Juan Millás en busca de la magia del menhir perdido
Tienen 3.500, 4.000, 5.000 años… Miden 3, 4, 7 metros… hasta 21. Y ahí están, enhiestos. Impertérritos. Fálicos. A menudo olvidados, perdidos. Cuando el fotógrafo Juan Millás se planteó que quería realizar un trabajo sobre el paisaje y la inspiración que produce vagar por él, al encuentro de todo o de nada, enseguida se topó con el menhir como símbolo de la intervención escultórica-arquitectónica más primitiva de la humanidad, con algo mágico, telúrico, que ahora ha transportado a la sala de exposiciones del Museo del Romanticismo, en Madrid.
“Hace unos años quise hacer un proyecto documental sobre el paseo al más puro estilo Robert Walser. Deseaba practicar el arte de perderme con la cámara en un bosque”. Juan Millás (Madrid, 1975), ha aprendido mucho de narrativas de su padre, el escritor Juan José Millás. Fundador en 2005 del colectivo NOPHOTO de una docena de fotógrafos, colaborador de publicaciones como El País Semanal, y autor de trabajos editoriales como el libro Península, junto a Eduardo Nave; encontró la clave para este proyecto fotográfico en las palabras del arquitecto Francesco Careri en su obra Walkscapes: andar como practica estética (algo muy afín a artistas del land art como Richard Long, a herman de vries y a maestros indiscutibles como Miró). Careri plantea el menhir como “la piedra que emerge por primera vez del caos”, un elemento que “contiene en sí mismo la arquitectura, la escultura y el paisaje”.
Y así lo ha traspuesto Millás: “El menhir es orden, composición, representación. Al rotarla, el hombre transforma la piedra en otra cosa: extrañeza, suelo, relato. Me adentré en los bosques persiguiendo la visión utópica de quienes contemplaron por primera vez un paisaje en la naturaleza”.
La propuesta de la exposición en el más romántico de los museos madrileños, A Grove of Trees from a point of view, plantea “el origen del paisaje y la iniciación de la mirada”. El menhir como cauce para crear paisaje, para mirarlo y para fotografiarlo. Como cámara oscura que recoge lo que está a su alrededor y lo proyecta.
Entrar en A Grove of Trees es sumergirse en una especie de cueva-bosque que entre sombras permite contemplar los encuentros de Millás con esos tótem en el paisaje. Buen lugar el Museo del Romanticismo, porque atrapa ese acercamiento reverencial a la naturaleza. Además, esa cueva simboliza también el otro homenaje que estaba en la mente de Millás: la cámara oscura, la prehistoria de la fotografía, en paralelo a los orígenes de la intervención humana en la naturaleza.
“El montaje de la exposición (con comisariado de Begoña Torres y diseño de la arquitecta Diana Jusdado) transforma la sala en una cámara oscura, evocando el funcionamiento de dispositivos ópticos que están en el origen de la fotografía”, señala la documentación de la muestra. “A través de la proyección de las fotografías (que se van superponiendo a ritmo muy lento, creando fantasmagóricas abstracciones) tenemos la sensación de atravesar un bosque de imágenes, subrayando la idea de andar como una manera de construir el paisaje. El menhir aparece ante el espectador, al final de la travesía, como una sombra pintada en el bosque, un instrumento estético capaz de modificar el espacio”.
Es algo parecido a lo que sentía Juan Millás cuando vagaba por los bosques en busca del menhir, a menudo con cierto miedo generado por la inquietud de perderse en absoluta soledad. Recorrió muchos parajes del condado inglés de Wiltshire y la región francesa de Bretaña –que recoge la mayor concentración del mundo de estos monolitos-, en busca del menhir y nunca se encontró con nadie. ¿Con nadie? “Nunca. Con nadie”.
A veces los menhires están tan camuflados en la húmeda naturaleza, cubiertos de musgo y de hojarasca, que hasta que no estás encima no los ves. Y entonces los sientes como un dios, testigo impávido de la historia, un hito del tiempo y del espacio, un tótem que te hace sentir el paisaje como alucinación, que no solo marca un mojón en el paisaje, un orden, sino que además lo abarca, lo contiene, lo digiere para proyectarlo, de la misma forma que funciona la cámara oscura que dio origen a la fotografía, que capta la realidad para proyectar una imagen de ella, que no tiene por qué ser necesariamente la misma.
Eso es lo que intenta transmitir Millás a través de esta pequeña pero sugerente y envolvente muestra. “El encuentro con el menhir siempre evocaba la visión de una herida abierta en la frondosidad vegetal. La piedra se recortaba entre los árboles como una sombra pintada en el bosque, un sfumatto oscuro lleno de presagios sobre la separación atávica entre el mundo humano y el mundo natural”.
‘A Grove of Trees from a point of view’ puede visitarse en el Museo del Romanticismo, en Madrid, hasta el 14 de enero.
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