La condena a Depardieu rompe ‘la violencia sexual sistémica francesa’

El actor Gerard Depardieu en el Festival de Berlín. Foto: CC:
La sentencia contra Gerard Depardieu culmina un proceso de 6 años en los que el movimiento #MeToo ha conseguido que el Parlamento francés reconozca la violencia sexual “endémica y sistémica” en la cultura francesa, que las instituciones que protegían a los agresores ya no lo hagan, que cambien los procedimientos judiciales y que festivales de cine de la talla de Cannes adopten una política de tolerancia cero frente a estas agresiones. Es ‘la noticia que abraza’ del mes de mayo.
Nadie podría haber predicho que la denuncia en 2019 de la actriz Adèle Haenel contra el director Christophe Ruggia por agresión sexual cuando ella era menor sería la base de una verdadera revolución que ha culminado este mes de mayo con una sentencia que pone fin, simbólicamente, a la impunidad del cine francés. Son palabras de la presidenta de la asociación #MeToo Media, Emma Dancourt: Este es el fin de una cierta impunidad. Todo el mundo puede ser enjuiciado. Gérard Depardieu ha sido sometido a juicio y los que están por debajo de él también podrán ser juzgados. Creo que asistimos al juicio de una época, de una era. La era antes que nosotras, antes del #MeToo, cuando [ellos] podían permitirse cualquier cosa. El cuerpo de la mujer, y el hombre también, estaban disponibles para depredadores, directores, genios. Podían permitirse hacer cualquier cosa; hoy eso se ha acabado”.
Más allá del valor simbólico de que un actor consagrado, referente del cine francés, haya sido condenado por el delito de agresión sexual (la sentencia le condena a 18 meses de prisión suspendida y su inclusión en el registro de delincuentes sexuales) y del impacto significativo en las víctimas (que a pesar del alivio y validación, no han vuelto a trabajar desde que pusieron la demanda porque ya no las contratan), lo que hace relevante esta noticia es que durante el juicio se ha aplicado, por primera vez en Francia, un concepto creado en 2021 por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH), el de la victimización secundaria por maltrato judicial. Este principio tiene como objetivo proteger mejor a las víctimas que durante el proceso judicial podían verse de nuevo maltratadas por la justicia. El hecho de que durante el juicio el abogado del actor llamara “mentirosas” e “histéricas” a las dos víctimas ha obligado a Gérard Depardieu a pagar 1.000 euros más a cada una de las víctimas.
No se trata de un nombre en particular, ni de una sentencia concreta. Esta noticia forma parte de un cambio que empieza a ser estructural y que ya está respaldado por el gobierno francés. Tras cinco meses de investigación, 90 audiencias y más de 400 personas escuchadas, la comisión parlamentaria francesa presentó el pasado mes de abril un informe sobre la violencia cometida en los sectores cinematográfico, audiovisual, de artes escénicas, moda y publicidad, que incluía esta afirmación: “Las violencias morales, sexistas y sexuales en el mundo de la cultura son sistémicas, endémicas y persistentes”.
La publicación del informe generó contundentes declaraciones por parte de la diputada Sandrine Russeau, presidenta de esta comisión parlamentaria: “Estas profesiones están sobreexpuestas a estas situaciones de violencia porque son profesiones en las que todos los sacrificios parecen estar justificados, por la presión laboral y económica, porque hay un sentimiento de pertenecer a una gran familia y de que hay un interés superior, el de servir a la creación. Están más expuestas por la precariedad, la fuerte jerarquización, un sistema de contratación exclusivo y un culto absoluto al autor de la creación, que permite todas las derivas y alimenta la omertá”. Las situaciones de violencia se suceden en los castings, en los platós, en las promociones, en los rodajes, en los festivales de cine y en los conciertos “y la policía, la justicia no aparecen como espacios seguros” para las víctimas, lo que “alimenta ese silencio de las víctimas”, añadía la diputada, que también recordó a los organizadores del festival de Cannes que deberían dar ejemplo: “El Festival de Cannes debe ser el lugar de este cambio de mentalidades, donde digamos alto y fuerte (…) que por fin queremos, todos y todas, que esto cambie”.
En este mes de mayo, Cannes ha obrado en consecuencia poniéndose al frente de la lucha contra esos abusos. Para empezar, el delegado general del evento, Thierry Frémaux, que dejó participar a Deep en Cannes hace dos años (acusado por su ex mujer de violencia de género), decidió esta vez excluir al actor Théo Navarro-Mussy por las acusaciones de agresión sexual de tres antiguas compañeras, una decisión inédita en Cannes. El 15 de mayo Frémaux daba un paso más. Aquel día, durante una mesa redonda en el festival, una víctima se levantó delante de toda la sala y acusó al vicepresidente del ACID (Association du Cinema Indépendant por sa Diffusion), una sección paralela de cine independiente del Festival de Cannes, de agresión sexual tras haberle puesto droga en una cerveza. Poco después el vicepresidente del ACID era expulsado del festival.
Se trata de una decisión que llega tarde, si se tiene en cuenta que en el otro gran gigante de la industria audiovisual, Estados Unidos, sucedió en 2016. Juliette Binoche, presidenta del jurado, lo ha vuelto a reconocer este año: “A veces (Cannes) sigue la tendencia, a veces la encabeza (…) #MeToo tardó algún tiempo en ganar fuerza. Pero reaccionamos con fuerza”, declaró en rueda de prensa a escasas horas de la inauguración del festival y el mismo día en el que se conoció la sentencia contra Depardieu.
Binoche remarcó que una sentencia como esta no se hubiera podido dar hace solo unos años, y fue más allá de la sentencia en sí. Binoche sostuvo que el actor ya había quedado «desacralizado» previamente, a la luz de las múltiples acusaciones que pesan contra él. «Quiere decir que reflexionamos», indicó, e incidió en que lo sagrado «es algo que nosotros creamos». Y concluyó: «Una estrella de cine es un hombre, un rey es un hombre. Entonces para mí no son sagrados. Ni cuando algo sucede y [sobre ello] creamos, interpretamos o escenificamos, lo sagrado no nos pertenece. Cuando desacralizamos, como ha pasado ahora, eso nos obliga a pensar en el poder de alguien que toma el poder”. Pero, resolvía: “El poder está en otra parte”.
Más allá de lo ya hecho, a Cannes le quedan asuntos pendientes. Sin ir más lejos, posicionarse ante las acusaciones abiertas contra el director de cine y guionista Paul Schraeder, por agredir y acosar sexualmente a una ex asistente de 26 años en la habitación del hotel del cineasta durante la edición del festival, al que acudía para estrenar su película Oh, Canadá, en competición.
Mientras tanto, los cambios generados por el movimiento #MeToo siguen en marcha en otros ámbitos. Desde el pasado enero el Centro Nacional de Cinematografía y de Imagen Animada (CNC), la mayor institución pública del cine galo, obliga a las empresas que reciben sus ayudas a la producción a que sus equipos reciban una formación obligatoria en materia de prevención y lucha contra la violencia y el acoso sexual. En línea con su compromiso para luchar contra la violencia y el abuso sexual en el sector, también ha puesto en marcha una célula de escucha psicológica y jurídica destinada a los y las profesionales de la cultura víctimas de acoso y violencia sexual.
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