La cosecha solidaria y alternativa del ‘Campo de Cebada’
Hoy traemos a esta Ventana Verde una experiencia vecinal que merece aplausos, El Campo de Cebada, ese solar temporalmente cedido hace cuatro años por el Ayuntamiento de Madrid en el centro de la ciudad, junto al casco histórico de los Austrias, y que se ha convertido en un espacio autogestionado por los vecinos para dar vida social y de ocio, conciencia y reflexión, al barrio. Un lugar, un laboratorio de proyectos colaborativos en ebullición, que promueve la horizontalidad, la igualdad y un modelo de urbe con ciudadanos más activos, imaginativos y solidarios.
En 2009, el Gobierno municipal presidido por Alberto Ruiz-Gallardón se acogió a fondos estatales del Plan E del Gobierno de Rodríguez Zapatero -el último remiendo para retardar el efecto de la enorme debacle económica que se nos echaba encima- y dispuso de un millón de euros para derribar el polideportivo municipal de La Latina. Lo que, en teoría, iba a suponer la reforma y modernización del Mercado de la Cebada y el polideportivo (el único con piscina cubierta en el distrito centro de la ciudad) acabó en un solar de 2.500 metros cuadrados vallado y cementado, al lado de un mercado municipal en declive que tenía en torno al 50% de sus puestos comerciales vacíos.
Otra más de las brillantes ideas de Gallardón. Un año más tarde, el Ayuntamiento reconocía su incapacidad económica para realizar el proyecto inicial. Aunque la mayoría piensa que eso ya lo sabía desde el principio, desde antes de derribar el polideportivo, y que todo era una maniobra neoliberal más para despojar de espacio público a la ciudad. Porque rápidamente se propuso como salida permitir que un centro comercial ocupase gran parte del mercado municipal, a cambio de que se comprometiese también a sufragar el levantamiento del nuevo complejo deportivo. Pero con la crisis avanzada, el solar veía los días pasar, cerrado y sin una solución. Últimamente, estos planes han vuelto a la actualidad, porque el Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid ha aprobado la modificación puntual del Plan General de Ordenación Urbana, que despeja aún más la vía del mega-centro comercial.
Pero volvamos a 2010. A falta de propuestas empresariales y populares (del PP), surgieron otras más auténticamente populares (de la gente). Nos lo cuenta Rubén Caravaca, promotor musical y de eventos y vecino de los Austrias, que ha estado muy pendiente desde el principio de las actividades culturales del Campo de Cebada (se llama así porque queda junto a la plaza de la Cebada, y la de los Carros y la de la Paja), y ahí sigue: «Un grupo de vecinos, junto a arquitectos de varios colectivos como Todo por la Praxis, Basurama y Zuloark, el colectivo cultural C4C, un grupo de cantautores autodenominados Los Cantamañanas y la Asociación de Vecinos de La Latina (AVECLA9, se movilizó para pedir –mientras sí o mientras no se construye un polideportivo– la utilización del solar. Se redactó un proyecto y fue presentado al Área de Gobierno de Hacienda y Administración Pública del Ayuntamiento».
La concesión del espacio llegó meses más tarde. Nacía El Campo de Cebada. La fórmula de la cesión es compleja y de ella parte que el proceso de tan peculiar Campo sea un prototipo de ciudad y un laboratorio de participación.
Quedó un enorme agujero frente al famoso teatro de La Latina. Y la historia hizo coincidir el agujero institucional con el ilusionante 15-M de 2011. Como explica Rubén Caravaca, el 15-M -aunque muchos no lo supieron ver, o no quisieron, o no les interesaba verlo, y se apresuraron a enterrarlo-, logró, entre otras cosas, reanimar el moribundo movimiento vecinal, otras actitudes para construir ciudad. «Y algo tan básico como fundamental, al organizarse las asambleas de barrio, con todo su rastro de actividades en las plazas, los vecinos volvimos a encontrarnos, a conocernos y reconocernos; de repente surgía la oportunidad de reunirse, ponerse caras y hacer planes juntos».
Agujero y movimiento vecinal confluyeron, y el Ayuntamiento, probablemente arrastrado por algo de mala conciencia, cedió; cedió temporalmente el espacio a los vecinos en una especie de limbo, que aún continúa. Pero mientras, el campo no deja de recoger interesantes cosechas.
En la web Plataforma Arquitectura hay un interesante artículo sobre el espacio: «El Campo de Cebada es una plaza compartida, un trocito de ciudad que se está diseñando a sí mismo, aprovechando un momento y una situación muy relevante de la historia de Madrid. Ha llegado a convertirse en uno de los ejemplos más representativos de la nueva era que se preparaba para la ciudad, en la que, al tiempo que las instituciones se desinflan, los ciudadanos se hacen más fuertes. El Campo de Cebada se convierte en una alternativa visionaria y pionera de las nuevas dinámicas que empiezan a llevarse a cabo en la ciudad según las cuales los ciudadanos se transforman en agentes activos y propositivos. Los mismos ciudadanos diseñan y construyen su propio entorno como respuesta a las barreras y el estatismo de los actuales organismos reguladores del espacio urbano que, paradójicamente, son los que más alejados se encuentran de la verdadera vida de los barrios, lo que a veces les lleva a errar en los procesos y el diseño de estos espacios tan valiosos para los ciudadanos».
La periodista Carmen Lozano Bright, muy vinculada a las cosechas de la Cebada a través del C4C_Colectivo, explicaba bien el significado de este peculiar Campo en su artículo para el Anuario del Club de Debates Urbanos: «Madrid -ciudad mutante y creativa- es actualmente un ecosistema en ebullición de procesos colaborativos, de gestación de comunidades, de experimentación cultural y de creación e intercambio de conocimiento. Los espacios urbanos mutan de la mano de esos procesos poniendo en evidencia que hay un modelo alternativo al binomio de espacio público-privado: el común. Así, en la ciudad se multiplican lugares en los cuales prima la comunidad sobre el individuo, la gestión colectiva frente a las jerarquías tradicionales. Se trata de espacios cuyos modelos de organización son horizontales y promueven interacciones e interlocuciones entre actores dispares: instituciones públicas, asociaciones, colectivos e individuos. A El Campo de Cebada -quizá el más experimental- se pueden sumar espacios como Tabacalera (también cedido por la Administración Pública en 2010 para autogestión), Esta es una plaza (un jardín, huerto colectivo en calle Doctor Fourquet, en Lavapiés), Solarpiés (solar liberado en verano de 2012 por la Asamblea Popular de Lavapiés) en la calle Valencia, el Patio Maravillas (centro social okupado desde 2007 muy consolidado en Malasaña), el Solar Maravillas, el Centro Social Seco en Retiro Sur. Los jardines y huertos colectivos de Madrid se agrupan en su mayoría en la Red de Huertos Urbanos. Los Centros Sociales Okupados EKO (en Carabanchel), La Morada (en Chamberí), La Salamanquesa (desalojado del barrio de Salamanca y posteriormente situado en un colegio público abandonado de Moratalaz), la Escuela Popular de Prosperidad o La Quimera (antiguo Laboratorio II en la plaza de Cabestreros, ahora Nelson Mandela, en Lavapiés)».
Y continúa: «Todos se reconocen como alternativas al espacio público urbano –entendido como las plazas y calles tradicionales– que paulatinamente ha ido sufriendo procesos de privatización. Desde hace tiempo y al calor del clima neoliberal, la ciudad ha dejado de ser un lugar de reunión, de discusión, de paseo, de intercambio comercial, para ser fragmentada en parcelas concebidas meramente para tránsito y consumo. Madrid, como la gran mayoría de ciudades occidentales, se ha convertido en una urbe donde el ciudadano hace un uso individualizado de lo que tradicionalmente fue común. Los ejemplos son numerosos y fácilmente reconocibles. En La Latina y el barrio de los Austrias, las plazas y aceras están colapsadas con terrazas enormes en beneficio de la hostelería; en la plaza de Callao es de rutina toparse con eventos publicitarios donde las marcas instalan aparatosas estructuras para promociones particulares; en Malasaña se han reformado vías públicas como la calle Fuencarral con el objeto de promover únicamente el tránsito entre comercio y comercio, pero no la permanencia en el espacio. No invitan a quedarse; sólo a transitar». «Todas las experiencias comparten la vocación de utilización y mantenimiento de espacios en desuso, resignificación de no-lugares, transformación de la ciudad, dotación de infraestructuras y herramientas de uso común, transmisión de conocimientos, transformación subjetiva, accesibilidad y toma de decisiones colectiva». «A menudo, de las incertidumbres (¿hasta cuándo estaremos o nos dejarán estar en ese espacio?, ¿a quién pertenece este inmueble?, ¿qué proyecto urbanístico está planificado?, ¿qué intereses planean sobre este lugar?) parten las creatividades que permiten soñar escenarios antes no imaginados. Y llevarlos a la práctica». «Estos nuevos códigos de comportamiento rizomáticos, tentaculares, expandidos, líquidos, orgánicos y descentralizados se cristalizan en comunidades de conocimiento y de afecto que tejen redes mucho más allá del espacio acotado de lo público y lo privado: redes autónomas que involucran y entretejen relaciones de corresponsabilidad. Al fin y al cabo, grietas en los sistemas de poder y de exclusión de la ciudad; grietas por las cuales se cuelan prototipos de habitabilidad del espacio urbano que son replicables y relucientes».
Un agujero en el barrio de los Austrias.
Grietas en los sistemas de poder y de exclusión de la ciudad, por las cuales se cuelan otras fórmulas de habitabilidad.
Y en esto llegó el espíritu 15-M, que sirvió de despertador frente a las iniciativas adormiladas por un periodo relativamente largo de bonanza económica. Desde mayo de 2011, más de 120 asambleas populares organizadas por barrios se reúnen en las calles semanal, quincenal o mensualmente para tratar temas que afectan a lo cercano. Son redes hiperlocales que, caóticas y distribuidas, han sido uno de los motores transformadores y de acción de muchos barrios en los últimos dos años. El movimiento llegó para entrelazar un tejido que, con la llegada de la crisis-estafa, sólo está haciendo que fortalecerse, y que sigue dando sus frutos concretos, como pueden ser los nuevos partidos políticos basados en la participación, como Podemos, Equo y Partido X, que se define así: «Red ciudadana Partido X es un pacto transversal y no ideológico de mínimos entre ciudadanos sobre la base de una hoja de ruta y de un método de trabajo».
Ha renacido así una conciencia colectiva en la capital por recuperar espacios para la participación y gestión ciudadana.
La fórmula de la cesión es compleja y de ella parte que el proceso de El Campo de Cebada sea un prototipo de ciudad y un laboratorio de participación. Lo explican Rubén Caravaca y Carmen Lozano: El Ayuntamiento cede la gestión del solar a la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM). Esta a su vez delega en una asociación de vecinos con poder e influencia en el distrito: La Corrala (de Lavapiés). Pero el solar se encuentra en el barrio de La Latina, con lo que esta delega en la vecina AVECLA. El proceso ahora, como explica Rubén Caravaca, está en pleno trance de transformación y resignación de responsabilidades, algo que tendrá que ir fraguándose a lo largo del verano, con la posible constitución de una asociación específica que se haga cargo -siempre temporalmente, en cesiones que se renuevan año a año- de tan peculiar espacio.
Los moradores del Campo de Cebada se reúnen una vez a la semana, cada lunes por la tarde, para recoger las propuestas que se transforman en el calendario de actividades del Campo -que cualquiera puede hacer, solo con dos requisitos: la entrada ha de ser libre y gratuita, y hay que respetar los límites de ruido para no molestar al vecindario- y para debatir las cuestiones que afectan al espacio; cuestiones prácticas –necesidad de cambiar el bidón del agua, pérdida de un candado…– y asuntos que atañen al modelo de gestión del espacio. En definitiva, cada lunes ocurre en El Campo «un pequeño parlamento urbano».
Y de ahí han salido desde un calendario interesante de actividades culturales, como las sesiones de cantautores-cantamañanas (los domingos, a la hora del vermú), dos ediciones de la Universidad de Verano -el Campus-, el cine de los jueves de verano o los festivales de cortos; más una interesante infraestructura -desde las canchas deportivas a las gradas y las jardineras para el huerto urbano; una de las condiciones de la cesión municipal era la prohibición de plantar verde en el suelo-, que incluso ha recibido premios. Lo explica bien Carmen Lozano: «Se trata de muebles de código abierto: la gran mayoría se puede transportar (gradas con ruedas), son de madera reciclada (reutilizan palés, listones de los bancos tradicionales de Madrid), y reproducen esquemas de usabilidad a escala humana». Uno de los inventos más ocurrentes son los cubos de basura con ruedas para plantar árboles; los cubos, recubiertos con palés por fuera, son transportables, con lo cual es posible tener sombra viajera a cualquier hora del día. «La instalación de una mesa llama a la construcción de varias sillas; que algún vecino traiga una planta induce a la creación de un huerto urbano colectivo; que se pinte un grafiti trae consigo la intervención del arte en el espacio urbano y la gestión colaborativa de los muros para ello; que un grupo de niños demande una cancha para jugar al fútbol o al baloncesto activa a un grupo de arquitectos para construir las canastas y porterías y pintar las rayas pertinentes en el suelo. Que una persona recoja la basura del suelo, invita al resto a hacerlo igual, a cuidar de un lugar a la intemperie igual que cuidarían de su hogar. Así con cada acción, así día a día».
Además, es habitual que colectivos activistas elijan El Campo para llevar a cabo actividades reivindicativas, como poner en evidencia la privatización de la educación y la sanidad, como punto de llegada de bicicletadas que reclaman carriles-bici en la ciudad o para actos de denuncia contra los desahucios masivos.
Entretenimiento, espectáculo, activismo que se pone de manifiesto en dos de los eventos con más significado para El Campo cada año: El Piscinazo, para seguir reivindicando una piscina pública municipal accesible para el Distrito Centro, y La Paloma Indignada, que se celebra coincidiendo con las fiestas del barrio de La Latina a mediados de agosto y es una alternativa a las fiestas del barrio, que, como subrayan sus promotores, «cada vez son menos populares y cada vez están más dedicadas al negocio privado de los bares de la zona».
El artículo de Carmen Lozano para el Anuario del Club de Debates Urbanos extrae bien el grano de esta nutritiva cebada: «Madrid, la ciudad rebelde siempre en movimiento, es la probeta donde cientos de fórmulas están siendo probadas desde muchos frentes. Como dice el catedrático británico de Antropología y Geografía David Harvey en su libro Rebel Cities: «¿De qué lado nos posicionaremos nosotros, como individuos?, ¿qué calle ocuparemos? Sólo el tiempo lo dirá. Lo que sabemos con certeza es que el tiempo es ahora. Este sistema no sólo se encuentra roto y expuesto, sino incapaz de otra respuesta que no sea la represión. Así que nosotros, las personas, no tenemos otra opción más que luchar por el derecho colectivo a decidir cómo debiera el sistema ser reconstruido y a imagen de quién. La construcción de una alternativa a partir de sus ruinas es al mismo tiempo una oportunidad y una obligación ineludible que nadie querrá evitar».
Relacionados con este artículo, puedes leer los reportajes de ‘El Asombrario’ sobre el Mercado de San Fernando, en Lavapiés, y el proyecto Chiquitectos, para pensar la ciudad de otra manera desde pequeños.
Comentarios
Por Antipátrico, el 08 julio 2014
En el fondo es una cagada más de Gallardín que demolió la única instalación deportiva del distrito para dejar ésto. Una estupenda piscina que disfrutábamos muchos y todo el año.
Por rafael girón galván, el 08 julio 2014
Me interesan las iniciativas populares de los barrios reivindicativas de un desarrollo diferente y creativo frente a la especulación despiadada de las administraciones del sistema imperante
Por rafael girón galván, el 08 julio 2014
Me interesan y apoyo las iniciativas populares e innovadoras de barrio frente a las admiinistraciones especulativas del sistema dominante. Animo y salud.
Por maria jimenez luque, el 08 julio 2014
ya iba siendo hora deque alguien con cabeza y futuro supiera aprovechar ese enorme espacio público ninguneado xlas autoridades.
gracias vecinos de la latina!
Por Manuel, el 02 febrero 2015
Con todo el respeto a las personas decentes que utilicen este espacio, lo cierto es que hay mucha purria y mangante por la zona, desde los maleducados magrebíes que venden cerveza y tratan con malos modos a los que no les compran, como ciertas expresiones de colectivos antisistema que lanzan repugnantes soflamas desde un espacio público. No deben ser tan fascistas e intolerantes quienes han cedido ese espacio, si se permiten las expresiones que se suelen ver no pocas veces en este espacio. Por cierto soy vecino de la zona y sé de lo que hablo.