Josep Mengual, la historia de amor de la edición de libros en España
Entrevistamos a Josep Mengual, historiador de la edición y editor. Nos desvela los secretos de la historia reciente de los libros en España y su análisis nos ayuda a entender mejor en el presente. Es una historia de amor por los libros. Sin fama, sin premios, sin apenas reconocimiento. Muy pocos conocen sobre la trayectoria de los editores. Mengual es una excepción. Nos señala el camino del amor y la entrega al oficio, de hacer libros bellos en las situaciones más difíciles. La evolución de la edición española desde 1936 es más que apasionante. El asombro está asegurado.
Había una vez un reino lejano en el que todo era gris. Aún se pisaba el polvo de los tanques y al pasar página se tosía. En aquel reino ya no había poetas ni recuerdos alegres. Solo el poder de quien castiga o de quien cree tener razón anidaba en los corazones. Los demás latían cada vez más disimuladamente. El frío y el silencio lo habitaban todo. Lo único que importaba era sobrevivir. Un día más. Y otro. Y otro. Hasta perder la cuenta de lo que era vivir. Hasta borrar de la imaginación lo que era soñar con algo más. Hasta prohibírselo a uno mismo. Todo estaba escondido allí donde ya nadie podía encontrarlo. “Imposible”, se decían unos y otros. “Imposible”, se repetían. El tiempo se volvió eterno imposible. Pero un día se empezó a oír un tictac diferente. No era un reloj. No eran campanillas. No eran compases. Era una imprenta. Y allí nacieron libros bellos en las situaciones más difíciles. Porque a pesar de todo sí hubo un hechicero que devolvió la magia al reino. Se llamaba Josep Janés, era poeta y editor. No estaba solo, en la mesa redonda había algunos pocos y valientes caballeros.
Charlamos con uno de los grandes expertos de la historia de la edición española y europea. Es Josep Mengual. La época es fascinante en edición porque los editores tuvieron que reinventar la realidad. Pero es aún más contagiosa la manera en que Mengual lo cuenta, su única forma de entender los retos y desafíos, su amor por la edición y por la figura de aquellos que realmente hicieron imposibles. Charlar con Mengual es una suerte que se desea que no acabe nunca. Lo que nos muestra es la historia de cómo se han hecho los libros en el siglo XX en España. Emulando la historia de Casciari sobre Messi y el perro Mengual se define: “Yo soy un perro, y mi esponja es la literatura”. Cualquier enamorado de la lectura, quien flirtee con las letras, o simplemente quien sea un poco curioso, se dejará cautivar por lo que nos explica Mengual. Sería un sueño que se volcara su conocer en una serie de televisión. Sin lugar a dudas, sería de las más emotivas, cargada de personajes que no dejarían indiferentes a nadie, de grandes Quijotes soñadores y villanos sin par. ¿Es que a nadie se le va a ocurrir trasladarnos de los almacenes conspicuos hasta el lugar donde unos soñadores se dejaban la piel por los cuentos y los libros? Para comenzar a inspirarse invitamos a la lectura del delicioso libro A dos tintas, publicado por Debate, cuyo autor es nuestro entrevistado. Mejor dejarle a él todo el protagonismo y leer lo que nos cuenta.
“En la posguerra, la censura y las estrecheces económicas lo cambian todo y se detiene un proceso de alfabetización popular que llevaba un ritmo de crecimiento bastante alto. En tipografía y grafismo, por ejemplo, se vuelve a algo que podríamos llamar churrigueresco y se abandona por completo las vanguardias de inspiración soviética. Cambia todo. Cambia el público, los autores muertos, en el exilio o prohibidos. Las imprentas están envejecidas y las empresas, sin capacidad financiera para modernizarse, o sin la posibilidad de hacer pagos en divisas porque no las había. Y se sumaban las restricciones de papel, los cortes de luz…”.
“El ambiente de la posguerra española condiciona qué puede hacerse y qué no. Y es evidente que el Régimen, a través de los órganos censorios y culturales, está intentando primero imponer y luego favorecer una serie de autores y una cierta estética que el público, en general, no acepta. Es ahí donde Josep Janés se revela como un editor creativo, triunfa y al que le surgen imitadores”.
Editar en guerra
“En los años treinta, en España la CIAP (Compañía Iberoamericana de Publicaciones) se dedicó a inundar España con todo tipo de libros, sin un criterio muy definido. Entre eso y que pagaban muy bien, y anticipadamente a los autores, acabaron en un desastre que dejó colgada a mucha gente (entre ellas a Esteban Salazar Chapela). Durante la guerra y la posguerra, la misma carencia de papel y la censura se ocuparon de que no hubiera un exceso de libros, pero editores como Aguilar y Janés se buscaron la vida para esquivar la carencia de papel y así empezaron a usar el papel biblia, que no escaseaba. Germán Plaza, con sus Libros Pulga, hace una función cultural de divulgar sobre todo (aunque no solo) versiones populares de los grandes clásicos”.
» Y, quizá sea un poco simplista, pero la guerra civil española y la mundial suponen tal transformación en el mundo editorial que probablemente resulta útil como corte para distinguir por lo menos dos etapas. No son muchos los editores que trabajan antes y después de la guerra (es el caso de Janés, pero también el de Manuel Aguilar o el de Manuel Altolaguirre, que sigue editando en Cuba y en México cuando se marcha al exilio). Lo singular en el editor Josep Janés es que se inicia en un contexto catalán, editando en catalán, y que el resultado de la guerra civil le obliga a convertirse en editor en lengua española. Durante la guerra publica un único autor en español, García Lorca, y hasta que la censura no empieza a relajarse un poco, en 1946, no puede volver a publicar a algún autor en catalán. Janés introduce una filosofía editorial que, quizás un poco a través sobre todo de Gustavo y Joan Gili, se ha ido forjando con un ojo puesto en lo que se hacía en Francia y en Alemania».
Josep Janés, el poeta editor
“En el caso de Janés, fue un poeta en catalán bastante importante que, en mi modesta opinión (la poesía no es mi fuerte), de no ser por la guerra civil hubiera llegado a ser a la cultura catalana algo similar a lo que hoy es Pedro Salinas para la española. Aplicó a la edición una sensibilidad y un talento poético como nadie antes (ni, creo yo, después). Pero quizá eso sí sea una respuesta de unos centenares de páginas y horas”.
“Evidentemente, uno de los principales para mí y uno de los que más admiro es Josep Janés, pero si uno ve su enorme catálogo, la cantidad de libros que publicó (se han calculado en 1.600) en apenas 25 años dedicados a la profesión, es lógico que despierte admiración. Y no se trata solo de lo más vistosos. Descubre grandes autores como Antonio Buero Vallejo, Pere Calders, Paco Candel, Antonio Rabinad. Es admirable, sobre todo cómo se las ingenia para hacer libros bellos en las situaciones más difíciles. En unos tiempos como los nuestros, que en algunos aspectos recuerdan los de la posguerra, resulta muy aleccionador”.
Interrumpimos el intercambio con música en más de una ocasión. “Puestos a intercambiar música, aquí tienes un poema sobre el mar de Josep Janés (del libro Combat del somni), musicado por Frederic Mompou e interpretado por Montserrat Caballé. Pas mal, ¿no?”.
Es evidente que mirar hacia atrás, saber de dónde venimos, nos sirve para ver más en el presente. Josep Mengual tiene la amabilidad de hacerlo para nosotros y las siguientes son algunas de las conclusiones a las que podemos llegar.
Las enseñanzas: lo que el editor de antes sabía y puede enseñarnos.
“Ahora hablamos de masters en edición, pero lo que se ha perdido es el editor que hacía el aprendizaje, que se formaba en la imprenta, pasaba a redacción y posteriormente a ser editor. Eso le daba unos conocimientos globales y de primera mano de los que hoy los editores solemos carecer. Siempre es bueno hacer un curso de impresión, de corrección de estilo o tipográfica, de digitalización de textos o de encuadernación incluso, pero nunca es lo mismo que haberlo mamado. Siempre me ha resultado muy irritante el estudiante que espera que en un máster en edición le den respuestas, que le digan qué decisiones debe tomar ante una determinada situación que admite diversas soluciones. La edición es un modo de expresarse, y según la respuesta que se da a un problema, también se están dando pistas acerca de qué tipo de editor se puede (o se quiere) llegar a ser».
Las enseñanzas de las novelas enriquecidas
“Uno de los últimos proyectos que Janés no pudo llevar a cabo eran precisamente novelas enriquecidas. Había pensado concretamente en novelas situadas en Estados Unidos y la posibilidad de editarlas con fotografías de los lugares y paisajes que se mencionaran en la novela, de modo que quien no los conociera pudiera hacerse una idea. No me parece una buena idea desde el punto de vista literario (pues el autor pasa a perder el control de la información que proporciona al lector), pero es interesante y da una idea de que cuando Janés muere, en un accidente de coche, aún tenía mucho por innovar en el modo de editar novelas. Desde principios de los cuarenta, algo que singulariza sus ediciones es la incorporación de ilustradores, a menudo solo como decoradores, en casi todos los libros (filetes, niflos, detalles a fin de capítulo, capitulares). De hecho, el libro sobre Janés se titula precisamente A dos tintas, por un lado para manifestar esa doble vertiente de poeta y editor (o esa amalgama) y por el otro lado porque es lo que singulariza sus ediciones, el hecho de imprimir a dos tintas, lo que le permite dar un empaque y una luminosidad a ese papel cutre con el que trabajaban todos los editores que lo convierte en un pionero y un caso único. Es decir, incorporar fotografías del modo que pretende resulta muy coherente con lo que venía haciendo, con su línea y trayectoria, pero no me parece de sus mejores ideas».
Tipos de editores, tipos de autores
“… la gran distinción inicial sería entre editores comerciales (o predominantemente comerciales, y se podrían establecer distintos grados) y editores literarios (y valdría la misma cuestión de grados). Y a partir de ahí podríamos hacer diferentes distingos en función, por ejemplo, de cómo editan.”
“…en la época que más me interesa (la segunda mitad del siglo XX), había una distinción bastante clara entre autores literarios y escritores de libros. Y en el caso de la edición literaria, solía haber un trato autor-editor basado en la confianza, en la que el autor en general mantenía la fidelidad con el editor que le había descubierto, que si el editor se iba a otra empresa le seguía. Se establecía una relación de cortesía que, hablando siempre en general, se ha perdido bastante. De todos modos, tanto la distinción entre literatura y textos de entretenimiento (por llamarlo de algún modo) como el relajo de la cortesía se ha ido perdiendo en la sociedad en general. Y eso es solo en lo que se refiere a las relaciones autor-editor».
“Hay quizá una distinción más allá de siglos o influencias que quizás es útil al hablar de editores, los editores literarios (interesados en la literatura) y los editores comerciales (los que ven la edición predominantemente como negocio). Además, creo que se pueden distinguir diversas tradiciones que a menudo van asociadas a culturas (esto es: creo que puede hablarse de una riquísima tradición editorial francesa, italiana, catalana, alemana, española, etc., aunque haya muchos trasvases e influencias entre ellas)”.
Editores villanos
“… es el caso de un editor-impresor barcelonés que para traducir hacía lo siguiente: ponía un anuncio en La Vanguardia ofreciendo trabajo de traducción si se superaba una prueba, daba a traducir un fragmento distinto a cada uno de los que se presentaban a la prueba, ninguno conseguía el empleo, pero el tipo en cuestión unía los fragmentos, los imprimía y conseguía así las traducciones completamente gratis. Lo estupendo es que un mismo personaje en la página 20 podía llamarse Jean y en la 35 Juan, pero el ejemplo da la medida del tipo de editor en cuestión”.
«En cuanto a la caballerosidad, ya en los años veinte, y en los treinta y posteriores, siempre ha habido editores ruines y zafios, pero en general, y en particular en el caso de la edición de literatura, era una profesión de caballeros. Esos, los caballeros, eran la mayoría, y quienes resultaban elegidos para ocupar puestos de responsabilidad en los gremios y asociaciones. Desde los ochenta también los hay a quienes les importa hacer malas jugadas a «la competencia» (los llamados «robos de autores» son solo un ejemplo), que son incapaces de establecer acuerdos de colaboración con otros colegas, etc. Hoy quizá son ya mayoría».
Las enseñanzas sobre el prestigio
“Antes el prestigio de un editor literario surgía de los autores que publicaba, y en menor medida de cómo los editaba. Es decir, si tenía autores apreciados por la crítica, galardonados con premios culturalmente importantes, si eran traducidos a otras lenguas, etc. Aunque no vendiera mucho. Hoy ese tipo de editor se las ve y se las desea para mantenerse en pie. Hoy el prestigio lo determina el número de ejemplares que venden los libros que decide publicar. Casi sin más consideraciones».
«Tampoco era nueva por completo, pero la idea de Janés, que luego siguen Barral y aún en mayor medida Herralde, Beatriz de Moura o Paco Porrúa, es que los autores que venden mucho no tienen por qué cobrar mucho más o enriquecer al editor, sino que tienen que generar unos beneficios que el editor pueda reinvertir apostando por autores nuevos (cuyo riesgo de que den pérdidas es mayor) que con el tiempo pueden llegar a adquirir un prestigio y venderse bastante bien. Si ningún autor vende, aunque sean todos literariamente valiosos, la editorial desaparece, aunque el editor quede siempre con una aureola de gran editor. Si el editor solo acumula dinero y autores perfectamente olvidables, también él será olvidado y no tendrá ninguna influencia en el futuro. En realidad, lo que propone Janés es un término medio e, implícitamente, lo que hace es una reivindicación del editor como agente cultural, como elemento que primero debe perdurar para llevar a cabo su misión, pero que debe llevar a cabo una misión que es dar a conocer a los autores que aportan valores interesantes para la sociedad de su tiempo o para las venideras. En tiempos, los autores preferían estar en el mismo catálogo que autores a los que admiraban o tenían un prestigio o una línea que coincidía con la suya. Hoy se elige de otra forma”.
Lo que se aprende sobre riesgos
“No es que sea radicalmente nuevo, pero Janés potencia la idea de las colecciones, con una estética externa uniforme. Las ediciones en tapa dura. Entre quienes pueden pagarse esos libros en los primeros años cuarenta, eso triunfa porque no tiene competencia, y, además (será triste pero hay testimonios de ello), muchos compradores de libros aprecian lo bien que quedan los lomos de los libros que edita Janés en sus bibliotecas, quedan muy decorativos y dan un encanto a sus cuartos de estar, o a sus salones, que no darían las ediciones en rústica de, pongo por caso, Espasa Calpe o similares (el grueso de los que venía haciendo en España antes y durante la guerra). Janés se esfuerza por que sus libros, impresos a menudo a dos tintas, con ilustraciones, en tapa dura, con alguna ilustración, etc., sean bellos como objeto, tengan un valor artístico, estético. Y eso es apreciado por los lectores. El resto de editores pensaba que esos libros, que resultaban caros al lector, no tendrían salida. Y se equivocaron. Hay otro factor que contribuye a ello. Hacia 1941, Janés tenía que hacer libros caros, porque se lo hacía casi todo él solo, o con un único colaborador, y sólo podía sacar un libro al mes o dos a lo sumo. Y con lo que daban esos libros tenía que vivir durante todo el mes. Entonces, ¿es la guerra o es Janés lo que marca el cambio?”.
Editar, hacer cultura y negocio, hacer negocio y lectura
“Si uno se fija en las editoriales más o menos de izquierdas durante el franquismo (pienso en Ruedo Ibérico en París o en Crítica en Barcelona), está claro que hay un proyecto cultural e incluso político. La editorial se convierte en arma política que pretende tener una incidencia no solo cultural sino, a través de ella, también política (y, lo que me parece importante, sin caer en el planfetarismo, porque no estamos hablando de «editorales de partido». En ese sentido, el caso curiosísimo es el de Juan Grijalbo, que empieza como la editorial del PSUC en México, la convierte en una editorial comercial internacional y hoy su editorial es lo que es (de todo menos comunista)».
“Y sí, bien, nadie regalaba ni regala nada, o sí. Cuando un editor ponía un precio político a un libro lo que hacía de entrada era aceptar que no generaría beneficios económicos a corto plazo. Lo publicaba, ya sea porque le parecía culturalmente pertinente, para emprender una política de autor, o por lo que sea”.
“En la transición, la cantidad de casos de editoriales como proyectos culturales son enormes, sobre todo en el caso de los que publican lenguas hasta entonces acalladas o minorizadas. Pienso en Edicions 62 en catalán, o en Lumen, Anagrama, Tusquets, Cuadernos para el Diálogo, Debate… Y, entre los anteriores, me parece claro que Destino tiene un proyecto claro de dar a conocer a los autores españoles jóvenes desde muy pronto (sobre todo a través del Premio Nadal)”.
“Entre los que se plantean la edición como un negocio son pocos, salvo los que compran una editorial que saben que está dando buenos resultados. Puedo aceptar por ejemplo que un premio haya servido para que mucha gente lea, pero en realidad mi duda es que, en general, los haya hecho mejores lectores”.
“Hay un montón de editoriales muy pequeñas semiprofesionales en las que es evidente el proyecto cultural más que el ánimo de lucro. Se oye a menudo eso de que ‘la editorial es una industria pero una industria cultural’, aunque no todo el mundo interpreta eso de la misma manera”.
Breve apostilla: desde la transición hacia la red
“Interpreto que hacer de la edición un programa cultural no significa necesariamente publicar a los autores clásicos. También buscar a los clásicos de mañana o de pasado mañana. En este sentido, siempre me ha parecido modélico el programa de Minúscula, pues Valeria Bergali detectó una carencia en las letras hispánicas (la literatura centroeuropea), y no solo la cubrió con mucho tino sino que además lo hizo con un enfoque original y creativo (las ciudades, la cultura civil y metropolitana). Me parece muy admirable. Y, además, cuando ha publicado a autores españoles ha sido a algún outsider con un dominio de la prosa fuera de lo común (pienso en Jesús del Campo)».
«Esa función del editor se debilitaría si todo lo colgamos en la red sin ton ni son. No habrá proyectos editoriales culturales tal como los entendemos”.
Publicar de todo
“…está muy bien que se publique de todo, novela literaria y novela de consumo o de usar y tirar, pero creo que clarificaría las cosas que los editores procuraran no dar gato por liebre. Poner una portada en rústica con unas letras doradas en relieve a una novela literaria parece un disparate (por lo menos, a mí me lo parece). Y lo mismo vale para intentar vender como la gran obra deudora de Stevenson las novelas de Lafuente Estefanía. ¿Sabías que en una de las novelas de este autor hay un protagonista al que matan en dos ocasiones? Eran novelas que se escribían a toda prisa, que nadie editaba (o lo hacía también demasiado deprisa) y que se publicaban inmediatamente. Eso generó muchos lectores, pero es absurdo pensar que aportaba o aporta algo al ser humano más allá de evasión y entretenimiento. ¡¡Conste que no estoy en contra del entretenimiento!! Me gusta el fútbol, por ejemplo, pero me parece indecente que parte de mis impuestos sirvan para impedir que un equipo baje de categoría”.
Mengual tiene mucho, muchísimo más que contar. Doy fe de que se le puede escuchar durante horas apenas respirando para no hacer ruido. Le gusta el intercambio. Aporta con una generosidad poco vista. Aunque a veces, todo hay que decirlo, puede malinterpretar algunos silencios. Todo está justificado, mucho más que justificado cuando nos encontramos con alguien de tal entusiasmo, muy poco común. Esperamos contar con una segunda entrega centrada en el periodo que abarca desde la transición. Mientras, invito a escucharlo en el siguiente enlace del programa Ojo crítico (a partir del minuto 35, para ser precisos) o leer otra entrevista, la que le hicieran en el suplemento de cultura de ‘ABC‘. Josep Mengual mantiene un delicioso blog que más de uno copia (es la última moda esto de copiar e incluso en los medios considerados más serios con una permisividad cargada de muchas cosas y alevosía). Que nadie se pierda el original: Negritas y cursivas
Muy felices fiestas, olas de esperanza, tormentas de candor.
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