‘La Casa’, un docu-teatral sobre el derecho a la vivienda
Desahucios, personas refugiadas o con discapacidad, activistas y arquitectos. En ‘La Casa’ todos tienen su espacio. La obra, recién estrenada en el Teatro Abadía de Madrid, es fruto del llamado teatro ‘verbatim’, un documental dramatizado sobre la crisis de la vivienda y sus consecuencias sociales. Hasta el 6 de marzo.
Una joven acude a un acto de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Va a apoyar a los afectados por este drama social cuando descubre que se va a convertir en una de esas personas sin casa que le parecían ajenas a su realidad. Un arquitecto rememora la crisis inmobiliaria y las obras que dejó en cimientos que evocan el vacío. Un joven con diversidad funcional busca hacer su hogar con independencia de sus padres. Un menor inmigrante, sin familia en España, relata su vida en una casa de acogida… Cada personaje de la obra teatral La Casa está ahí, entre nosotros, en las calles de cualquier ciudad, tal como los vemos en escena. Es teatro documental verbatim, en este caso con la compañía Cross Border, dedicado al denostado artículo 47 de la Constitución: el derecho a la vivienda.
Fue durante el confinamiento por la pandemia cuando Lucía Miranda, autora y directora de La Casa, se propuso “dar voz a quien no la tiene”; cuando, embarazada, mientras reflexionaba sobre cómo quería que fuera el hogar de su futuro bebé, se topó con historias sobre lo que significa la casa de muy diversa índole. “Me surgió la pregunta de qué es la casa y al hablar de ello conocí realidades diversas, algunas a través de amigos, otras de instituciones, en torno al derecho constitucional a una vivienda, la gentrificación, la migración o lo que suponen los fondos buitre… y también sobre el significado de la casa como algo físico pero también emocional. De ahí salió un documental que se convierte, a la vez, en ficción en un escenario”.
En camino, lo primero que hizo Lucía fue pertrecharse de una grabadora y hacer entrevistas de una hora de duración a más de 40 personas. Entre ellas, después seleccionó a aquellas nueve que desde un punto de vista teatral consideró que eran más interesantes, que tenían la trama suficiente para que el público siguiera al personaje. La realidad es tan variopinta que no fue difícil. También buscó diferentes perfiles de edades y diferentes orígenes para que el documental fuera lo más inclusivo posible. “La diferencia entre este teatro verbatim y otro documental a secas es que vamos más allá de lo que es contar la historia. Los actores no sólo tienen que aprenderse los textos, transcritos palabra por palabra, incluyendo titubeos, risas o derivas, sino que hay que replicar la forma de hablar de las personas que entrevisté. Tan sólo elimino alguna frase que les pueda dañar o afectar al escucharlo en público”, explica Lucía, que ya en el pasado escribió y dirigió obras con una novedosa metodología que, poco a poco, se va abriendo hueco en las carteleras.
El respeto a cada testimonio
Ángel Sánchez-Perabá, uno de los cinco actores que interpretan a estos personajes, sacados de las calles de nuestras ciudades, reconoce que no es un trabajo fácil “ir en contra de cómo nos han enseñado en la academia”. “Es un trabajo de escucha en bucle de los audios, como cuando te aprendes una canción, pero con la particularidad de que son historias reales, con lo que el vínculo que se crea es más fuerte que con otros personajes. Sobre todo, se basa en el respeto a cada testimonio, evitando hacer parodias de cada caso; al contrario, hay que contar con ellos. La comunicación con los que yo represento ha sido constante a lo largo de todo el proceso en ese afán para que se vean realmente cómo son”.
Y lo consiguen. Con una escenografía original y versátil, obra de Ana Tusell, nos trasladan al mundo de ese arquitecto que ha construido más de 500 casas y, atropellado por la crisis inmobiliaria, dejará en herencia a su hija unos desoladores cimientos. Y vemos a la joven estudiante que huyó de su país, Venezuela, tras ser amenazada por participar en protestas callejeras (guarimbas) para acabar como refugiada al otro lado del océano, lejos de su familia. Y sentimos como propias las dificultades de Fede, el hombre de 42 años con una discapacidad que va dando pasos hacia la ansiada independencia de su familia, pese a las dificultades. O nos ponemos en la piel de la joven Josephine , enamorada en París y desahuciada en España en esa vorágine depredadora de un mundo financiero que se llevó, y aún se lleva, la vida de tanta gente por delante.
Al día siguiente de este estreno, en Madrid, dos ancianos de 80 años –ella con una minusvalía– fueron expulsados de la casa donde llevaban viviendo 50 años. A pocos kilómetros de La Abadía.
“En el teatro realizado con esta técnica, cuando viene a verlo en directo alguno de los protagonistas siempre estoy a borde de la taquicardia. ¿Se sentirá bien al verse en escena? ¿Cómo reaccionará? En realidad, los actores somos tan solo canal de unos personajes a los que se cambia el nombre para mantener el anonimato, pero lo demás es tal cual: respetando sus silencios, las dudas, los tartamudeos si los hay, su forma de hablar. Se trata de ser muy generosos con la persona a la que está encarnando”, reconoce Sánchez-Perabá. La capacidad de cada uno de los actores para cambiar de registro en segundos es espectacular.
Las asesoras financieras son marionetas
También hay asesoras financieras en La Casa. “En este caso”, explica Lucía Miranda, “había entrevistado a dos en un banco y les consulté previamente qué les parecería que sus personajes fueran interpretados por marionetas en vez de por personas. Y les pareció una gran idea porque en el fondo, me dijeron, así se sienten cuando tienen que explicar a un cliente los entresijos financieros, como marionetas del sistema”. Así que ahí las vemos, recreando en una escena lo que es la dación en pago y otros asuntos hipotecarios, a modo de un cursillo acelerado de educación en finanzas de los que debieran incluirse en los planes de estudio.
No hay un mensaje último y definitivo cuando acaba la obra, sino muchos. Y se logra algo que Miranda tenía claro cuando comenzó a escribir La Casa: no le interesaba que se transmitiera la sensación de pena. “Lo que busco es un plano que sea el del igual, el de la empatía con el otro. Y creo que se ha conseguido por la respuesta del público en Barcelona, donde ya la estrenamos, y porque ha habido buena aceptación entre los protagonistas reales”, decía días antes de que se estrenara en el Teatro de la Abadía. Allí estará en escena hasta el próximo 6 de marzo. Después ya tienen previsto hacer gira por la geografía nacional, empezando por el Teatro Lara de Valladolid; así que habrá que estar pendiente de la cartelera.
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