Javier Moro: “Los científicos son los que deben marcar el camino”
Hay escritores que tienen una larga trayectoria en su defensa ambiental y entre los primeros del ránking figura, sin lugar a dudas, Javier Moro. Su libro ‘Senderos de libertad’, en el que nos contó con toda su crudeza lo que sucedió a lo largo del siglo XX en la Amazonía, cumple 40 años y se sigue reeditando porque lo que nos contaba sigue de actualidad: la persecución a quienes defienden la mayor reserva natural del planeta. Hablamos con Moro mientras prepara su próxima novela en su casa de Ibiza. De momento, para este verano tenemos su última obra, ‘A prueba de fuego’, donde nos revela la desconocida historia de un arquitecto valenciano que se convirtió a finales del siglo XIX en uno de los grandes constructores de Nueva York.
Hace ya 40 años de tu libro ‘Senderos de libertad’ y no pasa de moda…
Se ha convertido en un libro icónico. Cuenta la realidad en la Amazonía en Brasil, pero la problemática es la misma en todos los países latinoamericanos que comparten la misma cuenca, esas selvas húmedas. Pero no es que el libro haya sobrevivido, sino que sobrevive el problema. Hace pocos días mataron allí a un periodista inglés y a un indigenista [Dom Philips y Bruno Pereira]. Podíamos haber sido Sydney Possuelo y yo cuando juntos bajábamos ríos y visitamos comunidades de indígenas aislados. La guerra abierta entre los depredadores y los que quieren proteger la selva es la misma. Lo que ha cambiado es que esa violencia la fomentaban antes los grandes terratenientes y ahora son mafias ligadas al narcotráfico. Controlan la vida y al que está en contra de sus intereses, lo liquidan. Por eso se reedita Senderos de libertad. Fue mi primer libro y el que me permitió seguir con mi carrera porque tuvo éxito.
¿Has vuelto a incluir los temas ambientales en tus novelas?
De una forma u otra sí, aunque no puedes repetirte. Después, he escrito sobre temas diversos, como la discapacidad o la causa del Tíbet, pero también fue ambiental la novela Escrito en la piel, sobre el accidente en Bophal en 1984. Relato ahí el papel de las multinacionales en los países pobres con la historia de una fábrica que empezó como un sueño y acabó como una pesadilla. Ahora ya no pasan estos accidentes como antes. Además, eran proyectos que financiaban instituciones como el Banco Mundial. El dinero mal empleado es el mayor destructor.
¿Cuál es para ti el mayor reto ambiental al que nos enfrentamos hoy?
El calentamiento climático. Es tremendo. Llevan tiempo avisando y seguimos sin avanzar lo suficiente. La temperatura de la Tierra ha subido por la acción humana, de la industria, con la emisión de gases, y el problema en este siglo XXI es que la implementación de límites de emisión implica reducir el PIB, el crecimiento económico. No puede haber crecimiento económico y reducción de gases contaminantes. La ecuación no funciona. ¿Están preparadas las poblaciones para apretarse el cinturón hasta conseguir esa transición ecológica que nos prometen? No lo sé, pero en eso estamos. No queda otra. Y, por otro lado, a ver cómo se convence a los indios, en una sociedad que lucha por salir de la pobreza, para que no se desarrollen más. Nos pueden decir: “Oiga, ustedes llevan dos siglos ensuciando el aire…”.
¿Cómo va tu nivel de optimismo con este panorama ambiental?
Aun con todo, soy optimista. El ser humano tiene una gran capacidad de supervivencia y una inteligencia colectiva que no hay que desdeñar. La alternativa es que nos vamos al desastre. Pues no. Además, prefiero haber nacido ahora que hace 100 años. Basta ir al dentista para imaginarse lo que debía ser esa visita en 1860.
¿Qué piensas de la gente que niega la realidad?
Siempre hay intereses económicos en los negacionistas. Recordemos que las grandes compañías de tabaco pagaban informes para contradecir las investigaciones médicas que decían que era dañino. Lo que debe imponerse es la ciencia, que es la que nos salva a la Humanidad.
¿Y tiene hoy el protagonismo que se merece?
La ciencia es la que nos permite avanzar, los científicos son los que alertan, marcan el camino a seguir y tratan de guiar el desarrollo. Pero, claro, hay que hacerles caso. No es fácil, pero el pesimismo no sirve de gran cosa.
¿Qué papel puede tener en la solución la economía circular?
La economía circular es la salida junto con la transición energética. Y hay que trastocar los intereses que las frenan. Tenemos que adaptarnos a que será mejor vivir con menos.
¿Cómo ves a la gente joven?
Yo los veo muy concienciados en estos temas, aunque también demasiado cautivos de las redes sociales. Eso les impide vivir la vida verdadera, que dejan de lado.
En tu caso, ¿qué has cambiado en tu compartimento por el medioambiente?
Viajo en avión menos alegremente que antes. También me he comprado un coche híbrido. Lo quería eléctrico, pero no puede ser porque no hay enchufes suficientes en Madrid. Por supuesto, reciclo, algo que antes no hacía. Creo que somos nosotros los que tenemos que empezar a actuar, que no podemos esperar a que lo haga todo el Estado o las administraciones, porque son muy lentas. En mi casa de Ibiza también tengo paneles solares, pero la burocracia para conseguir ayudas es tal que se dificulta el cambio.
¿Hay algún lugar al que te gustaría regresar de todos los que has visitado?
A muchos, pero uno de ellos es la Amazonía. Me gustaría volver a ver cómo está ahora, pasar por Pará, por el río Xirgú… A la India, que es otro de mis lugares favoritos, vuelvo todos los años.
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