Kepa Junkera: “Nos imponen bandas sonoras ajenas”
Siente que músicas como la suya son invisibles a veces, aunque él ha ganado un Grammy. Kepa Junkera (Bilbao, 1965) ha desarrollado una dilatada carrera (más de 20 discos) dedicada a la música tradicional vasca y las músicas de raíz con un lenguaje nuevo, sin fronteras, y con composiciones propias que han recorrido el mundo junto a su instrumento: la trikitixa. Ha celebrado estos 35 años que lleva tocando con un disco-libro (‘Una pequeña historia de la trikitixa’) y con una exposición (‘El fuelle viajero’), inaugurada recientemente en Bilbao.
Celebras 35 años al lado de tu instrumento. ¿Ha sido fácil mantener el enamoramiento?
Sí, porque surge de una chispa que es muy intensa. Son ese tipo de encuentros que son inesperados, porque a pesar de que en mi familia mi aitite (abuelo) y mi madre tocaban, muchas veces se cruza la posibilidad de escuchar esa música popular en un entorno urbano como es Bilbao y, si encima te surge esa chispa, es algo único, aunque en ese momento no te das cuenta. Con el tiempo veo la importancia de esa llamada. Por encima de modas y circunstancias decidí meterme en ese mundo raro y apasionante. Vas un poco en contra de la corriente masiva, pero sortear esas olas es una suerte. Y es una alegría poder seguir hoy aquí, con casi 50 años.
Has presentado este disco en una calle de tu barrio, Rekalde. ¿Por qué ahí y por qué así?
Ahí es donde escuchaba a mi abuelo tocar la pandereta cuando volvían de tocar en fiestas, subían a tomar unos txikitos. Nosotros bajábamos del monte, mis padres no tenían coche. Me parecía bonito hacer la presentación en la misma calle donde escuché esos primeros sonidos. Y, de paso, es un homenaje a mi barrio, mi familia, mis amigos. Siempre es emocionante no olvidarte de tus orígenes. La música que hago es artesanal, no es de grandes escenarios. Todo el que se dedica a la música no tiene que tocar delante de miles de personas, hay otro nivel más cercano que para mí es más sincero. Tiene que ver con el sentimiento, la naturalidad y la sencillez. En un barrio obrero como Rekalde, de mucha emigración y muchos problemas sociales, a la gente sencilla le gusta cantar y bailar. Yo tuve la suerte de vivirlo en primera persona cuando la cultura no era tan accesible, no todos podían aprender música ni había escuelas.
¿Nos explicas la trikitixa?
El nombre lo adquiere en Euskal Herria, pero es un acordeón diatónico. En el País Vasco lleva 150 años. Hay muchos tipos de acordeón (el acordeón de piano, el bandoneón, la concertina). Para hacer un símil, no es lo mismo la guitarra acústica que la eléctrica o la española o un timple. Tenemos el fuelle y la lengüeta, que es lo que se mueve cuando metes el aire y hace sonar a la trikitixa. Es un instrumento muy viajero, pequeño, muy manejable, se ha movido con las culturas desde Europa a Estados Unidos, Argentina, Brasil. En el País Vasco arraigó, igual que en Galicia es la gaita la que adquirió una presencia mayor. Hoy en el mundo se reconoce nuestro estilo, ya tiene un sonido. La palabra trikitixa es una onomatopeya que se cree que proviene del sonido triki triki que producía la pandereta. Hay un ritmo que se llama trikitixa y ya es también el nombre de una cultura que surge alrededor, ligado a un local, una atmósfera. Y se abre a partir de ahí un mundo. Hay gente que toca lo que se tocaba en los años 40 y otros, como es mi caso, partiendo de ahí y de otras experiencias compongo mi música, probando diferentes cosas.
¿Es música para minorías?
Bueno, si no se da a conocer… Por ejemplo, ¿por qué esta música que está sonando ahora mismo aquí en el hilo musical de esta cafetería? Podría estar sonando también otra cosa. Pero es que es predominante la música de masas, de Estados Unidos en general (y tengo muchos amigos allí), es un lenguaje más fácil. Me extraña que en la península sea predominante escuchar sólo esa música en una proporción de 100 a 0. Podemos estar un mes aquí, vamos a escuchar lo mismo todo el rato. No vas a escuchar en un bar una canción, ya no digo mía, pero es que ni de Carmen París ni de Eliseo Parra ni de La Musgaña. Y no es porque no le guste a la gente, hay gente que cuando la conoce le gusta, pero es que se imponen bandas sonoras ajenas. Yo haciendo música local nuestra he podido exportarla. No se entiende que aquí no se le dé espacio. Parece que los grandes medios tienen un temor, como si tuviéramos rabo y cuernos (Risas). Mirar hacia lo que han cantado tus abuelos no significa irse hacia atrás, a partir de ahí te puedes lanzar al futuro con músicas muy contemporáneas.
Has tocado en lugares como Japón y parece que les gusta…
La cultura que hay en la península (incluyo Portugal) es algo increíble, es un patrimonio valorado en el mundo, aunque aquí apenas se sabe lo que hay. Hay unas melodías, unas coplas, hay hombres y mujeres instrumentistas de primerísimo nivel. El año pasado toqué en Irlanda, ellos exportan música, si me han llamado a mí no es porque toco música irlandesa (que es una maravilla). Si estas músicas nuestras han pasado de generación en generación será por algo. Y luego hacemos festivales de música y les ponemos a todos nombres anglosajones rarísimos (risas). ¡Pero si es el festival del pueblo! ¿No podéis llamarlo por su nombre?
Acompañas el disco de un libro que hace un recorrido detallado por la historia de la trikitixa, con anécdotas como su asociación a comportamientos “poco decorosos” en otras épocas…
Es algo que ha ocurrido mucho, también con otras cosas, en una época en la que el poder en los pueblos estaba en manos de determinadas personas que podían influenciar, sobre todo desde el poder religioso, en las mentes de la gente humilde y sencilla. Se conoce a la triki como infernuko auspoa (fuelle del infierno). Por eso he hecho este disco con un grupo que son las Sorginak, que significa ‘brujas’.
¿Por qué ese miedo a un acordeón, tanto en los poderes eclesiásticos como franquistas?
No sólo a este instrumento, también a otros, pero en realidad es el control de las personas lo que se perseguía. Ahora hay otros tipos de controles, una parte de la sociedad intenta controlar a la otra. En el libro hay comentarios de gente que lo pasó mal. Le decían a la madre que si su hijo se iba a tocar a una romería iba a tener problemas, lo iban a echar de la Iglesia.
A ti te pilló la época de tocar en las romerías por los rincones de Euskadi cuando ya no estaba prohibido bailar agarrados.
Totalmente, al final todo lo prohibido se acaba. Siempre se ha bailado por mucho que se empeñaran. Esto sigue su curso como tiene que ser, cada persona tiene derecho a arrimarse a quien quiera.
Es un instrumento muy festivo. ¿Qué tipo de emociones transmite?
Es muy potente, sobre todo por el ritmo. La música popular es alegre, aunque también hay temas nostálgicos, melancólicos, tristes. Pero el repertorio que hago es muy vital.
Hablabas antes del grupo de mujeres pandereteras (Sorginak) que has creado para este proyecto. ¿Cómo es la relación de la trikitixa con la pandereta?
La trikitixa se forma con acordeón, pandero y voz, habitualmente toca un dúo. Como quería dar un salto en el mundo de los panderos, elegí hacer un grupo por la frescura, para poder transmitir también mi experiencia y construir algo nuevo. Tienen la edad que yo tenía cuando empezaba. Son mujeres que vienen del mundo tradicional, ya tocaban, y ahora sienten que pueden reubicar esa música en otros lugares. Viendo el espectáculo a la gente le puede volar la imaginación con nuestra forma de sentir, nuestro ritual que es tocar juntos. Creo que hay un desconocimiento muy grande de muchas cosas, también de esta pequeña parte del mundo de donde venimos, de estos instrumentos, y quería transmitirlo en este disco y con estos temas.
¿Qué historia rescatarías de las muchas que se cuentan en el libro sobre los pioneros?
Tuve la suerte de conocer a casi todos los que salen. Destaco la personalidad y el carácter. Personajes que estando en un sitio muy pequeño, tocarían bien o mal, pero si estuvieran aquí nos llevarían por delante con su filosofía de vida, sus vivencias. Algunos ni sabían música, ni son intelectuales ni tenían cultura (como la entendemos hoy), pero fueron capaces, como hay algún caso, de aprender a tocar cuidando a las cabras o vender su herramienta de trabajo para comprarse el instrumento.
¿Es un orgullo haber situado la música de tu tierra en el escenario internacional?
Tengo el orgullo de pertenecer a un grupo de personas. Sé que como yo hay muchos, en un entorno cercano que para mí es la península y en concreto el Atlántico. El trabajo de creación es individual, por cabezonería individualista, pero me siento muy orgulloso de que haya mucha gente que hace lo que siente, por encima de modas. He citado antes a varios pero hay muchos (Coetus, Xabier Díaz, Cristina Pato). Lo mío es una parte pequeña de todo ese grupo que existe.
En otro trabajo hiciste cantar canciones tradicionales vascas a artistas como Pablo Milanés, Estrella Morente, Calamaro… ¿Cómo fue la experiencia de abrir las puertas de casa?
Fue muy fácil, gente con sensibilidad, sencilla, maja. Todos me decían lo mismo, qué bonita canción, qué maravilla cantar en euskera (patrimonio de la humanidad). Es que no puedo entender que una lengua cercana genere lo que genera a veces. A mí ahora me invita un esquimal a ir a tocar con él y los de su pueblo en un iglú y me parece maravilloso. Todos estos artistas fueron estupendos, con un cariño, una devoción, un interés… Fue muy bonito.
¿Qué es lo que más te fascina de la cultura gallega, lo que te llevó a hacer el anterior disco (‘Galiza’)?
Galicia para mí es como en el fútbol podría ser Brasil. Es una cantera impresionante. Gente que hace música como come y se baña en la playa o sube al monte. Todo el mundo toca algo, aunque no sean profesionales. Hacen unas melodías preciosas. Fue aportar mi forma de ver esa música y ponerla en valor uniéndola con melodías vascas. Admiro mucho al pueblo gallego, es una pasada. Se conocen los grandes grupos como Luar na Lubre o Milladoiro, pero es que hay una cantera increíble.
Has llevado lo tradicional a otro lugar. ¿Las revoluciones, sobre todo al principio, son entendidas?
Hay de todo, gente que te critica y gente que te alaba. Pero vas equilibrándote. No necesito el impulso externo del reconocimiento, me hace ilusión, claro, pero creo que haría mi música igual si no lo tuviera. Al final tienes que seguir tu camino. Hay muchos momentos en los que eres invisible y tienes que vivir con la invisibilidad de lo que haces. Mi música es para ganar al aficionado de uno en uno.
Le has compuesto hasta a tu equipo (el Athletic Club de Bilbao). Háblanos de esa pasión futbolera.
Bueno, es un tópico, pero para mí es algo más que un club, es algo muy especial. No me refiero a los jugadores ni a lo que están cobrando, lo que yo veo es otra cosa, va unido a una comunicación con mi familia: “Oye, ama, ¿qué ha hecho el Athletic?”. El fútbol en ese sentido nos une. Por supuesto hay cosas que no comparto, pero para mí es mi familia, es una emoción por encima de un juego, es mi hijo jugando. Es gente de la cantera que cumple un sueño. Luego ya se entra en movidas que no comparto. Por ejemplo, los programas deportivos o los periódicos. Alucino. Me llama mucho la atención que de nada hablen tanto. Qué capacidad. Me gustaría ver eso trasladado a la música. Imagínate que esos periodistas tuvieran que hablar así de nosotros todos los días: “A Eliseo Parra ayer tocando se le movió un poco la pandereta” o “Carmen París tuvo una indisposición antes de salir y tuvo que tomarse una manzanilla” o imagínate una infografía para explicar donde se sienta cada uno en un concierto (un día vi una de un avión para poner dónde se había sentado Beckham). Es que es muy fuerte. Rellenan dos páginas con eso.
Has dicho que no te gusta que el concepto de rebeldía, cuando se habla de artistas, se asocie a “vidas insanas”.
Tengo la suerte de tener amigos muy coherentes con la vida y con su entorno. Me sitúan. Claro que hay una libertad, quien elige una vida determinada, mientras no haga daño a los demás me parece bien. Cada uno sabrá. Para mí la emoción de subirme al escenario es tan grande que no necesito nada extra. Pero tengo mucho respeto a la libertad de los demás. Soy un tío muy normal, por suerte la gente viene a escuchar mi música por lo que soy, por lo que toco, sin más. No vienen por mi vestuario (risas).
Si el aniversario de los 35 años ha sido así, ¿las bodas de oro cómo serán?
En Euskadi tenemos como el Guggemheim, de titanio (risas). Tengo claro que es un tema de motivación. El día que no esté motivado me bajaré y no pasa nada. Mientras esté motivado, seguiré dando la chapa. Soy una persona muy positiva, siempre pienso que cada año va a ser mejor. Intento transmitir energía y fuerza.
Próximos conciertos de Kepa Junkera: Soria (23 abril, Café Teatro Avalon), Lleida (24 abril, Cafè del Teatre), Málaga (8 mayo, Teatro La Cochera Cabaret), Pamplona (15 mayo, Kafe Antzokia).
Comentarios
Por jsm1951, el 12 abril 2015
En Euskadi, en cambio, nos imponen «bandas sonoras» locales como la de este «autor libre» que vive de las subvenciones de un «gobierno amigo». Menuda desfachatez, y también que se le siga dando buen pábulo en los medios de información.
Para más información, buscar en Google «Kepa Junkera subvenciones».
Por mikel, el 12 abril 2015
jsm1951
Gana los Grammy por las subenciones que le dan. Es reconocido por profesores de la musica con mayúscula por las subenciones. En la frontera Texana-Mexicana es un idolo por las subenciones.
Anda ya!!!! lo bueno es lo externo. Esta es la visión que algunos tienen de lo lacal cuando se convierten en universal. Cortos de miras
Por Lucía, el 14 abril 2015
Grande Kepa! Y muchas envidias veo cuando alguien brilla. Me parece genial que el dinero público se destine a la cultura. A estas culturas.