‘La Cara Oculta de la Luna’: el arte más underground de Madrid
Visitamos ‘La Cara Oculta de la Luna’, la muestra que el Ayuntamiento de Madrid ha organizado en CentroCentro para dar a conocer el arte alternativo de los años 90 en la capital, ese que crecía al margen de las instituciones, pero que llenaba garajes y sótanos con la creatividad más libre y transgresora, más ‘underground’. Hablamos con el comisario y artista, Tomás Ruiz-Rivas.
Al otro lado del arte institucional caminaban por Madrid artistas y colectivos cuya historia no fue escrita. Eran principios de los noventa, alguna firma como la de Fietta Jarque y algún medio extranjero recogieron episodios de este tejido creativo, pero muy lejos del bombo que se le daba al arte ligado a las instituciones.
Tomás Ruiz-Rivas, uno de los protagonistas de ese arte paralelo al institucional, ha reunido los proyectos de esa escena alternativa que recorre desde finales de los ochenta hasta entrados los 2.0. Bajo el título La Cara Oculta de la Luna, la muestra que se expone hasta el 4 de febrero en CentroCentro tiene por objetivo narrar la historia de estos artistas que lo apostaban todo por sus proyectos, aunque su obra fuese invisible.
Artista visual y escritor, el comisario de la exposición relata cómo nace este tributo que rescata obras y proyectos que fueron engendrados hace 30 años y apenas vieron la luz de la sociedad: “Surge por mi deseo personal de narrar mi propia historia, sobre todo lo que yo he vivido en los años noventa. Y entendí que no podía hablar de mi proyecto, El ojo Atómico, desvinculado de toda la escena que se generó. Empecé hace dos años para hacer un libro y me di cuenta de que había un material buenísimo para organizar una exposición”.
Aunque está centrada en la década de los noventa, la muestra aborda desde La Cabina de José Manuel Rodríguez de Córdoba a obras de entrados los 2.000 que aluden a problemáticas tan actuales como el desempleo juvenil o el acceso a la vivienda en Madrid. Relatos transgresores y realidades hechas arte, todo proviene de un tejido, tan ruidoso en el underground como callado para las masas, al que el comisario quiere poner altavoz. Para él sigue siendo “un tesoro escondido” hecho en Madrid, una escena que el comisario compara con la de Nueva York en los setenta.
La Cara Oculta de la Luna arranca con Espacio P, surgido en los ochenta, cuna del performance, el videoarte y la experimentación madrileña, un precedente de la gran sucesión de espacios y festivales que se engendrarían en el Madrid noventero.
Por orden cronológico, repasa casi 40 proyectos del arte independiente y auto-organizado de Madrid. Presentes están El Ojo Atómico y asociaciones como Cruce o iniciativas que despojaron a los garajes de su uso de guardar vehículos para albergar vanguardia, como Garage Pemasa, El Almacén de la Nave, Galería Valgamedios, Galería Mari Boom, y proyectos de performance y arte de acción como Acción!MAD y Fiarp.
Cabe destacar la presencia de ediciones como La Más Bella. Para la ocasión, la revista ha sacado La Más Bella Banda, una edición especial con motivo de esta exposición. Los ejemplares son gratuitos y se pueden conseguir en una máquina de bolas instalada en la exposición tras meter una moneda de 20 céntimos que La Más Bella te devuelve. No cabe duda de que hasta el modus operandi del reparto es alternativo.
Recalca el comisario que esta exposición surge desde el interior de ese tejido artístico para el que sigue reclamando un reconocimiento, y agradece a los artistas el esfuerzo: “Todos se han volcado en encontrar las invitaciones originales, los papeles, recuperar la última caja…”.
Puertas con mirillas que miran al interior, un permiso para ser artista o tarjetas de invitación a performances que 20 años después siguen siendo transgresoras. Todo eso y más puede ser observado en esta narración en forma de exposición. La muestra relata la obra de unos artistas, que sin sitio en las instituciones, consiguieron crear y para los que se reclama su hueco en la historia. El comisario quiere destacar algunos de los rasgos de esta escena: “Para mí el más importante es esa energía creativa y esa decisión de hacer lo que quiero hacer sin pedir permiso a nadie con los recursos que tengo a mano, todos juntos. Hay gente que por estos proyectos se quedaba sin luz y agua, porque gastaban todo su dinero en mantener el proyecto en marcha. Vivíamos volcados absolutamente en el arte y nadie nos hacía caso, y si lo hacían era para criticarnos. Llegamos a un desierto, nosotros resistíamos en un momento de despolitización de la sociedad marcado por la caída del muro de Berlín en el 89 y también por la crisis del PSOE”.
Con la exposición busca dejar patente que, pese a todo, consiguieron hacer lo que querían e importaba tanto el proceso como la obra. “No teníamos autoridad para montar lo que montábamos, eso correspondía a las instituciones, y que lo hiciésemos era una transgresión, y de ahí el nombre. Sí, estábamos en la cara oculta de la Luna”.
“Es un fenómeno espectacular que a nadie le interesó” y en el que Ruiz ve una Generación de las que se escriben con mayúscula, artistas que colaboraban y discutían entre ellos, que no dialogaban con las instituciones pero trajeron nuevos lenguajes y formatos para el arte. Con ellos los sótanos y los garajes convirtieron a Madrid en una ciudad de arte emergente.
La exposición ‘La Cara Oculta de la Luna. Arte Alternativo en el Madrid de los 90’ puede visitarse en el 4º piso de CentroCentro, en Madrid, hasta el 4 de febrero. Acceso gratuito.
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