‘La Malnacida’ frente a los fascistas de pelo engominado y laxa bragueta
Hay primeras novelas que fascinan por su fondo y hay primeras novelas que fascinan por su forma. ‘La Malnacida’ de Beatrice Salvioni (Monza, Italia, 1995) lo hace desde ambos puntos de vista. Quien se sienta a leer no puede creerse que esta historia salga de las manos y de la imaginación de una joven escritora. Es su debut literario. Dos amigas adolescentes ante el fascismo que avanzaba en Europa en 1936. Muy actual. Demasiado, ¿no? El fascismo anda buscando nuevos mesías y quizá sea hora de escribir literatura con el calado de la que escribe esta joven de pelo corto y estética punk, quizá sea la hora de resucitar antiguos ecos para evitar próximas batallas, muertes injustificadas y ciudades convertidas en escombros.
Sus reflexiones, sus escenas ásperas y sus incómodos escenarios parecen salidos de otras manos, de manos experimentadas como las de Elsa Morante, como las de Alberto Moravia o incluso como las de Elena Ferrante, autora con quien ya se ha comparado y que bajo mi punto de vista en nada se parecen, excepto en que ambas escogen a una aguerrida protagonista para contar el trasfondo social y político de una Italia prisionera de los fascistas, de los fantoches de pelo engominado y laxa bragueta.
Salvioni está venturosamente aún muy lejos del universo Ferrante. Es una autora original, libérrima y con un dominio de los espacios emocionales que deslumbra. Los personajes de Salvioni están marcados por la pobreza y el fascismo, por la violencia contra la mujer, contra la clase social y el pensamiento político. Todos tienen el porvenir arrasado, aunque algunos, como el señor Colombo, no sean capaces ni siquiera de vislumbrarlo. Las marionetas que construye el poder tardan mucho en escuchar los pasos del diablo tras ellos. Y esto lo cuenta esta joven escritora italiana de una manera fascinante, con una calma extraordinaria, con un talento que no flaquea en ningún momento de la narración, pese a la dureza de algunos párrafos, pese a la dureza de algunas sentencias que salen de las bocas de los adolescentes que la protagonizan:
“Filippo y Matteo, apoyados en la estructura de madera, hablaban de regalos y de la guerra.
–Cuando sea mayor quiero ir –dijo Filippo–, así aprenderé a disparar con el mosquetón y también me quedaré con las mujeres de los enemigos”.
Europa está herida de muerte, Italia y sus habitantes también lo están. Los vecinos del pueblo no dudan en robarle la vida a sus amigos. Los fascistas les arrebatan sus tiendas a los perdedores y los adolescentes protagonistas de esta novela desafían esos nuevos mandamientos que esculpe la guerra sobre el porvenir de quien lo ha perdido todo. Maddalena, Francesca, Filippo y Matteo habitan en un limbo inesperado, en una burbuja de oxígeno que ni los perdedores ni los ganadores se atreven a deshacer con el soplido de su poder o de su desidia.
La Malnacida es una novela que te transporta a la Italia de 1936 con admirables estímulos narrativos, que se mete en tu sangre de esa manera rotunda en que la luz se cuela por las heridas de una casa abandonada. Maddalena, su protagonista, es lúcida, valiente, atroz en la belleza de su incomprendida inocencia y deslumbrante en su rareza única. Es la superviviente de una casa en la que su propia madre la ha convertido en un fantasma, la superviviente de una tragedia, la superviviente de una leyenda demasiado negra para que envuelva su joven piel. Es la vigía que no cesa de mirar dentro de los ángulos oscuros, la que se asoma a los abismos que los seres humanos arrastran mientras viven, aquella que señala sin dudar la manzana podrida del cesto, la que no duda en morder la parte que no ha de morderse, la que no duda en escupirla para que el resto de la fruta tenga una larga vida:
“Creía en lo que decían por ahí, que, para ser sinceros, coincidía con la opinión que tenía de ti. Pero la verdad es que entras en la cabeza de la gente y no vuelves a salir. Eso es lo que haces”.
Maddalena enseñará a sobrevivir a Francesca, la valiosa narradora de esta arrebatadora novela. Hará de ella otra. Abrirá sus ojos lentamente y se la arrebatará al letargo en que vive enclaustrada. Le hará ver el servilismo de su padre, la fascinación lasciva y adúltera de su madre por el cacique del pueblo. La falsa vida de Tiziano Colombo, el galán que hará caer en desgracia a Donatella, hermana de la Malnacida, que primero la llevará hasta los brazos de la locura y más tarde hasta los helados brazos del río Lambro.
“No –dije con la misma dureza que habría usado la Malnacida–, pero podría hacerme un hijo y luego obligarme a tirarme al río”.
Gracias a ella conocerá el valor de la amistad, el valor de la misma vida, lo oscuro y lo luminoso que contiene. Conocerá la fidelidad a las ideas, conocerá la honestidad de Ernesto, el hermano mayor de la Malnacida y conocerá la vida real que su estatus social le había negado.
Narrada sin miedo, sin cortapisas y sin falsa moral, Beatrice Salvioni despliega las alas de ese ángel caído que es la Malnacida para ofrecer un mapa de literatura mayúscula. Para mostrar un momento histórico controvertido y desaforado en el que las mujeres vuelven a ser las grandes perdedoras:
“Además, ¿era realmente ella? Me refiero a que si era tu hermana. –se pasó la lengua por los dientes–. ¿Cómo iba a estar seguro? En la oscuridad, todas las mujeres se parecen. Gimen de la misma manera, por si no lo sabéis. Con la luz apagada uno se confunde”.
“No podía más –dijo ella–. No podía seguir fingiendo. Es todo tan absurdo… ¿Te das cuenta?
–¿De qué?
–La guerra, levantar el brazo, decir lo que quieren que digamos y pensar lo que quieren que pensemos. Y respetar las reglas, comportarse como buenas chicas. –Tomó aire–. Me había cansado de repetir las palabras que ellos quieren oír. Ernesto lo dice siempre: “Las palabras son importantes, Maddalena. No se puede hablar sin pensar. Y tiene razón. Las palabras son poderosas. ¿No crees?
Me tragué el miedo y le pregunté:
–¿Qué has dicho antes en clase? Has hablado en latín y no estoy segura de haberte entendido bien.
–He dicho que el duce es una puta”.
Maddalena es la voz de una nación, esa conciencia que solo pueden alcanzar de manera total los niños, tan alejados de los prejuicios, de los juicios y de las verdades manipuladas de sus mayores.
Por eso sorprende tanto que una autora tan joven aborde tan brillante y concienzudamente un tema tan alejado de ella, de su generación, de los miedos que los persiguen.
Aunque he de decir que quien se adentre en el cuerpo firme de esta novela verá que Salvioni es plenamente consciente de que la Historia de los países se repite sin descanso y que la Italia del siglo XXI se acerca poderosamente a la Italia y a la Europa que se mecieron durante décadas bajo la amenaza de la guerra. Ucrania arde arrasada por la megalomanía de Putin, Italia saca pecho ante la llegada de Meloni. El fascismo anda en busca de un nuevo mesías y quizás sea hora de escribir literatura con el calado de la que escribe esta joven de pelo corto y estética punk, quizás sea la hora de resucitar antiguos ecos para evitar próximas batallas, muertes injustificadas y ciudades convertidas en escombros.
Quizás la historia de la Malnacida solo haya sido una hermosa casualidad, pero a veces una sola casualidad pueda cambiar el mundo, nuestro mundo, la molicie de una tarde que pensamos que no sirve para nada. El rumbo acomodaticio que ha tomado nuestra mirada.
Por eso hay que leer la primera novela de Beatrice Salvioni, porque el ser humano nunca sabe en qué lugar reside el sepulcro en el que podrá resucitar, y sin duda La Malnacida ofrece un lugar en el que volver a ilusionarnos con la vida, con la justicia, con el poder que tienen los jóvenes que no le temen a nada, que no se condenan en el nocivo fuego de las habladurías. Porque Salvioni ha creado a Noé, un luchador silente e inolvidable que recibe el marcaje del amor mientras la violencia paterna marca su carne, y que desde la discreción más absoluta es capaz de salvar el porvenir de toda una generación.
Y hay que leerla también porque no hay palabras más maduras que las que escribe quien no le teme a la verdad, y Beatrice Salvioni ha sido ungida con el jugo que su cuerpo exprimido a golpe de inteligencia desprende.
Léanla, porque van a enamorarse de todas y cada una de sus páginas, del libertinaje acérrimo y grandilocuente de sus dos protagonistas. Léanla, porque rara vez se puede ser partícipe de dos adolescencias, y la novela de Beatrice Salvioni les dará acceso a ese sublime milagro.
‘La malnacida’. Beatrice Salvioni. Traducción de Ana Ciurans Ferrándiz. Lumen. 249 páginas.
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