Kike Cherta: Sexo (con un oso de peluche), mentiras y bebés foca

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El escritor Kike Cherta. © Roberto Villalón

Entre las historias de ‘La bofetada de Gilda’ encontramos a una mujer loca que vive con quince gatos, enamorada de un oso de peluche gigante; y a un señor muy bueno que, para dejar de serlo, decide ir a Canadá a matar focas. ‘La bofetada de Gilda’ es el libro de relatos ganador del II Premio de Narrativa Francisco Ayala; resultó elegido entre 531 manuscritos. El jurado valoró especialmente el tratamiento de diferentes registros de la soledad y la frustración. El autor de este libro oscuro y de extraño sentido del humor, Kike Cherta (Vinaròs, Castellón, 1982), trabaja como redactor creativo en una agencia de publicidad, pero es la literatura lo que le da vida. Para acercarnos a quién es, le sometemos a nuestro Text-10. Y, como su libro, no deja de asombrarnos. Por cierto, al final de la entrevista hay una sorpresa.

En los relatos de Kike Cherta hay mucha soledad, mucho alcohol y mucho sexo. Mal sexo. Y en la mayoría de sus personajes encontramos una pulsión entre «lo que se espera de ellos» -expresión que se repite a lo largo del libro- y lo que les sale de las entrañas, que suele ser algo muy cercano al mal. La cara B de todos nosotros también le habría encajado bien como título.

Destaco diez pasajes del libro, editado por Musa a las 9, para componer la entrevista Text-10:

1. Tu libro comienza con una frase muy directa: «A Abraham Lincoln le gusta mucho escribir pero también, y sobre todo, le gusta mucho follar». ¿A ti también?

Me gusta mucho escribir y desde luego también me gusta mucho follar. Es una frase que tiene que ver con lo que quieres ser y lo que en realidad eres. Me gustaría ser un escritor famoso e importante, pero al final eres una persona normal que lo que busca es acostarse con alguien.

Suena a frase impactante para enganchar a la gente. Se nota que trabajas en una agencia de publicidad.

Puede sonar a frase trampa para enganchar, pero, a medida que lees el cuento, se va justificando. Creo que es una frase que resume el relato, y en ese sentido no engaña al lector, es honesta. Plantea algo cierto, que luego se desarrolla, no trata de engañar.

2. «Abraham Lincoln está bailando con una domadora de circo. En este preciso instante arranca A quién le importa, de Alaska y Dinarama, y la domadora de circo se retuerce como una serpiente de cascabel. Las caderas enfundadas en medias de rejilla se le redondean con cada golpe de música. En la barra, un grupo de piratas y dos abominables hombres de las nieves finiquitan una ronda de chupitos. En el podium, una Catwoman de quince años exhibe su cuero negro y sus costillas flacas. D’Artagnan y un gondolero veneciano discuten por ver quién paga. En el local flota un calor pegajoso». ¿A ti te gusta disfrazarte en la vida?, ¿de qué?

Pues en los últimos carnavales, que coincidieron con la presentación del libro, me disfracé de Abraham Lincoln y del Capitán Haddock. Estoy muy a favor de aprovechar cualquier excusa para perder la vergüenza y convertirte en otro.

3. «¿Cómo ser riguroso sin ser aburrido?, se pregunta frente al teclado de su ordenador. ¿Cómo ser profundo y no provocar sólo eco vacío? Abraham Lincoln no lo sabe. Durante sus largos viajes en metro, Abraham Lincoln cierra los ojos y sueña con el momento en que de sus dedos surjan palabras que rezumen verdad, en lugar de meros fuegos de artificio. Se recuerda una y otra vez: «sobre todo, no jugar, odio los juegos». Eso lo escribió Carver hace mucho tiempo. Abraham Lincoln lo sabe porque lo ha leído en un blog de Internet. Virgen santa, qué difícil es ser escritor». ¿Lo piensas realmente?

Totalmente, y lo difícil que resulta no sentirte un idiota cuando hablas de cosas importantes y no preguntarte: ¿quién soy yo para hablar de esto? Supongo que por eso lo camuflo con humor.

Dice el resumen de tu biografía: «Kike Cherta decidió dejarlo todo un día y viajar rumbo a México, donde aprovechó para desarrollar su faceta más literaria. A su regreso a Europa, a finales de 2009, sobrevivió durante dos años gracias a varios concursos de relatos, cortometrajes… Además, descubrió el taller de relatos del Patio Maravillas, un lugar de intercambio literario muy alentador que ha contribuido a mantener vivo su gusto por la escritura. En 2012 regresó a la publicidad». Me llaman la atención varios detalles. El primero, que lo dejaste todo y te fuiste a México, ¿para qué, para escribir, te inspirabas mejor allí?

Fue una cuestión laboral-sentimental. Estaba cansado del trabajo de entonces y me fui para México siguiendo a mi chica de entonces. Estuve allí un año. Cuando se acabaron todos los ahorros, volví.

Dejaste la Publicidad y luego has vuelto a ella, ¿qué pasa, que no se puede vivir de la literatura?

Supongo que se podrá; yo no pude. Sigo trabajando en Publicidad, de redactor creativo, pero es escribir con cadenas, al servicio de algo. Soy buen profesional, pero no es algo que me acabe de llenar. Necesito expresarme de otra manera.

Destacas también la influencia en tu trayectoria del Patio Maravillas, un espacio polivalente autogestionado de encuentro, intercambio y creación entre asociaciones, vecinos, ciudadanos. ¿Qué te ha dado?

Yo al Patio Maravillas le debo mucho. Ahora, en cuanto termine la entrevista, me voy para allá, porque me toca barra en la cafetería, toca una vez al mes; es una pequeña contribución que devuelves al patio. Es un sitio donde poder experimentar y recibir una crítica sincera y sin tapujos. Hay un taller de relatos, que puso en marcha Víctor García Antón, un cuentista que me gusta mucho, en el que todos hacemos una puesta en común. Somos entre 12 y 16, nos reunimos una vez a la semana, y no es un intercambio de egos como en otros sitios, sino un lugar que me inspira mucho y que me ha arropado en una época difícil. Ahí encuentro gente que me ayuda, ya no solo literariamente, sino también personalmente.

El Francisco Ayala, dotado con 8.000 euros, es el primer premio literario en España que galardona una obra que se publicará únicamente en formato digital, y que pretende impulsar la edición de narrativa contemporánea inédita en los nuevos formatos de lectura, y fomentar la lectura desde el ámbito de las nuevas tecnologías. ¿Qué opinas de este formato, es el futuro?

El papel tiene su encanto, pero yo creo que el formato cuento funciona bien en digital. Aparte de que mi madre se decepcionó mucho cuando se enteró de que no había nada donde poner una dedicatoria y firmar, yo creo que así lo va a leer más gente que de la otra manera, con la edición clásica, en la que sacas un objeto que termina en las librerías enterrado entre la avalancha de novedades. Yo creo que así, poco a poco, puede ir cogiendo voz. Para un escritor novel como yo, me parece muy interesante.

4. «Mientras la geisha muerde su hombro (un mordisco mucho más fuerte de lo que la domadora de circo jamás se habría permitido), Abraham Lincoln se entretiene en pulir las descripciones del cuento. Poda las frases demasiado largas. Arranca las flores hermosas pero chillonas. Desecha las malas hierbas. Comprende, sin embargo, que una historia así, tan sencilla, requiere cierta dosis de error. Es mejor no barnizar del todo las apócopes. Dejar algún adjetivo inapropiado reluciendo en su inadecuación. Recuerda o revive uno de los consejos de Chejov: «No pulir, no limar demasiado. Hay que ser desmañado y audaz». Qué piernas tan delgadas e indefensas, piensa entonces Abraham Lincoln mientras ve cómo se levanta la túnica de seda. Y qué culo, qué señor culo, chiquitito y redondo, mucho más blanco que su cara de prostituta japonesa». Tú, ¿cómo te inspiras para escribir?

Suelo escribir cuando me encuentro bien. Paso por las épocas malas, las asimilo, y cuando ya me encuentro mejor, cuando se ha hecho un poso dentro de mí y me veo mejor, me siento y escribo. Por lo demás, intento mantener una rutina bastante seria; y el Patio Maravillas, por ejemplo, te ayuda a eso, porque tienes que llevar todas las semanas algo escrito. Trato de escribir casi todos los días, aunque sea un poquito.

Muchos escritores dicen que se concentran más en épocas bajas; que cuando están bien, les apetece más salir a la calle con los amigos, de cañas, en vez de encerrarse en casa. 

Ya, yo es al revés; cuando estoy mal, quedo con los amigos para tomar unas cañas y que me animen. Yo no sufro escribiendo, lo disfruto mucho, me resulta muy placentero. Aunque sea muy dramático lo que escribes, es un dolor que te gusta, que te sienta bien.

5. «Ella le mira de reojo con la cara blanca y fantasmal, con esa expresión indiferente de estar amputando un bonsái, y besa los azulejos pringosos del cuarto de baño, la geisha no quiere besar la boca de Abraham Lincoln pero se deleita morreándose con la pared tatuada de guarradas». ¿Dime algo con lo que te hayas excitado al leerlo?

¿Que me haya puesto caliente?… Me pones en un apuro. No soy muy de… No, no, tendría que tirar de tópicos, y tampoco quiero; la verdad es que no tiro nada de relato erótico…

6. «Es normal enamorarse de alguien así. ¿Pero querer a un ser inerte relleno de poliéster, con botones en vez de ojos y la cara de Winnie the Pooh? Eso sí que tiene mérito. Eso sí que es querer de verdad». ¿Has cometido tú frikadas por amor o por sexo?

Como todo el mundo, creo. A veces te enamoras de imposibles, que no te corresponden, o a veces sí te corresponden, y eso es incluso peor.

Pero no de un oso gigante de poliéster, como la protagonista del cuento que nos habéis cedido para publicar en ‘El Asombrario’…

Afortunadamente, no, no me he enamorado jamás de un oso de poliéster.

Eres joven, todavía te queda tiempo…

(Risas) El absurdo es una metáfora que te ayuda a escribir sentimientos que, si no, no sabes cómo expresar.

7. «De otro golpe, el viejo desgaja de la pared una figurita de mármol de la Virgen de Guadalupe. Al estamparse contra el suelo, la virgen pierde el halo celestial y una mano de dedos extendidos. En seguida sale volando una estatua de san Sebastián con sus flechas de cerámica chapadas en oro. Estalla en pedazos un niño Cristo. Se descorcha del armario un Santo Padre del siglo XVI, que había sobrevivido a dos incendios y tres saqueos. Cae un san Mateo y un san Marcos y un san Lucas y un san Juan, todos con su Evangelio de mármol en alto, como si pretendieran defenderse del martillo inmisericorde». ¿Cómo ves la religión hoy?

Igual es una de las cosas en las que sí soy radical. La gente que me conoce sabe que, si en algo soy radical, es en el tema de lo religioso, en la defensa de la racionalidad. Esa fue una de las historias que más me costó contar, he hecho ocho versiones.

8. «Ahí donde le ven, Job es el hombre más bueno del mundo. Ésa es su horrible condena. Porque no nos engañemos: ser bueno quiere decir también ser un poco gilipollas, un pelín pusilánime, un tartamudo social; en definitiva, un incapaz. Ser bueno en un mundo dominado por los malos significa vivir arrastrando los pies, bajando la vista, callando. Es por esa razón (porque es el hombre más bueno del mundo) que Job está ahora ahí, apoyado en esa barandilla, mirando el hielo quebrarse mansamente. Por eso ha viajado hasta Canadá, y ha pagado a precio de oro su pasaje en el ballenero. Job lo tiene decidido: de hoy no pasa, eso de ser tan santo se tiene que acabar». ¿Lo piensas tú o solo el narrador?

A Kike le da rabia que eso sea así; es la continua lucha entre mantenerte fiel a ti mismo, o venderte, ceder a la sencilla tentación de vivir mejor, y que no te dé miedo humillar a los demás para tú mejorar…

Dime alguien público que veas como obviamente malo.

Por profesión he conocido mucha gente mala. Entre los que nos dirigen hay un alto margen de psicópatas; casi todos los políticos tienen que ser malos, por acción o por omisión…

¿Y alguien bueno?

Ada Colau (la principal impulsora de la PAH, Plataforma de Afectados por la Hipoteca).

9. «Un marinero alto y desgarbado es el primero en alcanzar la meta. Se detiene frente a una cría de buen tamaño, que lo examina con curiosidad. De hecho, el animal estira el hocico y lo mueve arriba y abajo, como si saludara. El marinero la contempla con la respiración agitada por la carrera. Poquito a poco levanta los dos brazos, izando la maza. Job detiene su avance para contemplar la escena. Cosas de la perspectiva, el sol blanco queda encuadrado entre el hocico del animal y la barbilla del marinero. De pronto, la postal se rompe: plaf. De un golpe seco la maza se incrusta en el cráneo del animal. Job contempla incrédulo cómo los ojos de la foca salen rodando por debajo de las piernas del marinero, cada uno en una dirección diferente, como dos canicas negras en un patio de colegio. El hombre desgarbado lanza un grito de júbilo. Se le ve tan contento». No se te podía haber ocurrido una escena de mayor sadismo, ¿no?… Dime otra. 

La matanza de bebés foca es una acción de sadismo tal, que resulta inevitable preguntarse: ¿y el ser humano es capaz de hacer eso? Me llama mucho la atención también la crueldad de los niños, el acoso escolar. La capacidad para burlarse de alguien. No soporto que la gente se burle de los orientales que se les acercan por la calle para venderles una cerveza o una rosa. Me parece deleznable esa broma sobre el débil. Sí, lo que no soporto es la broma sobre el débil.

10. «Antes de embarcarse en aquel viaje, Job intentó varias veces dejar de ser bueno. Quiso hacerlo, como es natural, poquito a poco. Una pequeña maldad hoy, que mañana dé paso a una maldad mayor. Cosas sin importancia al principio, hacer daño por omisión. No dejar el asiento libre a una embarazada. Obviar la propina a un camarero borde. No sonreír al señor que vende kleenex en los semáforos. Esas cosas. Sin embargo, Job era irremediablemente bueno y no acertaba a ejecutar ni la más diminuta afrenta, el pobre». ¿Tú también lo has intentado?

A mí me encanta la gente que es buena de verdad, gente que nunca ha tenido un pensamiento maligno. Yo no. En mi caso es al revés, me esfuerzo para ser bueno. Creo que en la mayoría de la gente podemos encontrar esa pulsión de lo difícil que es portarse bien y ser justo, no desbocarnos, no ser crueles con la gente, o con la pareja, con la que, pasado un tiempo, te muestras cruel hasta para pedirle que te pase el azúcar…

Kike, leído lo leído, me surge una pregunta final: ¿Tuviste en tu infancia a alguien cerca que te puteaba?

No. No era la persona más popular del colegio, pero siempre estaba muy arropado por un buen grupo de amigos… En fin, soy una mierda de escritor. No tengo una infancia traumática ni sufro escribiendo…

Ni te haces pajas viendo películas porno mientras bebes un bourbon… Vamos, Kike, que me has chafado la entrevista que traía preparada…

Risas.

Risas.

El Premio de Narrativa Francisco Ayala es una iniciativa organizada por la editorial Musa a las 9 y patrocinada por la Obra Social CajaGRANADA con la colaboración de la Fundación Francisco Ayala.

‘La bofetada de Gilda’ está disponible en los formatos mobipocket (para Kindle) y ePub (para iPad, tabletas y e-reader). El libro puede encontrarse en la librería de la editorial Musa a las 9 y en otras plataformas de distribución de ebooks como Amazon, Casa del Libros y la plataforma de lectura online 24Symbols. Se puede adquirir directamente por 6 euros en: musaalas9.es/tienda/la-bofetada-de-gilda/

***

Ofrecemos a nuestros lectores en exclusiva uno de los cuentos incluidos en La bofetada de Gilda, de Kike Cherta.

DIFÍCIL

 

LA MUJER LOCA que vive con quince gatos se ha enamorado de un oso de peluche gigante. Tampoco es tan raro. A fin de cuentas (lo acabamos de decir), está completa y rematadamente loca.

La mujer loca que vive con quince gatos y hace meses que no se ducha es consciente de que el oso de peluche es tan sólo un oso de peluche. Está loca, sí, pero no es imbécil. Ella no espera del oso ni caricias ni poemas recitados a media luz. De hecho, la mujer cree que precisamente ese detalle (que su amado sea un oso de peluche gigante) es lo que convierte su idilio en un amor verdadero.

En sus noches de pasión desenfrenada y unilateral, mientras fuma un cigarro postcoito, la mujer razona: es muy fácil querer a otro ser humano. Un hombre con barba de una semana y ojos tiernos, que te abraza y te dice que te quiere, y qué bien te sienta esa blusa azul marino, y qué bonitas tus tetas, me encanta morderlas, quiero un hijo tuyo. Es normal enamorarse de alguien así. ¿Pero querer a un ser inerte relleno de poliéster, con botones en vez de ojos y la cara de Winnie the Pooh? Eso sí que tiene mérito. Eso sí que es querer de verdad.

La mujer loca que vive con quince gatos y hace meses que no se ducha y en ocasiones ni siquiera recuerda su verdadero nombre encontró a su amado en un contenedor de basura. Dónde si no. Desde lejos, y como el callejón era oscuro, pensó que se trataba de un señor corpulento. Le pareció que la miraba de un modo descarado y ya entonces le gustó. Una vez al año, mujer y oso vuelven a ese mismo contenedor y celebran su aniversario. Brindan con vino Don Simón y comen mejillones en escabeche. De postre, piña en almíbar. La mujer loca muerde embelesada su rodaja de piña y restriega otra rodaja por la boca del oso de peluche. De resultas, los pelos de felpa se le quedan acartonados durante semanas. Entonces, cada vez que ella lo besa se acuerda de la cena de aniversario y le dice «cariño, pero qué bien sabes, cariño, no cambies nunca».

La mujer loca que vive con quince gatos y hace meses que no se ducha y en ocasiones ni siquiera recuerda su verdadero nombre y en el bajo vientre luce una cicatriz de un navajazo que le dio otro mendigo se tropieza una tarde con la figura de poliespán de un camarero italiano. Es uno de esos monigotes que se colocan a la entrada de algunos restaurantes, con el fin de sujetar el menú o de anunciar alguna oferta. Lo han abandonado junto a (cómo no) un contenedor de basura. De lejos, parece realmente un camarero italiano. Bigote majestuoso y mirada atrevida. A la mujer le parece sorprenderlo mirándole el culo.

Aunque duda un buen rato, finalmente opta por llevárselo a un soportal. Sólo para charlar. Justo en ese momento, como por intervención divina, comienza a diluviar. A la mujer no le queda entonces más remedio que tirarse una hora y media esperando a que amaine junto al camarero de poliespán. Una cosa lleva a la otra y terminan morreándose. Son besos suaves, delicados. En primer lugar, porque él es italiano y (todo el mundo lo sabe) los italianos besan como quien sopla una cucharada de sopa demasiado caliente; en segundo lugar, porque el poliespán no es demasiado resistente, y un arrebato apasionado podría romperle el bigote elegante, o desfigurarlo para siempre.

Llegado cierto punto, la mujer loca rompe a llorar. Entre lágrimas, le confiesa que no puede hacerlo. Le dice que está enamorada de otro y que se debe por completo a ese amor. Insiste: tal vez, si se hubieran conocido en otro momento, en otro lugar, tal vez, entonces…, ¿quién sabe qué podría haber pasado entre ellos? Deshecha en lágrimas, la mujer se despide del camarero italiano. Como le parece que él insiste, le da un último beso para que la recuerde. También le permite refregar un poco su entrepierna de cartón contra su falda manchada de vino. Luego, sale corriendo bajo la lluvia. Antes de girar la esquina, se vuelve a mirarle. Efectivamente, él la sigue observando. Medio ladeado en el soportal, con la lluvia entrando de lado y empapándole los pies. Es evidente que no le ha quitado ojo ni un segundo.

Esa noche, la mujer loca que vive con quince gatos y hace meses que no se ducha y en ocasiones ni siquiera recuerda su verdadero nombre y en el bajo vientre luce una cicatriz de un navajazo que le dio otro mendigo y cuyo hijo una vez, al verla pasar borracha, fingió no reconocerla entra en casa sin hacer ruido. Avanza silenciosa, esquivando gatos dormidos. Con tiento, se acuesta en el colchón nauseabundo que le sirve de cama. Allí, tumbado, está el oso de peluche gigante. Ella prueba a pasarle un brazo sobre el pecho, igual que cada noche.

Como ya hemos dicho, la mujer loca está efectivamente loca, pero no es imbécil. Sabe que el oso de peluche gigante es sólo un oso de peluche gigante. Y sabe que el camarero italiano no es un camarero italiano. Pero ella estaba tan orgullosa de su amor puro, mucho más puro por cuanto no esperaba nada a cambio, que ahora se siente sucia y estúpida. Cuatro besos mal dados en un soportal. Qué idiota. ¿Pero cómo resistirse? ¿Y cómo perdonarse? El bigote elegante del camarero se le aparece cada vez que cierra los ojos.

La mujer termina por apartar el brazo del pecho peludo de su amado y se gira dándole la espalda. El silencio habitual del oso le suena ahora a reproche. Ella se muerde los puños y se pregunta: «¿Por qué tiene que ser siempre el amor tan difícil? ¿Por qué?».

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Comentarios

  • Sharkasmo

    Por Sharkasmo, el 10 abril 2014

    Novela corta por entregas Los Hijos del Porno.
    Orden de lectura: JOTA día 1, MARISA, SILVIA, JOTA día 2, JULIO, JAIME, JOTA día 3, JOAQUÍN, JACOBO.

    Gracias por leer!!

    @sharkasmo

    http://loshijosdelporno.blogspot.com.es

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