La Raffaella Carrà más íntima: libre, solidaria, perfeccionista

La artista italiana Raffaella Carrà.

Seguimos recomendando libros que nos gustan especialmente por la Feria del Libro de Madrid. Hace unas semanas salió a la venta ‘Nada es eterno salvo la Carrà’ (Dos Bigotes), en el que el autor, Pedro Ángel Sánchez, desvela la cara más íntima de Raffaella Carrà, una artista italiana cuya figura estará siempre ligada a una parte de nuestras vidas y de nuestra memoria sentimental. Como bien recuerda Jorge Javier Vázquez en el prólogo, su irrupción en el mundo de la música tuvo lugar en una Italia con la sombra del Vaticano bien alargada, pero es que en España acababa de fallecer Franco tras cuatro décadas de dictadura. Hemos hablado con el autor del libro, que además fue el último periodista que la entrevistó en España.

“Y en un panorama tan gris”, sigue el prólogo, “aparece ella con unas canciones tan frívolas como revolucionarias. Porque en el marco de una sociedad reprimida, nada es tan transgresor como la libertad. Y eso era Raffaella: alegría y libertad. Pero libertad de la de verdad, de esa que nada tiene que ver con la prostitución del concepto que ha llevado a cabo el sector más conservador de la sociedad no solo española, sino mundial”.
La repercusión mediática de su muerte, que se produjo en julio de 2021, por cáncer de pulmón, confirmó que la italiana se había convertido en algo más que una artista: un símbolo, un icono. De todo ello hemos charlado en esta entrevista con su biógrafo.

Fue usted el periodista al que Raffaella concedió su última entrevista en España, en diciembre de 2020. ¿Ya se encontraba enferma entonces?

Se encontraba enferma ya, sí. Aunque es cierto que casi nadie lo sabía. Ni siquiera se lo dijo a sus sobrinos, a sus amigos más cercanos o a las hijas de Gianni Boncompagni, que fue su primera pareja seria. De hecho, una hija de Gianni dijo recientemente que es una pena que Raffaella no se lo contase a nadie, porque eso la privó de recibir el cariño de mucha gente que la quería. Ella era muy hermética y ni tan siquiera las personas que mejor la conocían pensaban que sería capaz de callarse algo tan importante como esto. Puedo decirte que en la entrevista que me concedió no se percibía para nada que pudiera estar enferma. Lo disimuló muy bien, porque es verdad que siguió apareciendo en los medios, pero lo hizo de forma telefónica, cosa que justificó por el tema de la pandemia.

¿Quién estuvo entonces a su lado en los últimos tiempos?

Sobre todo Sergio Japino, que fue una de sus parejas sentimentales más importantes. Él la estuvo cuidando y fue la persona que mandó el comunicado de prensa para anunciar su muerte. También estuvo a su lado Gianluca Bulzoni, que fue su última pareja, ya en la madurez, aunque su nombre no se haya conocido hasta ahora.

Sergio Japino y ella trataron de ser padres cuando la italiana se acercaba ya a la cuarentena. ¿Qué pasó al final?

Que esperaron mucho. Raffaella tenía mucho miedo a que, con la maternidad, la gente se olvidara de ella, algo que por cierto le pasa a muchas artistas. Tenía claro que, de convertirse en madre, no quería llevar a su hijo de un lado para otro, sino que quería quedarse en casa cuidando de su niño, al menos durante los primeros años. Cuando alcanzó la cuarentena, su relación con Sergio estaba ya muy consolidada, al igual que su carrera, y entonces decidió intentarlo. Sergio y ella lo intentaron, pero estas cosas no se pueden programar y llegó un momento en el que los médicos le dijeron que debía asumir que no iba a ser madre. Lo pasó realmente mal, ya que creo que la maternidad fue una de las grandes cuentas pendientes de su vida.

Da la sensación de que Raffaella valoraba por encima de todo su independencia y autonomía.

Sí. No creía en el matrimonio. Muchas veces pensaba: ‘¿Y si resulta que me caso y luego la cosa no sale bien? ¿Y si fallo?’. Quizás esa forma de pensar procedía de lo que vio en el matrimonio de sus padres, que no acabó bien. Su padre la abandonó cuando era muy niña. Igual no quiso verse reflejada en ese espejo y por eso nunca creyó en el matrimonio. En general, fue una mujer muy libre. Con sus parejas, cada uno de los miembros vivía en su propia casa. Esos mensajes de libertad que transmitían sus canciones tenían que ver con cómo era ella realmente. Esa libertad la llevó a decir no a Hollywood cuando tenía veintitantos años. A pesar de que había firmado un contrato de cinco años con la 20th Century Fox, no quiso verse atada a un país con el que no se sentía nada identificada. No compartía la filosofía de vida de un país donde, como ella decía, oscurecía a las cinco de la tarde y todo el mundo bebía y se drogaba. Por eso decidió volverse a Bolonia y empezar de cero.

¿Por qué se decantó finalmente por la música?

La música llegó a su vida un poco por casualidad. Ella comentó que quería ser bailarina, pero incluso detrás de los focos, lo cual sorprende teniendo en cuenta que fue una gran figura de la televisión y el mundo del espectáculo. Primero hizo teatro y cine, y luego, al regresar a Bolonia tras probar suerte en Hollywood, fue cuando le llegó la oportunidad de debutar en televisión. Empezó en el programa más importante de la época, Canzonissima, y ahí comienza a hacer números musicales. Estos números le permitieron grabar el que fue su primer éxito, Ma Che Musica Maestro, y de ahí surge su carrera discográfica. Ella siempre fue consciente de que no tenía una gran voz, pero tenía algo. Empezó a grabar discos y llegó a vender 60 millones de copias. Prácticamente todos los años grababa un disco, incluso en diferentes idiomas. Su trayectoria musical la llevó a ser número uno en muchos países de Europa y de Latinoamérica. Ya en la década de los 80, compaginó esa faceta con la de presentadora de televisión.

¿Cuál diría que fue la clave de su gran conexión con los telespectadores españoles?

Creo que la clave estuvo en su naturalidad y carisma. Nadie se parecía a ella absolutamente en nada. A los españoles, que siempre tenemos cierto complejo y tendemos a pensar que lo de fuera es lo mejor, les gustó mucho que de pronto llegara una extranjera y dijera que éramos maravillosos y que le encantaba todo de nuestro país. Por eso siempre la sentimos muy nuestra. Aquí hemos tenido a grandes como Concha Velasco, Laura Valenzuela o María Teresa Campos. Sin embargo, ninguna ha llegado a reunir todas las cualidades que tuvo Raffaella. Creo que la italiana era un modelo de mujer y de presentadora totalmente diferente a lo que hayamos podido tener aquí.

Pero al principio tuvo que lidiar con los ataques de algunas folclóricas que vieron con envidia el exceso de protagonismo que la italiana comenzó a tener de la noche a la mañana en nuestra televisión.

Exactamente. Fue a raíz de que ella grabase en 1976 varios especiales para TVE en los que cantaba y bailaba. Aquel proyecto fue un acuerdo entre CBS y la cadena española, donde la primera ponía los artistas y la segunda proporcionaba los medios. En realidad, ese programa era monográfico y cada uno de ellos estaba protagonizado por un artista distinto, pero llegó ella y grabó cuatro. Las folclóricas se preguntaban por qué había artistas españoles como Julio Iglesias o Raphael que solo habían grabado uno, mientras que esta señora, que encima era extranjera, había hecho cuatro. Al final llegó Lola Flores y pidió a todas sus compañeras que respetaran a Raffaella Carrà. De hecho, Lola Flores fue la primera artista española que llamó a Raffaella para darle su apoyo, y esto forjó una amistad entre ellas. Se querían muchísimo, se defendieron mutuamente en muchas ocasiones, y Raffaella viajó desde Roma a España cuando falleció Lola.

¿Cómo vivieron los compatriotas de Raffaella aquel contrato estratosférico que los directivos de la televisión pública italiana le ofrecieron para seguir presentando ‘Pronto… Raffaella’?

El público siempre la arropó y defendió. Aquello fue un escándalo, pero Raffaella tenía sus motivos para defender aquel contrato. Ella decía ‘Llegué a la RAI, cuando todavía se emitía en ella la Carta de Ajuste, para hacer un programa que consiguió multiplicar por cinco la audiencia de la cadena’. La publicidad también se multiplicó por cinco, porque los anunciantes se dieron cuenta de que Pronto… Raffaella era una mina de oro. Ten en cuenta que el programa lo veían cada mañana todas las amas de casa de la época, tenía diez millones de espectadores y fue un auténtico fenómeno social. Ella argumentaba que, si los ingresos de la RAI se habían multiplicado por cinco, también su sueldo debía hacerlo. Luego hubo casos de otros presentadores a los que también se les pagó ese dinero, pero que no recibieron las mismas críticas. Eso le llevó a preguntarse si en lo suyo pudo tener algo que ver el hecho de que fuese mujer.

Recuerdo que en aquel escándalo llegó a intervenir la presidencia del Gobierno.

Sí, el tema llegó incluso al Parlamento italiano. Enrique del Pozo, que era muy amigo de ella, decía que él sabía por un conocido, un político que había estado en el Congreso, que buscaron una excusa para intentar cargársela, porque Raffaella era una persona muy influyente, feminista y con unos valores más cercanos a la izquierda. Pero al final no se consiguió porque, evidentemente, todo estaba justificado. Un año después de todo aquello, ella presentó en Nueva York otro programa, Buonasera Raffaella, y también hubo cierto ruido en el Congreso debido al gasto que había supuesto realizar aquellos programas internacionales. Una vez más, no pasó nada porque se vio que todo estaba justificado.

¿Le pasó alguna vez factura decir públicamente que votaba comunista?

Creo que no. Eso viene de una entrevista que ella concedió en la década de los 70 a la revista Interviú, y pienso que hoy posiblemente sus palabras hubieran sido más escandalosas de lo que fueron entonces. Siempre fue muy clara y dijo que, aunque por su posición social debería estar de parte del poderoso, no podía evitar ponerse del lado del trabajador. Con el paso de los años, aunque siempre defendió aquello que consideraba más oportuno para su país, se convirtió en una mujer muy respetuosa con todas las ideologías. De hecho, en Hola, Raffaella, uno de los programas que hizo aquí en España, lo mismo entrevistaba a Santiago Carrillo que a la nieta de Franco. Por eso conectó tanto con el sector progresista como con el conservador. Es más, el Vaticano la empezó censurando con el Tuca Tuca en los 70, pero años después Juan Pablo II la recibió en audiencia. Supo desenvolverse y convivir muy bien con gente de todo tipo.

En la biografía destaca también su faceta solidaria.

Sí. Quizá esa fuera su faceta más desconocida, porque nunca presumió de ella. De hecho, nunca contó casi nada de lo que hizo. Sí que hizo público, sobre todo en su país, que tenía varios niños apadrinados en Latinoamérica, pero porque se involucró mucho con ese tema. Hasta tuvo un programa que tenía como principal objetivo que el público apadrinara niños. Aquí llegó a hacer en 2004, en TVE, un maratón solidario a beneficio de Intervida. Este proyecto lo dejó luego, cuando recibió una carta con las diligencias que la fiscalía de Barcelona estaba practicando y vio que había algo oscuro en el trabajo de esa ONG. Ya en sus últimos meses de vida, con el tema de la pandemia, regaló un respirador a una asociación de Porto Santo Stefano, el pueblo donde acudía cada vez que tenía un momento de relax.

Pedro Ángel Sánchez, autor del libro 'Nada es eterno salvo la Carrà’

Pedro Ángel Sánchez, autor del libro ‘Nada es eterno salvo la Carrà’

¿Cómo era la italiana cuando se apagaban los focos?

Era muy solidaria y empática con sus compañeros de trabajo, y siempre luchó para que todos tuvieran el sueldo que merecían. Se sabía el nombre de todos y se comía el bocata con ellos, allí en plató. Tenía su faceta de diva, la que mostraba cuando salía al escenario, y se reivindicaba como tal, pero lo que más le gustaba en realidad era la fase de creación del programa. Siempre era la primera que llegaba a la oficina. A diferencia de otras muchas presentadoras, que simplemente llegan y se ponen a presentar, ella creaba su programa, y de hecho el resto del equipo se ponía a trabajar en torno a su idea principal. Esto también la hacía ser muy exigente y perfeccionista. No le gustaban nada los chismorreos, ni tampoco la gente tóxica. Le gustaba hacer equipo, pero que ese equipo se dedicara a trabajar. Y siempre exigía a los guionistas mucha documentación sobre los invitados que tenía. Entonces no había pinganillo y por su plató pasaron muchos personajes que aquí eran muy conocidos, pero a los que ella, recién llegada a España, apenas conocía.

¿Lo quería dejar todo bien atado?

Así es. Quería controlarlo todo, en todos los sentidos de su vida. Lo dejó todo muy bien atado. De hecho, pidió que la enterraran en un ataúd sencillo y sin barnizar, y que sus cenizas viajaran hasta el cementerio de Porto Stefano cuando ya pasara el ruido por la noticia de su muerte. No quiso que se le hiciera un mausoleo en ningún cementerio de Roma. Lo que hay en Porto Stefano es una lápida, con una fotografía suya, metida en una pequeña ermita. Visité el pueblo cuando estaba preparando el libro y realmente me sorprendió que esté enterrada en un sitio tan pequeño e íntimo.

¿Pudo averiguar quién heredó su millonaria fortuna?

A ver, no hay muchas opciones. Están sus sobrinos y está su pareja sentimental. Aunque es cierto que todo el mundo ha sido muy discreto en ese sentido. Hay determinadas cuestiones en las que sus más allegados no han querido entrar. Esto es algo que yo he querido respetar porque, al final, eso también define a la persona de la que estamos hablando.

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