‘La mitad evanescente’, un retrato demoledor de la identidad racial
Las inseparables gemelas Desirée y Stella Vignes quieren escapar de su comunidad, de su sangre, de su raza negra, de su memoria y su dolor. “Una reflexión ambiciosa sobre la raza y la identidad”, ha dicho de esta novela ‘The New York Times’. “Un retrato demoledor de la identidad racial de Estados Unidos”, ha escrito ‘Time’. ‘La mitad evanescente’, de Brit Bennett, es una metáfora que muestra con maestría y sin rencor obtuso esa mitad (evanescente) de la población de un continente que el sueño americano despedaza y ningunea de manera sistemática. Presenta con dureza la segregación, pero sin estruendos ni calles incendiadas.
Cuando la ficción deja paso a una verdad absoluta no es fácil reponerse de la herida que provoca, no es fácil reagrupar las líneas tangentes que marcan una y otra vez la carne del lector.
Sin embargo, es necesario armarse de valor y analizar el peso de la narración, tomar conciencia de lo que significa en realidad. Saber que el título de un libro es a veces una luz que nos guía hacia el análisis más rotundo. Y eso es lo que ocurre cuando se lee La mitad evanescente, de Brit Bennett (Ocenaside, California, EE UU, 1990); eso es lo que ocurre cuando la conciencia se sobredimensiona y cada palabra que recala en ella entronca con un sufrimiento que ya dura demasiado.
La ficción ideada por Bennett no es solo una historia de huidas, de amores fatales, de miedo y rabia, de amores correspondidos, pero complicados. No es solo la historia de dos hermanas idénticas que escapan de su propia memoria, de su destino y del dolor, no, es mucho más. Es una metáfora que muestra con maestría y sin rencor obtuso esa mitad, evanescente como enuncia su idóneo título, de la población de un continente que el sueño americano despedaza, opaca y ningunea de manera sistemática desde que existe. Es ofrecer la segregación sin estruendos, sin calles incendiadas, la segregación como un gas invisible que intoxica ya a demasiadas generaciones.
Brit Bennett plasma de manera magistral una realidad que mientras se avanza en la lectura saca de quicio a quien lee. Con un ritmo narrativo poderosísimo recala en antiguos ecos literarios, evoca a Harper Lee, a Faulkner y a Parker, pero no se olvida tampoco de la vistosa ficcionalidad sureña de Margaret Mitchell.
Su valentía narrativa impera a lo largo de todo el libro, su ánimo jamás decae, su justicia jamás se debilita, y el prodigioso cruce de caminos de sus personajes recuerda a directores de cine como David Cronenberg.
Bennett no da tregua al lector. Es incisiva, ordenada y pragmática. No se deja vencer por el sentimentalismo y ofrece personajes de una profundidad inusual. Bennet nos ofrece al gran Early, a la esquiva e intransigente Stella, a la débil y arraigada Desireé, a la luchadora y estigmatizada Jude, al resilente y titánico y dual Resse, a la caprichosa e insatisfecha Kennedy, e inventa una historia sencillamente colosal para que ellos habiten y señalen a través de su inteligencia, de sus miedos y de sus mentiras el camino hacia un lugar que hasta ahora no es más que un páramo sobre el que contar las tumbas que ha dejado la intransigencia y la mal señalada primogenitura de la raza blanca.
Bennett habla de un viejo mal, pero añade prismas nuevos, detalles que incluyen nuevas versiones de la sociedad y de los individuos que la forman, que paradójicamente son excluyentes. Sé que esto que les cuento suena a enigma, pero debe ser así para que cuando se encuentren cara a cara con ese instante se den cuenta del valor que ofrece esta historia de casualidades, causalidades y ecos que se convierten en bellísimos réquiem, en inagotables baladas de amor, en largas y tristes canciones tradicionales, en rap de versos rotundos y cortantes.
La mitad evanescente es una novela de una coralidad emocional exquisita y dura, locuaz y misteriosa, imperecedera y finita al mismo tiempo, un baile de memorias que alimenta y desarma por ese brutal doble juego que ofrece entre versatilidad y concreción.
Bennett posee la fuerza narrativa que otorga no tener miedo a narrar nada, no tener miedo a exponer la diversidad con todas sus consecuencias.
La mitad evanescente es una novela que derriba ese silencio que se les pide a las narradoras y mucho más a las narradoras negras. Una novela radical en el lenguaje; los diálogos de sus personajes son como piedras que conocen el camino hacia la carne y su poder sobre ella:
“En mayo convirtió su culpabilidad en una tarta de limón con glaseado de vainilla”.
Expone la brutalidad de la segregación, pero siempre absorbida por un gesto de naturalidad inesperado. La prístina e incalculable dureza de cada párrafo se extiende sobre el ánimo del lector instándole a un lento y bellísimo combate.
“Ya lo sabemos, cariño –dijo Belinda–. No es una cuestión de tener razón. Puedes tener razón hasta el fin de los tiempos. Pero esta es tu única hija y esta es su única vida”.
“No existía nada más fascinante que la perspectiva de la destrucción total.
Solo tienes que decir que sí –instó él–, y a Stella la palabra le supo a cereza, dulce y ácida y fácil”.
“La parte más difícil de convertirse en otra persona era decidirlo”.
El backstage de casualidades que ofrece la autora se expone exprimido con arrojo, sin maniqueísmo ni zonas muertas, se muestra como un imán muy potente y con muy malas intenciones:
“Al final, recordar se convertía en imaginar”.
“Una esposa maltratada y una esposa aburrida, una camarera y una profesora, cada mujer sentada junto a una desconocida”.
La mitad evanescente es una novela dinámica, inesperada, fresca e ilimitada, la garganta que hace hablar al pasado, pero que comienza también a estar preparada para cantar las estrofas de un futuro justo, equitativo e identitario. Es una novela comprometida con la verdad y con los anhelos.
No dejen de leerla porque su totalidad narrativa destruye el totalitarismo racista, porque el trabajo que hace la autora merece un premio Pulitzer, porque sus personajes son piedras preciosas que jamás podrán manipularse.
No dejen de leerla porque el ejercicio de belleza y de justicia que hace Brit Bennett en cada página les cambiará la vida lectora, porque desde que Happer Lee construyó a Atticus Finch no ha habido en la literatura americana un personaje más integro, desprejuiciado y valioso que Jude Winston.
‘La mitad evanescente’. Brit Bennett. Traducción de Carlos Milla Soler. Random House, 367 páginas.
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