La historia de Nirvana, “reírse de la idea de hacer la revolución”

Nirvana.

Se edita en español ‘Come as you are: la historia de Nirvana’, de Michael Azerrad, la única biografía de la banda que se publicó en vida de Kurt Cobain. “Se trata de reírse de la idea de hacer la revolución”, le contaba Cobain a Azerrad. También reconocía su apatía y la de su generación: “Lo único que queríamos era estar en un puto grupo”.

Todos tenemos una primera vez con Nirvana. En mi caso fue cuando todavía era un púber que andaba en pantalones cortos. Aún recuerdo cuando un amigo cuatro años mayor me dijo: “Escucha esto” y me pasó los auriculares de su walkman con el casete del Nevermind. Era el verano limeño de 1992 (invierno en Europa) y recuerdo que automáticamente mi cabeza comenzó a balancearse de arriba abajo con la melodía de una guitarra que comenzaba limpia y luego se distorsionaba con la entrada de la batería.

Hasta entonces, todo el rock and roll mainstream que se escuchaba en esos días provenía de algunas emisoras de radio (en realidad solo era una) que trataba de estar al día con las novedades que venían del mundo anglosajón. En el colegio, todos habíamos crecido oyendo Gun’s and Roses, una banda de chicos que querían aparentar ser tan malos como los Rolling Stones, aunque musicalmente su talento era limitado. Pero a partir de ese verano todo cambió: en el salón de clase ahora muchos traían discos de Alice in Chains, Pearl Jam, Stone Temple Pilots, Smashing Pumpkins y, claro, Nirvana. Las melodías eran más lánguidas y menos festivas, como la letra del primer hit de Pearl Jam, Jeremy, que hablaba de un chico que se suicidó a los 16 años frente a sus compañeros de clase y a su profesora. En el primer vídeo de Nirvana que dio la vuelta al mundo, Smells like teen spirit, los miembros de la banda ya no llevaban el pelo con laca, purpurina de colores o ropa ceñida al cuerpo; en cambio, se vestían con jeans y camisetas, como cualquier adolescente y no parecían ser súper estrellas de rock and roll. En ese momento éramos muy chicos para darnos cuenta, pero, además de la música y la apariencia, había una actitud anárquica que era irresistible y enormemente atractiva.

Nirvana lo cambió todo. Y cuando estas cosas ocurren, siempre hay alguien que está detrás, observando lo que pasa, listo para contarlo. Su nombre: Michael Azerrad. Hace poco, Azerrad contaba en el New Yorker cómo fue el día que le tocó entregarle el manuscrito de Come as you are: la historia de Nirvana (Contra editorial, 2021) al mismo Kurt Cobain. Era la primera biografía del trío y saldría publicada en plena nirvanamanía. Cobain había conocido a Azerrad cuando éste lo entrevistó para un reportaje que fue portada de la revista Rolling Stone a principios de 1992, y, desde entonces, los dos se volvieron amigos. Poco tiempo después, Cobain lo llamó y le pidió que escribiera la biografía de la banda.

Azerrad cuenta que tuvo que encerrarse en la habitación de un hotel en Seattle junto con Cobain, a quien le entregó el manuscrito. Tanto al editor como al propio Azerrad les parecía un gesto de cortesía darle a leer el libro antes de ser publicado, pero temían que el borrador cayera en manos de su esposa, Courtney Love, y comenzara a ponerle pegas. Lo que hizo Azerrad fue separar un cuarto en el hotel Warwick en el centro de la ciudad, donde se lo dio antes de que fuera a imprenta. La única condición, que el manuscrito no saliera de ese dormitorio. Tres noches después y tras algunos comentarios, Cobain le dijo: “Este es el mejor libro de rock que leído”. Finalmente, se publicó en octubre de 1993 y coincidió con el lanzamiento de In Utero, el tercer LP de estudio de Nirvana.

Come as you are: la historia de Nirvana, publicado por primera vez en español casi 30 años después de su primera edición en inglés, es uno de los testimonios más fieles de lo que fue la vida de Nirvana. Mucho de lo que ahí se cuenta corrobora y desmonta algunos mitos de la banda. No solo es la única biografía de Kurt Cobain que se publicó en vida, sino un testimonio esclarecedor de lo que realmente fue el trío. El oficio de Azerrad como reportero le permite pincelar un retrato certero del grupo, pero sobre todo de Cobain, con quien pasó varias madrugadas conversando durante horas (en algunos casos por teléfono) y cuyas grabaciones luego verían la luz en el documental About a son.

El libro está lleno de anécdotas y hechos que ahora ya son ampliamente conocidos: la manera en que el divorcio de sus padres afectó emocionalmente a Cobain cuando era niño, su problema estomacal, su adicción a la heroína y los múltiples problemas que esto le trae no solo dentro de la banda sino, sobre todo, con su familia (un artículo mal intencionado en Vanity Fair afirmó que Courtney Love consumió heroína durante el embarazo de su hija Francis, lo que casi les hace perder la custodia de la niña), así como la pugna entre la industria musical y Nirvana.

Hoy en día ya nada es novedoso, pero quizá lo más revelador del libro en su momento (es decir, en 1993) era la manera en que se desmontaba la idea de Cobain como un personaje débil, frágil y manipulable. La biografía destaca la personalidad díscola del líder de Nirvana, además de saber exactamente lo que él quería desde el punto de vista artístico. Esto lo lleva a despedir a baterías sin remordimientos, hasta encontrar a Dave Grohl, que se ajustaba perfectamente a lo que él buscaba para la banda. Al principio, las regalías se repartían entre los tres miembros de manera equitativa, pero tras vender millones de copias con Nevermind, Cobain, al ser el único compositor, exige y consigue quedarse con una mayor parte de la torta, el 75% de los derechos de composición con carácter retroactivo, lo que enfurece a Krist Novoselic y Dave Grohl, y casi los lleva a disolverse. Cuando graba su tercer disco de estudio, In Utero, se niega a repetir la fórmula del éxito y en cambio hace un disco crudo, áspero, que enfurece a los directivos de Geffen Records, quienes esperaban algo similar al disco anterior.

Cobain soñaba con la idea de tirar abajo el corporativismo que movía los hilos de la música. Esta intención de querer dinamitar la industria musical desde dentro y llenarla de música underground y de veinteañeros desadaptados y desgarbados ya se hacía evidente antes de la publicación del Nevermind, cuando fantaseaba junto con Novoselic y Grohl sobre la posibilidad de quedarse con el adelanto y no grabar nada, algo que veían como una dulce venganza contra los ejecutivos de traje y corbata que, según ellos, hacían escuchar música muy mala a los jóvenes de Estados Unidos.

Aunque no de manera evidente, su posición política también queda retratada cuando se niega a tocar y hablar de temas políticos de forma explícita. Cobain es lo suficientemente listo como para no evidenciar su mirada política del mundo, aunque saliera siempre en defensa de las minorías sexuales y se opusiera al machismo y sexismo de otras bandas como la misma Gun’s and Roses, con quienes tuvo una disputa frontal. Su postura contra el conservadurismo estadounidense era evidente, pero también despotricaba contra “los hippies de izquierda” y los más revolucionarios, con quienes tampoco se sentía identificado.

Smells like teen spirit, aunque parezca un título demasiado pensado, viene de una anécdota con Kathleen Hannah, de Bikini Kill, que un día escribió sobre una pared: Kurt huele a Teen Spirit (espíritu adolescente). Teen Spirit era una marca de desodorantes. La canción, afirmaba Cobain, era una especie de reacción sarcástica a hacer la revolución. “Me daba la impresión de que mi grupo estaba en la situación en la que se esperaba que lucháramos de manera revolucionaria contra la máquina corporativa de las multinacionales. Era lo que esperaba mucha gente. Mucha gente me decía: ‘Puedes usar esto como una herramienta, puedes usar esto para cambiar el mundo de manera radical’ y yo pensaba ‘¿cómo te atreves a presionarme así? Vaya estupidez. Me siento estúpido y contagioso”, le contó Cobain a Azerrad. De ahí el verso I feel stupid and contagious, de la canción. “Se trata de reírse de la idea de hacer la revolución”, añade Cobain en el libro. También reconoce su apatía y la de su generación: “Lo único que queríamos era estar en un puto grupo”.

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