La Hormiga Atómica, la librería del contrapoder cívico

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Nació como un colectivo de amigos en torno a la palabra, el debate y a libros de autores ajenos a los que llegaban a Pamplona a través de los circuitos oficiales. En su búsqueda de un espacio, dieron con una estrecha bajera de la Calle de la Curia, en el casco viejo pamplonés, que convirtieron en 2007 en librería y cafetería. Se convirtió en lugar de encuentro, pensamiento, conocimiento y acción. Muchos colectivos sociales han pasado por allí o se han organizado en ella. Ahora, cuando la política de los partidos mayoritarios y las instituciones parece abocarnos a la inacción y al desánimo, La Hormiga Atómica crece y se muda a la calle Mayor de la capital navarra en una apuesta valiente y arriesgada por la actividad política, social y cultural con el libro y la palabra como piedra filosofal.

Texto y fotos: CARLOS PÉREZ CRUZ

Crecen en metros cuadrados, tendrán restaurante pero, lo más importante, aumentarán su fondo bibliográfico de forma casi abrumadora (hablan de 30.000 volúmenes) y contarán con una inmensa sala polivalente, la más grande de la ciudad para conferencias y otras actividades “que no esté en manos del Ayuntamiento de Pamplona, ni del Gobierno de Navarra, ni de ningún grupo de inversores de Wall Street”, bromea (o no) Luis, uno de los trece cooperativistas que forma parte del colectivo de La Hormiga Atómica.

Un paseo por las obras de la que será su nueva sede es una invitación al sueño. Pamplona necesita quién la agite y ellos van a poner a disposición de los ciudadanos un espacio inmejorable con esta sala para la que han abierto un proceso de suscripción popular mediante crowdfunding que les ayude a acondicionarla. Para llegar a ella se pasará por el restaurante y por las dos plantas que acogerán la que promete ser una de las librerías con mayor número de volúmenes de no-ficción del país, incluso de Europa. Aproximadamente el 70% del fondo estará dedicado a ella, y el restante 30% a la ficción en sus diferentes vertientes. “No somos una librería de novedades, lo que nos haría estar supeditados a las apuestas del momento de las editoriales”, explica Hedoi, otro de los cooperativistas, que añade que una de las grandes sorpresas al hacer balance de estos cinco años de experiencia en la pequeña librería de la Curia fue que “las dos secciones que más vendían eran feminismo y ecología”.

Desde La Hormiga Atómica se proponen darle la vuelta a la tradicional clasificación por géneros o saberes de las librerías. “Se trata de romper, de atravesar, la clasificación clásica de libros que acaba siendo previsible y en la que hay cosas que tienen difícil encaje o deberían estar en distintas secciones a la vez”, defiende Luis. Para ello, entre otras fórmulas, trabajarán con “itinerarios de lectura, estables y dinámicos. Los estables tienen que ver con temas generales. Por ejemplo, la II Guerra Mundial y el antimilitarismo. En ellos habrá muchos géneros. Si me interesa ese tema podré leer un cómic de Shigeru Mizuki sobre la guerra en el Pacífico, pero también el “Madre Coraje” de Bretch, que es una obra teatral, o un ensayo antimilitarista, o un libro de canciones de Tucholsky sobre las trincheras”, ejemplifica Hedoi. “Podemos sugerir continuidades y conexiones más allá de la clásica y aburridísima taxonomía de libros de otros espacios”, remata su compañero.

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Crecer de la forma en que lo va a hacer La Hormiga Atómica les ha enfrentado a los propios monstruos de la “bestia” neoliberal que desde ella se ha combatido y denunciado. Por eso han buscado diferentes fórmulas de financiación. Hay préstamo bancario, pero firmado con banca alternativa y “en un porcentaje relativamente bajo de la inversión total”, asegura Luis. Después de años tejiendo alianzas, dando espacio a colectivos y personas y colaborando de diferentes maneras en una “economía de favores”, se han encontrado con que “la gente ha alimentado ese circuito de cooperación de forma muy natural, dejándonos pasta hasta un nivel sorprendente”. Hedoi añade que “en muchos casos no son ni fervientes lectores, ni asiduos a las charlas, ni a las infusiones, pero gente que cree que este proyecto va a transformar la comarca”. Transformaciones que aunque, como dice Luis, hasta ahora “no han puesto patas arriba Iruñea”, han sido fundamentales para la integración y relación de colectivos desfavorecidos. “Recuerdo con cariño las clases de castellano para emigrantes, la mayoría magrebíes y también gente de Europa del Este. Las clases no eran un fin en sí mismo pero, ¿qué nos permitieron? Conectar un colectivo con el que organizarnos horizontalmente. Por ejemplo, intervinimos en la campaña por la legalización del top manta, cuestión que preocupaba especialmente a nuestros compañeros senegaleses.  O la cooperativa de cocina, que permitió formas de autoempleo que quizá no permitían vivir de ello pero sí escapar de situaciones extremas, hacer caja de resistencia común, encontrar vías de supervivencia, cooperación y apoyo mutuo”.

En la voluntad de conjugar el lucro para la necesaria supervivencia con la acción, el compromiso y la ética desde la acción política, La Hormiga Atómica propone seguir las líneas generales de “lo que llamamos ‘empresarialidad política’. La primera es que la propia actividad tiene un sentido. Vendemos libros y no chucherías por algo, porque creemos que tienen un efecto en la ciudad. Segundo, la organización del trabajo sigue unos criterios políticos: es igualitaria, horizontal, nosotros decidimos los horarios, salarios y estructura de la plantilla. Por último, todo beneficio o excedente de la actividad económica se reinvertiría en la propia actividad, en los proyectos deficitarios, en la pegada de carteles, en mil historias”. Historias que comparten en una red que, día a día, va estrechando sus lazos y que se ha articulado a través de la Fundación de los Comunes que, según Luis, “nos enlaza con nuevas líneas de trabajo. De ahí salen cursos como los que hemos dado en los dos últimos años sobre la crisis, el activismo en la red, etcétera. Somos unos cuantos espacios que trabajamos con plena autonomía a la vez que nos prestamos un apoyo fuerte y trabajamos de forma conjunta”. Espacios que son centros sociales, librerías u otras formas de organización cultural y social como Traficantes de Sueños en Madrid, el Ateneu Candela de Terrassa, los Observatorios Metropolitanos de Madrid y Barcelona o la Universidad Nómada, entre otros.

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De momento, mientras las obras siguen su curso y la campaña de crowdfunding descuenta días, La Hormiga Atómica sigue proponiendo actividades hasta el estreno del nuevo local previsto para diciembre. Hasta el 21 de noviembre presentan un ciclo de cuatro charlas bajo el título de “Bajo las plazas, la playa”, un guiño a Mayo del 68 que se ocupará de cuestiones que otros mayos más recientes han puesto sobre la mesa: se hablará de Grecia y sus redes de solidaridad con Mario Toursounidis (del Centro Social “Nosotras” de Atenas), de las plazas y la lucha global con Michael Hardt (coautor del libro “Declaración”), de la “Hipótesis democracia” del Observatorio Metropolitano de Madrid y de feminismo con Silvia Federici (que presenta el libro “Revolución en punto cero: trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas”).

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Comentarios

  • david maravillas

    Por david maravillas, el 18 octubre 2013

    La hormiga atómica presenta una forma de economica basada en rendimientos sociales y que quiere remover conciencias para hacer personas más responsables y con más empatía y es otro motivo más para visitar Pamplona. Les deseo lo mejor.

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