para enfrentar sus traumas. Hemos charlado en persona con su autor, Stephen Graham Jones, con motivo de su reciente visita a España para recibir un galardón en el XV Festival Sui Generis Madrid, presentar su obra en librerías y participar en diversos eventos literarios.
Puedes seguir al autor Miguel Garrido de Vega en su cuenta de X.
Stephen Graham Jones nació en Midland (Texas) en 1972. Es autor de 15 novelas y seis antologías. Ha recibido numerosos premios; entre otros, el NEA Fellowship in Fiction, el Texas Institute of Letters Jones Award for Fiction, el Independent Publishers Award for Multicultural Fiction y el This Is Horror Award. También ha conseguido entrar en la lista de las diez mejores novelas del año de Bloody Disgusting. Ahora vive en Boulder (Colorado) con su mujer y sus hijos. El Asombrario ha charlado con este carismático autor y profesor universitario, miembro de la tribu Pie Negro de la reserva de Montana, a propósito de sus libros, su concepción del terror como género, la representación de la comunidad india en sus novelas o el papel que la escritura ocupa en su vida.
En ‘Mi corazón es una motosierra’ consigues algo que parecía imposible: conjugar un claro y divertidísimo homenaje personal al ‘slasher’ (un subgénero del terror especializado en la carnicería que no destaca por su profundidad argumental) con la denuncia del trato que se le da a quienes no encajan en el molde mayoritario, la crítica social y la gestión del trauma, entre otros temas. ¿Qué has visto en el ‘slasher’ que no tienen otros vehículos narrativos? ¿Dirías que, en cierto modo, el ‘slasher’ (con su Freddy Krueger, su Michael Myers o su Jason Vorhees) ofrece un relato que confirma los sesgos sociales más conservadores (la venganza como mecanismo de resolución de conflictos, el castigo de quienes se divierten o están donde no deben, la chica virginal como única ganadora, etc…)?
Totalmente. El slasher es muy…, es ambas cosas. Pretende ser transgresor, pero, probablemente, es conservador. Hay quien dice que existe desde Psicosis (1960) o desde Navidades negras (1974), aunque está más o menos acordado que Halloween (1978) fue el punto de inicio. Fuera como fuese, desde entonces ha sido como una gran bola de nieve rodando por el paisaje y recogiendo toda esa basura, ¿sabes? Y posee todas esas, digamos, características negativas. En el slasher los cuerpos de las mujeres son desechables…
…y están muy sexualizados.
Mucho, hipersexualizados. En los 80, sobre todo, y seguramente un poco en los 90. Por fortuna, me parece que nos estamos deshaciendo de todo eso. Pero sí, lo que pretendía con Mi corazón es una motosierra era hacer un slasher que no volviese a suscribir todas esas cosas malas, si es que eso es posible. Y, en particular, la concepción de la “chica final”: creo que comenzó como una suerte de espacio en el que los lectores o la audiencia podían entrar, un modelo para luchar contra los acosadores y enseñarte a sobrevivir. Pero después de muchas, muchas, muchas películas, la chica final se ha convertido en una especie de guerrera, erudita, princesa, atleta…
Rubia, blanca…
Exactamente, así son la mayoría. [duda] Y no puedes…, es decir, la chica final se ha vuelto algo tan exclusivo que una persona normal no encaja en ese espacio desde el que defenderse de sus propios matones. Así que con Jade buscaba a alguien que, pese a no encajar en el molde de la chica final, aun así, está inmersa en una batalla. Está luchando por sobrevivir. Y finalmente descubre que la chica final no está en el exterior, sino en el interior. Es su corazón, ¿sabes? Eso es lo que realmente quería impulsar con este libro.
No estoy seguro de si es una novela apta para adolescentes o no, pero lo que sí puedo decir es que tu libro capta con detalle la angustia, el miedo y las sensaciones contradictorias propias de la adolescencia. Pero no solo eso: la historia de Jade también puede leerse como una “historia de superación”; no en el sentido neoliberal de “esfuérzate y obtendrás todo lo que quieres” (lo cual, como sabemos, es poco realista y, básicamente, una mentira), sino de una manera más “disruptiva” y liberadora, como si solo nosotros tuviéramos la motosierra necesaria para cortar el trauma de nuestras vidas (aunque, por supuesto, siempre necesitamos la ayuda de otros para arrancar el motor), así que te pregunto directamente: ¿Lo que no nos mata nos hace más fuertes o hay sufrimientos que nunca deberíamos afrontar? ¿Cuál es el papel de la cultura aquí?
Buena pregunta. Sí, Jade arrastra consigo muchos traumas, tanto individuales como culturales. También sociales. Ella es como una extraña en su comunidad, en su instituto. Y tiene que aislarse con películas de terror para mantenerse caliente, para estar viva. Sí: creo que, si tuviera la opción, preferiría que un personaje, Jade, o cualquier persona no tuviera que sufrir esos traumas para descubrir quién es. Pero, como dice la propia Jade, lo que hace el slasher es, mediante su historia –no la del asesino–, mediante su dinámica… transforma a alguien en un “mejor yo”. Ella misma usa la metáfora de la mariposa: el slasher te mete en una crisálida y, cuando sales, eres una persona diferente. A decir verdad, creo que es algo que comenzó en los años 90, porque muchas de las chicas finales de los 80 eran reaccionarias, pero las que comenzaron a verse a mediados de los 90… venían con sus propios problemas; quizás habían perdido a un padre o traían algún trauma del pasado, y luego era la historia del slasher la que les ayudaba a procesar ese trauma, ese dolor. Hay quien rechaza eso, por supuesto. Quien dice que no es de lo que trata el slasher, pero yo creo que puede tratar de muchas cosas, no solo de una. Y, a fin de cuentas, es lo que quiero.
Hay personajes muy logrados durante toda la novela, pero ninguno como el de Jennifer (o, mejor dicho, Jade) Daniels, la protagonista. Una adolescente fanática del cine de terror, mestiza india, que siempre se ha sentido marginada y distinta a los demás, que se identifica como una fracasada y que viene de un contexto desestructurado. Es verdaderamente increíble el modo en el que construyes su personalidad a partir de sus gustos y de su estética, de sus ganas de llevar la contraria, de su visión (a veces, todavía inocente) de la realidad… ¿Por qué nos resulta mucho más interesante y complejo su personaje que el de, por ejemplo, Letha Mondragon (heredera del magnate local y “chica perfecta”)?
Creo que si es interesante es porque el mundo entero está tratando de hundirla, pero ella siempre contraataca con su actitud, con su humor y con su corazón, ¿sabes? Pero estás en lo correcto. Creo que Jade tiene más complejidad que Letha. Y, definitivamente, más que Banner o Hardy o cualquier otro… Ojalá pudiera decir que es solo porque me gusta mucho más Jade. Y hay mucho de mí en ella. De hecho, cuando estaba escribiendo Mi corazón es una motosierra, mi propia hija tenía 17 años. Es como si pudiera verla desde una esquinita, verla expresar su rechazo contra el mundo… [ríe], pero eso también hizo que fuera muy difícil hacerle daño a Jade en la novela, porque quieres protegerla, aunque no siempre se pueda…
«En los ‘slashers’, la poli y los padres no sirven para nada», dice JD en un momento dado. Pero lo cierto es que está muy unida al sheriff Hardy (que la protege en el sentido más físico de la palabra) y, sobre todo, al profesor Holmes (que intenta fomentar su curiosidad y sacar lo mejor de ella a nivel intelectual). Entiendo que la elección de un representante de la ley y un académico para suplir la paternidad que sobre JD no ejerce su verdadero padre biológico (un indio “pura sangre”) no es casual. En particular, teniendo en cuenta que, pese a odiar a este último, Jade desea y espera que, en algún momento, su “herencia india” pies negros se manifieste también en ella. ¿Dirías que se trata de una metáfora sobre la deuda del Estado y de la Historia (en mayúsculas) con los pueblos más maltratados, como el pueblo indio?
Cuando escribí Mi corazón es una motosierra estaba pensando en una historia sobre el colonialismo, porque tienes a unas personas ricas cruzando el agua hacia un lugar que creen que es bonito, y queriendo apropiárselo. Pero cuando le envié la novela a mi editor, me respondió diciendo: “Oye, esto va sobre gentrificación”. Lo primero que hice fue consultar la definición para estar seguro de que sabía qué era la gentrificación, y tenía razón: [ríe] el libro trata de gentrificación.
Pero es que la gentrificación es colonización en una escala menor, ¿sabes? De la misma manera que una narrativa de posesión es una colonización a escala individual. Y sí, definitivamente, estaba luchando contra eso o… no sé si luchando, pero por lo menos estaba burlándome, riéndome de ello, o lo estaba intentando. E intentando mostrar las consecuencias de este tipo de dinámicas. Que conducirán a mucha violencia y toda esa gente terminará muriendo… [ríe] al menos, así es como creo que debería haber sido. Y a lo largo de la trilogía [Mi corazón es una motosierra es el primer libro de una trilogía cuyos otros dos títulos, a fecha de esta entrevista, aún no se han publicado en España], sigue sucediendo y sucediendo. Cada vez que la gente intenta ir a Terra Nova y decir “aquí vivimos nosotros”, no lo consiguen. Para mí sería un fracaso si permitiera que Terra Nova se convirtiera en una comunidad real. Sería como decir: “Sí, la gente debería haber venido a América”.
Sigamos con la metáforas, y es que la lucha de clases late desde muy pronto en tus páginas: la vieja Proofrock (representativa del pueblo estadounidense estándar y del modelo aspiracional que, especialmente quienes no vivimos en Estados Unidos, podemos tener en mente) y la lujosa Terra Nova (la supuesta meta del ascensor social), edificada junto al llamado “Campamento Sangriento” (como un recordatorio visible de la historia más cruenta, a veces incluso convertido en atracción turística)… Pero ¿qué puedes contarme del propio Indian Lake alrededor del que gira la trilogía? ¿Dirías que se trata de una especie de subconsciente colectivo donde los traumas permanecen encapsulados como insectos en ámbar?
Así es, por eso Indian Lake es un embalse, no un lago como tal; es decir, todo ese trauma está atrapado detrás de una presa, pero puede salir, ¿sabes? Puede salpicarte, y eso es lo que quería. Quería esa presión acumulándose durante años y años, desde luego… y en Don’t Fear the Reaper [el segundo libro de la trilogía], Jade hace cuatro años que se ha ido, regresa a la ciudad y hay otro asesino, y hay una tormenta de nieve como no se ha visto en un siglo, y Jade tiene que encontrar su corazón de nuevo. Pero en este libro ella le ha dado la espalda al slasher: ya no es la niña que era con 17. Creo que así somos todos: [ríe] Cuando tenía 21 o 22, recordé quién era cuando tenía 17 y me sentí un poco avergonzado, ¿sabes? Y, así es Jade. Pero, al mismo tiempo, para sobrevivir esa noche, tiene que retroceder un poco, tiene que reencontrarse con los slashers que solía amar.
Luego, en el tercero, The Angel of Indian Lake [el tercer libro de la trilogía], de nuevo han pasado cuatro años, y Jade regresa en octubre, en temporada de Halloween, y mucha más gente está muriendo y nadie sabe por qué. En el anterior, había un personaje del que todos sospechaban, pero esta vez no entienden qué está pasando, y Jade tiene que resolver el misterio y luchar contra el asesino y, con suerte, acabar con el reinado del terror en Proofrock de una vez por todas. Y es que estos ciclos de trauma y dolor se perpetúan, se agrandan con los años, por lo que Jade deberá encontrar una manera de pararlo, salvarse a sí misma, salvar a sus amigos y salvar la ciudad.
Hablando de géneros, y como buen cinéfilo que eres, aquí va una difícil: ¿Qué opinas de la distinción que se viene haciendo en los últimos años entre el “terror elevado” (con directores como Ari Aster, Robert Eggers, Jennifer Kent o Jordan Peele, entre otros) y el terror “de toda la vida”? ¿Crees que no existe tal diferencia y que solo estamos ante un término comercial para hacer más elitista y digerible el género al gran público o, por el contrario, no puede negarse que estamos ante una nueva hornada de autores (entre los que quizás te encuentras) que integran problemas sociales con más acierto y exploran los límites narrativos del terror?
Diría que el terror está sufriendo un reinicio. Es un rearranque, o tal vez una descentralización, en este momento en el que hay gente más diversa escribiendo terror. Durante mucho tiempo, fue sólo un grupo reducido de personas, y ahora hay muchos de nosotros haciéndolo y contando historias diferentes, historias realmente necesarias. Pero Ari Aster y todos ellos están haciendo cosas maravillosas y hermosas. Sin embargo, me resisto al término “elevado” o “terror literario”, porque siento que cada vez que la gente dice eso, están insultando el resto del terror, ¿sabes? Me resulta desdeñoso. Y realmente lo que pienso, por qué creo que está sucediendo eso, por qué está apareciendo nueva terminología, es porque la gente está escribiendo libros que el público que no lee terror encuentra y dice: “Oye, me ha gustado este libro, así que seguro que no es terror; tendré que llamarlo de otra manera”.
Algo parecido a lo que ocurre a veces aquí con Mariana Enríquez…
¡Sí! La conozco. Y es raro, es una dinámica extraña. Lo que yo querría para el terror, mi deseo, es que pueda ser simplemente terror. Que si las personas que no están en la comunidad del terror, o en la base de fanáticos del terror, encuentran un libro de terror que les gusta, pueden decir: “Oye, puede que me guste el terror”. En lugar de decir: “Me gusta este libro, seguro que no es terror”. Así que sí, creo que eso del “terror literario” o “terror elevado” es un término peligroso.
¿Cuándo y cómo te enamoraste del terror como género? Libros, películas, etc… ¿conoces el terror en otros formatos, como videojuegos o podcasts? Y, lo más importante, ¿cuál es tu relación personal o concepción del terror en la ficción actualmente?
Tenía 13 años, tal vez… sí, 13 años. Y comencé a ver a Jason Vorhees, a Michael Myers, a Freddy Krueger, todas esas películas…
O sea que directamente con el ‘slasher’.
Sí, ahí fue donde empecé. Y lo que me encantaba del slasher era que nunca sabes si te vas a reír o vas a gritar. Me encanta esa indecisión, ¿sabes? Y creo que un buen slasher maximiza eso o, al menos, lo utiliza muy bien. También escucho muchos podcasts de terror y, por supuesto, veo otras películas de terror, y leo mucho terror. Pero también leo mucha ciencia ficción; me encanta, y me encanta la fantasía. De hecho, acabo de leer una maravillosa novela de fantasía histórica. No juego a videojuegos, pero mi hijo me ha hablado hace poco de uno en el que tienes que ir de una habitación a otra e identificar un fantasma. [ríe] Y dice que da mucho miedo. Se me ha olvidado el nombre, pero… a fin de cuentas, lo que creo es que las películas, las novelas y los videojuegos hoy en día se entrelazan. Sí, es como si se estuvieran convirtiendo en algo diferente. No sé del todo en qué, pero creo que será emocionante. Como no soy una de esas personas que juega a videojuegos desde hace mucho, es posible que me quede atrás, pero no es algo que me preocupe. Está bien mientras el terror continúe existiendo; eso es lo que me parece importante.
Podría decirse que el wéstern como género ha tenido especial éxito en España, con una gran base de fans (especialmente entre las generaciones mayores) provenientes del cine clásico de John Ford o Sergio Leone, pero también de escritores de novelas de bolsillo como Zane Gray o el local Marcial Lafuente Estefanía. Como nativo americano, todos conocemos el tratamiento que estos cuentos solían dar a los indios, pero ¿qué opinas del llamado “neowestern” o “western contemporáneo” (‘Django desencadenado’, ‘Los ingleses’, ‘Hostiles’, ‘Bone tomahawk’, etc…)? ¿Te interesa como fan (o como escritor)? ¿Crees que, tal vez como ocurre con el “horror elevado” del que hablábamos antes y algunas minorías, el neowéstern está ampliando y mejorando la representación de los pueblos originarios en América?
Desde luego, la representación de los nativos en los wésterns siempre ha sido problemática. Somos… carne de cañón, ya sabes: [ríe] solo interesamos cuando caemos muertos del caballo. Pero también me encanta este género. Si con 13 descubrí el terror, con 11 fueron las novelas del Oeste, así que el wéstern es parte de mi ADN como escritor. Me encanta, ya digo; de hecho, acabo de dar una clase sobre el wéstern. Creo que son increíbles y hermosos, y tengo muchas ganas de escribir uno. Si se lo pregunto de la manera correcta a mi editor, creo que me dejará hacerlo. [ríe] Si lo hago lo bastante violento. Pero, si lo hago, entonces quiero darle la vuelta, exponer su parte más vulnerable de alguna manera. Porque cuando impartí esa clase sobre el wéstern lo que descubrí fue que los wésterns son básicamente fantasías, fantasías de poder masculino; en plan “aquí estoy yo, he llegado a la ciudad solo con mi alforja, y resuelvo todos los problemas”. Y eso es un sueño, pero intentaría hacerlo de forma diferente. El truco es… es lograr lo que Scream en 1996: puedes reírte de un género, pero tienes que hacerlo al mismo tiempo. Y esa es mi esperanza, lograr un wéstern que también se burle del wéstern.
Me ha llamado la atención que varios de tus personajes nativos están marcados por problemas como el alcoholismo, la ausencia de una estructura familiar u ocupaciones poco cualificadas que los condenan a la pobreza. Siendo la población nativa la minoría de Estados Unidos más afectada por el alcoholismo, y en relación con el estigma que suele atribuirse a los indios en la ficción, ¿cuál es aquí tu posición como autor?
Bueno, supongo que, como escritor, lo peliagudo es decidir si describes las cosas con precisión o las borras. Y yo elijo no borrarlas, porque creo que mostrar solo el lado bueno de las personas hace tanto daño como representar solo su lado malo. Es esencialismo. Sería como decir: “esa gente solo es buena”, “son víctimas”, “aguantan estoicamente” y todo eso. Y me parece peligroso. [duda] Soy un gran admirador de… lo que quiero… supongo que lo que quiero para los personajes nativos es que estén en todas partes, buenos, malos, medianos, en todo el espectro de personajes, sí. Y parte de eso también es representar los problemas. El alcoholismo, por ejemplo: el padre de Jade es un tipo terrible, terrible. Y creo que probablemente hubo muchos lectores nativos que, al leer el libro, se preguntaron por qué lo describí así. Pero eso no me impedirá hacerlo.
¿Has recibido críticas por ello?
No con Mi corazón es una motosierra. Sí con El único indio bueno [publicado en España en 2021 también por La biblioteca de Cárfax], porque a la gente no le gusta la palabra “indio”. Creen que es un término insultante, inexacto. Y tienen razón, por supuesto. Pero mi problema es que crecí siendo indio antes de que la terminología cambiara. Por eso me resulta muy difícil parar, dejar de “ser indio”. Lo que quiero es hacer una representación justa y precisa, que mis libros estén ambientados en el mundo real. Y en el mundo real hay todo tipo de personas.
Esta es para los lectores españoles que no están familiarizados (hecho que, por desgracia, me temo que es bastante común) con la literatura escrita por nativos americanos: ¿podrías, por favor, darnos algunos nombres o títulos de libros que definitivamente deberían traducirse al español lo antes posible?
Oh, pues… Love Medicine, de Louise Erdrich [en España publicado por Siruela como Filtro de amor]. Sacred Smokes, de Theo van Alst. [piensa] Veamos… White Horse, de Erica Worth. También Man-made monsters, de Andrea Rogers. ¡Ah! Y, sobre todo, una novela de fantasía que se titula Black sun, de Rebecca Roanhorse; una de las mejores. Hay muchos autores nativos de ficción en la actualidad; [ríe] ¡luego te los paso por escrito si quieres!
Hablemos un poco de ti como escritor: ¿Cuándo empezaste a escribir? ¿Cómo te ha impactado en tu vida profesional y familiar tu actividad escribiendo ficción?
Empecé a escribir ficción cuando tenía 19. Nunca planeé ser escritor. Simplemente empecé a escribir. Tal vez mucha otra gente comenzase también a los 19, no sé. Pero sí, gané un premio con mi primera historia. Recibí 50 dólares y pensé: [ríe] “oye, puedo ganar dinero”. Pero no lo hago por dinero. [ríe] Claro que te gusta comprar comida, por supuesto. El caso es que es complicado equilibrar una carrera de escritor con una carrera de profesor en la universidad, porque el día tiene un número limitado de horas. Afortunadamente, mis horas de aula son quizás seis a la semana. Luego tengo tareas y horarios de oficina, reuniones y todo lo demás. Eso me deja mucho tiempo en mi escritorio. Y puedo escribir mucho.
Pero es difícil lograr el equilibrio, porque, como dices, también está la familia, y creo que debe tener prioridad sobre todo lo demás, ¿sabes? Un día le pregunté lo siguiente a la persona que dirigió mi tesis, Janet Burroway, que también era una gran escritora: “Si tuvieras que darme un único consejo para lograr una carrera larga o una buena vida escribiendo, ¿cuál sería?”. Ella se lo pensó un poco y me dijo: “Sí, he ganado muchos premios, he estado en muchas listas y todo eso…, pero lo que lamento es que mientras yo estaba escribiendo en mi estudio, mi familia se hacía mayor en el cuarto de al lado”. Entonces me dijo que, si pudiera volver atrás, dejaría abierta la puerta de su estudio. Y eso es lo que yo intento hacer.
¿Cómo ha influido en tu escritura tu trabajo como profesor de inglés en la universidad?
A veces me escucho en el aula o en horas de oficina, recomendando una técnica a un estudiante o simplemente tratando de ampliar su alcance para impulsarlos hacia un sentido de la ética narrativa donde la historia importe y simplemente traten de superarse. Y luego, dos horas más tarde, estoy escribiendo mi propio artículo, pero todavía puedo oírme diciéndoles eso. Y me hace darme cuenta de que yo también tengo que ser así de bueno, ¿sabes? Yo mismo debo exigirme el nivel que quiero que ellos alcancen. Eso me mantiene honesto, porque creo que mi impulso es hacer trampa, tomar un atajo. Pero enseñar es como modelar un buen comportamiento para mis alumnos, si es que eso tiene sentido.
¿Eres un escritor compulsivo o lento?
Soy muy, muy compulsivo. Me alegra que hayas dicho esa palabra, porque la gente siempre pregunta “¿qué te inspira?”. Y nunca me siento inspirado, pero siempre me siento obligado, ¿sabes? Si no estoy escribiendo historias todo el tiempo, siento que no me estoy ganando el aire que respiro. Por eso estoy aquí, para escribir historias.
Como si estuvieras lleno de algo que necesitas dejar salir…
Exactamente. Mi esposa es muy buena identificando esa sensación. Si ando dando vueltas por casa, nervioso, como haciendo cosas pequeñas, ella me dice: [ríe] “¿Puedes hacer el favor de ponerte a escribir?”.
Y, por último… ¿qué problema tienes con los pobres ciervos, Stephen?
[ríe] Pues también hay alces en Don’t Fear the Reaper y en The Angel of Indian Lake. Lo cierto es que llevo cazando alces y ciervos desde que tenía 12 años, y… no lo sé. La gente siempre pregunta: ¿Por qué tantos ciervos y alces? Realmente no tengo una buena respuesta, excepto el respeto que me imponen. Y supongo que, si esa respuesta existe, especialmente con El único indio bueno, tiene que ver con que mi abuelo materno murió antes de que yo naciera. Nunca lo conocí. Pero él era cazador. Y siempre estaba colgando cabezas de ciervo en la pared. Mi madre heredó una de esas cabezas de ciervo y, cuando yo era niño, esa cabeza siempre estuvo en casa. Me tenía aterrorizado. Tanto que… que prefería tenerla en mi habitación. Porque si no podía verla, me imaginaba que andaría caminando por casa, ¿sabes?
Recuerdo que una vez pasé una noche terrible, terrible. Estaba teniendo una pesadilla con ese ciervo, e intenté despertar con todas mis fuerzas. Finalmente desperté. Y el caso es que, cuando lo hice, todavía estaba luchando contra el ciervo, porque… [ríe] la cabeza se había caído de la pared a mi cama. Pero, fuera de bromas, los respeto mucho. Son animales tan inteligentes y capaces que, a veces, me resisto a llamarlos así, animales, e incluso me parecen personas…
No hay comentarios