Kallifatides: “Los clásicos proponen formas distintas de pensar y vivir”
El escritor Theodor Kallifatides (86 años recién cumplidos), uno de los mejores escritores griegos de la actualidad, siempre tuvo la convicción de que escribir era su destino. Con 25 años emigró a Suecia, donde ha publicado más de 40 libros entre novelas, ensayos y poesía. Se dio a conocer en España con el libro ‘Otra vida por vivir’ (Galaxia Gutenberg), que consiguió en 2019 el Premio Cálamo ‘Extraordinario’. Desde entonces, su literatura ha ido cautivando a los lectores españoles con obras como ‘El asedio de Troya’, ‘Madres e hijos’ o ‘Timandra. “Sigo creyendo en los valores sencillos de mis padres: el amor, la honestidad, la justicia social, la educación y la libertad. Sigo creyendo en las mismas cosas”, asegura el escritor, que consiguió el pasado año la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes.
Empezó a escribir muy pronto. A los cinco años, en plena ocupación alemana de su ciudad natal, su madre le llevó a presenciar una ejecución. Cruzó una mirada con el que iba a ser asesinado por los nazis y luego, al volver a casa, empezó a escribir. ¿Qué narró en aquellas primeras páginas en blanco, con qué texto inauguró su escritura?
La verdad es que no recuerdo el texto. No lo he vuelto a leer. Es extraño, porque me acuerdo de todo lo demás y sobre todo del ajusticiado.
Cuando cumplió 68 años y su madre 92, se dio cuenta de que había llegado el momento de hacer lo que siempre había querido: escribir sobre ella. En su libro ‘Madre e hijos’ dice: «Mi padre hizo de mí un ser humano y mi madre un escritor». Su familia y especialmente su madre están en el centro de su literatura…
Sí, mi familia fue el centro de mi vida. Fue en el seno de la familia donde sentí cierta seguridad, amor y ternura. La vida era muy difícil en aquellos días, pero, por supuesto, al crecer conocí amigos, novias, profesores y, sobre todo, la tradición clásica y escribo sobre todos ellos.
Tuvo que emigrar muy joven de Grecia a Suecia para ganarse la vida. Sin embargo, señala que, si no hubiera cambiado de país, incluso en Grecia habría sido escritor. «No tenía otra forma de existir a los ojos de los demás, ni a mis propios ojos», explica en ‘Otra vida por vivir’. ¿Qué cosas murieron dentro de usted cuando emigró?
No era muy joven, tenía 25 años. Ya había publicado pequeñas cosas en Grecia, tenía la profunda convicción de que escribir era mi destino, no podía olvidar nada, pero el tiempo pasa, la vida cambia y uno cambia con ella. Sin embargo, la lengua griega nunca murió en mi cabeza.
Su padre le dejó un texto sobre el origen de la familia Kallifatides. Y también le dio un consejo muy claro: «No olvides quién eres». A punto de cumplir los 90…, ¿quién es Theodor Kallifatides?
Es una pregunta enorme, pero es razonable pensar que sigo siendo hijo de mi padre y de mi madre. He vivido más o menos honrando sus creencias y opiniones, y es muy doloroso cuando no lo hago. Ellos creían en los valores sencillos del amor, la honestidad, la justicia social, la educación y la libertad. Sigo creyendo en las mismas cosas.
Hubo un tiempo en Europa y en el mundo en que el extranjero llamaba a una puerta y se le abría. Escribe: «¡Qué no se ha escrito sobre el viajero solitario que llama a la puerta en plena noche! Conocí aquel mundo en el que todas las puertas estaban abiertas. Ahora los tiempos han cambiado. Las puertas están cada vez más cerradas». ¿Cuáles son sus esperanzas para el ser humano?
Espero que nunca abandonemos la búsqueda de una sociedad mejor.
¿Cómo ve a Europa en estas primeras décadas del siglo XXI alguien que, como usted, ha visto al continente pasar por todo tipo de vicisitudes?
Europa imita cada vez más el estilo de vida americano en lugar de lo contrario.
Su amor y pasión por los clásicos es evidente en cada página de sus libros. En ‘El asedio de Troya’ usted narra su versión de ‘La Ilíada’, el libro que fundó nuestra literatura en Occidente. En estos tiempos de incertidumbre, inmediatez, disponibilidad permanente y desasosiego, ¿los textos grecolatinos pueden servirnos de guía para vivir de otra manera, para ser mucho mejores?
Necesitamos a los clásicos no sólo para divertirnos, sino porque nos proponen formas distintas de pensar y de vivir. Por ejemplo, cuando Aristóteles se enteró de que su amado hijo había muerto en batalla, dijo: Sabía que era mortal. No se puso a maldecir, a gritar, a prometer venganza a cualquier precio, etc…
Casi 3.000 años después de que se escribieran ‘La Ilíada’ y ‘La Odisea’, los seres humanos siguen en guerra. Éstas siguen siendo, como nos explicó Homero, fuente de lágrimas, sufrimiento y muerte. «Nunca estáis satisfechos con las guerras», dijo Menelao a los troyanos, que es lo mismo que si nos lo dijera a nosotros…
Sí, es cierto. Los humanos siguen resolviendo los problemas matándose unos a otros. Esta forma de pensar debe cambiar. La guerra nunca es una solución.
El hombre necesita un sentido de la vida, no tanto para vivir como para morir. «Cada noche en el balcón me reconciliaba con la muerte y al día siguiente la olvidaba. La muerte está siempre presente, pero es incomprensible», escribe. ¿Es filosofar aprender a morir?
En cierto modo, sí. La muerte es una realidad. Cómo vivimos con esta realidad es una medida de nuestra civilización.
¿Qué es la nostalgia?
El dolor de vivir lejos de tu país. No necesariamente el deseo de volver, a veces sabes que no puedes volver, pero el dolor está ahí.
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