Juan Tallón, escritor: «A menudo la vida va de otra cosa»

El escritor Juan Tallón.

El escritor Juan Tallón.

El escritor Juan Tallón.

El escritor gallego, autor de las novelas ‘Fin de poema’ y ‘El váter de Onetti’ y de los ensayos ‘Libros peligrosos’ y ‘Manual de fútbol’, acaba de publicar ‘Mientras haya bares’ (editorial Círculo de Tiza), una recopilación de sus columnas en prensa. Ésta es una entrevista muy alcohólica en la que hablamos con él de grandes escritores y bebedores como Scott Fitzgerald, Hemingway, Brendan Behan, Cheever y Carver.

Algunos son de la opinión de que para ser alguien en la vida hay que cerrar muchos bares. Uno detrás de otro. Sin respiro. Los jueves por la noche. O los martes de mañana. Estrenar los días volviendo a casa chocando con la gente decente. La gente que siempre está arreglando el mundo. Volver escaleras arriba, con la firmeza de un tambaleo y aprender a cenar un buen desayuno como aquel personaje de El Gran Gatsby.

Para Juan Tallón (Vilardevós, Orense, 1975), la barra de un bar es una almohada de viscolátex. Blanda como pan de molde. Un terreno silvestre y cómodo para acampar una temporada o para conocer el amor despacito, sin tirones, como si al lado te susurrara Françoise Hardy. “La vida gana interés porque a menudo va de otra cosa, no de la que creíamos”, escribe.

Del Café Gijón al Filete Ruso, el bar madrileño donde has presentado tu nuevo libro. En lugares así le entran ganas a uno de escribir al menos una novela de tres líneas, como las de Félix Feneon…

Incluso de dos. El bar es una ficción y siempre te permite ir más allá de lo que tu sabías. Entonces, ¿quién renunciaría a introducir un bar en una novela, incluso dos?

¿La barra de un bar es un buen lugar donde tenderse bocarriba, un lugar seguro donde irse a vivir…?

Ha pasado. En la barra puedes incluso dormir, escribir, recordar de memoria el día anterior. La barra del bar es incluso una almohada, incluso a veces más blandita. Yo siempre me he encontrado muy bien en ella.

Pla reconocía que había sido un gran bebedor y que lo había dejado todo a excepción del whisky, porque no hacía daño. Dejar una copa para mañana es como dejarla para siempre…

Claro, sería absurdo. Las copas que no se beben ya no se recuperan. Las has perdido para siempre y yo no soy nada partidario de dejar una copa a medias. O no la bebo o voy hasta el final.

Piglia escribe en sus diarios que podría contar su vida a partir de la repetición de las conversaciones con sus amigos en el bar. Uno es los bares de los que le han echado…

A mí uno de los momentos más tristes que he vivido en un bar ha sido ese. No tanto cuando me echan sino cuando lo cierro. Cuando se ha acabado todo y tienes que irte a casa. Ese es un momento de una tristeza irremontable. Es mejor irse media hora antes que escuchar esa última canción, que es ya la invitación al fin del día.

Scott Fitzgerald se bebía 30 cervezas diarias…

La cerveza es un clavo ardiendo. Es algo seguro a lo que puedes agarrarte. En caso de tambalearte, la cerveza es un asa.

Joyce bebía Fendant de Sion, un vino seco al que llamaba «la Archiduquesa», por el color ambarino y porque se lo bebía como si fuera el néctar de una muchacha aristocrática. Después de Joyce, decía Hemingway, había que empezar a escribir la literatura de cero, con palabras simples y una sintaxis desarticulada.

Después de Joyce los demás hemos seguido bebiendo. Creo que después de Joyce estamos nosotros. Creo que no hay más opciones.

Ya comentaba Brendan Behan que lo único importante en este mundo era tener algo que comer, algo que beber y alguien que te quisiera. ¿Para Juan Tallón lo más importante es lo que no tiene importancia?

Esa es una de las cosas trascendentales en mi vida. Bueno, al menos a las que yo siempre he querido darle trascendencia. A la vez que las cosas especialmente importantes siempre he querido relativizarlas. Dan juego las pequeñas cosas si las miras lo suficiente.

¡Qué espectáculo tenía que ser esos días en los que Cheever y Carver coincidían en el supermercado para pertrecharse de bebidas!

Sí y ¡qué grandes escritores debieron de salir de sus aulas!

Salinger escribió, a finales de 1944, que desde que estaba en el Ejército había olvidado “bares, calles, autobuses y caras”. Tallón, sin embargo, lo que no olvida nunca es un bigote…

Siempre me han perturbado. Creo que es algo que no pasa en balde por la vida de otra persona. Yo recuerdo que me lo dejé tres días y todavía no me he curado de ese impacto cuando me miraba al espejo. No veía tanto a Juan Tallón como al inspector Martínez de la secreta. Yo es otro, al menos con bigote.

Kafka leía en voz alta ‘La Metamorfosis’ y la risa le interrumpía la lectura. ¿Qué cosas le interrumpen la lectura y le cortan la risa a Tallón?

Una frase que me haga pensar simplemente. Me gusta ese tipo de lecturas que se parten y de pronto te obligan a levantar la cabeza y mirar al vacío para procesar lo que has leído.

Escribes que las erratas son el virus de la lengua, la CIA del idioma… No puede uno fiarse de gente que no se equivoca nunca…

La errata es la herida por la que se respira. ¿Cómo no incurrir en una?

Un libro es un arma cargada en la casa de al lado, se escucha en ‘Fahrenheit 451’ de Truffaut (1966). El editor de Raymond Carver, Gordon Lish, cargaba las pistolas para demostrar que tenía razón. Cada uno carga lo que puede…

Y a veces ni eso. Y a veces uno carga con todo lo que lleva detrás.

Mientras haya bares estamos a salvo…

Mientras haya bares habrá autores y mientras haya autores tal vez sigan existiendo libros que alguien pueda un día llegar a leer.

Hemos hablado de cervezas, vino, whisky, ginebra… ¿Y qué hacemos con el vodka?

El vodka es lo siguiente. Eso sí, no olvidemos la resaca.

El blog de Juan Tallón: https://descartemoselrevolver.com

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