‘La decisión de Joaquina’: otra película real sobre la muerte digna

Carmen Llorca, una de las hijas de Joaquina, en una de sus intervenciones en el documental.

En los últimos meses, la película de Pedro Almodóvar ‘La habitación de al lado’ ha vuelto a poner sobre la mesa el tema de la eutanasia. Nosotros recogemos aquí otra película, el documental ‘La decisión de Joaquina’, de Javier Falcó, un proyecto sin ánimo de lucro que trata de concienciar contando la historia real de la larga lucha de dos mujeres para cumplir la voluntad de su madre de una muerte digna. La travesía burocrática parecía diseñada por el diablo de la disuasión,  que los objetores disfrazan de creencias ético religiosas.

Javier Falcó, director del documental y amigo de la familia, lo tuvo muy claro desde aquella pequeña charla con las hijas de Joaquina. ¿Cómo está la mamá? “Pues la están maltratando”, fue la respuesta de Carmen. Y empezaron a trabajar en La decisión de Joaquina, “un proyecto sin ánimo de lucro que, además de contar la historia de una gran mujer, quiere ayudar a que se respeten las últimas voluntades y apoyar a las asociaciones como DMD, Derecho a Morir Dignamente, que tanto trabajan por ello”, explica Falcó sabiendo que el recorrido de este documental tiene un futuro incierto. “Seguiremos organizando proyecciones (en otoño pudo verse en Valencia y Madrid), acudiendo a festivales y finalmente estará en YouTube para que se vea en abierto”.

No hay mejor recompensa para una vida noble que una muerte digna. Joaquina Sánchez tan solo era una niña cuando, junto a su familia, cruzaron a pie la frontera entre España y Francia, en los tiempos de la lucha clandestina por la libertad y la democracia en nuestro país. Qué tristeza comprobar que la represión, nunca exterminada del todo, le pondría tan difícil atravesar ese otro límite,  el que separa la vida de la muerte, cuando la enfermedad convirtió su existencia en un estado de “no vida”.

Solidaria, activista, miembro del Partido Comunista, miembro de los primeros movimientos feministas de la Comunidad Valenciana, de padres republicanos e igualmente comprometidos con los derechos humanos, Joaquina decidió redactar su Testamento Vital cuando gozaba todavía de buena salud. Quiso dejar muy claro su deseo de evitar un sufrimiento extensible a sus seres más queridos, en este caso sus hijas.

Carmen y Luisa Llorca, pendientes del deseo de su madre, trabajaron sin opción al desaliento para  cumplir esas últimas voluntades. La travesía burocrática parecía diseñada por el diablo de la disuasión,  que los objetores disfrazan de creencias ético religiosas. Lo que las hermanas Llorca denuncian en esta película lleva mucho más que el nombre de su madre. Refleja a tantos y tantas que han buscado el sueño eterno cuando la vida se les reduce a un corazón que late. ¿Por qué cuesta tanto que se cumpla la ley que garantiza la eutanasia en España y que entró en vigor el 25 de junio de 2021?

Luisa Llorca, hija de Joaquina, en un fotograma del documental.

Luisa Llorca, en ‘La decisión de Joaquina’.

De lo que no hay registro público es del número de personas que se encuentran actualmente tramitando su deseo de asistencia para morir. “Son datos que no poseemos en la asociación DMD”, informan desde su gabinete de comunicación. “Solo las comunidades autónomas, y sus respectivas Comisiones de Garantía y Evaluación, saben cuántas personas han solicitando la eutanasia en su región”.

¿Es caro conseguir una muerte asistida? “La ley asegura que es una prestación gratuita, pero las hijas de Joaquina tuvieron que contratar a un abogado para que las ayudara a cumplir la voluntad de su madre. Hay personas que recurren al suicidio asistido cuando se quedan fuera de la prestación y no tienen la posibilidad de acabar con su vida por sus propios medios, pero desde DMD abogamos por que nadie tenga ese desenlace por quedar fuera de los requisitos de la Ley de Eutanasia”, nos explican desde la Asociación. “La Ley de Eutanasia es una ley muy garantista, y eso hace largo el proceso; en muchos de los casos, incluso lo obstaculiza. Hay que conseguir que los trámites se agilicen para evitar que hasta un tercio de las personas que solicitan la eutanasia fallezcan durante su tramitación”.

La decisión de Joaquina es un documental escrito y dirigido por Javier Falcó, en el que Carmen y Luisa, hijas y dignas herederas del carácter luchador de su madre, repasan los dos larguísimos años transcurridos desde que decidieron hacer realidad el deseo de Joaquina, devorada por el alzheimer, hasta poco antes de pudiera descansar en paz. 730 días de idas y vueltas, visitas a despachos, trasiego de documentos, exigencias imposibles, médicos objetores y todo tipo de trabas amparadas en creencias represoras y otras vilezas. “Esta exposición tan pública y a corazón abierto de nuestra historia familiar y de la biografía de mi madre tiene una intención: reivindicar un derecho que ha costado mucho conseguir”, explicaba Carmen.

A la proyección en Madrid acudió también Ramón Márquez Martínez, no como Ramoncín el músico y contertulio, sino como familia política de las Llorca desde hace más de 30 años. “No se puede vivir sin espejo retrovisor”, apuntaba. “Porque equivale a pensar que una persona puede existir cuando ha perdido la memoria. Y eso es intolerable. ¿Por qué pensamos que alguien toma la decisión de suicidarse? Probablemente porque quiere dejar de sufrir. ¿Quién ha atendido a esa persona? ¿Quién se ha ocupado de evitar esa muerte voluntaria? Pues el caso de Joaquina es el contrario. Ella lo dejó muy claro: si yo no tengo la capacidad de acabar con mi existencia, quiero que sea el Estado el que dé ese paso por mí. Lo podría decir de una manera más salvaje. ¿Usted hasta cuando quiere vivir? Hasta que sea capaz de limpiarme solo el culo”, afirmaba rotundo Ramón Márquez. Una reflexión que coincide con las intenciones de Martha, el personaje que interpreta Tilda Swinton en el último largometraje de  Pedro Almodóvar, La habitación de al lado, cuando se agotan los remedios y su cáncer se convierte en terminal. “Quiero morir limpia y seca”.

Cartel del documental.

Cartel del documental.

Un médico objetor de la eutanasia, que utilizaba expresiones como  “no seré yo quien ejecute a su madre”, y un juez más pendiente de lo que opinan en el inverosímil cielo que de lo que ocurre aquí en la Tierra, iban tumbando cualquier paso hacia la voluntad de Joaquina, dejando a sus dos hijas, Luisa y Carmen, en un estado de desesperación que aumentaba cuando visitaban a su madre y comprobaban que estaba “cada vez más débil y era menos ella”. “Es muy doloroso haber conocido a una mujer como nuestra madre y verla así. Joaquina había perdido su esencia, todo lo que nos hace humanos, como la capacidad de pensar y decidir. De sentir, de recordar, porque sin memoria, ¿qué somos? Hay una vida biológica y otra biográfica, pero parece que pocos entienden la diferencia”.

Loren Arseguet, de la asociación DMD, presente en la proyección y posterior coloquio sobre La decisión de Joaquina, apuntó que la película refleja muy bien “lo difícil que es a veces aplicar la Ley de Eutanasia que, con todos sus defectos, es un marco que puede garantizar las últimas voluntades”. “Mi segunda reflexión es el papel de los hijos, en este caso las hijas, absolutamente concienciadas de que la voluntad de su padre o de su madre es lo que cuenta. ¿Cómo trasladar a los hijos que la decisión de morir no va ni en contra de ellos ni en contra de la vida? Que no es una decisión dramática, sino tremendamente positiva. Joaquina ha tenido la suerte; una suerte trabajada para que sus hijas la entendieran desde el primer momento y lucharan valientemente por ella”, explicaba Arseguet, apuntando a la perspectiva de género que acompaña casi siempre a estas acciones. El médico objetor fue un hombre, el juez que denegó la primera petición, también. La doctora que escuchó a las hermanas Llorca, una mujer. Señalamos que Joaquina tuvo además un hijo varón que jamás quiso tener que ver con este asunto.

Carmen y Luisa asistieron a la proyección con la vista nublada por las lágrimas. Cuando recuerdan el día que, por fin, Joaquina consigue descansar, visualizan sus manos sosteniendo las de su madre. “Fuimos unas 15 personas las que la acompañamos”, explica Luisa. “La doctora del centro de salud que la había examinado y certificó su deterioro irreversible nos aseguró que a ella le gustaba acompañar a sus pacientes al nacer y al morir. Nos despedimos de mamá con un cariño inmenso y cada vez estamos más convencidas de que aquel fue el acto de amor más grande que hemos hecho en la vida”.

El año pasado, 766 enfermos terminales pidieron ayuda para morir. Casi un 25% más que el año anterior. Se practicaron solo 334 prestaciones, el 44%.

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