La Fundación Carasso prepara su gran lanzamiento con ‘Infinito Delicias’

Proyecto de ‘Infinito Delicias’, un innovador espacio de experiencias y comunidad ciudadana que abrirá en Madrid el próximo verano.

La Fundación Daniel y Nina Carasso –fundada en Francia en honor de los creadores de Danone– cumple 10 años de aterrizaje en España con un gran proyecto que será su buque insignia para dar el salto definitivo a ser conocida por el gran público: ‘Infinito Delicias’, un innovador espacio de experiencias y comunidad ciudadana que abrirá en Madrid el próximo verano. Hemos hablado con su directora general para España, Lucía Casani.    

Infinito Delicias será un espacio único de más de 2.700 metros cuadrados en el barrio de Delicias, Madrid. Poco a poco va tomando forma para abrir sus puertas en el verano de 2025 y convertirse en un centro de experimentación ciudadana. Así lo presenta una nota de prensa recibida recientemente: “Infinito Delicias funcionará como un laboratorio para vivir, trabajar, aprender y experimentar, en el que ciudadanía, start-ups, empresas y fundaciones podrán colaborar e inventar el futuro de la alimentación sostenible, la cultura y la economía de impacto positivo. Este hub tiene como objetivo ser el epicentro de una comunidad de entidades y agentes que compartan valores y miradas hacia el futuro, convirtiéndose en los nuevos habitantes de los diferentes espacios disponibles”.

Infinito Delicias es una empresa impulsada desde la Fundación Daniel y Nina Carasso como parte de su “estrategia de inversión de impacto”. “La finalidad de esta iniciativa es alcanzar la sostenibilidad y autonomía económica, demostrando así que este tipo de proyectos de impacto social y ambiental pueden ser viables como negocio”.

Para saber algo más de este gran proyecto que en la práctica echará a andar en el próximo curso 2025/26, hemos hablado con Lucía Casani, desde hace un año directora general para España de la fundación, adonde llegó tras 20 años ligada a La Casa Encendida, de la Fundación Montemadrid, casa en la que asumió la dirección entre 2014 y 2023. Desde el principio quiere subrayar Lucía la pulcritud con que realiza las inversiones esta fundación, muy pendiente de medir su rentabilidad tanto económica como de impacto social, para que las cosas cambien con unas bases sólidas, una estructura y unos criterios con rigor.

“Como con otras líneas de la fundación, Infinito es un proyecto que impulsamos, pero con la idea de que, pasados unos años, sea sostenible e independiente”. O sea, sin depender de la fundación hasta el infinito. Inversión, en todos los mejores sentidos de la palabra.

Le pedimos a Lucía Casani que nos explique en qué consiste Infinito. Nos lo desarrolla así, en tres párrafos:

“Responde a un tipo de espacio que en Francia, de donde viene el concepto, es bastante más común; lo que se llama tercer lugar Estos terceros lugares son espacios híbridos; digamos que, sociológicamente hablando, el primer lugar es tu casa; el segundo es tu trabajo, y el tercero es ese que queda un poco entre medias y que es un espacio más de encuentro, de ocio, pero que también a veces puede ser lugar de trabajo; una especie de hibridación. Infinito va a tener una parte de co-working y también queremos que sea un espacio de trabajo de alianzas; es decir, que los habitantes que ocupen ese espacio puedan interactuar, que se generen conversaciones, conexiones y apoyos mutuos”.

“Algo que lo va a diferenciar bastante es que va a contar con dos cocinas experimentales, porque habrá una línea de trabajo clara que va a ser la parte de hibridar arte y alimentación. Vamos a disponer de un food lab con la idea de realizar desde cursos a formaciones para chefs siempre desde nuestra idea de alimentación sostenible. Es decir, la idea es que la cocina sea un eje muy central en el espacio, sobre la base de que la cocina no es sólo de quien está cocinando, sino que sirve de lugar de encuentro. Nos la imaginamos como un lugar en el que surjan las ideas, en el que estemos sentados a la mesa mientras compartimos experiencias y en el que haya actividades en torno suyo. También habrá una plaza pública, un espacio abierto, con mucha vegetación, y con una programación de actividades, pero al que también pueda acceder la gente para… simplemente estar y compartir su tiempo. Habrá un restaurante con lo que nosotros entendemos por alimentación sostenible, que es uno de los pilares de la fundación, y luego habrá una serie de espacios polivalentes, que puedan ser auditorio o sala de exposiciones o dividirse y convertirse en, por ejemplo, salas de ensayo”.

“También queremos que haya residencias de artistas o de artista y científico o de chef y artista; o sea, programas diferentes para que conviva gente de distintos ámbitos. Serán espacios polivalentes, que irán cambiando; no será la cosa esa de sala fija de exposiciones, aunque sí habrá exposiciones; no va a ser un espacio de música, pero sí que puede haber conciertos; es decir, lo que estamos llamando laboratorio ciudadano de experimentación, porque también queremos trabajar mucho con el barrio, que haya mucha participación local”.

Infinito Delicias está ubicado en una calle paralela al Paseo de las Delicias, una calle que lleva además un nombre con muchas resonancias: Juana Doña (1918-2003), toda una mujer referente y pionera del sindicalismo y el feminismo en España, presa en las cárceles franquistas durante 20 años por defender la República y el comunismo, y que llegó a ser condenada a la pena capital. Infinito Delicias ocupará lo que fue un edificio industrial típico de esa zona. La reforma y adaptación corre a cargo de la suma de los estudios Husos, Elii y Ultrazul, y el proyecto ya ha sido merecedor del Oro de los Holcim Awards 2023 para Europa. Creados en 2004, estos premios de la Fundación Holcim reconocen proyectos arquitectónicos “que promuevan la transformación del sector de la construcción hacia un futuro más sostenible y resiliente”. “Estos galardones consideran la sostenibilidad social tan básica como la energética. Por este motivo, es necesario que los proyectos no sólo persigan la eficiencia o el reciclaje, sino que también consideren la inclusividad de los ciudadanos”.

Lucía Casani, directora general para España de la Fundación Carasso. Foto: Antoine Boissonot.

Según explican los estudios responsables de la reforma: Infinito Delicias busca reflejar el principal objetivo de la Fundación Daniel y Nina Carasso: fomentar la asociación y el intercambio de conocimiento entre los actores urbanos relacionados con el arte, la educación y la producción sostenible de alimentos. Por este motivo, más de un tercio de la superficie total de la planta está destinada a espacios polivalentes que fomentan la interacción entre los miembros de la comunidad.

Y termina Lucía Casani: “Aparte de la hibridación de arte y alimentación, también se van a trabajar temas de tecnología, de emprendimiento… Y queremos ser capaces de escalar, porque creo que a veces en los proyectos culturales y de alimentación nos quedamos en lo pequeño y realmente hemos de intentar juntar proyectos con inversores, darles otra potencia. Y también aportar un poco de reflexión en torno a la ciudad, en torno a cómo habitamos las ciudades”.

Falta nos hace en Madrid.

La fundación fue creada hace 15 años en Francia por Marina Nahmias Carasso, hija de Daniel, el gran hacedor de la proyección internacional de Danone –nombre precisamente puesto en homenaje a él por su padre a los productos lácteos que elaboraba en Barcelona–, y su mujer, Nina (con el paso de las décadas y el tránsito del siglo XX al XXI, el conglomerado Danone pasó a otras manos menos familiares y más multinacionales). Marina decidió que la Fundación se dedicara a dos ejes fundamentales: la alimentación sostenible, en honor a su abuelo y su padre, y al arte ciudadano, en honor a su madre, que era una gran amante del arte y de la música. Explica Casani: “Y con una misión bastante bonita; que a través de estos dos ejes pudiera realmente producirse una transformación social. Hacia un mundo más ecológico, justo e inclusivo”.

A España la fundación llegó hace una década, y tras unos años de labor seria y discreta, es ahora cuando se han lanzado a darse a conocer más, sobre todo a través de Infinito Delicias. “Es que es el carácter de nuestra presidenta”, comenta Casani. “Es una persona súper discreta y verdaderamente tiene muy claro que ese ha de ser también el carácter de la fundación. Discreción, seriedad y realmente ser útil. O sea, que no es una fundación que busque poner su logo a toda costa, o figurar o lucrarse de alguna manera, aunque sea ganando prestigio, sino que realmente tiene puestos todos los dispositivos económicos y humanos para conseguir su misión de transformación”.

Sostenibilidad alimentaria y arte ciudadano

Ahora le pedimos a Lucía Casani que nos explique un poco el complejo entramado de la la fundación en torno a sus dos ejes:

“Alimentación sostenible. O sostenibilidad alimentaria. Trabajamos desde la agroecología, desde cómo se producen los alimentos hasta toda la cadena de valor, la distribución, hasta que llegan al consumidor final; también trabajamos de una manera didáctica con los consumidores”.

“En la parte que llamamos arte ciudadano, que quizá es un término que en España se entiende peor, yo creo que es una traducción muy francesa, porque en Francia la idea de la ciudadanía es algo que está más integrado, pero sí que tiene que ver con el arte, con la cultura, para que sirva como herramienta de transformación social; o sea, que realmente el arte sea el medio que permita transformar la sociedad. Desde ahí hablamos de temas como democracia cultural, mediación, educación, binomio arte-ciencia, y se trabaja también mucho con lo colectivo, con la participación”.

“A partir de estas dos verticales, la fundación despliega una red de convocatorias, de iniciativas, que sirven sobre todo para dar acogida y financiación a proyectos de terceros que, tras pasar una criba muy exhaustiva y rigurosa, con comités externos a la fundación que nos pasan informes sobre las propuestas, entran en esa especie de tejido de la fundación, que, por decirlo de alguna manera, aporta nutrientes para que esos conjuntos de pequeñas iniciativas vayan calando, goteo a goteo, en la sociedad con el objetivo de una transformación. Al final son cuestiones que no son tan conocidas, y ahora yo creo que ya se está empezando a hablar más de ellas; por ejemplo, la idea de democracia cultural, o de derechos culturales; eran términos que hasta ahora no figuraban tan sobre la mesa, y yo creo que Carasso también ha hecho un poco esa labor de pedagogía de introducir en el debate ciertos conceptos y ciertas cuestiones”.

El presupuesto anual de la fundación es de cinco millones de euros para financiar su estructura en España (ahora una decena de personas; menos de un 10% del gasto total) y, sobre todo, para la siembra de esos nutrientes a las iniciativas presentadas en las diferentes convocatorias.

Para entendernos, Lucía Casani nos explica algunos de los proyectos apoyados desde la fundación:

PLANEA y Concomitentes

“En Arte Ciudadano tenemos un programa de Arte y Educación, y ahí está el proyecto estratégico PLANEA, que ya lleva cinco años de desarrollo en una primera fase y ahora vamos a entrar en la segunda; tiene como objetivo integrar el arte de manera transversal en los programas educativos de las escuelas. Desde ahí hemos trabajado en cuatro nodos, en Madrid, Valencia, Andalucía y La Rioja. Trabajamos mucho así, digamos que lanzamos un proyecto y luego trabajamos con asociaciones que nos ayudan a desarrollarlo; en esta segunda fase que iniciamos el año que viene, la idea es integrar tres nodos más”.

“En Arte y Mediación Cultural, por ejemplo, te destacaría Concomitentes, un proyecto en el que es la ciudadanía la que, de alguna manera, expresa una necesidad o una querencia, un deseo; puede ser un grupo de vecinos, una asociación, un barrio; lo que intentamos es poner a su disposición un mediador y un artista para que den respuesta a su propuesta. Es un proyecto súper bonito, porque supone trabajar al revés, hacer una obra de arte público, pero en vez de arriba abajo, imponiendo algo a la gente, es de alguna manera la ciudadanía la que trabaja estrechamente con el mediador y con el artista para realmente construir de manera colectiva una obra de arte público. Una obra que puede ser de alguna manera física, o también puede ser performática, o puede ser efímera. En el proceso se trabaja de manera colectiva, con esa idea de cómo democratizar el arte. Este año, por ejemplo, hemos trabajado en Betanzos, cerca de A Coruña, en una zona verde que se llama el Parque del Pasatiempo, una especie de parque que estaba semiabandonado, y los vecinos querían resignificarlo junto a una especie de aparcamiento muy feo que quedaba al lado. O, por ejemplo, hemos trabajado con las asociaciones de los montes comunales, que también es una cosa bastante particular de Galicia, donde la gobernanza de esos montes se realiza de manera colectiva entre los habitantes de la zona. Querían poner en valor esas alianzas, esa forma de trabajar, y con Asunción Molinos Gordo han estado trabajando hasta el resultado de un evento que se ha convertido en una especie de fiesta popular, y que de alguna manera va a ser una nueva tradición para la comunidad”.

“Por último, te digo otro de arte, que me parece súper importante, que me encantaría que saliera en la entrevista porque es una nueva convocatoria, es algo nuevo, una convocatoria para artistas. Se llama Arte Por Venir; vamos a dar una serie de becas, de seis a ocho, de 20.000-25.000 euros, una ayuda anual para que desarrollen un proyecto; la idea es que desarrollen un proyecto en torno a nuestras líneas de actuación, pero también con una idea de entender que el arte siempre es una forma de poder encontrar soluciones al mundo en el que estamos. Vivimos en un momento tan, tan, tan complejo y a veces tan oscuro que creemos que el arte puede alentar a ayudarnos a ver, ¿no?, a atisbar la luz más allá y a encontrar posibilidades de… de mejora. Creo que en España el sector artístico ahora mismo vive un momento de una vulnerabilidad extrema, así que nos parecía importante crear una línea de ayudas directas para los artistas; además, unas ayudas que fueran significativas también para que pudieran tener espacio y tiempo para poder dedicarse a su proyecto de la mejor manera”.

¿Algún ejemplo, Lucía, del eje de alimentación sostenible?

Del Campo a la Dehesa

“Tenemos, por ejemplo, una convocatoria para cooperativas que estén alineadas con la idea de alimentación sostenible; les damos formación y herramientas para que puedan escalar en su negocio. También colaboramos con grupos de acción local, para acompañarles, formarles, generar redes, fomentar el apoyo colectivo. En la parte de la cadena de valor, tenemos otra convocatoria que se llama Del Campo a la Despensa que tiene que ver con ayudar a la distribución, poder llevar tus productos al consumidor final. Porque a menudo el problema es lograr esa conexión entre productor, distribuidor y consumidor final, algunos tan importantes como los comedores escolares; ahí también estamos trabajando”.

Por último, Lucía quiere detenerse en algunos de los conceptos/prioridades a introducir en su trabajo en la fundación: “Como ves, son proyectos que nos ayuden a vislumbrar un poco el futuro y abordar desde una perspectiva eco-social las problemáticas. En esa línea, también queremos, es algo que estamos ahora analizando, queremos apoyar a los espacios independientes de cultura, porque creo que son los que están sosteniendo de una manera bastante heroica el sector; me gustaría que ofreciéramos ayuda a esos héroes que están ahí sosteniendo esto”.

“Por otro lado, pienso que, si realmente queremos conseguir un impacto y una transformación reales, vamos a ver de qué manera empezamos a convencer al mainstream de que tienen que cambiar sus formas de hacer. Vamos a intentar trabajar en temas de incidencia política y de grandes-grandes empresas. Es que, al final, si nos quedamos siempre en lo pequeño, no vamos a llegar a la transformación. En ese sentido, estamos trabajando mucho en que todas esas inversiones generen un impacto social y medioambiental a través de un nuevo tipo de inversión, líneas financieras con un impacto social y ecológico. Ya hay inversores que están entendiendo que hay que hacer ese cambio y que ya no es solamente la rentabilidad económica, sino que también hay que valorar la rentabilidad social; en eso la fundación también está siendo pionera, y cuando realiza una inversión siempre va por esa línea. En el programa Tiina ofrecemos créditos blandos y acompañamiento y formación a proyectos emergentes, que sean de la alimentación o del mundo de la cultura, que necesiten ser acelerados”.

Terminamos, así, con otro ejemplo de lo que hacen, con el resumen de lo que es Tiina, otra de esas sustanciosas y sustanciales convocatorias de la Fundación Daniel y Nina Carasso: “Tras el éxito de la primera edición, el programa de inversión de impacto Tiina renueva su fondo de 200.000€ en su segundo año para financiar a empresas, start-ups de impacto y entidades sociales que tengan un proyecto innovador, con impacto social y/o medioambiental que pueda generar una transformación real, con potencial de rentabilidad o auto-sostenibilidad y que operen en España”.

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