La dignidad de un pasado difícil
EL AUTOR ANALIZA UNA DE LAS MEJORES EXPOSICIONES QUE SE PUEDEN VER EN MADRID, LA DEL FOTÓGRAFO VIRXILIO VIEITEZ, UN DOCUMENTO IMPRESCINDIBLE PARA COMPRENDER EL PASADO DE ESPAÑA. PERO TAMBIÉN DISCREPA: LA MUESTRA QUEDA LASTRADA POR UN EXCESO DE IMÁGENES.
ANDER CALUMBO
Tres mujeres posan en el maizal… La mujer y el niño con su blanca cabra… La historia del mundo vista a través de los habitantes de la comarca pontevedresa de Terra de Montes queda fijada en la extraordinaria exposición sobre el fotógrafo Virxilio Vieitez abierta hasta el 19 de mayo en la Fundación Telefónica de Madrid (Calle de Fuencarral, 3, entrada libre).
El fotógrafo, nacido y fallecido en el municipio gallego de Soutelo de Montes (1930-2008), fue mecánico y aprendió luego en la Costa Brava a fotografiar y a revelar. También aprendió a mirar el mundo desde una perspectiva abierta y luminosa; en su caso, al contrario que otros fotógrafos, buscando la acción desde la contemplación. Conmueve el hieratismo de los vecinos de su comarca gallega, a los que fotografió durante décadas tras su etapa de aprendizaje en Cataluña: la transparencia de la expresión de sus paisanos, la mirada directa al objetivo de la cámara con la que posan (porque se fotografían con sus mejores ropas para algo importante: el documento nacional de identidad, la comunión, la boda, la fiesta, el funeral).
Para conseguir lo que pedía para un fotógrafo Cartier-Bresson (mirar a la gente y entrar en sus hogares como un gato, sin molestar, de puntillas), Virxilio Vieitez tenía la mejor coartada: era el vecino del pueblo, su retratista en quien confiaban. Vieitez pudo convertirse en el fotógrafo por excelencia de la comarca ayudado por su capacidad para las relaciones públicas y su sentido del orden y el negocio.
La comisaria de la exposición, Enrica Viganò, ha tenido acceso a más de 50.000 negativos entre 1953 y 1980, conservados por la hija del fotógrafo, Keta Vieitez. Ha hecho una laboriosa y encomiable selección de casi 300 fotografías, muchas de ellas inéditas. Pero posiblemente sean demasiadas. Cabe pensar que la comisaria se ha visto desbordada por esa avalancha de imágenes, y que la fascinación por la cruda realidad de pobreza y atraso que retrata Vieitez le haya hecho inclinarse por demasiadas imágenes tortuosas que desequilibran el conjunto. Ojalá no haya habido un afán sensacionalista en el proceso. Decía Cartier-Bresson que la diferencia entre una foto buena y una mediocre “es cuestión de milímetros”, y podría sugerirse que sobran en la muestra de Vieitez decenas de imágenes porque no alcanzan el nivel de lo que pedía el maestro francés: fotos que resuman una situación, que maravillen, que atraigan la mirada y que tengan una buena relación de las formas.
Así, pierde fuerza en la exposición la clave rapsódica (emocionante y arrebatada). Es la historia universal de Soutelo de Montes y su comarca (trasunto, por ejemplo, del libro del escritor Xuan Bello “Historia universal de Paniceiro”, su pueblo asturiano; trasunto a su vez de todos y cada uno de los pueblos del mundo; metáfora del origen, de la celebración y de la muerte).
Susan Sontag, la gran escritora de “Sobre la fotografía”, detectó la capacidad de la fotógrafa Diane Arbus (a la que es posible emparentar con Vieitez) para retratar a gente “patética, que da pena a la vez que es repulsiva”. Pero Diane Arbus defendía, respetaba y transmitía como nadie la “cualidad de leyenda” de los freaks. En muchas de las imágenes de Virxilio Vieitez también aparecen. A veces, Vieitez capta a estos seres humanos en el momento decisivo, y su presencia enriquece y amplifica la muestra. Pero otras veces no es así, y esas imágenes que no contribuyen a contar la vida secreta de personas comunes, sus anhelos y frustraciones, sino que las ridiculizan y las aproximan a ese abismo a veces tan difícil de detectar de lo insignificante grotesco, tal vez deberían ser apartadas de la exposición. Así quizás podría brillar mejor el mundo mágico de Soutelo de Montes, esa realidad cambiante de alegrías y dolores de la que todos procedemos y que queda fijada con asombroso talento por un fotógrafo de pueblo.
Comentarios
Por Román Puerta, el 23 marzo 2013
VIRGILIO VIEITEZ (2013)
Entras en la exposición y te incorporas a otro mundo. Un mundo vivido y sufrido por nuestros padres, por nosotros mismos al final de la dictadura y el inicio de la transición. Las fotos que vemos en esta exposición son los padres de nuestra realidad actual. Esos rostros marcados por el viento y el sufrimiento y aliviados por las pocas alegrías de aquellos tiempos.
Peroe s que la exposición no es solo una sucesión de fotogramas que vas recorriendo y mirando. Entras en un bosque de instantáneas que te miran a ti. Pasas de lado por todos los rostros que fijan su mirada en la cámara que les ha tomado la foto, pero que te están mirando como tetigos de una vida dura y triste en muchos casos.
Pero Vieitez, y ahora su hija dejándonos ver todo lo que un ojo humano a través de una cámara analógica y antigua pueden hacernos ver, dejó un legado imprescindible haciéndonos disfrutar de la realidad cotidiana de una España atrasada pero vital, porque España, aún con la losa de la dictadura yla falta de libertades y desarrollo económico, era una España viva y que no se ha rendido nunca, por mucho que algunos quieran humillarnos y hundirnos en pasados que no queremos revivir.
Es imprescindible la visión de esta exposición magníficamente «comisariada». ¡ID A VERLA, por favor!
Por Nuria, el 28 marzo 2013
Precisamente, porque sigo pensando que no es necesario ver todas y cada una de las imágenes para entender la mirada de Virxilio Vieitez, concebí así la exposición. Como un encuentro personal con aquellas imágenes a las que decidamos acercarnos. Confío plenamente en la libertad del público al adentrarse en esta Expo. Fue muy difícil conseguir llevar a cabo esta «instalación demasiado contemporánea», os lo puedo asegurar, por eso y porque lo tuve claro, agradezco vuestros comentarios, desde el honorable anonimato de quienes diseñamos los espacios expositivos, a veces con acierto.