La hora de los ilustradores
Ocho profesionales de reconocido prestigio del mundo de la ilustración han charlado y dibujado para El Asombrario & Co. Ellos son un imán para los niños y, muchas veces, los culpables de que se enganchen a la lectura. Estas son sus fuentes de inspiración, sus recuerdos infantiles y sus preocupaciones frente al futuro.
La pequeña Alicia de Lewis Carroll no entendía el interés de su hermana por los libros sin ilustraciones. Uno de los primeros pensamientos que conocemos de la niña antes de que se adentrara en El País de las Maravillas fue “¿Y de qué sirve un libro sin dibujos ni diálogos?”. El encargado de ilustrar aquella primera edición fue John Tenniel con dibujos tan significativos que ha condicionado a centenares de artistas a la hora de recrear a los personajes y las situaciones del libro. El propio Tim Burton reconoció en Londres durante la promoción de su adaptación cinematográfica que se sintió en la “obligación” de introducir los fantásticos originales en algunas escenas cuando abordó su oscura y casi gótica visión del clásico de Carroll.
Conclusión. Para una persona pequeña que se acerca a los libros una buena historia, desde luego, no es un jardín sin flores, pero ¡cómo ayuda un buen dibujante a sembrar parterres y macetas coloridas en los vericuetos de un cuento! El libro ilustrado viene a ser como la miel para los osos cuando hablamos de niños, les despierta mayor interés, estimula e enriquece su capacidad comprensiva y les hace tener un mejor acceso a los mensajes escondidos por el autor. Además, les permite construir un mundo paralelo al texto ayudados por la libertad del ilustrador.
Durante años el libro ilustrado únicamente lo firmaba el autor del texto mientras que al dibujante se le consideraba una mera comparsa. Pero llegó Gustave Doré y la cosa empezó a cambiar. Él fue el primer gran ilustrador conocido gracias a sus dibujos para los Cuentos de Charles Perrault y se encargo de cambiar las normas. Hasta entonces el ilustrador era un tipo que estaba al servicio del escritor, sin apenas capacidad de opinión o crítica.
Hoy las cosas son bien distintas. Pencil-ilustradores, la primera agencia creada en España con el fin de representar y difundir el trabajo de este colectivo, nos cuenta para El Asombrario que: “los ilustradores, como autores, han ido logrando cada día más visibilidad. Los medios, que normalmente infravaloran la literatura infantil y juvenil, se han fijado más en ellos a partir de la inclusión de la ilustración en la narrativa adulta. Les están dando un valor, que antes por desconocimiento, se les regateaba. Esta ha sido una ventana que ha permitido mostrar el poderoso talento creativo que disfrutamos en España, reconocido internacionalmente con numerosos premios”.
El ilustrador ha ido ganando derechos y las empresas editoriales respetan mucho más sus trabajos. En estos tiempos de crisis según nos sigue contando Pencil-ilustradores, “las editoriales continúan publicando, como no podía ser de otra manera, aunque se reduzcan títulos de catálogo y la tirada de cada edición. Quizá sean más conservadoras y arriesguen menos, pero siempre están buscando autores noveles.”
En España la evolución del libro ilustrado va desde los famosos “Cuentos de Calleja”, que con un marcado estilo art déco supusieron una revolución en las escuelas, en un momento en el que nuestro país apenas se sumaba al carro de la modernidad que disfrutaba el resto de Europa, hasta llegar a ser país invitado en el 2005 a la prestigiosa Feria Internacional del Libro Infantil de Bolonia hecho que sitúa a nuestros ilustradores en referentes mundiales.
Internet es como para muchos otros movimientos un buen vehículo de difusión y conocimiento “Es un medio globalizador y accesible en nuestro entorno y que, por tanto facilita como nunca antes en la historia de la divulgación del trabajo del artista. Esto también ocasiona mucho ´ruido´ pero es un ´mal menor´si nos da la oportunidad de acceder a la obra de gente que jamás habríamos conocido de vivir en otra época”, aseguran desde Pencil-ilustradores.
En la actualidad contamos con un buen ramillete de ilustradores que presentamos a continuación. Artistas con diferentes procedencias, estilos muy personales y muy interesantes. “Nos interesan los artistas capaces de mantener un discurso de largo recorrido, más allá de las modas”, dicen los responsables de Pencil. En El Asombrario hemos querido poner el foco sobre ellos, sobre estos artistas que tienen mucho que decir aparte de dibujar. Hemos hablado con todos ellos y les hemos preguntado cómo llegaron a este mundo de líneas y colores de fantasía, qué significa para ellos ilustrar, incluso algunos nos han regalado autorretratos originales para que los lectores de nuestra revista puedan reconocerlos si se los cruzan por la calle. O en la fantástica historia de un cuento, que todo puede ser.
Liesbet Slegers
Al terminar la carrera con 24 años se inventó un personaje al que paseó por las escuelas infantiles de su ciudad. Quería saber cuál sería la respuesta de los niños sobre el terreno. La reacción infantil fue tan positiva que Slegers se animó a presentarlo en una editorial. ¡Bingo! Así nació Nacho (Karel en la versión original flamenca) que el año que viene cumplirá 15 años, con cuatro libros iniciales entre ellos Nacho va a la Escuela.
Para ella, ilustrar es mostrar situaciones cotidianas que le permitan involucrarse en el mundo de los más pequeños, “poder convertir en algo educativo hasta las situaciones más difíciles que puedan vivir los niños”. Sus libros a parte de pedagógicos, también buscan ser divertidos.
Los colores vivos, los contornos muy marcados y la búsqueda de colores armoniosos son sus principales señas de identidad.
Liesbet nos asegura que sus grandes mentes críticas son sus dos hijas, con las que testa su libros antes de ponerlos en circulación. Pero el resto de niños no dejan de sorprenderla. Ven cosas en las que ella no había caído. En una ocasión tuvo que cambiar las ilustraciones de un libro, que ya estaba en el mercado, porque dibujó de tal manera a Nacho con su perro que los niños pensaban que este le iba a morder.
Su infancia estuvo acompañada por “Popita” un personaje mágico inventado por su padre que vivía en el cajón del escritorio de su progenitor que se ganaba la vida como traductor y le contaba sus primeros cuentos. Su afición por dibujar la heredó de su madre, que también ilustraba. De hecho fue con dibujos como su madre le enseñó qué era un orinal y para qué servía. Didáctica ilustrada, sin duda. Liesbet, de visita en España para promocionar su último libro, asegura que la única forma de salir de la crisis pasa por fomentar la función de los maestros y de las bibliotecas públicas.
Mariana Ruiz Johnson
Es la última ganadora del VI Premio Internacional Compostela de Álbum Ilustrado y procede un hogar muy ligado a los libros para niños: sus padres son ilustradores, diseñadores y editores. Aprendió parte del oficio de ellos, su padre es especialista en el diseño de tapas y su madre, en la creación de libros de actividades para niños. En la escuela Sótano Blanco de Argentina, le enseñaron el arte de ilustrar.
Para Mariana su trabajo significa narrar con imágenes: “Las imágenes tienen un poder inmenso. Para mí, es comparable a la tarea de un director de cine que debe elegir actores, escenografías, un punto de vista para contar la historia. Pero a la vez tiene algo de magia, ya que los ilustradores creamos otra realidad que se rige bajo nuestras propias reglas”. Cuando trabaja quiere honrar siempre el texto escrito, pero a la vez enriquecerlo.
Para ella el color es fundamental. Los utiliza para transmitir diferentes sensaciones. La naturaleza está muy presente también enriqueciendo con la ayuda de texturas que remiten al mundo textil, de lo artesanal.
Los niños le han ayudado en muchas ocasiones a redescubrir sus historias: “Ahora leo mis libros con mi hijito, y él repara en cosas que a mi me salieron naturalmente, casi sin pensar”
Recuerda con cariño cómo su madre le leía en inglés los clásicos editados por la editorial Ladybird Classics. Entre ellos quiere destacar La sopa de piedra, en el que un vagabundo engaña a una viejita diciéndole que tiene una piedra mágica para hacer sopa y le va haciendo agregar ingredientes hasta que queda un riquísimo caldo. También le leía Dr. Seuss, le fascinaban sus extrañas ilustraciones y sus juegos de palabras.
Roberto Innocenti
“Ilustrar un libro que ya tiene texto no significa tener que dedicarte a meter imágenes de lo que ya está escrito. Hay que ir más allá, hay que hacer un libro paralelo”. Roberto no es un ilustrador al uso, no es fiel a un estilo, repetirse le hace sentirse “violento” como nos confeso a la sombra de los chopos, los magnolios y los castaños de indias en la pasada Feria del Libro de Madrid. Necesita cambiar en cada libro, necesita encontrar un estilo suficientemente importante que le permita distinguirse del resto de sus trabajos anteriores, que le haga sobresalir.
La critica italiana consideró al ver su primera obra que era un ilustrador que poseía una gran fuerza, pero aquel estilo tan elogiado, nos confiesa que nunca más lo continuó, porque le llego a aburrir: “Hay gente que repite el mismo estilo, y esto es muy importante porque un estilo es una firma. Es una forma de afianzarse. El estilo monótono afirma a muchas personas”.
Muchos al ver su trabajo tan personal y rompedor tienden a no lo considerarlo adecuado para niños. La gran mayoría de sus ilustraciones están llenas de detalles, de pequeñas provocaciones, de personajes secundarios con historias propias. Cuando ilustra un libro no está pensando en los niños como público, piensa en general. “Los niños lo llegan a entender todo. Yo trabajo para un lector, no para unos niños que son de una determinada manera. No tengo ninguna confianza en los editores italianos que me dicen muy a menudo que con los niños hay que ser simples”.
Para Roberto las ilustraciones tienen que suscitar preguntas, despertar la curiosidad del lector. Tienen que partir de lo particular para ir a lo más general: “Algunos piensan que porque pongo demasiados detalles, arruino la fantasía. Yo estoy convencido de que poner muchos detalles suscita más preguntas y los niños pueden ir construyendo historias paralelas”.
Se crió en un hogar donde había poco libros. “Éramos pobres”, recuerda el artista. El primer libro que le leyeron fue Pinocho, que posteriormente ilustró con un estilo muy personal. En su escuela solo había libros de antologías de literatura. Fue un gran aficionado del TBO. A pesar de dedicarse a la ilustración, Roberto es un gran defensor del texto sin ilustraciones:«Porque lo que hace de esta manera es atrapar y traer mejor la fantasía”.
Mo Gutiérrez
Admiradora de Kveta Packovska comparte con ella la siguiente afirmación: «los primeros museos que visitan los niños son los álbumes ilustrados». Se siente muy cercana a su manera de entender la ilustración, además cree que a través de los libros los niños logran despertar su sensibilidad hacia el arte, su comprensión, su disfrute y desarrollan su gran potencial creativo. Mo que llegó a la ilustración infantil tras nacer sus hijas en un intento de compartir con ellas algo creativo, estudió Bellas Artes y centró su carrera artística en la pintura.
Sus ingredientes principales son la libertad, la emoción y la sinceridad. Ilustrar para Mo es narrar una idea a través de la línea, de la mancha, del gesto, de la composición y del color.
“Trabajo de forma intuitiva y solo me preocupa ser capaz de transmitir al lector las mismas emociones que yo siento mientras desarrollo la idea”. Por eso se sorprende mucho cuando un niño o un adulto repara en detalles de sus ilustraciones y le preguntan por su sentido o significado: “es divertido porque, la mayoría de las veces, yo no me había dado cuenta de que existía”.
Entre sus admiradores no solo se encuentran los niños, sino también muchos adultos, que suelen ser sus compradores y lectores más habituales. “Me gustaría pensar que el álbum ilustrado es más universal y que tiene diversas lecturas de acuerdo, precisamente, a la diversidad de sus lectores”, asegura la artista.
Recuerda haber leído de pequeña muchas veces El sombrero del mago de Tove Jansson. “He conservado siempre un recuerdo nítido de su humor y de su magia. Hace poco, lo volví a leer con mis hijas y volví a disfrutar muchísimo con las aventuras de los Mumin, unos seres amables y delicados capaces de transmitirnos la grandeza de lo pequeño.”
Iban Barrenetxea
Hasta hace apenas tres años tenía un trabajo de diseñador gráfico que él califica como «normal», mientras tanto hacía dibujos que solía colgar en un blog. Gracias a esta plataforma los editores empezaron a interesarse por su trabajo y a proponerle ilustrar libros. “Me costó algún tiempo dar el paso de abandonar un trabajo estable para entrar en este mundo, pero finalmente lo hice y de momento no me he arrepentido”. Y aunque parece fácil y rápido contarlo, todo empezó mucho antes, Iban es un apasionado del dibujo y de los libros que siempre han ocupado una parte importante en su vida.
“Para mí es una forma de contar historias por medio de imágenes y texto. No me dedico a ilustrar libros porque me gusta dibujar, sino porque me gustan los libros”. En sus dibujos busca «contar historias, contar historias y contar historias», hasta tres veces nos repite esta afirmación. “El resto de ingredientes no son más que accesorios para lograr los tres ingredientes principales”. Las ilustraciones deben ser leídas en su contexto, como parte de una secuencia. Como gran amante de los libros considera la lectura como algo muy personal.
Ve su nuevo trabajo como una profesión complicada, sobre todo en estos tiempos de crisis: “es muy individualista y cada cual lo lleva como puede, pero por supuesto el panorama general es muy feo.”
Su libro ilustrado El Cuento del Carpintero publicado por la editorial A Buen Paso, obtuvo el Premio Libro Kirico 2011 otorgado por las más de noventa librerías del Club Kirico asociadas a CEGAL. El jurado destacó esta obra en su conjunto por calidad de sus ilustraciones llenas de detalles y de mucho humor.
Échale un vistazo al book trailer de su Carpintero.
Adolfo Serra
No sabe si llegó a la literatura infantil por accidente o de forma premeditada. Un buen día recibió como regalo un libro ilustrado, al abrirlo no solo se encontró con una historia, sino con un nuevo camino profesional. «Siempre me había gustado la ilustración y tras algunas vueltas, dejé mi trabajo. Volví a la escuela (escuela de arte 10 de Madrid) y desde entonces ando por hojas de papel», cuenta el artista.
Cuando Adolfo se enfrenta al trabajo le gusta hacerlo al más puro estilo Indiana Jones. «Me gusta pensar que soy un explorador de hojas en blanco». En cada nueva ilustración que hace le gusta contar, tomar decisiones y sobretodo jugar. Así nos sorprende con ese estilo tan personal, como cuando nos hipnotizó con su particular Caperucita Roja para la editorial Naval en la que sin necesidad de una sola palabra, sólo con la fuerza de sus ilustraciones nos lo dice todo. Todo ese poder visual se compone de tres factores principales: «concepto, juego y color.»
Su faceta como explorador le viene de niño, de cuando disfrutaba mirando una y otra vez las páginas de sus libros en busca de detalles ocultos, y precisamente por eso nos confiesa:«Tengo eso en cuenta cuando ilustro: el juego y la curiosidad del niño. Intento no subestimarles, creo que son capaces de ver todo tipo de metáforas o ideas, incluso mejor que los adultos y con menos prejuicios». Sus ilustraciones esconden tantos misterios que los niños llegan a ver cosas que ni quiera el propio Adolfo había pensado. Los niños, como el mismo reconoce, «son extrañamente sinceros, para lo bueno y para lo malo. Es genial poder ver la reacción de un niño ante una ilustración que he realizado».
De pequeño no podía evitar reír cada vez que escuchaba la palabra ‘Carabás’ de boca de su madre cuando le contaba El gato con botas. Y ahora de adulto la sonrisa se le transforma en preocupación cuando observa cómo la crisis genera una falta de ilusión, tanto a la hora de abordar nuevos proyectos como de apostar por ilustradores geniales que comienzan.
Leticia Ruifernandez
Antes de llegar a este mundo pasó por «la larga e intensa carrera de Arquitectura» y por la creación de cuadernos de viaje. Viajar es una de sus grandes pasiones y siempre lo hace con un cuaderno «donde se van secando en acuarelas las historias de los encuentros del viaje».
Desde siempre fue muy consciente de que lo que realmente quería hacer era contar historias a través de las acuarelas. Tenerlo tan claro le animó a presentar su trabajo en un par de editoriales, que consciente de su talento no dudaron en contratarla. Desde entonces interpreta los textos desde el color y la línea, creando una atmósfera visual donde pueda desarrollarse la historia. El color, la espontaneidad y la sugerencia son sus ingredientes principales.
Vive el momento actual con un montón de proyectos apasionantes encima de la mesa. Con muchas historias que buscan ser contadas. Y si la crisis llega a dejar de proporcionarle encargos, Leticia, lo tiene claro: «Será un buen momento para que puedan aflorar los proyectos más personales».
Margarita de Rubén Darío, poema que su abuela le leía de pequeña, «es la historia que más me acerca a mi niñez».
Eric Puybaret
Era estudiante de la Escuela Nacional de Artes Decorativas de París, donde se especializó en ilustración, cuando uno de sus profesores se fijo en él y lo introdujo en el mundo editorial donde viene publicando desde 1999, año en que además ganó el Festival del Libro Infantil de Bolonia.
Lo más importante para Eric, por encima de todo, es su deseo de dibujar, por eso se decantó por la ilustración. “Es quizás el medio más eficaz para vivir del dibujo y poder seguir soñando”, afirma. Sueña con ciudades fantásticas, con volar, con conocer personajes imaginarios, con ir a mundos fantásticos, con cosas barrocas, con mundos que están entre el cielo y la tierra. En su cabeza hay un mundo mágico que quiere compartir con todo el mundo. “No quiero otra cosa que compartir esos sueños que todos tenemos”. Utiliza el volumen, la luz y los detalles en el aspecto decorativo para llevarnos a ese mundo mágico de “Érase una vez…”.
De niño recuerda con cariño los cuentos populares que le contaban y que se había trasmitido a su familia por tradición oral de generación en generación. Pero destaca uno en especial que había escrito una tia abuela suya que se titulaba El pequeño molino.
Comentarios
Por JVM, el 25 julio 2013
Todo un arte, sí señor. Mis hijos cuando leen un cuento buscan las imágenes que muestren lo que están leyendo. Para ellos es fundamental. Si el cuento dice que hay mariposas y no están dibujadas se decepcionan. Tan importante como un buen texto.
Por Merche, el 25 julio 2013
¡Cuanta belleza para poner el contrapunto a un día tan aciago!
Por El Asombrario & Co., el 25 julio 2013
Desde luego, Merche. Estamos tristes, anoche soñamos con ese desastre. Estamos pensando en ellos obsesivamente, en enviarles todo nuestro calor. Y sólo podemos pedir que se investigue y se pongan todos los medios para que no ocurra nunca más. Hasta nos parecía estúpido publicar nada. Pero hemos de seguir… Con el corazón en un puño, pero hemos de seguir. Un abrazo fuerte.
Por Hhh, el 25 julio 2013
Precioso artículo, hace tiempo por pura fascinación, compré un libro para una niña y luego me di cuenta de que quizá no era adecuado a su edad y me lo quedé. Me alucinó. Y cuando le llegue la edad, me costará desprenderme de él, pero lo haré porque hay que transmitir las ilustraciones fascinantes. Einar Turkowski-estaba oscuro y sospechosamente tranquilo. Lo recomiendo a futuros ingenieros e inventores fantasiosos 🙂
Por Kalandraka Editora, el 26 julio 2013
Compartimos el reportaje, buen ramillete de artistas. Nos alegra la presencia de Mariana Ruiz-Johnson, de Roberto Innocenti y de Mó Gutiérrez.
Saludos desde una Galicia de luto. Es el momento de la superación.
Por Esther García Llovet, el 26 julio 2013
taquillazo de artículo, sí señor!!!