Julio Llamazares: “Si el tiempo no se detuviera, no sentiríamos lo que sentimos”
Fotografía: Alfaguara
CARLOS PÉREZ CRUZ
Presentación en la librería Elkar de Bilbao de Las lágrimas de San Lorenzo (Alfaguara), quinta novela del escritor leonés Julio Llamazares desde que publicara en 1985 Luna de lobos. «No soy muy prolífico», reconoció el autor, si bien recordó que practica otras formas literarias como el ensayo, la poesía, los relatos, también artículos periodísticos. “No hay un formato superior a otro”, aunque las editoriales han favorecido la novela como artefacto preferente. Le publican los otros, aunque el nerviosismo del editor es patente si no hay novela en ciernes.
Escribir requiere de «horas en silencio», dijo recordando a su admirado Miguel Torga, escritor portugués. Es con el silencio cuando Llamazares puede concentrarse en aquello que más le gusta: escribir. «Soy muy vago», aseguró, aunque después aclaró que lo suyo no es propiamente vagancia sino necesidad de vivir, imprescindible para la escritura. «Cuando vives, no escribes; cuando escribes, no vives». Sin ese «vivir», la escritura se vuelve funcionarial, «escritura de despacho».
«La escritura es la más solitaria de las artes. El músico puede ver la reacción del público, el de clásica si el personal carraspea y el director de cine puede ir a una sala de cine y ver si la gente ríe cuando él pretendía. El escritor, no». Llamazares disfruta de la soledad pero, contra lo que algún lector llegó a pensar, no es aquel anciano solitario en su delirante último día de vida de La lluvia amarilla. Frente a la posible decepción de quien se lo imagina un alma solitaria, se define sociable aunque suspira por ese «lujo asiático» que es coger un periódico y tomarse un café sin que nadie lo moleste. «Nunca he podido entender por qué quieren ser famosos», se interrogó el escritor, “siempre he defendido el anonimato». Y el paseo como fuente inagotable para la literatura. «Yo escribo mientras paseo», aseguró. También que sin título de antemano, no hay posible novela.
«No escribo para agradar ni para entretener», pero sí para un público que está en su longitud de onda. «No pretendo dar respuestas porque yo cada vez tengo más preguntas». Las preguntas vienen con la edad, la juventud es tajante y «maniquea» en sus convicciones. La edad, el paso del tiempo, la memoria, son precisamente cuestiones que fundamentan Las lágrimas de San Lorenzo. De entre los temas universales (amor, soledad, muerte…), Llamazares se queda con el tiempo, que es ”el motor de la literatura. Si el tiempo no se detuviera, no sentiríamos lo que sentimos». Y la memoria es el «sustrato de lo que queda del tiempo».
En la charla con sus lectores, Julio Llamazares fue crítico con los «escritores mediáticos» y lamentó escenas como las que vio en alguna Feria del Libro de Madrid en la que cientos de personas hacían cola para que «un tal Risto» les firmara, mientras en la caseta de al lado un gran escritor como Juan Eduardo Zúñiga esperaba prácticamente solo. Interrogado sobre la frustración que tal intrusismo puede generar, Llamazares asumió que es parte del juego comercial y bromeó con que ya no se considera a sí mismo escritor, sobre todo «cuando veo en televisión que ciertos personajes, por ejemplo Terelu Campos, figuran como ‘escritor y periodista'». Frente al presunto escritor movido por el interés económico, está el escritor que «seguiría escribiendo aunque no le paguen por ello». También fue crítico con quienes justifican recibir premios mediáticos como el Planeta por la posibilidad de acceder a más lectores (“cada escritor tiene los lectores que le corresponden”, llegó a decir). Según Llamazares, sólo Torrente Ballester dio una excusa razonable al recibirlo: “tenía que alimentar a once hijos”.
Como si del personaje de El extranjero de Camus se tratara, Llamazares siente en carne propia ese extrañamiento, ese “ser extranjero de sí mismo” al ver qué tipo de personas y de cosas se ven en la televisión o se hablan en la radio. “¿Qué tengo que ver yo con todo eso?”. Al moverse entre amigos, “uno cree que todos piensan igual que él. Pero luego vas a una boda, escuchas de lo que habla la gente, y te das cuenta de que el raro eres tú”, relató entre risas. Sobre España dijo que no hay mejor forma de descubrirla que viajar en avión. Desde allí arriba y de noche, con sus luces, se descubre el mapa del desequilibrio. “España es una campana. La costa está completamente construida y Madrid es el badajo que mueve rítmicamente a los demás”, mientras las tierras de León en las que nació, “están en venta por derribo”. Eso sí, queda el consuelo del mejor piropo que ha recibido como escritor: el de quien en su vida sólo leyó La lluvia amarilla. Y es que para Julio Llamazares no había mejor crítico de sus textos que el campesino casi analfabeto que leía sus borradores.
Comentarios
Por neutrinus1428, el 28 abril 2013
¡Dios ha muerto! Según Nietzsche.
!Nietzsche ha muerto! Segun Dios.
Eh! oiga! ¿y mis derechos!? Un ciudadano.
Por neutrinus1428, el 28 abril 2013
Ahora, al comentar la alegría que me ha dado saber que andas vivo, Llamazares,lo digo, sigue vivo!. Gracias Llamazares!
Por celia, el 28 abril 2013
GUSTO DE SABER DE JULIO.SIEMPRE ME HA PARECIDO SABIA SU ACTITD DE RETIRARSE DEL ESCAPARATE MEDIATICO.
Por Lispector, el 28 abril 2013
Uno de mis escritores favoritos. Siempre releo su poemario «La lentitud de los bueyes».