La esperanza tras el apocalipsis, según Robert Lepage
Dentro de la programación del Festival de Otoño de Madrid, los Teatros del Canal estrenan por primera vez en España ‘The seven streams of the river Ōta’, la obra con la que el dramaturgo y director Robert Lepage y su compañía Ex Machina alcanzaron el reconocimiento internacional en 1994. Treinta años después, no ha perdido un ápice de conexión con la actualidad. Puede verse hasta el sábado, día 23.
En la última década del siglo XX, The seven streams of the river Ōta sorprendió tanto por su peculiar montaje como por su temática: la capacidad de resiliencia del ser humano frente a las secuelas de la guerra y la catástrofe. Si en este caso Robert Lepage hablaba del Holocausto, la bomba de Hiroshima y la epidemia del sida, hoy podríamos decir algo parecido de la actual guerra de Ucrania, las invasiones de Palestina y Líbano y de la crisis climática. Además, aborda debates que desde finales del siglo pasado siguen estando abiertos en nuestra sociedad, como el aborto, la eutanasia o el derecho a la ciudadanía. Por lo que 30 años después, esta obra sigue teniendo un interés relevante.
En español el título se refiere a los siete brazos que conforman la desembocadura el río Ōta, donde se levanta Hiroshima, la ciudad de los supervivientes, como dice uno de los personajes. Por este trabajo coral desfilan una mujer japonesa con la cara deformada que quiere posar para un fotógrafo del ejército norteamericano; un chico mitad oriental mitad occidental en busca de su propia identidad; una joven que no sabe si abortar o seguir con el embarazo; un hombre que decide practicarse la eutanasia después de describir su estado terminal; una superviviente de los campos de concentración que descubre la filosofía zen; un esposa despechada que se convierte en una periodista frívola e incisiva, y una ciega que todavía recuerda los colores que dejó de ver tras la explosión atómica. Enlazados unos con otros, a través de sus biografías y por encima de las fronteras, casi todos son víctimas de las grandes tragedias de la historia moderna. Una historia que aquí se cuenta a través de los dramas personales de estos siete individuos y que, generación tras generación, traza el curso del dolor y la esperanza que corre como un torrente subterráneo y que finalmente, queramos o no, se precipita sobre todos nosotros.
Siete actos de aproximadamente 50 minutos cada uno componen The seven streams of the river Ota, un formato que casi podría recordarnos al de una miniserie de cualquier plataforma audiovisual de hoy en día. La experiencia de verla en el teatro es parecida a las de esas tardes de invierno en las que nos damos una panzada de televisión, solo que está vez lo hacemos sentados en un patio de butacas y con todos los recursos escénicos imaginables para recrear un universo que transcurre entre Hiroshima, Nueva York, Osaka y Ámsterdam. De la sencillez de los diálogos a la pantomima, de la poesía al melodrama, del vodevil a la ópera, de las sombras chinescas a la música en directo, de las retroproyecciones a las escenografías hiperrealistas, de la artesanía a la innovación, Robert Lepage despliega con Ex Machina una serie de dispositivos que nunca son prescindibles, hasta el punto de que no cabe preguntarse si tendría sentido montar el texto de otra forma. Destacan muy especialmente las aportaciones del escenógrafo Carl Fillon, inspiradas en las puertas correderas de las casas japonesas, y los delicados apuntes de percusión de Tetsuya Kudaka, que durante siete horas acompaña la acción con los toques de su batería.
El teatro global de Robert Lepage
El público español ya había visto 887, Juegos de Cartas, El proyecto Andersen o la Trilogía de los dragones, firmadas todas por Robert Lepage. Muchos vienen con víveres suficientes para permanecer en el teatro desde las cuatro de la tarde hasta las once de la noche. Más o menos el tiempo necesario para llegar a Quebec, la ciudad en la que nació el dramaturgo en 1957 y de la que su teatro políglota es un buen reflejo. Con escenas en inglés, francés, alemán y japonés y una manera de hacer que oscila entre distintos géneros y lenguajes, las propuestas de Ex Machina han dejado huellas profundas en las artes escénicas. Si fuera posible un teatro global, quizá sería muy parecido al de Robert Lepage. Y lo mismo podríamos decir del escenario, que se convierte en una suerte de collage en movimiento sobre el que se superponen recuerdos, ensoñaciones e imágenes diversas, que van de la cultura popular a la alta cultura. The seven streams of the river Ōta nos propone una estética posmoderna equiparable a las de las películas de Atom Egoyan o Peter Greenaway, pero capaz todavía de hacer creíble y necesaria una relectura más de Madama Butterfly o de Georges Feydeau, al mismo tiempo que convierte cada escena en un cuadro de Edward Hopper, en un diorama con aspecto de casa de muñecas o en una estampa japonesa.
En la primera representación, la sala roja de los Teatros del Canal estuvo llena hasta el último minuto. Además las risas y las lágrimas fueron en aumento según avanzaba el espectáculo, hasta llegar a una gran ovación final en la que todo el mundo se puso en pie. Para Yukio Mishima, como recuerda uno de los personajes de The seven streams of the river Ōta, las palabras disfrazan el pensamiento. Quizá lo hagan las palabras desnudas, porque en el teatro políglota de Robert Lepage son como un espejo que devuelve al público su verdadero rostro, el mismo en el que brillan el miedo y la esperanza.
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