Javier Ruescas cuenta la agresión homófoba de un policía
Javier Ruescas (Madrid, 1987) es un conocido escritor, periodista y ‘youtuber’ con más de 20 títulos en su haber, entre los que destacan la trilogía ‘Cuentos de Bereth’ (Versátil, 2011), ‘Prohibido creer en historias de amor’ (Montena, 2018) y ‘I Ching: Conoce tu destino’ (Urano, 2023). Su nueva novela, ‘Lo que pasó’ (Crossbooks, 2024), está basada en hechos reales y cuenta una historia de amor y superación que refleja la sensación de impotencia y rabia tras una agresión homófoba (verbal y física; con bofetón incluido) a Andrés, su pareja, por parte de un policía municipal durante las fiestas del Orgullo LGTBIQA+ 2021 de Madrid. Buen momento para hablar con el autor; hoy empiezan los días grandes de celebración en el barrio de Chueca, que culminarán el sábado con la multitudinaria manifestación por el centro de Madrid.
Javier, ¿cuál ha sido tu objetivo a la hora de narrar estos hechos a modo de novela?
Es una combinación de intenciones. Mi objetivo principal ha sido desahogarme, ese fue el motor para escribir el libro; después ha habido más intenciones, como la de meterme en la cabeza de las personas que han vivido conmigo estos tres años, sobre todo en la de Andrés, y ver si era capaz de plasmarlo bien. Me parecía un reto brutal y he quedado muy contento con el resultado. La novela tiene también una intención pedagógica, más secundaria, porque la pedagogía está incluida dentro de la narrativa, es decir, los chicos aprenden sobre el mundo que les ha tocado vivir igual que nosotros hemos aprendido cómo funcionaban las leyes. Cada cosa nueva que yo aprendía quería compartirla con el mundo, por lo que esa parte pedagógica también está ahí. A mucha gente le va a ayudar a entender desde qué es la ‘Ley Mordaza’ y cómo funciona hasta qué derechos tenemos, qué puede hacer un policía y qué no y, sobre todo, qué es lo que no debemos permitir nunca.
Mi intención principal también era entretener; es una novela que engancha, se lee rápido y hace que el lector acompañe a los personajes durante su viaje y, en un momento dado, hasta se olvide de que esto pasó realmente.
Los protagonistas, Víctor y Dani, son un claro reflejo de ti y de Andrés. ¿Te ha supuesto un reto escribir autoficción? ¿Ha resultado difícil ponerse en el ojo del huracán y que vuestra relación sea el eje central de la novela?
Sí, ha sido muy difícil. No sé cuándo lo volvería a hacer o si algún día lo haré. Ahora mismo estoy escribiendo solo ficción y cosas para niños, que dan mucha paz. No sé quién dijo eso de que el escritor tiene que mentir para contar la verdad, pero yo he querido dejar un hueco para la invención y ahí he podido crear a Víctor y a Dani, nuestros alter egos, que tienen mucho de nosotros, pero no somos nosotros. He podido construir personajes que sufren lo mismo, pero reaccionan de forma distinta, que es lo que más me gusta de esta novela. La parte catártica no ha sido solo al narrar qué nos pasó, sino también qué hubiera pasado si yo hubiese reaccionado de esta manera, si Andrés hubiera hecho esto otro, si un policía nos hubiera ayudado o si hubiéramos ido al programa de televisión al que estuvimos invitados, pero no fuimos. He jugado con una realidad alternativa; ahora bien, toda la parte judicial y policial es muy similar, salvo porque la comprimí en 9 meses en vez de 3 años, para darle más ritmo a la historia.
Como pareja, ha supuesto mucho diálogo y una conversación constante; le iba tomando el pulso a la historia con Andrés para ver qué le parecía y cómo se sentía, y hemos ido muy de la mano siempre. Ha habido líneas rojas por su parte, como, por ejemplo, no poner a los policías que estaban en el control como buenas personas en ningún momento, porque aunque hubo agentes que sí nos ayudaron y aparecen en el libro como personas generosas, los del control mintieron y ninguno nos ofreció ayuda. ¿Por qué iba a dejarlos bien entonces? Sin embargo, nunca me prohibió escribir nada y en todo momento fue muy generoso.
¿Por qué has elegido el uso de diferentes narradores en segunda persona? ¿Qué aporta que la historia esté contada a través del punto de vista de personajes tan diferentes: los dos protagonistas, sus amigos más cercanos, policías, periodistas… y hasta algún ‘hater’ de internet?
Al final es una cosa que nos pasa a todos, no solo a quien recibe el bofetón. Empecé a escribir el libro a las semanas de que ocurriera, porque sentí que había una narrativa en la propia vida que me impulsaba a ello. Nos apoyó gente que no conocíamos de nada, aportando pruebas, otros nos dieron la espalda, hubo policías que nos ayudaron… Creé una especie de tela de araña donde iba viendo las conexiones de toda la gente que había hecho posible que el caso se hiciera más grande y que llegara más lejos.
A la hora de escribirlo, surgió de manera automática esa segunda persona, un poco hiriente, algo sarcástica, que interpelaba a los personajes y les decía “¿qué vas a hacer ahora?”, pero quería que se repitiera para todos: para el policía, la psicóloga, la hermana, el desconocido... Según iba pasando el tiempo, aparecían nuevos personajes: una abogada, unos testigos, un hater, mi madre… Empecé a ver lo coral que era y lo mucho que necesitaba seguir contando esta historia. La única condición que me puso la editorial fue que las voces de los protagonistas tenían que repetirse para que el lector hiciese el viaje con ellos y pudiera ver cómo evolucionan. Me pareció un acierto.
El personaje de Víctor, tu alter ego, es un actor que ve peligrar su trabajo por denunciar públicamente lo sucedido, algo que le advierte su representante en un momento dado al decirle: “No quiero que te jodas la carrera y, por ende, manches mi nombre”. Como personas LGTBI, parece que a veces es mejor no hacer ruido, no liarla y no llamar la atención. ¿Calladitxs estamos más guapxs?
Sí, pero es que yo no sé callarme. Todo lo que pasa en el libro ha pasado de alguna manera en la vida real. Cuando empecé a ser mucho más vocal respecto a los temas del colectivo, hubo gente de mi entorno que me advirtió de los riesgos, siempre desde su perspectiva CIS heterosexual, y tenían razón: luchar contra el sistema tiene sus consecuencias y yo las he vivido; podría haberme mantenido en ese perfil bajo de activista y no hacer nada, pero cuando veo algo que no me parece bien, me siento obligado a comentarlo. Si tengo la oportunidad de hablar de libros LGBTI en mis redes o de escribir una novela como esta, lo hago.
El personaje de la representante de Víctor es una suma de muchas personas que a mí me advirtieron sobre las consecuencias negativas. Por suerte, lo único que te protege de desaparecer es gritar más alto, hacerte más fuerte, seguir generando contenido y construir una comunidad que aprenda al mismo tiempo que tú aprendes y que entienda a la vez que tú lo importante que es tener una voz y que hay que usarla.
Pierdes gente, pero también ganas otro tipo de público…
Puestos a perder seguidores, mejor hacerlo por una causa que te parezca justa. Entre los algoritmos de las redes sociales y la sensibilidad tan distorsionada de algunas personas, ahora mismo se pierde gente por absolutamente todo; prefiero que se vayan y quedarme a gusto con el mensaje que estoy transmitiendo.
El personaje de Víctor es actor y tiene una gran visibilidad en redes, al igual que tú, que cuentas con 110.000 seguidores en Instagram. ¿Qué te ha dado tu presencia en Internet y qué te ha quitado? ¿Cuáles son los pros y los contras de estar tan expuesto?
Las redes sociales me han aportado una comunidad para seguir haciendo el contenido que me gusta y poder confirmar de manera constante que a la gente le interesa. A nivel económico, en según qué momento, me ha dado más o menos holgura y, desde luego, me ha dado un altavoz que ha generado cambios, ya sea cuando ocurrió lo del bofetón, que todo el mundo se volcó con nosotros, o cuando la gente se hizo eco de que una cadena de librerías religiosas tachó mi libro El (sin)sentido del amor (Montena, 2015) de no apto por tener contenido LGTB y estar dirigido a un público juvenil.
Algo que me ha quitado las redes es el anonimato, que es muy atractivo y hace que no tengas miedo a la repercusión de lo que puedas decir. Al ser una persona más pública, mido todo mucho y hay bastantes cosas de las que no me quejo porque puede que genere más problemas que soluciones. Hay que saber elegir qué batallas quieres luchar en redes y de qué te vas quejar en tus grupos de WhatsApp.
En tu libro hablas de la importancia de la terapia después de procesos traumáticos. ¿Hemos roto por fin los tabúes respecto a la salud mental? Muchas veces vamos a terapia por culpa de personas que se niegan a ir al psicólogo (padres, jefes, ex parejas…). ¿Qué puede aportarnos la terapia a las personas del colectivo LGTBIQ+?
Todo: entender qué nos han robado, qué nos falta, qué no hemos vivido, qué nos han quitado y qué nos hemos quitado a nosotros mismos… Para sobrevivir y encajar, las personas LGTB hemos tenido que incorporar a nuestra vida tantas partes falsas que nos pasamos la mayor parte de la adultez descartando las que no nos pertenecen. Nos vamos conociendo según vamos abriéndonos a ese yo que se nos ha impedido ser en los años más cruciales de nuestra existencia, como en la adolescencia, cuando estás transformándote y entendiendo quién eres. Por eso se dice que las personas LGTB vivimos una segunda adolescencia de adultos y, a veces, somos más inocentes o infantiles, ya que abrazamos con fuerza cosas de las que antes se nos impedía disfrutar: ya sea Disney, Pokémon o Harry Potter. Todos estos lugares suelen ser espacios seguros, quizá por eso fue un shock tan grande descubrir que J.K. Rowling tenía un mensaje tan tránsfobo.
La terapia te ayuda a situarte, ya seas LGTB o no. Las circunstancias en las que vivimos y los problemas que existen a nivel mundial, social, político y económico no son fáciles de gestionar; si hay alguien que te puede dar herramientas para enfrentarte a todo esto, bienvenidas sean.
Uno de los personajes es un político activista de la causa LGTBI, que lleva a un pleno de la Asamblea de Madrid la agresión sufrida por el protagonista. Este personaje recuerda claramente a Eduardo Rubiño, de Más Madrid. Al igual que él, existen políticas como Carla Antonelli y Jimena González (ambas también de Más Madrid) que se parten los cuernos por defender los derechos del colectivo día tras día en ambientes bastante hostiles. ¿Has querido hacer un homenaje a este tipo de activistas? ¿Consideras que existe suficiente representación del colectivo en los espacios de poder?
A la primera pregunta, sí, y a la segunda, no. Faltan personas no pertenecientes al colectivo que luchen con tanta vehemencia como lo hacen ellos. Las hay, pero están muy concentradas en muy pocos grupos parlamentarios y parece que es una guerra de un grupito solo, de unas izquierdas muy concretas, contra todo un sistema.
Quería hacer un homenaje a estos activistas porque fueron quienes más se interesaron, estuvieron más pendientes y levantaron el grito. Esa parte del libro contiene palabras literales de Eduardo Rubiño. La propia Jimena González llevó Lo que pasó a la Asamblea y le pidió a una política del PP que lo leyera.
Pues que lo lea (Risas). ¿Qué opinas del cartel de este año del Orgullo de Madrid, que incluye un tacón, una copa de cóctel y preservativos, pero que no hace referencia alguna a las siglas ni muestra la bandera LGTBIQ+?
Me parece horroroso y de una simpleza enorme, casi hasta homófobo, LGTBIfóbico, en muchos sentidos. ¿A cuánta gente del colectivo representa un tacón? ¿Qué pinta un condón ahí para la A de asexual? Están empujando a la gente fuera. Aparte de no ser inclusivo para todo el colectivo, sus letras ni siquiera están representadas. Además de feo, es de mal gusto. Incluso con ese horror de mensaje, a nivel estético, al menos, se podría haber hecho con más talento.
Ya que los políticos que gobiernan Madrid no parecen sentir el mismo orgullo que nosotros, ¿de qué te sientes tú más orgulloso de todo lo que has conseguido realizar en esta vida?
De muchas cosas. A nivel profesional, estoy orgulloso de haber hecho de mi hobby una profesión consolidada que ha permitido que mis historias lleguen a todas las partes del mundo; por ejemplo, Rusia acaba de comprar los derechos de Los cinco continentes del amor (Nube de tinta, 2020), una novela con una protagonista bisexual.
A nivel personal, me enorgullece estar rodeado cada vez de gente más comprometida, más valiente y más consciente de lo que supone estar en el mundo hoy día y del legado que podemos dejar. También estoy orgulloso de saber que cometo errores y de aprender de ellos para intentar dejar el mundo un poco mejor que cuando llegué.
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