‘La importancia de llamarse Ernesto’ y ser auténtico… también hoy
El Teatro Español de Madrid presenta una versión en clave musical del clásico ‘La importancia de llamarse Ernesto’, la última obra de Oscar Wilde, cuyo mensaje se mantiene atemporal: nos invita a luchar por lo que queremos ser en la vida, sin importar lo que piensen los demás. En cartel hasta el 19 de febrero. Hemos hablado con Pablo Rivero y María Pujalte, que encabezan el reparto.
En La importancia de llamarse Ernesto, una de las obras cumbres de Oscar Wilde, el célebre autor británico construyó uno de los retratos más corrosivos sobre la hipocresía de la sociedad victoriana de finales del siglo XIX. Poco después de su estreno, sería acusado de sodomita por parte de John Sotho Douglas, marqués de Queensberry, quien sospechaba que el dramaturgo mantenía relaciones homosexuales con su hijo. Wilde le demandó por injurias, sin embargo, dicha demanda se le volvió en contra y sería condenado a dos años de prisión y trabajos forzados.
Una vez en libertad, Wilde, tras haber conseguido consagrarse como uno de los autores más relevantes de la época, quedaría arruinado económicamente y con una enfermedad, meningitis, que lo condenaría a la muerte. Se exilió en París bajó un nombre falso, Sebastian Melmoth, hasta que el 30 de noviembre de 1900, a los 46 años, moriría en soledad. Aún hoy cientos de fieles acuden a su tumba, en el cementerio Père Lachaise de París, a rendirle tributo.
A lo largo de los años, sus obras –muestras imperecederas de su genialidad e irreverencia– han sido representadas en infinidad de ocasiones. Ahora, el Teatro Español recoge el testigo y nos ofrece una versión pop de La importancia de llamarse Ernesto, la obra que lo condenó al destierro. Una obra que, en palabras de David Selvas, su director, “es un guiño perfecto lleno de sabiduría dramatúrgica y de inteligencia vital”. Y es que, como toda obra de arte que resuena a través del tiempo, lo que explica Wilde “está profundamente ligado al hecho de que esto de existir (que sepamos nosotros) solo pasa una vez y que nuestra estancia en este mundo solo tiene sentido si llegamos a ser libres, la libertad por la que él siempre luchó”, explicó Selvas en la rueda de prensa de presentación de la obra.
En la obra, Jack –interpretado por Pablo Rivero– se hace pasar por su hermano ficticio Ernesto, a quien debe “asesinar”, rompiendo así con esa dualidad y esa mentira, para declararse a su amada, la cual cree estar enamorada de Ernesto, alguien que no existe. “Selvas ha recogido la esencia de la obra, el espíritu de Wilde, para contar esta historia disparatada, divertidísima y a la vez profunda”, explica Rivero en una entrevista con El Asombrario.
Así, con este montaje, Selvas acerca el texto a nuestros días, consiguiendo que este clásico siga de rabiosa actualidad, tanto en forma como en fondo. Su puesta en escena, aderezada con elementos y decorados propios del siglo XXI, sigue siendo fiel a Wilde y a ese mensaje de “permítete ser libre” que dialoga con esa libertad propia del teatro, un arte inacabado que siempre está vivo y sujeto a distintas miradas y percepciones.
Los momentos musicales que nacen de las aportaciones indie-pop de Paula Jornet dotan a este montaje de un espíritu moderno propio de un musical de Broadway. “Los personajes se expresan a través de la música. Me recuerda a una obra de Broadway que bebe también de cualquier película de Almodóvar o Wes Anderson”, explica Rivero. Una música que nace de forma orgánica en la escena y que enfatiza “ese ambiente naif que ayuda a que el público se deje llevar y confraternice con los personajes”, explica María Pujalte a El Asombrario. Ella da vida a Lady Bracknell, la madre de Gwendolen, la amada de Jack, dispuesta a evitar el futuro matrimonio de su hija.
Hace más de 100 años, Wilde, en clave de comedia, lanzó con esta obra una crítica mordaz a la sociedad victoriana, a sus costumbres y a la doble moral sobre la que estaba organizada. “Para la mayoría de nosotros, la vida verdadera es la vida que no llevamos”, dijo el dramaturgo en una ocasión. Él no era un aristócrata, pero fue entrando a través de su genio en esa alta sociedad para, desde dentro, criticarla y sacar sus vergüenzas. “Wilde lo que hace es una caricatura de la sociedad a la que él mismo pertenecía, por eso fue tan valiente, y se lo hicieron pagar”, comenta Pablo Rivero.
De esta forma, esta versión actualizada sirve de retrato de las estrictas y conservadoras normas de la sociedad inglesa del siglo XIX, una sociedad que aún hoy comparte valores con las sociedades actuales. Wilde presenta a unos personajes que se inventan una doble personalidad para tener libertad sin por ello ser juzgados. “Parece que tenemos mucha libertad ahora, pero si haces determinadas cosas, te machacan. Hay que tener mucho cuidado, y eso es algo que no ha cambiado”, dice Rivero.
Asimismo, la obra, de forma irreverente, se ríe de esa aristocracia inglesa que retrató Wilde en la que el valor de una persona era directamente proporcional al dinero o bienes que poseía. “No vivimos en una sociedad victoriana, pero seguimos viviendo en un mundo en el que, si tienes dinero, puedes optar a todo. Y así se siguen construyendo las clases altas. Nos olvidamos de la ética y la moral, el dinero manda”, apunta Pujalte.
En definitiva, el legado de Wilde, cuyo mensaje es atemporal, nos invita a luchar por lo que queremos ser en la vida, sin importar lo que piensen los demás. Un alegato que inunda el patio de butacas y nos interpela. “Hoy en día se puede trasladar a muchos temas distintos como la crisis de identidad, o cómo cambia tu vida sexual cuando alcanzas una determinada edad y sientas cabeza”, dice Pablo. “Lo que prevalece, al final, en el fondo de su mensaje, es que debemos luchar por nuestra vida, por la vida que queremos tener.
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