‘La casa de los hilos rotos’, una mujer luminosa en el terror de las guerras
‘La casa de los hilos rotos’, de la actriz y escritora Angélica Morales (Teruel, 1970), es una novela plena, profunda y de gran efusividad. Un libro que con una beneficiosa lentitud va narrando la vida de Otti Berger, una mujer capaz de sobreponerse a todo y capaz de medrar en una sociedad que tenía reservada para ella un lugar poco halagüeño. Otti Berger es una joven húngara procedente de una acomodada familia judía que sueña con estudiar diseño textil en la escuela de arte vanguardista más importante del momento, la Bauhaus. Morales mezcla con acierto la historia de esta mujer llena de energía con el aliento de dos guerras, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil española, el aliento de dos masacres que marcan el ritmo de cada párrafo.
Angélica Morales es una narradora y poeta cuidadosa; las imágenes que pueblan sus historias complementan con exactitud su manera de introducir la biografía de sus personajes. Personajes ahítos de lirismo, pero exentos, por fortuna para quien lee, de esa poesía rudimentaria y tan dada en las novelas ‘históricas’ que paradójicamente la crítica encumbra y que daría al traste con su credibilidad.
Morales ha escrito La casa de los hilos rotos, una novela de una deliciosa coralidad que nos sumerge de lleno en la atrocidad del fascismo, pero que nos ofrece una panorámica social e histórica previa al genocidio que se cuela en la memoria del lector de esa forma en que se cuela un animal debajo de un espeso manto de nieve en busca de su porvenir.
Angélica Morales sabe construir personajes, y se nota que viene de la poesía por la concreción con que acarrea y despliega las biografías de Otti Berger, Mercé, Penélope, Montserrat y Antoni, vidas que le sirven como vehículo a la autora para contar una historia en dos planos temporales que le ofrecen al lector la posibilidad de habitar en un limbo exquisito en el que no falta absolutamente nada. La casa de los hilos rotos es un libro arriesgado por lo que cuenta, por esa inmersión que la autora hace en el mundo del diseño y por esa erudición que no cansa, sino que forma al lector para poder enfrentarse a esta historia apasionada sin el obstáculo de esas pasiones que podrían esperarse de un libro tan humano como este.
Un libro que con una beneficiosa lentitud va narrando la vida de Otti Berger, una mujer capaz de sobreponerse a todo y capaz de medrar en una sociedad que tenía reservada para ella un lugar poco halagüeño. Otti Berger es sorda, pero su sordera no la excluye, sino que le ofrece lugares que le están vetados al resto de sus contemporáneos. Que la dotan de una sensibilidad y de un arrojo poco común en una persona que sufría una minusvalía en un tiempo en el que tenerla condenaba al ostracismo a quien hubiese sido señalada por ella.
Sin embargo, Otti Berger es un personaje luminoso, perseverante, arrebatador, pese a su discreción emocional. Otti Berger va a comerse el mundo en esta novela de amistad, secretos, deseos prohibidos, lealtad y dolor.
Angélica Morales sabe la proyección que dentro de una novela tienen los secretos si saben escogerse y si saben alimentarse hasta ese momento justo en que deben explotar. Morales narra con cuidado, con júbilo, con arrebato, queriéndolo todo en cada una de las páginas de esta novela.
Morales mezcla con acierto el aliento de dos guerras, la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Civil española, el aliento de dos masacres que marcarán el ritmo de cada párrafo. Sus protagonistas serán pájaros marcados por las heridas de dos países sumidos en la negra noche de los asesinatos, de las delaciones, del abuso, del exterminio. Morales es la dueña de la luz y de la oscuridad en este manjar cocinado palabra a palabra y que mantiene en vilo al lector desde que comienza la lectura. Morales siente fervor por lo cotidiano, y gracias a él emplea una naturalidad extraordinaria para interrelacionar la vida de sus dos protagonistas. Para otorgarle una venturosa enjundia a su relato sin abandonar jamás la sencillez que va a llevarle a la victoria.
Como ven, no tengo intención alguna de desvelar los puntos fuertes de esta potente historia, deben leerla, deben sufrir y deleitarse con lo que ofrece. Habitar los días de gloria de sus protagonistas, pero también quedarse quietos sobre las imponentes sombras que Morales construye para saciar el objetivo último de esta historia que se lee sin pausa y que nos insta a empatizar sin descanso con la mayoría de los personajes que en ella habitan.
La casa de los hilos rotos es una novela que les hará sufrir, impacientarse, reír. Una novela que les hará sentirse vivos de esa forma en que la primera sonrisa de un niño vivifica la vida de su madre. Adorarán a Otti, a Otto, a Zsofía, para mí personaje capital de esta narración, a Gunta, a Mercé. Detestarán a Sergi, su palomar, sus abusos y su violencia endémica. Detestarán también a los jóvenes nazis que llenan de odio las fachadas de la casas de los judíos. Se estremecerán con la indefensión de Antoni y Montserrat. Y disfrutarán con la perseverante vitalidad de Penélope.
La casa de los hilos rotos es una novela plena, profunda y de una efusividad estética que se queda para siempre pegada en la mirada del lector.
Angélica Morales ha escrito un texto rico en forma y fondo, una novela con el clasicismo narrativo de autoras como Jay McInerney y de autores como Graham Greene.
La casa de los hilos rotos es una lectura que invita a la reflexión y que mezcla realidad y ficción con esa naturalidad con que un barman mezcla los ingredientes de un cóctel que alguien probará por primera vez sin pensar en las consecuencias que dejará en su memoria.
‘La casa de los hilos rotos’. Angélica Morales. Destino. 416 páginas.
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