La Casa Encendida despliega dos extrañas expos sobre el colapso
‘Inéditos’, la convocatoria de la Fundación Montemadrid que reúne los proyectos expositivos de jóvenes comisarios y comisarias de hasta 35 años y fomenta su inclusión en los circuitos profesionales, presenta los dos proyectos expositivos seleccionados este año (nada menos que la 22 edición) y que se pueden visitar en La Casa Encendida: ‘Inversión cobra roll’, comisariado por Julia Coelho (1990, Salvador de Bahía, Brasil) y Renan Araujo (1987, Santa Rita do Passa Quatro, São Paulo, Brasil), y ‘Donde cruzan los humos espero una semilla’, con comisariado de Maria Anna Zazzarino (1988, Caracas, Venezuela). Ambas orbitan en torno a las ideas de velocidad, aceleración y colapso.
El proyecto Inversión cobra roll cuenta con estos artistas: Roser Corella y David Bestué, Noela Covelo y Víctor Ruiz, Luiza Crosman y Maíra Dietrich, Mònica Planes y Àlex Palacin y Davi Pontes y Wallace Ferreira. Como el espectador se va a quedar bastante confuso cuando entre en la sala sobre lo que nos están queriendo decir, aquí la explicación de los comisarios: “Esta exposición se organiza en torno a las nociones de vértigo, torsión y decadencia evocadas por las cualidades escultóricas, maquinales y semánticas de la montaña rusa Boomerang. Se trata de un modelo de montaña rusa de vaivén compuesto por dos inversiones y un looping cuyos trenes realizan la mitad del circuito de frente y la otra mitad marcha atrás. Tales cualidades reaparecen en el espacio expositivo despegadas de su referente a través de las obras de cinco dúos de artistas que reflexionan sobre las relaciones entre estructura y movilidad, y tienen el cuerpo como punto de contacto”.
“Una montaña rusa puede contar muchas historias: la historia de la velocidad, de la tecnología, de los tránsitos gastrointestinales, la historia del miedo y de la adrenalina. La historia de la minería y de los cálculos de la física clásica. La historia de la urbanización de una montaña, de su política de viviendas y de la cultura del ocio de la clase obrera. La historia de las estructuras e infraestructuras culturales de una ciudad”.
Y cuentan la historia para centrarnos: “Actualmente hay alrededor de 50 Boomerangs en actividad en todo el mundo, entre las que no se encuentra la atracción que en 1990 llegó a Barcelona como promesa de renovación del Parque de Atracciones de Montjuïc, en un periodo de cambios urbanísticos en la ciudad de los Juegos Olímpicos del 92. Tras ocho años de girar en la montaña de Montjuïc, Boomerang se vendió al parque Six Flags de New Orleans. En 2005, su actividad se vio nuevamente interrumpida por un momento de crisis debido al huracán Katrina. Los gritos que hasta entonces resonaban en sus rieles fueron reemplazados por el silencio y, las largas colas, por la vegetación que crecía entre sus estructuras. Parte de su cuerpo se sumergía en el agua y la otra parte se estiraba hacia el cielo. Su cuerpo-máquina, robusto y curvilíneo, había sido derrotado fácilmente por la danza circular del huracán”.
Y aquí la conclusión: “El colapso, que en un parque de atracciones es solo una imagen simbólica asociada a la idea de una diversión emocionante, reclamó su lugar en el ámbito de la realidad”.
La otra muestra seleccionada es: Donde cruzan los humos espero una semilla, comisariada por Maria Anna Zazzarino. Cuenta con estos artistas: Adrián Balseca, Alba Lorente, Ana Alenso, Christian Lagata, Isabel Carralero –con seguramente la obra más accesible e interesante–, Monique Michelle Verdin y Nemestudio.
El título no nos viene fácil; está sacado de un verso del poema Kerosén, de la poeta venezolana Valenthina Fuentes Meleán y explora las contradicciones de un momento como el actual en el que se mezclan el rechazo y la interrupción, pero también la fascinación por la cultura fósil.
Como nos pasó en la anterior exposición, porque nos lo explican, que si no… Aquí va: “Es un proyecto expositivo que invita a explorar los legados y contradicciones de la petrocultura. Interroga la noción de impasse como estado de bloqueo o potencialidad en el contexto de una modernidad fósil que, como afirma el crítico Fedrercik Buell, se encuentra siempre entre la exuberancia y la catástrofe”.
Los energólatras de la ‘petrocultura’
Más: “Desde la Revolución Industrial hasta el presente, los imaginarios energólatras han aunado el ideal de progreso con el dominio energético, donde la capacidad de generar y consumir kilovatios ha constituido la unidad de medida del bienestar, desarrollo y progreso humano. El auge del carbón supuso el inicio de un sistema energético que gradualmente dejaría atrás la energía generada por el trabajo muscular humano y animal. Este es el inicio de un cambio a escala planetaria que, durante la posguerra mundial, se vería intensificado con la expansión petrolera. El petróleo se convierte en el sustrato del capitalismo global. Así, los ideales modernos de aceleración, progreso, crecimiento ilimitado y velocidad desenfrenada se ensamblan con las posibilidades materiales del petróleo para configurar la petrocultura”.
Y de nuevo nos encontramos con el concepto del colapso, como en la montaña rusa de la otra sala. Porque el crecimiento no es ilimitado, por más que el capitalismo lo crea (o nos lo haga creer; mientras llena los bolsillos de algunos): “La crítica cultural Heather Davis sugiere que la propia materialidad del petróleo genera una temporalidad de la pausa, la expectación ansiosa, la demora y la suspensión. Qué es la extracción petrolera, plantea Davis, sino la liberación de millones de años de luz solar fosilizada bajo tierra. ¿Y qué es el presente sino la conciencia del aplazamiento de unas consecuencias que condicionan la futuridad planetaria? Entre una transición que no llega y la anticipación de un cataclismo climático, el optimismo cruel de la modernidad fósil contemporánea está marcado por la espera, la parálisis, los puntos muertos y la pausa, por moverse para estar quieto, vararse a medio camino, quedarse a medio gas. Pero ¿adónde nos han conducido realmente los motores en marcha? ¿A llegar siempre a los destinos prefijados, a las carreteras infinitas y los excesos de las combustiones desmedidas?”.
Yo me quedo con eso: la pesadilla tipo Sísifo de los energólatras: moverse continuamente para, a fin de cuentas, estar quieto (en el mejor de lo casos, si no retroceder).
‘Inéditos 2024’ puede visitarse en La Casa Encendida, Madrid. Hasta el 15 de septiembre. Entrada gratuita.
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